La creación del cheque circular es formada en la práctica bancaria del cheque, pero inspirada en necesidades particulares del entorno: la oportunidad de facilitar la penetración del cheque en el tráfico, el peligro de una emisión no disponible, la utilidad de concentrar el capital y los pagos en la organización bancaria. Los pagarés de los bancos emisores casi sustituyeron al cheque, un título privado y no acreditado. Para popularizar el cheque, los bancos libres debían reforzar su sustancia económica y su forma jurídica. La necesidad de pagar el cheque en cada centro lejano, sin verificar su disponibilidad, y la necesidad de crear un cheque que no estuviera sujeto a los deseos del cliente, convertían al banco en garante de la disponibilidad y del pago circular. La expresión cheque circular, evidentemente tomada de los cheques del extranjero (cheques de viaje, cheques circulares, que son cheques bancarios comunes), vulgarizó el concepto de un pago listo, en un radio ilimitado de las ventanillas de pago del banco. Al completar la operación bancaria con la entrega de un cheque, se adquiría una garantía que podía negociarse con mayor seguridad que el cheque. Los bancos aprovecharon la expresión y la figura del cheque para superponer su propia obligación (en forma de endoso o aceptación) a la del cliente librado, y posteriormente sustituirla por la suya propia. Para distinguir la forma literal del instrumento del pagaré, que se reservaba a los bancos emisores, la figura del cheque era entonces indispensable. Es un cheque librado por el titular de una cuenta corriente (en algunos países también por una cuenta de ahorro) y visado por el banco, lo que permite el cobro en cualquiera de las sucursales de dicho banco.