Este texto se ocupa del efecto invernadero, un término de la ciencia ambiental que se refiere a un aumento de la temperatura media de la tierra provocado por los efectos de la contaminación atmosférica. Cuando, en los años 50 del siglo XX, parecía plausible que la tecnología humana pudiera alterar el planeta en su conjunto, a los periodistas les resultó más fácil sugerir que el efecto invernadero del CO2 procedente de los combustibles fósiles era una posible causa del calentamiento global. Las pruebas de que el mundo se estaba calentando un poco más eran lo suficientemente sólidas como para convencer a la mayoría de los meteorólogos. En una conferencia de prensa de 1955, el director de la Oficina Meteorológica de Estados Unidos dijo que en los últimos cincuenta años se había observado un aumento significativo de la temperatura media mundial (3,6°F, es decir, 2°C). Durante la década de 1950, los lectores de los periódicos podían encontrar repetidamente pequeños artículos con anécdotas del calentamiento, como cultivos y bacalaos que florecían a cientos de millas al norte de sus antiguas áreas de distribución. Más fáciles de visualizar eran las historias sobre el retroceso de los glaciares de montaña. (Sin embargo, esto resultó ser confuso, ya que los glaciares de montaña avanzan y retroceden de forma errática, dependiendo menos de la temperatura global que de las variaciones puramente locales de las nevadas). A mayor escala, en 1959 el New York Times informó de que el hielo del océano Ártico sólo tenía la mitad de espesor que en el siglo anterior. Aun así, el informe concluía que “la tendencia al calentamiento no se considera ni alarmante ni pronunciada”. La tendencia tampoco estaba claramente causada por la actividad humana; para muchos de los científicos que informaron del calentamiento, se trataba simplemente de otra fase de los misteriosos ciclos naturales.