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Mentes dispersas: Orígenes y curación del trastorno por déficit de atención

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Mentes dispersas: Orígenes y curación del trastorno por déficit de atención: Resumen y Análisis

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Resumen del Libro: Mentes dispersas: Orígenes y curación del trastorno por déficit de atención

Características de Mentes dispersas: Orígenes y curación del trastorno por déficit de atención por Gabor Maté:

¿A quién va dirigido?

Introducción

Puntos clave
El TDA/TDAH es uno de los trastornos mentales más comunes e incomprendidos del mundo. Afecta a millones de personas de todas las edades, orígenes y condiciones sociales. Pero, ¿qué es realmente el TDA/TDAH? ¿Y cómo puede curarse y revertirse? En este artículo analizaremos el libro Mentes dispersas: The Origins and Healing of Attention Deficit Disorder (Mentes dispersas: orígenes y curación del trastorno por déficit de atención) de Gabor Maté, reconocido experto en salud mental y conferenciante, él mismo adulto con TDA. El libro es una guía innovadora para comprender, tratar y curar el TDA/TDAH, basada en las últimas investigaciones científicas y en la experiencia personal y profesional del autor.
Si quieres aprender más sobre el TDA/TDAH y cómo mejorar tu salud emocional y mental o la de tus seres queridos, deberías leer este libro. Te dará una perspectiva nueva y holística de la enfermedad y te ayudará a encontrar formas eficaces y naturales de curarte y crecer.
Mentes dispersas (Scattered Minds, 1999) ataca un mito muy arraigado: que el trastorno por déficit de atención (TDA) es una enfermedad hereditaria. No niega los fundamentos biológicos del trastorno: los genes también influyen. Pero nos insta a ampliar nuestra perspectiva y prestar más atención a los factores psicológicos y sociales que pueden estar contribuyendo a los síntomas. El TDA suele desarrollarse en contextos familiares y sociales específicos. Reconocer esto no es sólo corregir el registro científico: ofrece una clave para un tratamiento eficaz.

Una visión holística del TDA
“La medicina”, escribió el filósofo austriaco Ivan Illich, “nos dice tanto sobre la realización significativa de la curación, el sufrimiento y la muerte como el análisis químico nos dice sobre el valor estético de la cerámica”.

El libro Mentes dispersas se abre con esa cita, y también es un buen lugar para empezar este resumen.

El autor, Gabor Maté, afirma que el trastorno por déficit de atención (a partir de ahora lo llamaremos TDA) es una enfermedad mal entendida. Está infravalorado, a menudo mal diagnosticado y con frecuencia sobretratado. El verdadero problema, sin embargo, es que tendemos a pasar tanto tiempo analizando minucias químicas que perdemos de vista el panorama general.

Resumen del libro: Mentes dispersas – Orígenes y curación del trastorno por déficit de atención

Las sustancias bioquímicas del cerebro desempeñan un papel en el TDA, pero el trastorno no puede reducirse a la circulación de hormonas y neurotransmisores. La genética tampoco explica por completo el TDA. Como veremos, existe una predisposición hereditaria al TDA, al igual que a cualquier otro trastorno mental. Pero eso no significa que el trastorno esté predeterminado biológicamente. Las predisposiciones deben ser “desencadenadas” o “activadas”.

Y si queremos entender cómo y por qué ocurre eso, tenemos que examinar la interacción de factores biológicos y ambientales. En otras palabras, tenemos que observar el desarrollo de los niños en el seno de las familias y las sociedades.

Este es, en pocas palabras, el argumento que vas a escuchar en este resumen.

El TDA tiene tres rasgos definitorios.
Empecemos por el principio. ¿Qué es exactamente el TDA?

Pues bien, el trastorno tiene tres rasgos principales: escasa capacidad de atención, control deficiente de los impulsos e hiperactividad. Repasaremos cada uno de estos rasgos, empezando por la falta de atención.

Lo que queremos decir aquí es una “desconexión” automática. La mente está ausente cuando se requiere su atención para completar tareas o procesar instrucciones. La falta de atención adopta muchas formas. Una persona con TDA puede hacer una pregunta a alguien y desconectar cuando empieza a responder. Puede levantar la vista de un libro y darse cuenta de repente de que no recuerda ni una sola palabra de lo que ha leído. O puede entrar en una habitación y descubrir que no tiene ni idea de lo que quiere hacer en ella.

Cualquiera que sea su forma, la falta de atención provoca considerables dificultades prácticas. Los niños que no pueden concentrarse se retrasan en la escuela; los adultos con el mismo problema cometen errores tontos en el trabajo y pierden ascensos. Jóvenes o mayores, las personas con TDA son constantemente reprendidas por no hacer cosas que olvidaron en el momento en que acordaron hacerlas.

▷ En este Día de 15 Mayo (1961): Golpe Militar en Corea del Sur
En un día como hoy de 1961, los militares toman el poder en Corea del Sur y derrocan la Segunda República. El general Park Chung-Hee se hace cargo de la maquinaria gubernamental, disuelve la Asamblea Nacional e impone una estricta prohibición de la actividad política. También en un día como hoy, en 1770, María Antonieta se casa con el futuro rey Luis XVI de Francia. Sería la última reina de Francia antes de la Revolución Francesa. (Imagen de wikimedia)

La falta de atención también interfiere en el disfrute de la vida. Una paciente dijo a la autora que nunca había entendido la música: era un muro confuso e impenetrable de sonido blanco. Otro paciente habló de cómo su TDA le había aislado socialmente. Decía que se sentía como una jirafa humana: su cuerpo vivía en el mismo mundo que el de los demás, pero era como si su cabeza estuviera atrapada en las nubes, muy por encima.

Pero la falta de atención no suele ser total. De hecho, los médicos a veces pasan por alto el diagnóstico de TDA porque sus pacientes son capaces de concentrarse de forma hiperatenta. Por ejemplo, un niño desatento en la escuela puede pasarse horas estudiando mapas por la tarde. La cuestión es que la mente con TDA puede reunir suficiente concentración y motivación para completar tareas si éstas son intrínsecamente interesantes. Un niño con TDA que encuentra fascinante la geografía no tendrá problemas para concentrarse en el estudio de los mapas. Pero esa concentración no se traslada a otras tareas que no le interesan: la clase de ciencias, por ejemplo, o ordenar su habitación. Además, la hiperatención suele implicar aislarse del resto del mundo para atraer una única actividad absorbente. Esto también es una característica de la mala regulación de la atención.

La segunda característica del TDA es la impulsividad. El control deficiente de los impulsos también adopta distintas formas. Un niño con TDA puede hablar antes de pensar, soltando pensamientos que los demás consideran groseros o inapropiados. O puede que le resulte imposible dejar de interrumpir a los demás. Los adultos con TDA suelen ser compradores impulsivos. Un hombre al que el autor diagnosticó TDA dijo que compraría por impulso el mundo entero si tuviera dinero. En términos más generales, la impulsividad suele ser la causa de la asunción excesiva de riesgos. Los niños con TDA pueden saltar de los tejados por capricho; los adolescentes pueden darse atracones de alcohol que encuentran en los armarios de la cocina por la misma razón. Un adulto con TDA puede conducir temerariamente a gran velocidad sólo porque le apetece. Como dijo una de las pacientes de la autora, lo único que la frenaba era la sirena de un coche de policía.

El tercer y último rasgo del TDA es la hiperactividad. A diferencia de los dos rasgos anteriores, la hiperactividad no es omnipresente. Sí, muchas personas con TDA no pueden estarse quietas: se mueven nerviosamente, tamborilean con los dedos, se muerden las uñas, dan golpecitos con los pies o no paran de hablar. Pero, a menudo, está totalmente ausente. Muchas chicas con TDA, por ejemplo, no suelen ser diagnosticadas porque su comportamiento no molesta en clase: se quedan quietas y parecen escuchar lo que dicen los profesores. El problema sólo sale a la luz mucho más tarde, cuando los padres, desconcertados, empiezan a preguntarse por qué sus hijas, que se portan bien, van tan mal en la escuela.

Algunas personas con TDA presentan los tres rasgos. En ese caso, se les puede diagnosticar TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad). Pero la presencia de dos de estos tres rasgos es suficiente para que un médico o psicólogo diagnostique un TDA.

Ahora que hemos definido el trastorno, podemos hablar de sus orígenes. En otras palabras, ¿qué “causa” el TDA?

El estrés puede inhibir el desarrollo del cerebro y provocar la falta de atención.
La opinión generalizada es que el TDA es un trastorno genético hereditario. Volveremos sobre ello. Pero primero veamos qué ocurre dentro del cerebro con TDA.

Los estudios de imágenes cerebrales muestran que la parte del cerebro que controla la toma de decisiones -la corteza prefrontal- está poco activa. O mejor dicho, funciona normalmente cuando el cerebro está en reposo, pero se ralentiza cuando se le pide que atraiga tareas. Las pruebas que miden la actividad eléctrica muestran que la actividad cerebral de ondas rápidas en los niños con TDA disminuye cuando se les plantean problemas matemáticos. La actividad de las ondas rápidas indica que el cerebro está activo e implicado, y esa actividad aumenta en los niños que no tienen TDA cuando se enfrentan a los mismos problemas.

El mecanismo en juego tiene que ver con la producción del neuroquímico que regula la concentración, la atención y la motivación: la dopamina. En pocas palabras, el cerebro con TDA no produce suficiente dopamina. El tratamiento estándar del trastorno consiste en estimular la producción de dopamina en la corteza prefrontal. Eso es lo que hacen los psicoestimulantes como Ritalin y Dexedrine. Aumentan los niveles de dopamina y fomentan la actividad cerebral de ondas rápidas.

Estos medicamentos también funcionan. Aumentan la concentración de los pacientes y los tranquilizan. Parece que las intervenciones farmacológicas están resolviendo un problema biológico. Se piensa que el cerebro con TDA está mal programado y que los psicoestimulantes compensan este déficit genético.

Esta teoría no es exactamente errónea: el TDA tiene un componente hereditario. Pero la explicación genocéntrica del trastorno oculta tanto como revela. Para explicar por qué, tenemos que dar un breve rodeo y analizar el desarrollo del cerebro humano.

Empecemos con los caballos. Un caballo bebé puede correr el primer día de su vida. Como otros mamíferos jóvenes, es capaz de extraordinarias proezas de coordinación neurofisiológica al nacer. El cerebro de un bebé humano, por el contrario, tiene que desarrollarse durante dos años antes de que el niño pueda caminar. La evolución seleccionó cerebros más grandes en los humanos en comparación con otros mamíferos. No podemos explicar por qué, así que basta con señalar que el cerebro humano ha cuadruplicado su tamaño desde que nuestra especie tuvo un antepasado común con los chimpancés hace un millón de años. El resultado: nuestros cerebros son prematuros al nacer. Tienen que serlo. Si no lo fueran, nuestras cabezas serían demasiado grandes para atravesar el canal del parto. Si no naciéramos a los nueve meses, no naceríamos.

Esto significa que la mayor parte del desarrollo cognitivo se produce después del nacimiento. El cerebro del bebé humano establece millones de conexiones nuevas cada segundo durante sus primeros años de vida. Este desarrollo es físicamente sorprendente. A los tres años, el cuerpo de un bebé es menos del 20 por ciento de su tamaño adulto, pero su cerebro es el 80 por ciento de su tamaño adulto. Pero la cuestión es que este desarrollo tiene lugar en este mundo, entre otras cosas y otras personas.

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características en 2024 o antes, y el futuro de esta cuestión):

Hay un componente genético en este desarrollo, pero no está predeterminado genéticamente. Los genes son planos. Son planes sobre cómo se sintetizan las proteínas que regulan la estructura y la función de las células. Pero los planes contienen potencial. Cómo se expresa ese potencial es una cuestión de circunstancias. Tomemos como ejemplo el circuito neurológico de la vista. Los planes de estos circuitos están codificados en el material genético. Pero el desarrollo de la vista depende de factores ambientales. Si un bebé genéticamente capaz de desarrollar una vista perfecta pasa sus primeros cinco años en una habitación oscura, será ciego de por vida. Sin la entrada de ondas luminosas, este circuito visual se atrofia y muere, dejando su potencial genético sin expresar.

Llegados a este punto, podemos volver al TDA. La concentración, la atención y el control de los impulsos también forman parte de un complejo circuito neurológico situado en el córtex prefrontal. Nadie nace, por ejemplo, con el control de los impulsos totalmente desarrollado, por lo que este circuito debe desarrollarse después del nacimiento. Pero, ¿podemos identificar los factores ambientales que afectan a su desarrollo?

En una palabra, sí. Las terminales nerviosas y los receptores ricos en dopamina se desarrollan en los primeros años de vida del bebé. Los estimulan las interacciones alegres con sus cuidadores. Sostener la mirada amorosa de una madre es un buen ejemplo de este tipo de interacción. En ese momento, el cerebro del bebé se inunda de sustancias químicas que favorecen el desarrollo de receptores de dopamina en el córtex prefrontal. Pero, ¿y si no se produce esta interacción? ¿Y si el bebé pasa sus primeros años de vida en una caja negra emocional?

Los estudios con monos demuestran lo que les ocurre a los cerebros en desarrollo cuando se separa físicamente a sus cuidadores. Por ejemplo, si se separa a una cría de mono de su madre durante seis días, sus niveles de dopamina caen en picado. La investigación con bebés humanos nos dice lo que ocurre cuando los cuidadores están emocionalmente ausentes, es decir, físicamente presentes pero emocionalmente no disponibles. Una de las causas es la depresión. Varios estudios demuestran que los lactantes cuyas madres están deprimidas tienen niveles de cortisol significativamente más altos que los lactantes cuyas madres no están deprimidas. Esto es importante porque la exposición prolongada a altos niveles de cortisol agota la dopamina.

La información ambiental que hemos identificado se denomina sintonización. En el lenguaje de la psicología, la sintonización se refiere a la alineación emocional del bebé y el cuidador. La sintonización es lo que ocurre cuando una madre coge en brazos a un bebé que llora y pone cara de tristeza. Su expresión facial no sólo reconoce la tristeza del bebé, sino que comunica que comparte esa tristeza. Para un bebé, la sintonización es una experiencia extática de seguridad y de compartir el mundo con otra persona. Estas interacciones potenciadoras de la dopamina desempeñan un papel clave en el desarrollo temprano del cerebro humano.

¿Qué ocurre cuando un bebé no experimenta la sintonización? No está tranquilo, no se siente seguro. Se siente solo en un mundo caótico y amenazador. Está estresado. Y tampoco puede cambiar su situación: su cerebro prematuro no es capaz de organizar una respuesta de lucha o huida. Lo único que puede hacer es recurrir a un mecanismo de defensa natural que evita que el estrés se convierta en algo abrumador y potencialmente mortal: deja de procesar los estímulos ambientales estresantes. Su cerebro se ralentiza. Se desconecta.

El aumento del déficit de atención es el resultado de una crisis social que afecta a la crianza de los hijos.
Los estímulos ambientales desempeñan un papel clave en el desarrollo del TDA. Pero también hemos dicho que el trastorno tiene un componente genético hereditario. ¿Cómo interactúan estos factores?

Podemos empezar a responder a esa pregunta aclarando un error muy común: que hay un gen específico que codifica el TDA. No lo hay. Hay genes asociados al TDA, igual que hay genes asociados a la depresión o al alcoholismo. Establecer la causalidad es más complicado. Algunas personas con esta codificación desarrollan TDA y otras no. Lo único que podemos decir es que los genes son un factor de riesgo. Los estudios demuestran, por ejemplo, que los hijos de padres con TDA tienen un mayor riesgo estadístico de desarrollarlo. Pero el trastorno también es más frecuente en personas cuyos padres sufren depresión, ansiedad, adicción y trastorno obsesivo-compulsivo. Existe una relación entre el TDA y los padres con problemas de disfunción, pero no hay un “gen del TDA” que lo explique.

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Entonces, ¿qué lo explica? Una respuesta es la hipersensibilidad.

Algunas personas son hiperreactivas: tienen respuestas intensas a estímulos relativamente insignificantes. Cuando estos estímulos son físicos, decimos que son alérgicas. Una persona no alérgica desarrolla una roncha irritante si le pica una abeja; una persona alérgica experimenta una bajada repentina de la tensión arterial y una constricción de las vías respiratorias que pone en peligro su vida. Pero la picadura de abeja no “causó” esta reacción. Fue la interacción entre el estímulo y la respuesta fisiológica de la persona lo que la llevó al borde de la muerte.

Cuando las personas son hiperreactivas a todo tipo de estímulos ambientales, las llamamos hipersensibles. Sabemos que las personas con TDA tienen más probabilidades de ser fisiológicamente sensibles que el resto de la población. Los niños con este trastorno tienen más alergias. Tienen antecedentes de resfriados e infecciones frecuentes. Es más probable que sean asmáticos o tengan eczemas. Pero también es más probable que sean hipersensibles a los estímulos emocionales.

Piénsalo así. Cuando alguien se escalda, por ejemplo, el brazo con agua caliente, destruye parte de la epidermis. Su piel no es tan “gruesa” como lo sería normalmente. Como resultado, sus terminaciones nerviosas están más cerca de la superficie. Ahora, un estímulo tan leve como una ligera ráfaga de viento es suficiente para causar molestias o dolor. Las personas psicológicamente hipersensibles, por analogía, también tienen la “piel fina”. Las terminaciones nerviosas que envían estímulos emocionales al cerebro están demasiado cerca de la superficie. Como las terminaciones nerviosas expuestas de la piel escaldada, se irritan con facilidad. Estímulos que otra persona podría considerar insignificantes causan a la persona con TDA malestar o dolor agudos.

La hipersensibilidad es la condición hereditaria que explica cómo interactúan los factores ambientales y genéticos en el TDA. En pocas palabras, el TDA está causado por el impacto del entorno en niños especialmente sensibles. Llegados a este punto, podemos empezar a atar cabos.

Las tasas de TDA son más altas que nunca, y siguen aumentando, sobre todo en países desarrollados como Estados Unidos. Por citar sólo una cifra llamativa, en las últimas décadas se ha registrado un aumento del 36% en la prevalencia del TDA. ¿Qué explica esta tendencia?

No es genética. Los genes de una población no mutan en décadas, sino en cientos, miles o millones de años. Sí, hoy es más probable que los médicos diagnostiquen el trastorno que en el pasado. Del mismo modo, hay menos estigma en torno a los trastornos mentales, lo que significa que más personas buscan un diagnóstico. Pero estos factores por sí solos no pueden explicar un aumento tan pronunciado. ¿Qué queda entonces? Sencillo: las circunstancias de la vida.

Cuando intentamos explicar la actual epidemia de obesidad en países como Estados Unidos, nos fijamos en los cambios en los estilos de vida, no en los genes. Así que apliquemos esa lente al TDA. Recordemos lo que dijimos sobre los bebés y su entorno. La sintonía, el vínculo emocional entre el niño y su cuidador, desempeña un papel fundamental en el desarrollo cognitivo. La pregunta es: ¿ha cambiado algo en el entorno de los padres en las últimas décadas que pueda estar obstaculizando la sintonía?

Sí. Numerosos estudios demuestran que los estadounidenses están más aislados socialmente que nunca. La gente tiene menos amigos y vive más lejos de su familia. También trabajan más, en dos sentidos. En primer lugar, trabajan más horas. En 1935, el trabajador medio disponía de 40 horas de tiempo libre a la semana; en 1990, el tiempo libre se reducía a sólo 17 horas. También es más frecuente que ambos progenitores trabajen a jornada completa. Las guarderías privadas son caras y las subvencionadas están muy infradotadas. Los permisos parentales son irregulares y, en general, breves. Como resultado, los cuidadores tienen menos tiempo para sus hijos. También es más probable que estén estresados. Los salarios se estancan y los lazos familiares y comunitarios se deterioran, lo que significa que tienen acceso a redes de apoyo cada vez más pequeñas.

¿Por qué es tan alta la tasa de TDA? Por la misma razón que son tan altas las tasas de cardiopatías, diabetes y obesidad. El modo de vida norteamericano actual no satisface las necesidades humanas básicas. Los circuitos mal conectados del córtex prefrontal del TDA son tan evidentes como las arterias obstruidas por el colesterol que causan las enfermedades coronarias.

Sumemos estos factores y obtendremos una ecuación sencilla. Los cuidadores son más propensos a estar estresados, deprimidos y distraídos de la crianza que en cualquier otro momento de la historia reciente. A pesar de sus mejores intenciones, estas tensiones interfieren en su capacidad para mantener relaciones armoniosas con sus hijos. El estilo resultante de crianza estresada socava la sensación de seguridad emocional de los niños, lo que interfiere en el desarrollo de las estructuras cerebrales que regulan la concentración, la atención y el control de los impulsos. Los niños más afectados por estas tendencias son los niños hipersensibles, que son los que tienen más probabilidades de desarrollar el TDA.

Resumen
La verdadera cuestión a la hora de tratar el TDA no es regular el comportamiento con psicoestimulantes, sino promover el desarrollo del niño. Y para abordar esa cuestión, no podemos limitarnos a mirar al niño individualmente. También debemos tener en cuenta el contexto familiar y social en el que tienen lugar la crianza y el desarrollo infantil.

Sobre el Autor

Gabor Maté, médico de Vancouver, es el autor del bestseller sobre el trastorno por déficit de atención, Mentes dispersas. Ha sido médico de familia durante más de veinte años, especialista en cuidados paliativos y psicoterapeuta; también es médico de plantilla en un centro para personas de la calle en el centro de la zona este de Vancouver. Durante mucho tiempo fue columnista de The Vancouver Sun y The Globe and Mail.

Géneros

No ficción, Psicología, Salud, Autoayuda, Educación, Paternidad, Neurociencia, Medicina, Sociología, Biografía

Descripción de la Editorial

Índice del Contenido

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El título del vídeo es: Opinión de un médico líder mundial sobre el TDAH: Gabor Mate

Gabor Mate es un experto médico especializado en neurología. Él mismo padece TDAH y en este vídeo explica la verdad sobre esta enfermedad.

Transcripción


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1 comentario en «Mentes dispersas: Orígenes y curación del trastorno por déficit de atención»

  1. El libro Mentes dispersas es una guía innovadora para comprender, tratar y curar el trastorno por déficit de atención (TDA/TDAH), una enfermedad que afecta a millones de niños y adultos en todo el mundo. El autor, Gabor Maté, es un reputado experto en salud mental y conferenciante, así como un adulto con TDA y padre de tres hijos con TDA.

    Cuestiona la opinión convencional de que el TDA/TDAH es un trastorno genético y sostiene que es una respuesta al estrés y los traumas ambientales. Explica que en el TDA/TDAH, los circuitos cerebrales responsables de la autorregulación emocional y el control de la atención no se desarrollan adecuadamente en la infancia y la niñez, debido a diversos factores como los problemas de apego, la dinámica familiar, el estrés de los padres, las presiones sociales y las expectativas culturales.

    Muestra cómo estos factores afectan al desarrollo del cerebro y del sistema nervioso, y cómo influyen en el comportamiento y las emociones de las personas con TDA/TDAH. También muestra cómo la “distracción” no es un signo de pereza o estupidez, sino un mecanismo psicológico de afrontamiento del dolor y el estrés no resueltos.

    Ofrece esperanza y optimismo en que el TDA/TDAH puede curarse y revertirse, incluso en la edad adulta, fomentando el desarrollo de los circuitos cerebrales mediante diversos métodos, como la atención plena, la meditación, la terapia, la educación y los cambios en el estilo de vida. También ofrece consejos prácticos y orientación para padres, profesores y profesionales sobre cómo entender, apoyar y capacitar a las personas con TDA/TDAH.

    Mentes dispersas es un libro perspicaz y compasivo que abarca una amplia gama de temas relacionados con el TDA/TDAH. El autor escribe con un estilo personal y atractivo, utilizando anécdotas, ejemplos e historias para ilustrar sus puntos y hacerlos comprensibles para el lector. También redacta de forma clara y accesible, evitando la jerga técnica y utilizando un lenguaje sencillo y vívido.

    El libro está bien organizado y documentado, con referencias, notas y un glosario al final. El libro no es sólo una fuente de información exhaustiva y autorizada, sino también una historia inspiradora y motivadora sobre cómo las personas con TDA/TDAH pueden superar sus retos y alcanzar su potencial.

    El libro es adecuado para cualquier persona interesada en aprender más sobre el TDA/TDAH, tanto si padece la enfermedad como si tiene un familiar, amigo o colega que la padezca. El libro es también un valioso recurso para cualquiera que desee mejorar su propio bienestar emocional y mental, y comprender las cuestiones sociales y culturales más amplias relacionadas con el TDA/TDAH.

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