Las actividades de información-comunicación constituyen una parte esencial de la base económica en la que se fundamenta el modelo tardocapitalista, también denominado Capitalismo Cognitivo. Esta entrada resalta los diversos procesos de ajuste social y político que necesariamente implica un sistema de mercado global en gran medida no regulado. Si bien ciertamente vivimos en una economía global, por el momento carecemos de una respuesta común a los desafíos que esto conlleva. El giro analítico de lo internacional a lo global, como se menciona en la introducción a este capítulo, nos alerta sobre el hecho de que se ha producido un cambio, aunque medir su trayectoria es difícil debido a la fragmentación de actores y agendas que se evidencian a nivel global. Los enfoques liberales enfatizan la inevitabilidad de la globalización económica, pero ponen cierta esperanza en la capacidad de respuesta de los actores globales particulares, siempre que sus actividades sean responsables. En consecuencia, los elogios de los mecanismos de mercado como una fuerza para el bien en todo el mundo se han visto acompañados por una demanda cada vez mayor de reformas que permiten a las personas comunes compartir más el botín del sistema en lugar de ser explotadas por él. Mientras los procesos democráticos, como las elecciones, estén fuertemente vinculados a las comunidades políticas nacionales, un sistema de mercado global en constante evolución basado en principios liberales continúa presentando un serio desafío. Si para nuestro beneficio individual creemos que debería haber un elemento de control sobre este proceso, entonces las organizaciones regionales e internacionales con el poder de diseñar e implementar reglas globales son el lugar natural para buscar. Sin negar el impacto de otros factores, como los actos filantrópicos o los estados que actúan solos, se trata de la segunda mejor solución en ausencia de una política económica global coordinada.