Propósito Profundo en la Segunda Mitad de la Vida

Propósito Profundo en la Segunda Mitad de la Vida

Este texto se ocupa de la búsqueda de un propósito profundo en la segunda mitad de la vida y su declive inevitable.

Segunda Mitad de la Vida: El Declive

El declive es inevitable. Y punto. Pero envejecer no son todo malas noticias (y no hablo de nietos y un condominio en Sarasota, aunque eso también tiene que estar bien). De hecho, hay algunas formas específicas en las que de forma natural nos volvemos más inteligentes y hábiles. El truco para mejorar a medida que envejecemos es comprender, desarrollar y practicar estas nuevas fortalezas. Si lo consigue, podrá transformar el declive en nuevos e increíbles éxitos.

¿Se ha fijado alguna vez en que a medida que la gente envejece, casi nunca se vuelve menos elocuente? Suelen tener un vocabulario más rico que al principio de su vida. Esto se traduce en una serie de habilidades. Son mejores jugadores de Scrabble, por ejemplo, y pueden desenvolverse bastante bien en lenguas extranjeras, no en cuanto a conseguir que el acento sea perfecto, sino en la construcción de vocabulario y la comprensión de la gramática. Los estudios confirman estas observaciones: las personas mantienen y aumentan su vocabulario -en sus lenguas maternas y en lenguas extranjeras- hasta el final de la vida.

Del mismo modo, puede observar que con la edad, las personas son mejores combinando y utilizando ideas complejas. En otras palabras, puede que no sean capaces de idear nuevos y relucientes inventos o resolver problemas rápidamente como en los viejos tiempos. Pero mejoran mucho a la hora de utilizar los conceptos que conocen y de expresarlos a los demás. También mejoran a la hora de interpretar las ideas que tienen los demás, a veces incluso a las personas que las idearon.

Estas habilidades que aparecen más tarde en la vida favorecen algunas profesiones específicas. Por ejemplo, los matemáticos teóricos tienden a alcanzar su punto álgido y a declinar pronto, tal y como predicen los datos de Simonton. Pero los matemáticos aplicados (que utilizan las matemáticas para, por ejemplo, resolver problemas reales en los negocios) alcanzan su punto álgido mucho más tarde, porque se especializan en combinar y utilizar ideas que ya existen, una habilidad que favorece a las personas mayores. O tomemos a los historiadores, los ensambladores por excelencia de hechos e ideas existentes. Extrañamente, caen muy lejos del rango típico de declive, alcanzando su punto máximo 39,7 años después del inicio de su carrera, por término medio. Piense en lo que esto implica: Supongamos que pretende seguir una carrera como historiador profesional y termina su doctorado a los treinta y dos años. La mala noticia es que, a los cincuenta, aún está usted bastante mojado. Pero he aquí la buena noticia: a los setenta y dos años, ¡todavía le queda la mitad del trabajo por hacer! Más vale que cuide su salud para que pueda escribir sus mejores libros hasta los ochenta.

Si toma estos hechos como algo aleatorio, obtendrá muy poca estrategia procesable para la vida, más allá de quizá convertirse en un jugador competitivo de Scrabble o trabajar en un doctorado en historia. Sin embargo, no es aleatorio, en absoluto. A finales de la década de 1960, un psicólogo británico llamado Raymond Cattell se propuso encontrar una explicación a por qué ocurre todo esto. Encontró la respuesta, y esa respuesta puede vencer la maldición del esforzado-y cambiar su vida.

Dos inteligencias

En 1971, Cattell publicó un libro titulado Habilidades: Su estructura, crecimiento y acción. En él, postulaba que había dos tipos de inteligencia que las personas poseen, pero en mayor abundancia en distintos momentos de la vida.

La primera es la inteligencia fluida, que Cattell definió como la capacidad de razonar, pensar con flexibilidad y resolver problemas novedosos. Es lo que comúnmente consideramos inteligencia bruta, y los investigadores han descubierto que está asociada tanto a la capacidad lectora como a la matemática. Los innovadores suelen tener abundancia de inteligencia fluida. Cattell, que se especializó en pruebas de inteligencia, observó que ésta alcanzaba su nivel más alto relativamente pronto en la edad adulta y disminuía rápidamente a partir de los treinta y cuarenta años.

Basándose en este hallazgo, Cattell creía que las personas más jóvenes son, por naturaleza, los mejores innovadores en ideas brutas y nuevas. Si estuviera vivo hoy (murió en 1998 a la madura edad de noventa y dos años), leería lo que he redactado hasta este punto y diría enseguida que el declive profesional del que he estado hablando -las capacidades iniciales que se desvanecen demasiado pronto- procede de la inteligencia fluida en la que se basan prácticamente todas las personas trabajadoras y de éxito al principio de sus carreras.

Si ha experimentado el éxito profesional en la primera parte de su carrera, y su trabajo implicaba nuevas ideas o resolver problemas difíciles -la mayoría de las personas que leen este libro, apostaría-, tiene que agradecérselo a la inteligencia fluida (además de su trabajo duro, quizá sus padres y la buena suerte). Los jóvenes asesinos de casi todas las industrias modernas se basan en la inteligencia fluida. Aprenden rápido, se centran mucho en lo que importa e idean soluciones. Desgraciadamente, como hemos visto con abundante detalle, por lo general no pueden mantener esto a medida que envejecen, lo que, una vez más, bien podría ser la razón por la que está leyendo este libro.

Sin embargo, ese no es el final de la historia, y aquí es donde importa el trabajo de Cattell. La inteligencia fluida no es la única: también existe la inteligencia cristalizada. Ésta se define como la capacidad de utilizar un acervo de conocimientos aprendidos en el pasado. Piense una vez más en la metáfora de una vasta biblioteca. Pero esta vez, en lugar de lamentarse de lo lento que es el bibliotecario, maravíllese del tamaño de la colección de libros por la que deambula su bibliotecario y del hecho de que sepa dónde encontrar un libro, aunque le lleve un rato. La inteligencia cristalizada, basada como está en una reserva de conocimientos, tiende a aumentar con la edad hasta los cuarenta, cincuenta y sesenta años, y no disminuye hasta bastante tarde en la vida, si es que lo hace.

El propio Cattell describió las dos inteligencias de esta manera: «[La inteligencia fluida] se conceptualiza como la capacidad descontextualizada para resolver problemas abstractos, mientras que la inteligencia cristalizada representa el conocimiento de una persona adquirido durante la vida por aculturación y aprendizaje.» Traducción: Cuando se es joven, se tiene inteligencia bruta; cuando se es viejo, se tiene sabiduría. Cuando se es joven, se pueden generar muchos hechos; cuando se es viejo, se sabe lo que significan y cómo utilizarlos.

Desmenucemos un poco las cosas. Cattell nos está diciendo que la curva del éxito es, a todos los efectos, la curva de la inteligencia fluida, que aumenta hasta la mitad de la treintena más o menos y luego declina a lo largo de los cuarenta y los cincuenta. Mientras tanto, hay otra curva al acecho, la curva de la inteligencia cristalizada, que aumenta hasta la edad adulta media y tardía.

Este es un gran hallazgo para usted y para mí; enorme, en realidad. Dice que si su carrera depende únicamente de la inteligencia fluida, es cierto que alcanzará su punto máximo y declinará bastante pronto. Pero si su carrera requiere inteligencia cristalizada -o si puede reconvertir su vida profesional para que dependa más de la inteligencia cristalizada- su punto álgido llegará más tarde, pero su declive se producirá mucho, mucho más tarde, si es que llega a producirse. Y si puede pasar de un tipo al otro, entonces habrá descifrado el código.

Revisor de hechos: Harriet

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