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Adolf Hitler

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Adolf Hitler

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Adolf Hitler era la figura política dominante en el nazismo alemán.Entre las Líneas En 1921 se convirtió en presidente del “Nazionalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei” [Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán (NSDAP)], y en 1933 fue nombrado canciller de Alemania. Entre 1934 y 1945 gobernó como führer [literalmente líder, pero en este caso dictador absoluto]. Hitler guio a Alemania hacia el rearme en la década de 1930 y desencadenó la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Polonia en 1939. Inspiró la búsqueda de la pureza racial alemana y elevó el antisemitismo y la xenofobia de prejuicio cultural a política estatal de genocidio (véase su historia, la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, adoptada y abierta a la firma y ratificación, o adhesión, por la Asamblea General en su resolución 260 A (III), de 9 de diciembre de 1948 y que entró en vigor el 12 de enero de 1951, de conformidad con el artículo XIII, y la aplicación de este tratado multinacional) que lo abarcaba casi todo.

Antes de 1933, el führer temía la amenaza del regionalismo, especialmente la posible separación de Baviera del estado alemán, tanto como se preocupaba por el comunismo. Con el tiempo, sus temores y prioridades cambiaron. La motivación de Adolf Hitler al declarar la guerra a los Estados Unidos el 11 de diciembre de 1942, podría parecer incomprensible, ya que su actitud hacia Estados Unidos no siempre se discute en los estudios de la Segunda Guerra Mundial.

Puntualización

Sin embargo, una parte de la literatura (como Simms) argumenta que la obsesión de Hitler con América como una gran amenaza para Alemania fue una de las partes más consistentes de su ideología. De hecho, se afirma que la actitud negativa de Hitler hacia Occidente y el capitalismo, más que su temor a la “amenaza” judeo-bolchevique, son fundamentales para comprender los objetivos políticos del Tercer Reich. Hitler rutinariamente condenó la migración de “sangre germánica” a los Estados Unidos y lo que sintió fue el debilitamiento de la base demográfica del Reich. Esta obsesión estaba vinculada a su comprensión del control del capitalismo internacional (centrado en Nueva York), por lo que su decisión de declarar la guerra a América fue parte de un patrón discernible.

Otra parte de la literatura sugiere que mientras que los rasgos de personalidad específicos de Adolf Hitler, tales como un desarrollo emocional atrofiado que le impedía sentir empatía, estaban presentes antes de la Primera Guerra Mundial, su virulento antisemitismo y su grandioso sentido del destino eran el resultado de las circunstancias de la Alemania posterior a 1918 (por ejemplo, Longerich). Los estudios previos del estado nazi se han centrado en el caos administrativo y en una base cada vez más radicalizada que deseaba satisfacer al líder. Aunque la mayoría de la literatura está de acuerdo en que Hitler era un administrador inepto, otros argumentan de manera convincente que la agitación administrativa era una función, no un fallo, del sistema, lo que permitía a Hitler actuar como árbitro de los conflictos políticos e insertarse con fuerza en las decisiones políticas. Así, en el análisis final, la Alemania nazi y todas sus políticas eran sólo de Hitler.

Adolf Hitler: Su juventud y sus comienzos en la politica (Historia)

Hitler nació en Braunau am Inn (Austria) el 20 de abril de 1889 y era hijo de un modesto funcionario de aduanas (ver su definición; pero esencialmente se trata de las oficinas públicas encargadas del registro de los bienes importados o exportados y del cobro de los tributos correspondientes; ver despacho de aduana y Organización Mundial de Aduanas) y de una campesina. Fue un estudiante mediocre y jamás llegó a finalizar la enseñanza secundaria. Solicitó el ingreso en la Academia de Bellas Artes de Viena, pero no fue admitido por carecer de talento. Permaneció en esa ciudad hasta 1913, donde vivió gracias a una pensión de orfandad, y más tarde comenzó a obtener algunos ingresos de los cuadros que pintaba. Leía con voracidad obras que alimentaban tanto sus convicciones antisemitas y antidemocráticas como su admiración por el individualismo y el desprecio por las masas.

Hitler se encontraba en Munich cuando comenzó la I Guerra Mundial y se alistó como voluntario en el Ejército bávaro. Demostró ser un soldado entregado y valiente, pero la más alta graduación que consiguió fue la de cabo, debido a que sus superiores consideraban que carecía de dotes de mando. Tras la derrota de Alemania en 1918, regresó a Munich y permaneció en el Ejército hasta 1920. Fue nombrado oficial de instrucción y se le asignó la tarea de inmunizar a los soldados a su cargo contra las ideas pacifistas y democráticas. Se unió al Partido Obrero Alemán, de signo nacionalista, en septiembre de 1919, y en abril de 1920 le dedicaba ya todo su tiempo.Entre las Líneas En esa época, había sido rebautizado como Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (conocido abreviadamente como partido nazi) y Hitler fue elegido en 1921 su presidente (Führer) con poderes dictatoriales.[1]

Adolf Hitler: El ascenso al poder (Historia)

Hitler difundió su doctrina de odio racial y desprecio por la democracia en los numerosos mítines que organizó y, mientras tanto, las organizaciones paramilitares del partido aterrorizaban a sus enemigos políticos. No tardó en convertirse en una figura clave de la política de Baviera gracias a la colaboración de oficiales de alta graduación y empresarios adinerados.Entre las Líneas En noviembre de 1923, un momento de caos político y económico, encabezó una rebelión (putsch) en Munich contra la República de Weimar, en la cual se autoproclamó canciller de un nuevo régimen autoritario.

Aviso

No obstante, el conocido como putsch de Munich fracasó por falta de apoyo militar.

Hitler fue sentenciado a cinco años de prisión como líder del intento de golpe de Estado, y dedicó los ocho meses de condena que cumplió a redactar su autobiografía: Mein Kampf (Mi lucha). Fue liberado como consecuencia de una amnistía general en diciembre de 1924, y reconstruyó su partido sin que ninguno de los representantes del gobierno al que había intentado derrocar pretendiera impedirlo. Durante la crisis económica de 1929, muchos alemanes aceptaron su teoría que la explicaba como una conspiración de judíos y comunistas. Hitler consiguió atraer el voto de millones de ciudadanos prometiendo reconstruir una Alemania fuerte, crear más puestos de trabajo y devolver la gloria nacional. La representación del partido nazi en el Reichstag (Parlamento) pasó de 12 diputados en 1928 a 107 en 1930.

El partido continuó creciendo durante los dos años siguientes, aprovechando la situación creada por el aumento del desempleo, el temor al comunismo y la falta de decisión de los rivales políticos del F?hrer frente a su confianza en sí mismo.

Puntualización

Sin embargo, cuando Hitler fue nombrado canciller en enero de 1933, los grandes empresarios esperaban poder controlarle con facilidad. [2]

Adolf Hitler: La II Guerra mundial (o global) (Historia)

Hitler era consciente de que cualquier otra acción podría provocar un conflicto europeo, y no vaciló en preparar a Alemania para una lucha que, a su juicio, fortalecería la moral del país. Firmó el pacto de neutralidad Germano-soviético con la promesa de que cedería a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) una parte del territorio de Polonia cuando esta nación fuera derrotada, para lo cual la atacó en septiembre de 1939. Los polacos fueron sometidos con rapidez y sus aliados, los británicos y los franceses, que habían declarado la guerra a Alemania, no pudieron hacer nada para ayudarles. Las fuerzas de Hitler invadieron Dinamarca y Noruega en la primavera de 1940 y, pocas semanas después, vencieron a las tropas de los Países Bajos, Bélgica y Francia. La derrota de Gran Bretaña pudo evitarse gracias a la intervención de las Fuerzas Aéreas Reales (RAF), que rechazaron a la Luftwaffe (fuerzas aéreas alemanas).

▷ En este Día de 25 Abril (1809): Firma del Tratado de Amritsar
Charles T. Metcalfe, representante de la Compañía Británica de las Indias Orientales, y Ranjit Singh, jefe del reino sij del Punjab, firmaron el Tratado de Amritsar, que zanjó las relaciones indo-sijas durante una generación. Véase un análisis sobre las características del Sijismo o Sikhismo y sus Creencias, una religión profesada por 14 millones de indios, que viven principalmente en el Punjab. Los sijs creen en un único Dios (monoteísmo) que es el creador inmortal del universo (véase más) y que nunca se ha encarnado en ninguna forma, y en la igualdad de todos los seres humanos; el sijismo se opone firmemente a las divisiones de casta. Exatamente 17 años antes, la primera guillotina se erigió en la plaza de Grève de París para ejecutar a un salteador de caminos.

Hitler, dejándose llevar por su ambición y su odio al comunismo, volvió su atención hacia la Unión Soviética. Su primer paso fue conquistar la península Balcánica para proteger este flanco. La invasión de la URSS, que comenzó en junio de 1941, no tardó en llevar a los ejércitos alemanes a las puertas de Moscú pero los rusos les obligaron a retroceder en diciembre, precisamente cuando Estados Unidos decidió intervenir en el conflicto. Fue en ese momento cuando Hitler se dio cuenta de que la guerra estaba perdida desde el punto de vista militar, pero decidió continuar con la esperanza de que alguna nueva arma invencible o alguna maniobra política milagrosa pudiera salvar la situación.

A medida que transcurría el tiempo, la derrota se hacía más inevitable, pero Hitler continuaba negándose a capitular ante la creencia de que Alemania no merecía sobrevivir por no haber conseguido cumplir su misión. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto).

Otros Elementos

Por otro lado, el plan destinado a exterminar a los judíos seguía su marcha durante todo este periodo, y los innumerables trenes que transportaban a los millones de prisioneros a los campos de concentración representaban una lacra para el esfuerzo económico de la guerra.Entre las Líneas En julio de 1944, un grupo de oficiales organizó una conspiración para asesinar a Hitler y poner fin a la contienda, pero el plan fracasó. Finalmente, dejando tras de sí a una Alemania invadida y derrotada, Hitler se suicidó en su búnker de Berlín el 30 de abril de 1945, junto con la que había sido durante largo tiempo su compañera, Eva Braun, con la que había contraído matrimonio el día anterior. Hitler poseía una personalidad carismática y una arrolladora energía. Su legado fue solamente un rastro de destrucción total y ninguna de las instituciones u organizaciones que creó ha perdurado.[3]

Intentos de Matarlo

Hasta 42 intentos hubo de matar a Hitler.Si, Pero: Pero fue él mismo quien acabaría con su vida de un tiro en la cabeza el 30 de abril de 1945. Lo que impulsó a los miembros de la resistencia alemana -principalmente formada por militares- que entre 1938 y 1944 no cesaron de planear el asesinato del Führer fue “la empatía”, según el historiador y veterano de los servicios secretos israelís Danny Orbach, autor de ‘Las conspiraciones contra Hitler’ (Tusquets). “Eran hombres y mujeres a los que les preocupaban profundamente las vidas y los sentimientos de las otras personas. Su empatía les impidió hacer caso omiso de las atrocidades que presenciaban y del hecho de que su país se precipitara hacia la derrota” y sobre ella levantaron “un sistema de valores, ya fuera fe cristiana, patriotismo, socialismo, tradición militar prusiana o humanismo”, que unido “a un coraje excepcional”, les llevó a arriesgar sus vidas para lograrlo.

Aunque se ha escrito largamente sobre el tema (‘Matar a Hitler’, de Roger Moorhouse, u ‘Objetivo matar a Hitler’, de Gabriel Glasman, son ejemplos), Orbach investigó durante una década en archivos de varios países y en diarios, memorias o sumarios para indagar en los motivos de los conspiradores alemanes y construir el relato cronológico de la creciente red de resistencia interior, formada mayoritariamente por militares que “siguieron en sus puestos sintiéndose culpables por tener que participar” en las masacres nazis y porque creían que lo mejor era hacer “oposición desde dentro”.

Según Orbach, Claus von Stauffenberg, carismático líder de la resistencia en 1944 y ejecutor de la famosa ‘operación Valkiria’, “creía que la locura militar de Hitler atraería el desastre sobre Alemania y que sus crímenes perseguirían su nombre durante generaciones”. “Estamos atrayendo un odio que algún día afectará a nuestros hijos”, diría. Tras matar al dictador, los golpistas iban a justificarse ante el pueblo acusándole de “establecer un reinado de terror” y de “sacrificar ejércitos enteros para satisfacer su ansia de gloria y su megalomanía”.

Para el autor, uno de los motivos decisivos para oponerse fue que “discrepaban con Hitler sobre la mejor manera de ganar la guerra”. Cuanto más veían acercarse la derrota “más ansiosos estaban por salvar a su país”, porque su moralidad, afirma, pasaba por el patriotismo.Si, Pero: Pero también “el horror” ante los asesinatos en masa fue para muchos determinante para implicarse. Aunque no faltaran entre ellos los antisemitas, no aprobaban la violencia contra los judíos. Dijo el comandante Helmuth Stieff: “Arrancar a generaciones enteras, incluyendo mujeres y niños, solo lo pueden hacer subhumanos que no se merecen llamar alemanes. Me avergüenzo de ser alemán. Esta minoría, con sus asesinatos, pillajes e incendios intencionados (…) traerá el desastre sobre todos nosotros a menos que los detengamos con rapidez”. O Hermann Kaiser, capitán en la reserva, que vio en la “revuelta armada” la única forma de frenar la deriva nazi: “Solo la destitución forzada del hombre omnipotente puede provocar el cambio sanador”.

El lobo solitario

La resistencia vio cómo el azar o la suerte de Hitler frustraban un intento tras otro. El 8 de noviembre de 1939 el carpintero y relojero alemán Georg Elser, auténtico lobo solitario, culminó “un intento de asesinato altamente sofisticado, sin la ayuda de nadie”, recreado en el cine en ‘13 minutos para matar a Hitler’ (2015, dirigida por Oliver Hirschbiegel). Hizo explotar una bomba, diseñada sin mecha y con dos relojes, en la cervecería Bürgerbräukeller de Múnich causando ocho muertos y 60 heridos. Hacía 13 minutos que Hitler había salido del local tras su habitual discurso anual para conmemorar el aniversario de su intento fracasado de derrocar la República de Weimar en 1923. Había avanzado su partida porque el mal tiempo le impedía volar y debía volver a Berlín en tren.

La resistencia alemana fue sumando miembros desde 1938, cuando aún era, según Orbach, un pequeño círculo de amigos y parientes, “una camarilla de oficiales de inteligencia y del alto mando militar”, la mayoría de las élites, con hombres como Carl Friedirch Goerdeler (exalcalde de Leipzig), el oficial de inteligencia Hans Bernd Gisevius, el almirante Canaris o el general Ludwig Beck, quien ya aquel año planeó un golpe de Estado para cuando Hitler ordenara invadir Checoslovaquia, justificándolo ante el pueblo porque el dictador, “uno de los hombres más malvados que han pisado nunca la faz de la Tierra”, estaría provocando una guerra.

Un fracaso tras otro

Hasta 1944 con la ‘operación Valkiria’ (llevada al cine en el 2008 con Tom Cruise), con Von Stauffenberg convertido en líder, no cesaron de intentarlo. Ejemplos no faltan. Para el oficial Henning von Tresckow, cerebro de varios atentados y uno de los líderes de la resistencia, había que erradicar a Hitler “como si fuera un perro loco que pone en peligro a la humanidad”. El 13 de marzo de 1943 montó una bomba con un detonador activado por ácido, la ocultó en dos botellas de Cointreau, y le pidió al teniente coronel Hein Brandt si podía llevarlas como regalo de su parte al coronel Helmuth Stieff porque Brandt volvía en el mismo avión que “el archicriminal” Hitler del frente ruso.Si, Pero: Pero el detonador no funcionó, por las bajas temperaturas durante el vuelo o un defecto del explosivo. Tresckow cambió el ‘regalo’ por otro aduciendo un error para evitar que se descubriera el explosivo.

Voluntarios suicidas

En marzo de 1943, el oficial de inteligencia Rudolf-Christoph von Gersdorff fue voluntario para sacrificarse detonando una bomba cerca de Hitler durante una visita a la armería de Berlín, pero este pasó como una centella sin darle tiempo a activar el detonador; en noviembre, otro voluntario suicida, el capitán Axel von dem Bussche, iba a usar igual fórmula en un pase de nuevos uniformes, pero se canceló porque el tren que los llevaba fue bombardeado; Bussche quiso repetir el intento pero fue herido en el frente ruso y en su lugar se ofreció Ewald-Heinrich von Kleist, pero la exhibición volvió a suspenderse; tampoco logró poco después, en marzo de 1944, el capitán Eberhard von Breitenbuch llegar a disparar a la cabeza a Hitler en su chalet de Berchtesgaden, en los Alpes bávaros.

Ante tantos fracasos, Stauffenberg decidió matar él mismo al “asesino en serie” y el 11 de julio entró con una bomba encima en una reunión con Hitler. No la hizo estallar porque no estaba Himmler. Lo mismo le ocurrió cuatro días después. Finalmente, sí logró que estallara el 20 de julio, en el marco de la conocida ‘operación Valkiria’. Entró con un maletín con la bomba en su interior en la reunión de Hitler con sus generales en la Guarida del Lobo, su cuartel general en los bosques de Prusia oriental. Al poco se excusó y salió sin saber que el coronel Brandt había movido el maletín con el pie alejándolo de Hitler. La bomba causó cuatro muertos y ocho heridos.Si, Pero: Pero el Führer, que solo sufrió heridas leves, pudo contarle un par de horas después a Mussolini, que había llegado de visita, que haber sobrevivido era “una señal de la providencia”: “La bomba estalló justo a mis pies (…) justo frente a mí un oficial voló literalmente por la ventana (…) Es evidente que no me va a pasar nada. Sin duda mi destino es seguir mi camino y completar mi tarea”.

Sttauffenberg y otros conspiradores como Beck, fueron fusilados inmediatamente después del fracaso del golpe de Estado. Les siguieron muchos más entre las 5.000 detenidos de la Gestapo.

Fuente: el periodico

En la I Guerra Mundial

El soldado Adolf Hitler que en 1914 se alistó voluntario para combatir en el Ejército bávaro en la primera guerra mundial (o global) era un artista fracasado que pintaba postales. Un ser solitario y anodino que nunca participaba en las fiestas de sus compañeros del Regimiento List y que estando de permiso, mientras estos frecuentaban tabernas y burdeles, se dedicaba a hacer turismo con una guía de arquitectura bajo el brazo. Fue soldado raso, no cabo, no tenía dotes de mando ni de liderazgo (véase también carisma) y nunca se le escuchó un solo comentario antisemita, y si bien resultó herido, no lo fue en primera línea de fuego. No fue ningún héroe, aunque tampoco tuvo muchas oportunidades de ser un cobarde. Porque el soldado Hitler fue destinado a un cómodo y poco peligroso trabajo de correo en el puesto de mando y, mientras los soldados del frente sufrían carnicerías como la batalla del Somme y soportaban agua y fango hasta la cintura en las trincheras, rodeados de cadáveres putrefactos y diezmados por las bombas y el gas mostaza, él, seco y bien alimentado, dormía bajo cubierto a cientos de metros de ellos.Si, Pero: Pero no son estas todas las revelaciones que el historiador Thomas Weber, doctorado en Oxford y profesor de Historia en la Universidad de Aberdeen, descubre en La primera guerra de Hitler (Taurus).

Explorando un filón de documentos y cartas originales del Regimiento List, con un 70% de material inédito, la investigación de Weber tumba mitos creados, tergiversados y exagerados por el propio Hitler y la propaganda nazi tras la gran guerra, que calificaban su papel de «valiente, intrépido y extraordinario». El principal, destaca en Barcelona el autor, es «la idea que nos han hecho creer de que Hitler fue fruto de la primera guerra mundial», de que la brutalidad del conflicto radicalizó sus ideas y las de sus compañeros originando el nacionalsocialismo. «La guerra sí hizo de Alemania un país menos estable y más volátil pero un análisis de lo que los soldados del regimiento de Hitler votaron antes y después de la guerra da resultados muy similares: reformistas y democráticos. No cambiaron sus ideas políticas». El ultranacionalismo nazi fue más consecuencia de la posguerra y la crisis económica de entreguerras.

▷ Lo último (abril 2024)

¿Y Hitler? ¿Cómo alguien que no destacó en nada en la guerra llegó a ser un tirano de tal magnitud? «Es la pregunta del millón de dólares. Nunca fue ascendido porque ningún oficial vio en él dotes de mando. A finales de 1918, al volver de la guerra, era un ser solitario y raro, y es sorprendente que en menos de un año se convirtiera en el líder carismático que fue. Eso apunta a una transformación radical no solo personal sino a nivel político. Durante la guerra sus ideas políticas eran muy fluctuantes. No puede decirse que fue la guerra la que lo cambió».

En las contadas fotos con otros correos Hitler siempre aparece en la esquina y en la única imagen de él solo en la historia oficial del regimiento (arriba) «lo único reconocible es el bigote». «Fue un soldado atípico, pero fue un buen soldado, diligente, hacía lo que se esperaba de él y caía bien a sus iguales, los que hacían su mismo trabajo, aunque no participara de sus entretenimientos y bromas. Solía sentarse en un rincón leyendo el periódico o dibujando.Entre las Líneas En cambio los soldados que estaban en primera línea no tenían tan buena idea de él ni de los otros correos, les llamaban ‘cerdos de la retaguardia’». No es extraño, pues mientras en trincheras caían como moscas, la tasa de supervivencia de los correos del regimiento fue del 100%.

«No es que fuera ya un monstruo -apunta Weber-, pero es revelador que el mayor vínculo que estableció en la guerra fue con un perro llamado Foxl. No era normal porque no sentía la necesidad de interactuar, establecer vínculos humanos o buscar el apoyo de otros correos aunque sí les consideraba como una familia adoptiva porque no conservó la relación con la suya.Si, Pero: Pero no sentía los impulsos humanos de otros soldados por el sexo o la bebida. Le consideraban un ser asexuado».

SIN ANTISEMITISMO

Una de las mayores sorpresas para Weber ha sido comprobar «la ausencia de antisemitismo en el Ejército. Puede que hubiera algún comentario antijudío pero nada comparado con lo que vino después. Los soldados judíos estaban más integrados y arraigados en el Ejército que el propio Hitler. Ahí hubo una transformación en Alemania, pues si había cierto antisemitismo a nivel religioso y económico, a nivel racial era muy limitado».

Más sorprendente es que una de las dos cruces de hierro de Hitler fue a propuesta de un oficial judío, Hugo Gutmann, cuyo nombre la propaganda nazi corrió a silenciar. «Fue muy raro, pero refuerza el hecho de que Hitler nunca expresó su antisemitismo públicamente. De ser así, difícilmente le habría propuesto».

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características y el futuro de esta cuestión):

UN CLON

Las cruces de hierro se prodigaban entre la tropa de retaguardia, más por su cercanía a los oficiales que las proponían, que por su valentía. «Los soldados rasos de la línea de fuego, que podían ser los más valientes, raramente recibían esta medalla». ¿Y si Hitler hubiera estado en trincheras? «Habría tenido muchísimas más posibilidades de morir y quizá la historia del siglo XX habría sido totalmente diferente.Si, Pero: Pero probablemente habría surgido un clon suyo, aunque veo más posible un líder autoritario al estilo de Franco».

Fuente: el periódico

Los Años de su Ascendencia al Poder

Werner Willikens era un funcionario civil nazi bastante importante.Entre las Líneas En el aplastado y castrado gobierno de Prusia, se había convertido en el secretario de estado del Ministerio de Agricultura. Fue en febrero de 1934, poco más de un año después de que Adolf Hitler se convirtiera en canciller, que Willikens pronunció un discurso ante funcionarios de agricultura de todo el Reich, utilizando palabras que surgieron en nuestra época para fascinar a los historiadores. “Al Führer”, dijo, “le resulta muy difícil lograrlo por orden de cosas anteriores que pretende realizar tarde o temprano”. Era, por lo tanto, ‘el deber de cada uno de nosotros tratar de trabajar hacia él en el espíritu del Führer’. El alemán, no es fácil de traducir con precisión, es ‘im Sinne des Führers ihm entgegenzuarbeiten’.

Willikens no estaba revelando algún hecho desconocido.Si, Pero: Pero le estaba ofreciendo a la posteridad (así como a los compañeros de la fiesta frente a él) una manera realmente útil de comprender cómo se tomaban las decisiones en el Tercer Reich. ‘Trabajando hacia el Führer’ explica cómo muchas iniciativas, incluidas algunas de las peores, se originaron en la burocracia nazi más amplia en lugar de con el propio Hitler. Y se puede argumentar que este mandamiento para adivinar y anticipar a Hitler lo ayudó a navegar hacia políticas cada vez más radicales y terribles que generalmente se atribuyen a su invención solo.

Como señala Volker Ullrich, en su libro “Hitler: Ascendencia, 1889-1939”, primero publicado en alemán, y luego traducido a algún idioma, aquí hay una aparente contradicción. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Por un lado, se suponía que la voluntad del líder era absoluta y monocrática, y cualquiera que pudiera afirmar de manera convincente que estaba llevando a cabo “la voluntad del Führer” se saldría con la suya.

Otros Elementos

Por otro lado, una lucha caótica y “darwiniana” de instituciones nazis que se superponen se desató cuando cada una compitió para tomar la decisión de Hitler por él. Detrás de todo esto estaba la extraña y desaliñada manera en que Hitler formó las políticas. A veces tomaba decisiones rápidas y fatídicas y se pegaba a ellas (la Noche de los Cuchillos Largos en 1934).Si, Pero: Pero a menudo vio cómo surgía una política de un subordinado que pensaba que estaba “trabajando hacia el Führer”, y luego lo adoptó como su propia “decisión irrevocable”. De vez en cuando, especialmente cuando alguien cercano a él se portaba mal, se retiraba a una trama que podía durar días.

El primer historiador que se apoderó de la interpretación de ‘trabajar hacia el Führer’ parece haber sido Ian Kershaw. Cada uno en la procesión de inmensos tomos de la biografía de Adolf dice ser “definitivo”, pero los dos volúmenes de Kershaw, “Hubris” y “Nemesis”, siguen dominando más de 15 años después de su publicación. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Al comentar sobre Willikens, Kershaw dijo que “la forma de gobierno personalizada de Hitler invitaba a alternativas radicales desde abajo y ofrecía respaldo a tales iniciativas, siempre y cuando estuvieran en línea con sus objetivos ampliamente definidos”. Todos los que trabajaron para él de esta manera, no solo en la burocracia sino en toda la sociedad, estaban “ayudando a impulsar una radicalización imparable”.

Ullrich felicita generosamente a Kershaw por ver el significado de la frase. Lo expone aún más claramente cuando escribe que “los que querían avanzar en este sistema… tenían que anticipar la voluntad del Führer y tomar medidas para preparar y promover lo que pensaban que eran las intenciones de Hitler. Esto no solo explica por qué el régimen era tan dinámico sino también por qué se hizo cada vez más radical. Al competir por el favor del dictador, sus paladines intentaron triunfar entre sí con exigencias y medidas cada vez más extremas.”

Se podría decir que el ‘Willikens Insight’ reduce la personalidad de Hitler a un tamaño más manejable. Cambia la responsabilidad, si no se aleja de él, luego a un círculo mucho más amplio de oficiales alemanes que trabajan en esta curiosa máquina de gobierno por anticipación. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Y ahora sabemos mucho sobre Hitler como individuo. Ya se dice que los estudios publicados del dictador ascienden a unos 120.000. Las biografías principales comienzan con las de Konrad Heiden, escritas en la vida de Hitler, y continúan con las obras de Alan Bullock, Eberhard Jäckel y Joachim Fest para llegar a Ian Kershaw y ahora al libro grande y estable de Ullrich, nuevamente, el primero de los dos volúmenes proyectados. Entonces, ¿es realmente la personalidad y la vida privada de Hitler la que aún necesitamos conocer? Quién era, y por qué hizo lo que hizo, seguramente debe dar prioridad a cómo se las arregló para hacerlo.

Kershaw claramente estaba preocupado por estas preguntas. “Lo que ha seguido… interesarme más que el extraño carácter del hombre que tenía el destino de Alemania en sus manos entre 1933 y 1945 es la cuestión de cómo era posible Hitler”, escribió en su prefacio. Consideró que Hitler no tenía “vida privada”, sino que “privatizó” la esfera pública: toda su carrera se dedicó a actuar como Führer. Kershaw lo consideraba “un recipiente vacío fuera de su vida política”, inaccesible e incapaz de amistad.

Ullrich no está de acuerdo. Le preocupa que describir a Hitler como quien carece de vida privada perpetúe la idea de que sus crímenes fueron cometidos por un monstruo, no por un ser humano alemán o austriaco, y que esta caricatura preserva involuntariamente los viejos Führermythos en forma negativa. Intenta demostrar que Hitler tenía una vida privada, aunque bastante aburrida, y tenía amigos, la mayoría de ellos matrimonios donde la esposa Adolf, le daría pasteles de crema y sería recompensada con exhibiciones de “encanto austriaco”. ‘.

Cuando el libro se publicó en Alemania hace tres años, algunas personas objetaron que al “desmitificar” a Hitler, Ullrich lo presentaba como un mero “hombre sin cualidades”. Esto parece rencoroso. Ullrich muestra que este ‘extraño carácter de un hombre’ poseía todo tipo de cualidades, no todas ellas malas en sí mismas y ninguna desconocida para la ciencia o la ficción. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Es cierto que las partes más llamativas de su libro son los estudios de Hitler entre mujeres o con sus invitados de lujo en el Berghof, en Berchtesgaden.Si, Pero: Pero estas secciones están integradas en una narrativa crítica sumamente detallada y siempre interesante de su vida política, desde jóvenes en Linz, Viena y Múnich hasta su instalación como canciller en 1933 y el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Ullrich tiene fuertes sentimientos sobre la forma en que Hitler llegó al poder en enero de 1933, entronizado por un “siniestro complot” de políticos de élite estúpidos justo en el momento en que los nazis finalmente perdieron fuerza. No tuvo que suceder. Constantemente recuerda a sus lectores que Hitler no llegó a la cancillería por su propio esfuerzo, sino que fue puesto por idiotas superciliosos que asumieron que podían manejar (gestionar) esta vulgaridad. “Lo contratamos para nuestros fines”, dijo el despreciable Franz von Papen. Un año más tarde, en la Noche de los Cuchillos Largos, von Papen se arrastraba para salvarse el cuello.

Como todos los biógrafos, Ullrich lleva a sus lectores a través de la infancia austriaca, el padre cruel y la madre amorosa, las fantasías adolescentes en Linz y el rechazo de la Academia de Bellas Artes de Viena.Si, Pero: Pero él y sus recientes predecesores han eliminado algunas de las tonterías que han crecido durante el período: Hitler no tenía un abuelo judío, no pasó su infancia en la pobreza, su padre no lo golpeó más que la mayoría. Los padres europeos del día ceñían a sus hijos, él no era bipolar, no tenía solo una pelota o sífilis, no era excepcionalmente antisemita antes de establecerse en Munich. Unos años después, en las trincheras, era obediente y no valiente y no tuvo un hijo con una niña francesa llamada Charlotte. Cierto, sin embargo,

‘Muy pocas cabezas. Dibujo de muestra insatisfactorio ‘. Había estado fanáticamente seguro de que entraría, y la herida de ese rechazo, tal vez su única queja sólida, nunca dejó de doler. Una generación humana entera fue castigada por eso, por lo que es natural, si no fuera de lo común, preguntar qué habría pasado si la Academia hubiera dicho que sí. La mejor respuesta que conozco es la novela La Part de l’autre (2001) de Eric-Emmanuel Schmitt, en la que relata las vidas divergentes de Hitler que fue rechazado y Adolf que fue aceptado. (Adolf es llevado a ver al Dr. Freud, quien clasifica sus complejos. Luego se convierte en un amante maravilloso, un pintor famoso, el esposo de una esposa judía y el padre de una familia).

Al volver a leer este cuento familiar de los “primeros años”, Hitler como personalidad ya no parece tan extravagante. Lo que lo distingue es su abandono consciente de la moralidad convencional: la monstruosa y descarada facilidad con que mintió, traicionó y asesinó. Los rasgos de su carácter, por otro lado, no son notables en sí mismos. Miles de personas que nos rodean sueñan despiertos sobre la conquista del mundo, acarician fantasías de odio sobre lo que podrían hacer a los inmigrantes y los yihadistas, inventan teorías de conspiración o impresionan a sus compañeros, después de una pinta o seis, con comentarios burlones sobre políticos o banqueros. La mayoría de ellos, afortunadamente, se mantienen por debajo del radar político. Carecen de un suelo en el que sus impulsos puedan aumentar hasta que ensombrecen la tierra. Carecen de la licencia de la Ley de Exclusión Inversa de Alasdair Gray (descrita en su novela Lanark), que ‘permite que una pulga en una caja de cerillas se declare a sí misma como carcelera del universo’. Y les falta un arma.

Pero Hitler, saltando enojado en su propia caja de cerillas, tenía los tres. Fermentar Munich después de una guerra perdida y una revolución fallida proporcionó el suelo, mientras que su arma era oratoria: el único regalo tremendo de Hitler y su único talento natural. Un día en Múnich, cuando terminó una conferencia a los soldados desmovilizados, el orador notó un grupo de hombres en la sala de vaciado. Estaban escuchando “paralizados por un hombre que les hablaba con una pasión creciente y una voz gutural inusual”. El conferenciante vio “una cara pálida y dibujada debajo de un pelo de cabello decididamente no militar, con un bigote recortado y ojos increíblemente grandes, de color azul claro, fanáticamente fríos y brillantes”.

Hitler tenía una voz excelente, y su áspero acento “austriaco” (en realidad, de Baja Baviera) parece haber dado a los alemanes del norte una impresión de sinceridad en lugar de la insensatez provincial.Si, Pero: Pero leer o escuchar sus discursos de hoy es desconcertante: ¿cómo podría alguien tomarse en serio estas ideas tan absurdas y descabelladas? Lo que nos falta ahora no es solo la desesperación y la paranoia que sus primeros espectadores trajeron a la bodega de cerveza o el estadio, sino los trucos del oficio de Hitler. Necesitaba un fuerte calentamiento antes, deliberadamente tarde, se dirigió al pasillo. Insistió, siempre que fue posible, en asientos que se extendían horizontalmente ante él en lugar de un corredor estrecho que se extendía hacia atrás: esto le dio el mayor impacto posible. Inteligentemente, canalizó su propia tendencia a lanzar rabietas a un estilo de discurso: Comenzando con recitales largos, drones y ostensiblemente sobrios de hechos y análisis, de repente cambiaría su voz hacia arriba casi una octava, duplicaría su ritmo y explotaría en gritos de demagogia. (Una vez vi a Oswald Mosley hacer exactamente esto en la década de 1950 y, a pesar de mi desprecio por todo lo que estaba diciendo, ese cambio repentino de cambios levantó todos los pelos de mi cuello). Su viejo compañero de trincheras, Max Amann, lo vio en 1919: Gritó y se entregó a histriónicos. Nunca había visto algo así.Si, Pero: Pero todos decían: “Este tipo significa lo que dice”. Estaba empapado en sudor, completamente mojado. Fue increíble.’ y a pesar de mi desprecio por todo lo que estaba diciendo, ese cambio repentino de cambios levantó todos los pelos de mi cuello. Su antiguo camarada, el camarada Max Amann, lo vio en 1919: “Gritó y se entregó a la histriónica. Nunca había visto algo así.Si, Pero: Pero todos decían: “Este tipo significa lo que dice”. Estaba empapado en sudor, completamente mojado. Fue increíble.’ y a pesar de mi desprecio por todo lo que estaba diciendo, ese cambio repentino de cambios levantó todos los pelos de mi cuello. Su antiguo camarada, el camarada Max Amann, lo vio en 1919: “Gritó y se entregó a la histriónica. Nunca había visto algo así.Si, Pero: Pero todos decían: “Este tipo significa lo que dice”. Estaba empapado en sudor, completamente mojado. Fue increíble.’

El descubrimiento de este regalo de la retórica y las técnicas para intensificar su impacto, ponen a Hitler en su camino. Aunque Ullrich no se mete en esto, Hitler fue el practicante supremo y el producto de la locura “auto-magnificada”, el género de literatura sobre hombres pequeños que culminó en el culturismo del Sr. Atlas y en “Cómo ganar amigos e influenciar a la gente” de Dale Carnegie en 1936.

Detalles

Los alemanes habían estado leyendo “Briefsteller”, las guías sobre cómo escribir cartas persuasivas y el estudio de manuales de encanto, modales en la mesa y una conversación impresionante durante al menos un siglo antes de que una literatura más ambiciosa y ampliadora de cofres sobre cómo “llevar a los demás a tu voluntad” se hizo popular en Europa y América. finales del siglo XIX. Incluso los moderados oradores de Carnegie entrenaron para estar enojados por algo, y su best seller (cinco millones de copias en su vida) incluye una sección completa sobre cómo ser un líder. Una caja llena de trucos estaba disponible para superar la sensación de impotencia del “hombrecito” en tiempos de depresión, hiperinflación y caos político.

Hitler explotó todos esos trucos. Utilizó sus grandes y hermosos ojos (heredados de su madre) para quemar la lealtad en seguidores. “Finalmente, llegó a mi columna”, recordó Albert Speer. ‘Sus ojos estaban fijos en los hombres que estaban parados en atención, como si él estuviera tratando de atarlos con su mirada. Cuando llegó a mí, tuve la sensación de que un par de ojos que me miraban fijamente me habían tomado posesión en un futuro previsible. Otto Wagener, otro consejero, dijo que ‘su mirada no venía de sus ojos.

Pormenores

Por el contrario, sentí que venía de un lugar más profundo, desde el infinito.

Dejó a estas víctimas con los ojos cruzados con la sensación de que había visto profundamente en sus almas, las entendió como individuos. De hecho, él no le dio nada sobre ellos; Su desprecio por los miembros ordinarios del partido fue impactante. Todo fue manipulación, aspectos de su enorme repertorio como actor de partes. Él podría ser encantador, tímido y divertido. Podía hablar tranquilamente y civilizadamente; podría ser un diplomático hábil e inteligente con una memoria notable (cuando se presentó a Anthony Eden). Podría caer en gritos de amenaza y abuso, la mayoría de ellos, al parecer, calculados en lugar de espontáneos. Para citar algunos ejemplos de muchos en este libro, se puso a todo volumen en los rostros del General von Brauchitsch y de Pfeffer von Salomon (“Una vena azul espesa se hinchó en su frente y sus ojos se apagaron”).Si, Pero: Pero también podría quebrar a los oponentes con amenazas de violencia letal y declaradas con calma si continúan resistiéndose a él. Eso fue lo que le hizo al canciller austriaco Kurt von Schuschnigg: “¿Seguramente no crees que puedas resistir siquiera media hora?”… Tal vez mañana esté en Viena como una tormenta de primavera. Y al pobre Emil Hácha, el presidente checoslovaco en 1939, que sufrió un ataque al corazón cuando le dijeron que bombardearían Praga si no se rendía.

Los capítulos de Ullrich sobre ‘Hitler como ser humano’, ‘Hitler and Women’ y ‘The Berghof Society and the Führer’s Mistress’ a veces son interesantes pero no revelan mucha importancia. Es ciertamente un aspecto de su talento como actor que fue famoso entre los íntimos por las imitaciones cómicas, especialmente de los colegas del partido que tenían algún defecto físico. Sus invitados en el Berghof se rieron con ganas. ¿Qué más podían hacer? También es interesante el punto de Ullrich de que la postura de Hitler sobre el ascetismo y la indiferencia hacia el lujo era engañosa. Nunca llevó una billetera y ni siquiera pudo haber usado una cuenta bancaria, pero disfrutó de un gran ingreso privado, principalmente de Mein Kampf.regalías y luego como porcentaje de las ventas de sellos postales con la cabeza del Führer en ellos. Aunque no podía conducir, nadar o bailar, adoraba comprar autos caros.

A medida que pasaba el tiempo y Hitler se acostumbraba a la adoración de millones de personas, se volvió más confiado en la “sociedad”. Y sin embargo, nunca supo qué hacer con las mujeres. [rtbs name=”historia-de-las-mujeres”] Las exhibiciones de ‘encanto austriaco’ y los besos a mano que le dieron a las invitadas en el Berghof parecen haber cubierto la pánico por el sexo y la sospecha de que las mujeres estaban dispuestas a hacerlo parecer ridículo. (Él nunca perdonó a los italianos por dejar que su reina, en un baile del estado, lo llevara a una polonesa. Hitler se puso rojo de escarlata y con vergüenza: “Por su aspecto”, dijo uno de sus colaboradores, “pensamos que iba a ir. para tener un derrame cerebral. ‘) Eva Braun, alegre y no demasiado glamorosa, lo tranquilizó. Pero, Ullrich agrega:

Braun no era de ninguna manera que los observadores rubios y tontos la confundían por mucho tiempo. Era una joven moderna que sabía muy bien en qué se estaba metiendo con Hitler y que ella misma ayudó a reforzar el aura mítica del Führer… Al igual que los demás que formaban parte del círculo de Berghof, compartió las creencias políticas racistas de Hitler y lo sabía todo. demasiado bien sobre la exclusión y persecución de los judíos.

La narrativa de Ullrich sobre el ascenso de Hitler al poder, aunque no tiene el mordisco de la versión de Kershaw, es completa, inteligente y lúcidamente escrita. (La traducción es en su mayoría suave, pero ocasionalmente es aburrida: ¿cuándo los traductores dejarán de dar ‘facción’ por la palabra alemana Fraktion, que significa ‘un partido parlamentario’?) Al igual que sus predecesores, Ullrich señala que el odio a los judíos y la expansión territorial (LebensraumFueron los únicos dos principios consistentes de Hitler, y su explicación de cómo la alternancia entre los brotes semi-espontáneos antijudíos y la discriminación ‘legal’ (las Leyes de Nuremberg) llevaron al gran pogrom de Kristallnacht, el 9 de noviembre de 1938, es horriblemente detallada. y significativo. Aquí, como en cualquier otro lugar, vuelve a las preguntas que importan mucho más que el sórdido personaje de Hitler: ¿qué pensaron los alemanes y “cómo podría Hitler haberse salido con la suya?”

El culto a la personalidad de Hitler

Parte de la respuesta se encuentra en la idea de ‘trabajar hacia el Führer’. El culto a la personalidad de Hitler creó una falsa oposición entre el líder y el partido. Después de Kristallnacht, como después de otros atropellos, muchos alemanes (probablemente más por el vandalismo callejero que por el sufrimiento de los judíos) comentaron que “el Führer seguramente no tenía la intención de hacerlo”.Entre las Líneas En elecciones y plebiscitos, los sujetos malhumorados del Reich podrían hacer garabatos en carteles o boletas de votación: “¡Sí a Adolf Hitler, pero mil veces más a los Bigwigs Brown!” el efecto de esta falsa distinción fue mantener la lealtad al régimen incluso a través de los años en que el público consideraba al aparato del Partido Nazi como institucionalmente corrupto y egoísta.

Paradójicamente, del libro de Ullrich se desprende que el miedo a la guerra también ayudó a atar a las masas alemanas a Hitler, y más aún a medida que su política exterior se volvió más agresiva y arriesgada. Al igual que en Francia y en menor medida en Gran Bretaña, la colosal pérdida de vidas en la Primera Guerra Mundial aún perseguía al público alemán.Si, Pero: Pero Hitler sabía cómo manipular ese miedo. Cada vez que Alemania parecía estar dirigiéndose hacia el borde de la guerra: la reocupación de Renania, el Anschluss con Austria, la incautación de Memel, los Sudeten y luego la crisis checa de 1939, Hitler se abrió camino en el último momento sin un disparo. despedido y una enorme oleada de alivio y gratitud se extendería por toda la nación. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Adolf había salvado la paz una vez más! La mayoría de los alemanes asumieron, contra toda la evidencia, que la campaña de propaganda sanguinaria contra Polonia terminaría de la misma manera, con los polacos derrumbando y abandonando a Danzig. No podían creer que esta vez Hitler no quería que su adversario cediera: quería una guerra a gran escala que terminaría cuando la Alemania nazi y la Unión Soviética eliminaran a Polonia del mapa. Todos los observadores registraron la intensa oscuridad que cayó sobre el público alemán cuando finalmente estalló la guerra europea entre Francia y Gran Bretaña, así como también Polonia, en septiembre de 1939.

Entre el logro de la cancillería el 30 de enero de 1933 y el último verano de ese año, los nazis aplastaron rápidamente lo que quedaba de la democracia parlamentaria, condujeron a sus oponentes al exilio, a los campos de concentración o al silencio aterrorizado, sometieron a control a las instituciones nacionales y regionales de todo tipo – Gleichschaltung – e impuso un sistema gubernamental (o, en ocasiones, de la Administración Pública, si tiene competencia) bastante nuevo con objetivos y métodos muy diferentes. Lo llamaron una ‘revolución nacional’. ¿Merece el nombre?

Ullrich piensa que no. Para él, fue un cambio provocado por la alianza de las élites tradicionales con el movimiento de masas nazi; no llevó a la sustitución de las élites ni a la reconstrucción fundamental de la sociedad. Propone el término bastante poco convincente “revolución totalitaria”. Eric Hobsbawm, en The Age of Extremes, lo expresó de manera más aguda. Rechazó la idea de la “revolución fascista” y escribió: “Los movimientos fascistas tenían elementos de movimientos revolucionarios, ya que contenían personas que querían una transformación fundamental de la sociedad…

Puntualización

Sin embargo, el caballo del fascismo revolucionario no pudo ni comenzar ni huir”. Hitler eliminó rápidamente a los que tomaron en serio el componente “socialista” en nombre del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores “.

Con el desafío de la izquierda destruido, Hitler aplastó a dos de los grupos sociales conservadores que lo habían llevado al poder: los terratenientes titulados y la clase de oficiales. Al destruir a estas viejas elites gobernantes con todas sus instituciones, escribe Hobsbawm, los nazis ayudaron sin querer a sentar las bases de la futura “democracia burguesa” de la Alemania occidental.

No es un punto que hace Ullrich.Si, Pero: Pero Hitler fue un modernizador, así como un tirano genocida. Su legado percibido es una carga de horror insoportable y humillación. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Es difícil pensar que el Tercer Reich también contribuyó al éxito de la Alemania de posguerra en formas no reconocidas: un sentido sólido de igualdad social, un sentido más fuerte de la identidad alemana común que coexiste con la estructura federal restaurada, una disposición imaginativa para el bienestar de la clase trabajadora y ocio. El segundo volumen de Ullrich, sobre los años de guerra de 1939 a 1945, se centrará inevitablemente en la catástrofe humana y nacional. Será bueno si él también puede discutir cómo influyó el pasado hitleriano en la nueva Europa que surgió de las ruinas.

Autor: Williams

Adolf Hitler

Recursos

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Traducción al Inglés

Traducción al inglés de Adolf Hitler: Adolf Hitler

Véase También

Bibliografía

Recursos

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Personalidades de la Teoría Política

Notas y Referencias

  1. Información sobre adolf hitler su juventud y sus comienzos en la politica de la Enciclopedia Encarta
  2. Información sobre adolf hitler la ii guerra mundial (o global) de la Enciclopedia Encarta
  3. Información sobre adolf hitler el ascenso al poder de la Enciclopedia Encarta

Véase También

Solución final
Alemania Nazi
El Holocausto
Antisemitismo
Dictador
Genocidio
Pogrom
Xenofobia

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