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Francisco Pi y Margall

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Francisco Pi y Margall

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“Imposible es penetrar en la vida pública y privada de este gran patricio, de este eminente filósofo, de este político consecuente y valeroso, sin sentirse embargado de respeto y admiración al contemplar tanta virtud, tanta energía unidas a un entendimiento y moderación poco comunes. Escasas peripecias ofrece la historia política del ilustre diputado republicano; y esto se concibe en un país donde la modestia es don rarísimo, y donde el estrépito y el aparato, y la propia alabanza y los manejos más o menos lícitos son condición necesaria de popularidad y suceso.Si, Pero: Pero en toda ella palpita un vivísimo interés, el interés de las luchas de partido despojadas de toda ambición personal y mezquina, elevadas a la noble esfera de los principios y de la ciencia política; de toda esta vida de recogimiento y de estudio, de actividad y de sacrificios por una idea, se desprende cierto aroma de serenidad, de honradez y abnegación que atrae y fascina a un mismo tiempo.

No es el Sr. Pi solamente un hombre de partido; es el tipo leal y caballeresco del hombre público, sacerdote de la verdad, amante de la justicia, severo sin ser intolerante, enemigo irreconciliable del engaño y de la apostasía; es, en una palabra, ejemplo vivo, clarísimo espejo en que debe contemplarse la juventud española de nuestros días que con titánico aliento aspira a la regeneración moral y política de la patria.

Nació Pi en Barcelona, el 23 de Abril de 1824. Aunque de escasos bienes de fortuna, sus padres no vacilaron en dedicarlo a una carrera literaria: tan brillantes y precoces eran las disposiciones que para el estudio manifestaba el joven Pi.

Empezó la carrera de abogado en la universidad de Barcelona, a los diez y siete años de edad, después de haber hecho sus estudios de filosofía con notable aprovechamiento, y la concluyó en la misma universidad el año de 1847, cuando contaba apenas veinte y cuatro.

▷ En este Día de 25 Abril (1809): Firma del Tratado de Amritsar
Charles T. Metcalfe, representante de la Compañía Británica de las Indias Orientales, y Ranjit Singh, jefe del reino sij del Punjab, firmaron el Tratado de Amritsar, que zanjó las relaciones indo-sijas durante una generación. Véase un análisis sobre las características del Sijismo o Sikhismo y sus Creencias, una religión profesada por 14 millones de indios, que viven principalmente en el Punjab. Los sijs creen en un único Dios (monoteísmo) que es el creador inmortal del universo (véase más) y que nunca se ha encarnado en ninguna forma, y en la igualdad de todos los seres humanos; el sijismo se opone firmemente a las divisiones de casta. Exatamente 17 años antes, la primera guillotina se erigió en la plaza de Grève de París para ejecutar a un salteador de caminos.

En 1841 había escrito su primer libro titulado La España pintoresca, obra ilustrada de la que no se publicó más que el tomo referente a la provincia de Cataluña.

En Marzo de 1847 pasó a Madrid sin haber tomado el título de licenciado en jurisprudencia. Resuelto a vivir de las letras, por cuyo ejercicio sentía invencible vocación, empezó escribiendo artículos de artes en el periódico El Renacimiento, y revistas de teatros en El Correo, y en muy poco tiempo adquirió una reputación envidiable entre los literatos de la corte.

Conocido ya ventajosamente y estimado en la república de las letras, recibió proposiciones para continuar los Recuerdos y Bellezas de España, obra importante suspendida por la muerte de su primer autor D. Pablo Piferrer. Concluyó el tomo segundo de Cataluña, y para escribir los de Granada y Sevilla, visitó con detención todas las provincias de [171] Andalucía en los años de 1849, 50 y 51, haciendo un estudio concienzudo y minucioso de los monumentos históricos y de las obras de arte en que abundan aquellas ricas y bellísimas provincias.Entre las Líneas En este viaje artístico el carácter de Pi acabó de formarse, adquiriendo esa delicadeza de sentimiento, ese buen gusto que ha constituido después el fondo de su estilo revistiendo y dulcificando las más ásperas cuestiones y las fórmulas más enérgicas y atrevidas.

En 1851 publicó Pi su obra famosa la Historia de la pintura, donde al hacer la crítica de la edad media, envolvió en ella naturalmente la crítica del cristianismo y expuso con franqueza de filósofo, hasta entonces no usada en España, sus opiniones filosóficas y religiosas. Habíase publicado el libro en condiciones de lujo y a un precio elevado, que obligó al editor a dirigirse a personas de cierta posición social, entre otras a todos los obispos y arzobispos de España. ¡Cuál no fue la sorpresa de estos prelados, cuando al cabo de algún tiempo y cerca ya de terminarse el primer tomo, echaron de ver la tendencia y el pensamiento de la obra! El espanto y la indignación del clero fue indescriptible, exhalándose en quejas, en anatemas y excomuniones que de todos los puntos de España llovieron sobre el Sr. Pi, obligándole a suspender inmediatamente la publicación que dio por terminada en el primer tomo: y ya era tiempo, porque Bravo Murillo, que a la sazón ocupaba el ministerio, instado por los obispos, se apresuró a ordenar que se recogiese y denunciase la obra; pero el término fijado por la ley para la denuncia había ya transcurrido, y no hubo lugar a formación de causa.

La algazara promovida por esta especie de cruzada contra una idea, colocó a Pi en una situación excepcional y dificultosa, obligándole a separarse de la redacción de los Recuerdos y Bellezas de España.

Emprendió en 1852 una obra titulada: ¿Qué es la economía política? ¿Qué debe ser? Pero el fiscal de imprenta mandó recoger la primera entrega, y no fue posible proseguirla.

Afiliado desde 1849 en el partido democrático, había tomado una parte activa en todos los trabajos de su partido anteriores a 1854, y al estallar el movimiento revolucionario de aquel año, movimiento incoloro y sin bandera política, quiso dar una al pueblo. Al efecto publicó una hoja con el título del Eco de la Revolución. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Esta hoja, notable por más de un concepto, documento histórico de importancia por el momento en que apareció y por las doctrinas que en él se sostienen, merece ser conocido del público.

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características y el futuro de esta cuestión):

Pues bien, esta manifestación franca de sus opiniones, este noble intento de dar una solución al problema revolucionario salvando la libertad amenazada, valió a Pi el ser preso y encarcelado en virtud de orden expedida por una junta popular que se había establecido en la calle de Jardines. La prisión fue momentánea, pero se mandó recoger la hoja y se impidió su circulación. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto).

El nombre de Pi, tan conocido ya en las letras como en la política, fue llevado en alas de una merecida reputación hasta su país natal, y la culta y liberal Barcelona, sensible siempre a la gloria de sus hijos, le propuso para diputado a Cortes en las Constituyentes de 1854. Quedó para segundas elecciones, teniendo por adversario a D. Juan Prim, y fue vencido por un número insignificante de votos.

Empezó en 1855 su obra más importante, La reacción y la revolución, viéndose también obligado a suspenderla en el primer tomo por no querer consentir en una injusta y arbitraria exigencia de la autoridad. Advirtióle el fiscal de imprenta que debía someter el segundo tomo, que trataba de materias religiosas, a la censura del ordinario, y él, no pudiendo admitir una excepcional jurisprudencia, depresiva de su libertad, prefirió abandonar la publicación, con grave perjuicio de sus intereses.

Se consagró entonces a dar lecciones de política y de economía.Entre las Líneas En su modesta habitación de la calle del. Desengaño, reuníase lo más ardiente, lo más entusiasta, lo más puro de la juventud democrática, de esa juventud que ha constituido después la fibra del partido republicano. Cada día era mayor la concurrencia, llegando hasta el punto de ocupar los pasillos, la antesala y hasta una parte de la escalera; allí se confundían en común aspiración el estudioso escolar y el honrado y laborioso artesano, con el artista inteligente y el aplicado literato, todos silenciosos, todos recogidos y pendientes de los labios de aquel repúblico virtuoso, que se consagraba con tanta abnegación a propagar las ideas fundamentales de una doctrina y formaba de este modo el núcleo más poderoso de su partido. Aquellas reuniones tan tranquilas, aquellas [174] conferencias donde se trataban todas las cuestiones desde un punto de vista elevado y general, y siempre en tono mesurado y digno, no duraron sin embargo más que algunas semanas; fueron prohibidas de orden de la autoridad.

En el mismo año de 1855 empezó a publicar la revista política y literaria La Razón, colaborando con él los Sres. Gómez Marín, Canalejas, Moraita y otros jóvenes tan ilustrados como estos. Dejóse de publicar la revista después del golpe de Estado de 1856.

En Agosto del mismo año trasladóse Pi a Vergara, patria de su esposa, buscando algún descanso a la vida activa y agitada que había llevado en Madrid durante el bienio e imposibilitado como se hallaba de sostener sus opiniones en la prensa, a consecuencia de la política de represión seguida por el gobierno de aquella época. Desde Vergara escribió numerosos e importantes artículos para El Museo Universal, que se publicaron sin firma por considerarlos peligrosos los editores.

Volvió a Madrid en Julio de 1857 y entró de redactor en La Discusión, dando a este periódico una actitud enérgica y resuelta que le faltaba tiempo hacía por causas que no es del caso referir. Llovían recogidas y denuncias, siendo La Discusión el blanco de las iras del gobierno, que se había propuesto al parecer acabar con el periódico. Esta y otras consideraciones análogas decidieron a Pi a retirarse de la redacción, donde su nombre era objeto de continua alarma para el poder.

Publicó por aquel mismo tiempo artículos sobre diversas materias en La América y en la Revista de Ambos Continentes.

En 1859, después de retirarse de La Discusión, tomó el grado de licenciado en jurisprudencia y abrió su despacho de abogado. Desde entonces, apartado del periodismo, pero no de la política, pues jamás ha negado sus consejos ni su cooperación al partido de que es uno de los más dignos jefes, dedicóse con perseverancia a los trabajos de su profesión, conquistando en poco tiempo una regular clientela y un nombre respetable en el foro de Madrid.

Entró nuevamente en La Discusión, como director, en 1864; pero cuestiones interiores del partido republicano le determinaron a resignar este cargo a los seis meses.

Las persecuciones que siguieron a la revolución vencida en Junio de 1866, alcanzaron también a Pi y Margall, que había tomado no poca parte en aquellos sucesos.Entre las Líneas En la noche del 2 de Agosto la policía invadió su domicilio; pero, avisado a tiempo, pudo escaparse y salió para París el 6 del mismo mes.

Establecido en aquella gran capital, asiento y refugio de casi toda la emigración española, se consagró Pi al estudio con el ardor y entusiasmo que constituye el fondo de su carácter, viviendo del producto de algunos trabajos literarios y correspondencias para periódicos americanos.Entre las Líneas En política sostuvo siempre la integridad de la doctrina republicana, siendo de los pocos que se opusieron constantemente a toda transacción ni alianza con los partidos monárquicos.

Convencido de que la situación creada en Setiembre de 1868 no podía dar nunca por resultado el triunfo de sus ideas, se mantuvo en París hasta que, elegido por Barcelona diputado a las Cortes Constituyentes, aceptó el mandato y vino a tomar asiento en la Asamblea, saliendo de París el 8 de Febrero de 1869.’

Entre la minoría republicana ocupa uno de los primeros puestos, el puesto a que lo hace merecedor la superioridad de su entendimiento, su instrucción vastísima y los servicios prestados a su partido. A sus ya conocidas dotes de estadista, reúne hoy la no menos preciada de orador parlamentario, de fácil y elegante elocución, de castiza palabra, de severa lógica y pura y elevada doctrina. Así lo patentizó en un brillante discurso de contestación al ministro de Hacienda cuando el debate sobre el voto de gracias al Gobierno provisional.

Por otra parte, las prendas personales de Pi le han granjeado el respeto y la consideración de todos los partidos. Su amable trato, su conversación amena e instructiva, su modestia casi exagerada, si no fuera natural en él, y su honradez catoniana, lo hacen merecedor de la estimación y el cariño de todo español, sea cualquiera el partido a que pertenezca.” (1)

Francisco Pi y Margall

  1. “Roque Barcia”, Los diputados pintados por sus hechos. R. Labajos y Compañía, Madrid 1869
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