Este texto se ocupa de la crisis económica después de la guerra, o de las guerras en general, con algunos ejemplos especialmente significativos. Los millones de alemanes de clase media, pequeños propietarios que serían la base esperada de la nueva República de Weimar, se vieron atrapados en la crisis de los precios salariales. Los precios de las necesidades de la vida aumentaron mucho más rápido que los ingresos o los ahorros. Mientras las madres llevaban carritos de bebé llenos de dinero a las panaderías para comprar pan, los padres veían cómo los ahorros de toda una vida se reducían a lo insignificante. La burguesía, base histórica de la política liberal en toda Europa, sufrió golpes más devastadores que los de la guerra, ya que la inflación no sólo les robó el valor de su trabajo, sino también el de sus ahorros y seguros. Incluso antes de la caída de la bolsa, Wall Street ya mostraba signos de crisis, como falta de capital, inventarios demasiado grandes y quiebras agrícolas. Pero nada preparó a los financieros para el desastre que se produjo el 29 de octubre de 1929: el Jueves Negro. El impacto internacional del crac puede explicarse por la participación de inversores y banqueros de varios países en el mercado estadounidense, la estructura económica mundial interdependiente, la peculiar estructura de la deuda y las reservas de los aliados, la creciente crisis agrícola y los inadecuados sistemas bancarios del mundo. Algunos historiadores económicos creen que el ciclo de altibajos alcanzó un punto especialmente bajo en 1929. Ya se habían producido crisis anteriormente, pero nunca con repercusiones tan amplias y durante un periodo de tiempo tan largo. En Estados Unidos, los precios de las acciones cayeron en un tercio en pocas semanas, destruyendo fortunas, destrozando la confianza en los negocios y destruyendo la demanda de los consumidores. El desastre se extendió por todo el mundo, ya que los intereses estadounidenses exigieron el pago de los préstamos extranjeros y las importaciones disminuyeron. El Kredit-Anstalt de Viena no tenía suficiente dinero para satisfacer las demandas de fondos de los bancos franceses y quebró en 1931. Esto puso en marcha una crisis bancaria de tipo dominó en toda Europa.