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Lucha por la Supervivencia

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La Lucha por la Supervivencia

Este elemento es una ampliación de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre este tema.

🌈 ▷ Ciencias Sociales y Humanas » Inicio de la Plataforma Digital » L » Lucha por la Supervivencia

Escribió C. Darwin (Charles Robert Darwin, 1809-1882; véase “darwinismo social” y “selección natural”) en su famosa obra “La evolución de las especies”:

“Dado que se producen mas individuos que los que pueden sobrevivir, tiene que haber en cada caso una lucha por la existencia (…). Viendo que, indudablemente, se han presentado variaciones útiles al hombre, ¿puede acaso dudarse de que, del mismo modo, lleguen a aparecer, en la grande y compleja batalla de la vida, variaciones útiles a los organismos mismos en el transcurso de muchas generaciones sucesivas? (…) A esta conservación de las diferencias y variaciones favorables a los individuos y a la destrucción de las que son perjudiciales, las he llamado yo selección natural”.

A lo largo del tiempo se han hecho conjeturas sobre si es posible extrapolar esta teoría biológica, darwinista, a la sociología.

Pasar demasiado tiempo en modo supervivencia: Efectos Negativos

El modo de supervivencia es una respuesta adaptativa del cuerpo humano para ayudarnos a sobrevivir al peligro y al estrés.

La vida puede ser ajetreada y caótica. Muchos de nosotros somos expertos en estar en “modo supervivencia”, en el sentido de que hemos aprendido a seguir el ritmo de la vida y hacer lo que tenemos que hacer. Esta puede ser una forma eficaz de completar tareas y navegar por nuestras agitadas agendas, pero ¿cuáles son las consecuencias de ir por la vida en modo supervivencia?

En pocas palabras, el modo de supervivencia implica cambios fisiológicos adaptativos en nuestro cuerpo que nos ayudan a responder a los factores estresantes a los que nos enfrentamos. Cuando experimentamos estrés, se produce una secuencia de cambios hormonales y respuestas fisiológicas en nuestro cuerpo que nos permiten responder preparándolos para luchar, huir o congelarse (Harvard Health Publishing, 2018).

Considere un ejemplo del valor del sistema de respuesta al estrés del cuerpo. Un día, mientras vas de excursión por el bosque, oyes un crujido entre la maleza que parece venir hacia ti. ¿Tal vez sea un oso? En respuesta a este ruido, tu cuerpo inicia una respuesta de estrés, enviando una cascada de adrenalina, cortisol y otras hormonas para darte la energía necesaria para luchar o huir del peligro que se acerca.

Aunque esta historia pueda parecer difícil de comprender, piense en los posibles “osos” o “animales peligrosos” de su vida. Cuando te enfrentas a “animales peligrosos” en tu vida, como plazos inminentes, retos en el trabajo, retos relacionales, dificultades económicas u otros factores estresantes, ¿has experimentado la oleada de hormonas de la que hablamos y que te da la energía que necesitas para seguir adelante? La respuesta al estrés es adaptativa e importante para ayudarnos a responder a los factores estresantes, pero sobrevivir durante demasiado tiempo es insostenible y puede hacer que nos sintamos desconectados, agotados y alejados de la vida.

Cuando “sobrevivimos” demasiado tiempo, podemos sentir sus efectos. De hecho, las investigaciones demuestran que el estrés crónico y la exposición crónica a las hormonas del estrés pueden ser incluso perjudiciales (Hormone Health Network, 2018). A veces, nuestro cuerpo puede reaccionar de forma exagerada a los factores estresantes que experimentamos. Qué pasa si nuestro cuerpo está respondiendo a una situación como si fuera un “oso” cuando en realidad es un “conejo”?

Una respuesta de estrés frecuente y una sobreexposición a las hormonas que responden al estrés pueden hacer mella en el organismo, pasar factura a nuestra salud emocional, repercutir en nuestras relaciones, provocar una serie de problemas médicos y aumentar el riesgo de ansiedad y depresión (Harvard, 2018; Hormone Health Network, 2018). Como con todas las cosas, demasiado de esta cosa buena, o de nuestro cuerpo trabajando para protegernos y ayudarnos a sobrevivir, en realidad puede convertirse en algo malo.

¿Qué significa esto y cómo podemos ayudarnos a afrontar el estrés y reducir el tiempo que pasamos en modo supervivencia? En respuesta al estrés, puede ser tentador permanecer en modo de supervivencia, subirse a las olas del estrés como a una montaña rusa y pasar por el aro de la vida. Hay algunas cosas que pueden ayudarnos en nuestro camino:

▷ En este Día de 19 Mayo (1571): Establecimiento de Manila, Filipinas
Tal día como hoy de 1571, el explorador español Miguel López de Legazpi estableció la ciudad de Manila en Filipinas. Exactamente 72 años más tarde, durante la Guerra de los Treinta Años, el ejército francés -dirigido por Luis II de Borbón, justamente de la dinastía que ahora gobierna España- derrotó a las tropas españolas en la Batalla de Rocroi en 1643, poniendo fin al predominio militar de España en Europa. (Imagen de wikimedia de la batalla)
  • Conectar con uno mismo: El modo de supervivencia suele implicar desconexión y, a veces, disociación. La conexión es clave para aprender a vivir en lugar de sobrevivir. Algunas formas de hacerlo es preguntarse: “¿Qué necesito?”. Cuando estamos en modo supervivencia, a menudo pasamos por alto nuestras necesidades y nuestras emociones para seguir “apañándonos”. ¿Qué te dice tu cuerpo? ¿Está cansado? ¿Has comido hoy? ¿Qué te dicen tus emociones? ¿Tienes miedo, estás enfadado o triste? Tómate un momento para conectar contigo mismo y escuchar tus necesidades, para que puedas responder de la manera que deseas, en lugar de la manera a la que te sientes obligado.
  • Conecta con los demás: Busca el apoyo de un amigo, un ser querido, un terapeuta o personas seguras que puedan ayudarte a conectar contigo mismo y con los demás. Conectar con los demás nos ayuda a ganar perspectiva, a enraizarnos y a aprender a vivir en lugar de a sobrevivir.
  • Ejercicio: El ejercicio, especialmente el cardiovascular, está ampliamente reconocido como una forma eficaz de ayudar al cuerpo a hacer frente al estrés y a las hormonas que intervienen en la respuesta del organismo al estrés.
  • Sé amable contigo mismo: No te avergüences. Recuerda que tú no pediste quedarte atrapado en este ciclo. Nuestro cuerpo es un maestro de la adaptación y, a veces, puede adaptarse a un entorno poco saludable en lugar de adaptarse de la forma que más nos ayuda. Cuando nuestros cuerpos están atascados en un ciclo de modo de supervivencia, es importante saber que se necesita tiempo para romper este ciclo.

Como nota importante en esta conversación, aunque a muchos les gustaría detener el ciclo del modo de supervivencia, puede que no siempre sea tan fácil. Para las personas que han sufrido estrés crónico, como las que tienen un historial de traumas complejos, el modo de supervivencia puede ser una respuesta automática a los factores estresantes, incluso cuando no es necesario. Hay belleza en la capacidad de nuestro cuerpo para adaptarse, pero si un cuerpo está inundado de estrés constante o trauma, una respuesta de estrés puede convertirse en su estado normal. Recablear y ayudar al sistema nervioso a salir de este ciclo puede llevar tiempo; especialmente si se cableó de esta manera desde una edad temprana.

Independientemente de la causa que nos haya llevado a luchar en modo supervivencia, o de cuánto tiempo hayamos sobrevivido así, todos podemos aprender a ayudar a nuestros cuerpos y mentes a determinar cuáles son los “osos” de nuestras vidas, cuáles son los “conejos”, y aprender a vivir en lugar de sobrevivir.

Revisor de hechos: Mayween

Perspectivas sobre el Modo Supervivencia: Síntomas y Psicología

Lo siguente son algunas perspectivas de quien abandona Estados Unidos principalmente afectada por el modo superviviencia crónico.

El estrés crónico se ha normalizado

Esto nos lleva a algo en lo que quiero profundizar hoy: cómo el estrés crónico y la cultura del agotamiento destruyen nuestra salud. Los estadounidenses sufren de enfermedades crónicas de una manera que es única entre las naciones industrializadas. Los niveles demenciales de estrés en los que vivimos son un factor importante.

Un estudio de un año de duración realizado por el Washington Post dio la voz de alarma en An Epidemic of Chronic Illness Is Killing Us Too Soon (Una epidemia de enfermedades crónicas nos está matando demasiado pronto):

Después de décadas de progreso, la esperanza de vida -considerada durante mucho tiempo como un punto de referencia singular del éxito de una nación- alcanzó su punto máximo en 2014 con 78,9 años, y luego fue a la deriva incluso antes de la pandemia del coronavirus. Entre las naciones ricas, Estados Unidos ha pasado en las últimas décadas de estar en medio del pelotón a ser un caso atípico. Y sigue rezagándose cada vez más.

Las cardiopatías y el cáncer seguían siendo, incluso en el punto álgido de la pandemia, las principales causas de muerte entre las personas de 35 a 64 años. Y muchas otras afecciones -tragedias privadas que se desarrollan en decenas de millones de hogares estadounidenses- se han hecho más comunes, como la diabetes y las enfermedades hepáticas. Estas dolencias crónicas son la principal razón por la que la esperanza de vida de los estadounidenses ha sido pobre en comparación con otras naciones.

El Centro del Estrés de la Facultad de Medicina de Yale señala que “se sabe que el estrés desempeña un papel clave en muchas enfermedades crónicas, como el dolor crónico, las cardiopatías, la diabetes y algunas formas de cáncer”.

En un informe reciente, Stress in America 2023, la Asociación Americana de Psicología descubrió que entre las personas de 35 a 44 años, casi el 60% declaraba padecer una enfermedad crónica, y el 45% decía haber recibido un diagnóstico de salud mental. Los adultos de 18 a 34 años declararon la tasa más alta de enfermedades mentales, con un 50%.

▷ Lo último (mayo 2024)

Cuando leí el último libro del médico canadiense Gabor Mate, The Myth of Normal: Trauma, Illness and Healing in a Toxic Culture (El mito de lo normal: trauma, enfermedad y curación en una cultura tóxica), ya estaba preocupada por los estragos que la vida en Estados Unidos está causando en la salud física y mental de las personas.

Pasé rápidamente de la preocupación al terror.

A lo largo de este libro del tamaño de una Biblia, Mate describe metódicamente todas las enfermedades crónicas y potencialmente mortales causadas o agravadas por el estrés crónico y el trauma. A continuación, Mate lo achaca todo inequívocamente al capitalismo estadounidense posterior a la década de 1980, que ha introducido un nivel de presión financiera e incertidumbre implacables que no existía anteriormente. Como todas las invenciones estadounidenses, este tipo de capitalismo se ha exportado a otros países para hacerles sufrir también.

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características en 2024 o antes, y el futuro de esta cuestión):

Escribe Mate:

“Así, en el mismo terreno en el que el capitalismo se juega sus mayores pretensiones de éxito -los logros económicos- encontramos a muchas personas en un estado de incertidumbre crónica y de pérdida de control, sujetas a miedos inductores de estrés que se traducen en alteraciones del aparato hormonal, del sistema inmunológico y de todo el organismo.

No es de extrañar, pues, que la inseguridad sobre el trabajo o la pérdida del mismo puedan instigar enfermedades. Estudios realizados en Estados Unidos demostraron que el riesgo de accidente cerebrovascular e infarto de miocardio en personas de cincuenta y un a sesenta y un años de edad se duplica con creces tras una pérdida prolongada del empleo.”

También dice:

“Una sociedad que no valora la comunidad -la necesidad de pertenecer, de cuidarse unos a otros y de sentir que la energía solidaria fluye hacia nosotros- es una sociedad que se aleja de la esencia de lo que significa ser humano. La patología no puede sino sobrevenir. “Cuando la gente empieza a perder el sentido de la vida y a desconectarse, es cuando se produce el colapso de nuestra salud mental, física y social”, me dijo el psiquiatra y neurocientífico Bruce Perry.”

Mate señala que “nuestras hormonas y sistemas nerviosos registran la presencia o ausencia” de sentido en nuestras vidas.

Las empresas se abalanzan como buitres para llenar el vacío de sentido, vendiendo pertenencia e identidad a través de sus productos. Spoiler alert: Lululemon o cualquier tipo de “terapia al por menor” no puede curar su sistema nervioso o cualquiera de los innumerables problemas de salud que el capitalismo tardío ha visitado sobre usted.

El examen del Washington Post llegó a una conclusión similar en relación con el azote de las enfermedades crónicas en Estados Unidos:

[Los expertos que estudian la crisis de mortalidad dicen que… la baja esperanza de vida… es el resultado predecible de la sociedad que hemos creado y tolerado: una sociedad plagada de elementos letales, como seguros inadecuados, cuidados preventivos mínimos, malas dietas y una débil red de seguridad económica.

“Hay mucho daño en la forma en que estigmatizamos de alguna manera los determinantes sociales, como si eso fuera un código para los pobres, la gente de color o algo así”, dijo Núñez-Smith, decano asociado para la investigación de la equidad sanitaria en Yale. Y aunque ese riesgo no se reparte equitativamente, dijo, “todo el mundo corre el riesgo de no tener cubiertas estas necesidades básicas”. (Negrita y cursiva añadidas para mayor énfasis).

Casi todo el mundo vive con estrés crónico en Estados Unidos. Pero si perteneces a una comunidad marginada, es un millón de veces peor. Los efectos sobre la salud del racismo sistémico -además de todos los demás factores de estrés- son innegables.

La discriminación racial autodeclarada es tan perjudicial como cualquiera de los culpables comúnmente denominados “estilo de vida”: falta de ejercicio, tabaquismo, dieta rica en grasas o sal. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, las mujeres negras tienen entre tres y cuatro veces más probabilidades de morir por complicaciones relacionadas con el embarazo que las blancas, y una de las principales razones de esta disparidad puede ser el racismo, dicen los expertos.

El modo supervivencia no es forma de vivir

El estrés crónico te mantiene en una respuesta traumática: lucha, huye o paralízate. Su cuerpo nunca descansa porque siempre está en alerta máxima y vive en modo supervivencia. La incertidumbre y la ansiedad crónicas te llevan de forma natural a trabajar en exceso para tener los recursos necesarios para sobrevivir.

Es un estado muy primario. Sabes que si caes, la sociedad no te cogerá. (Aunque tendrás la oportunidad de acumular una deuda de tarjeta de crédito que te perseguirá el resto de tu vida gracias a unos niveles de interés criminales).

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Como ya comenté brevemente la semana pasada, la mayoría de las personas que trabajan en exceso acaban agotándose. En este punto, el funcionamiento se vuelve casi imposible, ya que tu cuerpo y tu mente han llegado al límite.

Estás funcionando con humo.

La escritora @Anne Helen Petersen señaló en un artículo viral que mientras la gente se burla y critica a los Millennials por no ser tan “adultos” como lo fueron otras generaciones a su edad, lo que se pasa por alto es que gran parte de su comportamiento es el resultado de un agotamiento extremo, ya que la mayoría de ellos sólo han vivido bajo el capitalismo enloquecido.

No tenemos por qué vivir así. No es normal.

En un artículo sobre la esperanza de vida, el Washington Post entrevistó a un cardiólogo de Milán, Nicola Triglione, que visita con frecuencia Estados Unidos para estudiar las últimas innovaciones sanitarias:

[El Sr. Triglione] dijo que nunca se trasladaría a Estados Unidos. Conoce a demasiados médicos italianos que se trasladaron al país, pero el estilo de vida les pareció insostenible. El problema no era la salud de sus pacientes, sino la suya propia. “Después de unos 10 años, vuelven y dicen: ‘He terminado. [Los estadounidenses] trabajan demasiado, es un juego de dinero, tienen, no sé, cuatro semanas de vacaciones al año…'”. dice Triglione.

Por supuesto, en realidad son dos semanas de vacaciones para la mayoría de los estadounidenses, si es que tienen vacaciones pagadas.

La escritora británica @Emma Gannon señala que el agotamiento suele deberse al exceso de trabajo, pero no siempre. A veces, dice, puede ser un agotamiento existencial. Esto puede ocurrir incluso si tienes un horario de trabajo razonable y no exiges demasiado a tu cuerpo.

“Esencialmente, este tipo de crisis es una forma de vida que te dice: esta forma en la que estás viviendo no funciona”, escribe.

El agotamiento existencial es un fenómeno que afecta a toda la vida cuando empiezas a cuestionarte los fundamentos mismos de tu vida y tus creencias. Es el estado de confusión y agotamiento emocional, psicológico y espiritual que resulta de años o décadas de intentar seguir caminos convencionales y no encontrar satisfacción ni felicidad a través de ellos.

He experimentado ambas cosas, pero últimamente me identifico más con el agotamiento existencial. El “camino convencional” me llevó a muchos lugares en los que no quería estar. Así que ahora voy a probar el camino no convencional.

Cuando era más joven, la idea de que pudiera quemarme o padecer una enfermedad crónica me parecía fantástica.

Hasta que ocurrió.

A finales de la treintena, empecé a sentir una fatiga de la que no podía librarme. A principios de los 40 se había convertido en un síndrome de fatiga crónica en toda regla. Dormía entre 14 y 18 horas al día y me despertaba agotada, con una niebla cerebral que nunca desaparecía.

Mi diagnóstico oficial fue “Epstein-Barr reactivado”, y el médico de enfermedades infecciosas que me diagnosticó me dijo que me tomara un mínimo de seis meses de baja laboral. “Si no lo haces, un día te tumbarás y no podrás volver a levantarte”, me dijo.

Yo era consultor y, por tanto, no tenía acceso a ninguna baja por incapacidad. Necesitaba trabajar para pagar el alquiler. Así que trabajé. Y me puse más enferma. Al final, apenas podía funcionar y estaba sumida en una profunda depresión y ansiedad.

La vida era más que miserable; a veces, pensaba que no lo conseguiría.

Esto duró casi una década.

Finalmente recuperé la salud (esa es otra historia), aunque todavía siento las repercusiones de haber forzado demasiado mi cuerpo durante demasiado tiempo. Creo que esta experiencia me ha hecho más consciente de las presiones que nuestra cultura ejerce sobre nuestros cuerpos. Nunca volveré a sentirme así, y nada me parece demasiado dramático -incluso mudarme a otro país- si con ello puedo mantener mi salud física y emocional.

El año pasado, hablaba con un coach ejecutivo de alto nivel sobre cómo deseaba poder irme un mes para curar el daño que había hecho a mi cuerpo y a mi salud mental durante tres décadas de exceso de trabajo, llevándolo más allá de lo que razonablemente debería haberle pedido. Quería que mi pobre sistema nervioso -que hasta hace unos años estaba perpetuamente desregulado- tuviera un descanso prolongado.

Me miró con algo parecido a la compasión.

Pobrecita.

“Hará falta como mínimo un año sin trabajar para deshacer el daño”, me dijo. Supe al instante que estaba exagerando. “Piensa en cuántos años se tardó en crear el problema. No se deshará con un mes de descanso en otro lugar”.

Por supuesto, un mes no puede arreglarlo.

Pero, ¿quién puede tomarse un año (o más) de vacaciones? Yo no pude y sigo sin poder.

Pero podría mudarme y vivir en una sociedad más asequible y humana desde la que pudiera hacer mi trabajo. Podría dejar de añadir más estrés crónico a mi ya desgastado cuerpo. Podría vivir entre gente para la que el “ajetreo” no tiene sentido. Podría aprender otra forma de ser.

Este fue otro punto de inflexión (además de los que expuse en mi último ensayo) que me llevó a querer hacer una vida en Italia.

Lo que me parece interesante es que he redactado dos ensayos sobre por qué creo que tiene sentido marcharse de Estados Unidos y ni siquiera he mencionado la situación política, que, para muchos, sería razón suficiente por sí sola para irse. No lo he mencionado en parte porque creo que está bastante claro que es un factor para mucha gente que quiere irse.

Pero sobre todo no lo he mencionado porque quiero que la gente vea lo fundamentalmente rota que está la sociedad estadounidense, incluso si no estuviéramos mirando el cañón de un potencial gobierno autoritario.

El objetivo de la redacción de estos ensayos no es convencer a la gente de que abandone Estados Unidos. Aunque esa pueda ser la decisión correcta para algunos, no lo es para otros. Los estoy redactando porque creo que el hecho de que tanta gente esté llegando a la misma conclusión sobre lo invivible que se ha vuelto Estados Unidos nos indica lo mal encaminados que estamos. La mayoría de nosotros somos personas que en el pasado nunca se habrían planteado abandonar Estados Unidos.

Todos tenemos que tener claro lo que está mal -lo increíblemente anormal que es nuestro modo de vida- para poder tener un plan para arreglarlo.

Revisor de hechos: Bertsein

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9 comentarios en «Lucha por la Supervivencia»

  1. Creo que para justificar la lucha por la supervivencia, la razón explícita es que Darwin ve que se han presentado variaciones que son útiles en los hombres, y estas siguen luchando por sobrevivir y ganar o perder en la lucha dejando atrás a las perdedoras, a las que ya no se necesitan. La lucha por la supervivencia se debe a que no todos los individuos que se producen pueden sobrevivir, asi que cada especie disputará esa lucha en la cual ganara el individuo que se adapte más al entorno. Darwin da como razones para explicar el porqué de la lucha por la supervivencia, la producción descontrolada de individuos de los cuales algunos poseen unas características diferentes a los otros aún siendo de la misma especie, habrá algunas de esas características de uno de ellos serán mas apta para sobrevivir. Y los peor adaptados no sobreviven o apenas se reproducen.

    La razón implícita el dice que en el transcurso de muchas generaciones sucesivas estas variaciones van siendo más o menos útiles para la vida del hombre.

    La principal es que buscan alimento para sobrevivir, pero hay otros argumentos:
    1. Los tipos biológicos o especies no tienen una existencia fija ni estática sino que se encuentran en cambio constante.

    2. La vida se manifiesta como una lucha constante por la existencia y la supervivencia.

    3. La lucha por la superviviencia provoca que los organismos que menos se adaptan a un medio natural específico desaparezcan y permite que los mejores adaptados se reproduzcan, a este proceso se le llama “selección natural”.

    4. La selección natural, el desarrollo y la evolución requieren de un enorme período de tiempo, tan largo que en una vida humana no se pueden apreciar estos fenómenos.

    5. Las variaciones genéticas que producen el incremento de probabilidades de supervivencia son azarosas y no son provocadas ni por Dios (como pensaban los religiosos) ni por la tendencia de los organismos a buscar la perfección (como proponia Lamarck).

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  2. Es posible extrapolar esta teoría biológica a la sociología. Nietzsche decia que la realidad está sometida al cambio, que está regulado por la lucha de elementos contrarios y abocada a una repetición infinita en el contexto de un ciclo cósmico que la conduce a un eterno retorno, en relación con el que todo alcanza su sentido. En esa lucha, la conciencia trata de fijar el movimiento, de anularlo, sustituyendo por conceptos el movimiento real de las cosas, sustituyendo lo vital por una representación de lo vital. Pero toda representación es falsa, en cuanto representación, por lo que la no-vida termina por sustituir a la vida, lo falso a lo verdadero. Desde el punto de vista evolutivo, puede considerarse que sí, ya que la sociedad aceptaría los cambios que se presentan como buenos y desecharía los cambios malos. La información genética sería la contenida en las tradiciones. Entiendo que Nietzsche, como filósofo, no pudiera considerar que la sociedad se desarrollase como un ser vivo, al margen del pensamiento humano. En todo caso, debería ser fruto de él.

    Creo que la sociología estudia fenómenos colectivos que se producen por la actividad social de las personas (por ejemplo estudiar el por qué de algunas tendencias de comportamiento). Nietzsche pensaba que los instintos iban más allá de sobrevivir, protegerse y reproducirse. Creía que, si fuera así, la vida no prosperaría. Para él era un impulso por expandirse, por ir más allá de todos lo que daba sentido a la existencia. Y que gracias a las modificaciones en la sociedad como por ejemplo la jerarquización permite que el grupo propere. Nietzsche no creia en la teoria religiosa de la creación,el decia que dios estaba muerto por lo que yo creo que Nietzsche estaria de acuerdo con la teoria del Darwinismo y con la teoria sintética.

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  3. La teoría sintética de la evolución explica la variación observada por Darwin entre la descendencia en términos de mutaciones y recombinaciones. Dicha teoría ha dominado las concepciones y la investigación de muchos biólogos y ha dado por resultado un enorme conjunto de pruebas en apoyo de la evolución.

    Los biólogos aceptan los principios básicos de la teoría sintética de la evolución, pero examinado a fondo alguno de sus aspectos. Por ejemplo, ¿cómo influye el azar en la evolución? ¿Con que rapidez surgen nuevas especies? Estas cuestiones se han originado en parte de una reevaluación del registro paleontológico y en parte de descubrimientos en aspectos moleculares de la herencia.

    La teoría sintética de la evolución fue la que le aporto a la teoría de la evolución de las especies por selección natural de Darwin, la teoría genética de Mendel que explicaba cómo se transmitían estas variaciones útiles a la descendencia, también explicaba en parte el porqué se producían estas variaciones, por la mutación genética aleatoria y también le aporto la genética de poblaciones matemática que trata de explicar los fenómenos evolutivos estudiando la frecuencia alélica, la teoría sintética sirvió para conectar también la unidad de la evolución que son los genes y el mecanismo de la evolución.

    La teoría sintética de la evolución explica la variación observada por Darwin entre la descendencia en términos de mutaciones y recombinaciones. Algo que Darwin no supo explicar porque no disponía de información necesaria. Dicha teoría ha sido elaborada gracias a la investigación de muchos biólogos y ha dado por resultado un enorme conjunto de pruebas en apoyo de la evolución.

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  4. Considerando que la sociología es la ciencia que se dedica al estudio de los grupos sociales, podemos poner un claro ejemplo de esto:

    Cuando en un grupo de amigos muy deportistas se descubre que uno de ellos es drogadicto, el resto del grupo va a intentar separarse de ese amigo ya que al tener otras costumbres que ellos consideran nocivas, no les aporta nada e incluso podría impedirles el normal desarrollo de su vida.

    Es decir, sin duda sería posible extrapolar la teoría a la sociología (aunque no hay una teoría universal sobre esto y es muy relativo). Pero no solo en la sociología si no en casi cualquier situación. Siempre se trata de dejar a un lado lo que no es beneficioso y elegir lo que sí lo es.

    Por otra parte, Nietzsche ante la teoría de la selección natural, considera que no hay una progresión desde el más débil hasta el más fuerte; por el contrario, para él es evidente que los más débiles triunfan sobre los más fuertes.

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  5. Hay varias razones por las cuales un individuo lucha por su supervivencia, pero las más evidentes son:

    – La producción de más individuos que los que pueden sobrevivir y por lo tanto se da un proceso de “selección” para facilitar la supervivencia de los que posean unas características más adecuadas para desarrollarse en el medio en el que viven.

    – La continuación de los individuos de su misma especie, los cuales tendrán la gran mayoría de sus características además de otras nuevas dada la evolución.

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  6. Al entrar en la clínica donde trabajo como psicoterapeuta, vi que los narcisos del camino por fin habían florecido. Mi corazón se animó: nueva vida; la primavera brotando; el invierno terminando. Pero el cambio de estación no alivia mucho a las personas a las que este invierno, el más largo y sombrío, ha puesto en “modo supervivencia”. Se trata de personas que se han visto obligadas a elegir entre calentarse o comer, o que están atrapadas en una lista de espera para recibir asistencia médica vital, o que tienen responsabilidades asistenciales que les dejan sin energía para sí mismas. Otros se sienten desesperados y desesperanzados al leer interminables titulares catastrofistas sobre la emergencia climática, la guerra en Ucrania o la crisis del coste de la vida. Todo esto es sobre lo que ustedes, nuestros lectores, escribieron cuando les invitamos a contarnos qué significa para ustedes vivir en modo de supervivencia.

    Cuando pregunté a la lectora Nicky Juárez, 40 años, de Kent, qué imágenes le traía a la mente esta frase, su respuesta me pareció sorprendente. Estudió Historia en la universidad, y lo que ella asocia con el modo de supervivencia, me dijo a través del Zoom, es “el invierno antes de la Revolución Industrial, porque eso es literalmente pasar de un día para otro y no morir, ¿no? Hoy en día, emocionalmente, nos las hemos arreglado para llegar ahí sin los duros inviernos, de alguna manera”. Tal vez lo que muchos de nosotros estamos experimentando en este momento es una especie de duro invierno interno: una helada que se cuela en la mente y en el cuerpo, congelando los brotes verdes y la esperanza, atrofiando el crecimiento. No es la muerte, pero tampoco la vida. Supervivencia.

    Juárez sabe de lo que habla cuando se trata de ese tipo de existencia. Pero quería hablar con ella en particular porque no sólo sabe lo que significa estar en modo de supervivencia; también encontró una forma de salir de ella.

    Antes de la pandemia, Juárez trabajaba como representante de ventas en la construcción. “Tuve mucha suerte”, dice. “Tenía un trabajo que me encantaba. Quizá para mucha gente, encontrar los productos adecuados para los edificios adecuados suene aburrido, pero a mí me parecía realmente emocionante y me pasaba el tiempo conduciendo, hablando por teléfono con clientes que se convirtieron en mis amigos, escuchando mi música.” El resto del tiempo lo pasaba practicando boxeo tailandés o corriendo, trabajando como voluntaria en un albergue local para personas sin hogar, saliendo con amigos o relajándose en casa con sus tres gatos. Se había construido una vida independiente y satisfactoria que le encantaba.

    La razón por la que el modo de supervivencia es tan peligroso es que podemos acostumbrarnos tanto a él que simplemente aceptamos nuestra miseria
    Entonces, en el verano de 2019, tuvo la experiencia surrealista y agonizante de ver cómo se le hinchaban los dedos; sentía como si se le estuvieran rompiendo. Durante las semanas siguientes, el dolor y la fatiga se extendieron por todo su cuerpo, y ni ella ni su médico tenían idea de por qué. Dejó de correr, de practicar boxeo tailandés, de trabajar como voluntaria o de hacer vida social; trabajaba desde casa y dormía todo el fin de semana, todos los fines de semana, con el sueño perturbado por las pesadillas de perder el trabajo, de no poder pagar la hipoteca, de perder su casa. Finalmente, le diagnosticaron el síndrome de Ehlers-Danlos, una enfermedad del tejido conjuntivo que provoca dolor crónico y lesiones como, en el caso de Juárez, esguinces, luxaciones, hernias discales y escoliosis.

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    • Al dolor físico se unió un dolor psicológico igualmente intenso y devastador, pues ladrillo a ladrillo, la vida que había construido se derrumbó. Perdió su trabajo y al mes siguiente, marzo de 2020, el país se paralizó. Su familia, que la quería y la apoyaba, se unió a ella lo mejor que pudo desde Londres, a 65 kilómetros de distancia. Aislada socialmente, tratando de dar sentido a toda esta pérdida y navegando por el sistema de prestaciones por primera vez, Juárez dice que tocó “fondo”.

      “Mi casa se convirtió en una cárcel”, dice. “Te quedas sin nada por lo que llamar a la gente porque no haces nada. Sentía como si hubiera perdido todo lo que era importante para mí”. Su vida social, sus aficiones, su salud, su trabajo, la seguridad económica que tanto le había costado conseguir. “Lo perdí y no había forma de volver a ser como antes. Cuando te pasa algo malo, te echas a llorar, ¿verdad? Estaba en un lugar muy oscuro, yendo día a día”. Sobreviviendo.

      “Mi pobre madre podría contarte su angustia cuando me llamaba por teléfono y yo me ponía a llorar con ella encerrada en Londres sin poder hacer nada”, dice. “Ése es el problema cuando llegas al modo de supervivencia, no hay consejo que puedas dar a alguien que ha perdido toda agencia, que ha perdido una gran parte de sí mismo”.

      Juárez me cuenta que hace un año perdió a una amiga muy querida por suicidio, y esa es una de las razones por las que quería hablar conmigo para este artículo: “Por si algo de lo que tengo que decir puede ser útil para alguien más”.

      Al escuchar a Juárez, comprendí de nuevo que la manera de salir del modo de supervivencia es encontrar un medio para volver a vivir de verdad. Es lo mismo que aprendí escuchando a las muchas personas extraordinarias que entrevisté para mi libro Cuando sea mayor: Conversaciones con adultos en busca de la edad adulta. Era un tema que aparecía una y otra vez cuando me contaban cómo habían superado un periodo de sus vidas en el que se sentían estancados. Con edades comprendidas entre los 19 y los 90 años, cada uno de ellos tuvo que romper esa misma barrera de supervivencia para pasar de vivir una vida a medias a estar más vivos, más ellos mismos.

      Boru, de 20 años, encontró en sí mismo la capacidad de liberarse de su adicción a las drogas y ahora da la vuelta al mundo en bicicleta. Pog, a sus 90 años, tuvo el valor de permitirse llorar de verdad la muerte de su marido, y descubrió una nueva capacidad para superar su pérdida en el último capítulo de su vida.

      Todas estas personas, desde Boru hasta Pog y ahora Juárez, me han mostrado a través de sus experiencias lo que un profesor asociado de psicología ha aprendido cuestionando su propia profesión. En psicología, dice, existe “esta absorción bastante simplista” de que la felicidad es siempre positiva. “Lo es, en determinadas circunstancias”, afirma, pero también puede serlo la infelicidad, como agente de cambio. La razón por la que el modo de supervivencia es tan peligroso es que podemos acostumbrarnos tanto a él que simplemente aceptamos nuestra miseria en lugar de intentar cambiarla, y dejamos de escucharnos a nosotros mismos, a nuestros instintos y a nuestros sentimientos”.

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    • Un cliente del café comunitario de Juárez dijo: “No recuerdo la última vez que me reí tanto y por tan poco dinero”.

      El profesor de psicología explica: “Aprender a prestar atención a los sentimientos y movimientos negativos dentro del propio cuerpo y mente, y aprender a hacer cambios en consecuencia que te hagan pasar a la siguiente fase en lugar de retroceder, es crucial”. Porque, dice: “Sentirse mal es un motor de cambio como ninguna otra cosa puede serlo. Si tienes fuertes emociones negativas, si sientes que te desmoronas, escucha con atención lo que deberías y podrías cambiar en tu vida”.

      Juárez reconoce que, en algunos aspectos, es muy afortunada, mucho más que muchos: no perdió su casa, gracias a la ayuda de sus padres, y ha podido solicitar prestaciones y utilizar un coche Motability, lo que significa que ya no está confinada en casa. Esto, dice, le ha permitido “recuperar cosas y tener un poco más de autonomía”. Hizo terapia y empezó a meditar. El año pasado vio un cartel que anunciaba clases gratuitas de lengua de signos en un pueblo cercano y decidió apuntarse. Las clases se impartían en una iglesia que tiene un café comunitario. Pensó en el hecho de que su pueblo estaba perdiendo el servicio de autobús, por lo que las personas que no conducían tendrían dificultades para salir a socializar, y también en que muchos vecinos recurrían a los bancos de alimentos y les vendría bien una comida casera, sana y barata. Consiguió que el consejo parroquial y la iglesia se pusieran de acuerdo para aportar fondos, luego formuló planes y reclutó voluntarios, como ella dice, “atrapando a gente en la recogida de basura del pueblo”, una escena que me puedo imaginar, ya que su voz empieza a resonar con vitalidad, energía y capacidad.

      A las 12.35 del día de su primer almuerzo comunitario, Juárez esperaba sentada en un salón de actos vacío. “Me dije: ‘Dios mío, no va a venir nadie'”. Pero se presentaron 18 personas y ahora hay unos 40 comensales a la semana, y casi 50 personas acudieron a la comida de Navidad. Abren todos los martes a la hora de comer, y los voluntarios participan en turnos de tres semanas para que el compromiso no sea abrumador. Los visitantes sólo pagan el coste de los ingredientes dividido por el número de raciones preparadas, y un conductor voluntario recoge a quienes no pueden llegar por sí mismos.

      Un invitado dijo a Juárez: “No recuerdo la última vez que me reí tanto, y por tan poco dinero”. Con regularidad recibe mensajes de huéspedes agradecidos que le dicen lo bien acogidos que se sienten y la diferencia que ha supuesto para sus vidas saber que todos los martes pueden salir, socializar y disfrutar de una deliciosa comida caliente. “Incluso algunos de los voluntarios dicen que les ha ayudado mucho, que les ha dado más confianza en sí mismos, sobre todo si tienen situaciones difíciles o responsabilidades de cuidado en casa”, explica.

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    • En cuanto a Juárez, su contribución práctica es limitada -no puede cocinar ni servir la comida-, pero ha puesto en práctica sus conocimientos adquiridos en su vida laboral anterior: ha recibido formación en línea sobre salud medioambiental e higiene alimentaria, ha formado a los demás voluntarios y se ha ocupado de la organización general, como la impresión de folletos. El cambio en su autoestima ha sido monumental: ha salido del modo de supervivencia.

      “Sentía que había perdido mucho de lo que me hacía ser quien era. Vale, sólo puedo hacer esto un par de horas a la semana, pero soy yo, estoy utilizando las habilidades que tengo, estoy utilizando mi personalidad para hacer algo en lo que realmente creo. Y puedo ver a otras personas felices y saber que soy parte de lo que hizo que eso ocurriera. Y eso es enorme”.

      Fue muy duro aceptar que no puedo vivir mi antigua vida. Pero una vez superado eso, fui capaz de encontrar un camino a seguir
      Lo que me parece más significativo de todo esto es que Juárez no dice que haya encontrado la forma de volver a ser la de antes. Ha tenido que, en sus palabras, “aceptar que no puedo vivir mi antigua vida, y eso fue algo muy difícil de superar. Pero una vez que lo hice, pude empezar a encontrar un camino a seguir”. Encontrar un camino hacia delante significa evolucionar a través de las dificultades que ha afrontado y sigue afrontando, no intentar volver a ser quien era antes.

      “Si siguiera practicando boxeo tailandés, submarinismo y todas esas cosas, no estaría haciendo esto. Y, en realidad, hacer esto es importante. Creo que gracias a ello tengo una nueva forma de verme a mí misma. Vale, no soy Nicky, la persona capaz que se levanta dando charlas de una hora a arquitectos. Pero soy Nicky, que consiguió hacer sonreír a esa persona. No se trata sólo de reeditar mi antigua identidad; es un extra”.

      Todavía tiene días malos, por supuesto, en los que tiene la sensación de que sólo necesita llegar a mañana, de que sólo está sobreviviendo. Cuando eso ocurre, dice, sólo una cosa puede ayudarla: un pijama sublime. “Los días en los que no puedo levantarme y vestirme -desgraciadamente ocurren con demasiada frecuencia en mi vida, al menos una vez a la semana-, si alguien llama al timbre, al menos sé que no parezco un completo desastre porque llevo puesto mi elegante pijama, así que no me siento tan mal”.

      Siente que el trabajo que está haciendo la sostiene más allá de esos días de voluntariado, irradiando a lo largo de todo el mes: “Supongo que al tener más sentido de uno mismo, sabes que si puedes pasar al día siguiente, puede que sea mejor”.
      Es fácil sentirse sombrío ante las muchas crisis a las que se enfrentan nuestro país y nuestro mundo, sentirse convencido de que mañana no será un día mejor. Pero el tipo de valentía que ha demostrado Juárez, en esta capacidad de llegar a vivir plenamente en lugar de vivir una vida a medias en modo supervivencia, está a nuestro alrededor. Es lo que vemos en mis colegas del NHS cuando van a la huelga, rebelándose contra la exigencia de sobrevivir de un día para otro y, en su lugar, luchar por un salario justo y por la vida de la institución que todos amamos. Es lo que oímos gritar a las mujeres de Irán: “Mujeres, vida, libertad”. Es lo que nos conmueve en los niños que protestan contra la crisis climática. Está encarnada en Zelenskiy y sus ciudadanos ucranianos que luchan por la libertad. Lo veo en muchos de los pacientes que entran en mi consulta, tras años de sufrimiento psicológico y de espera de tratamiento. Vienen por sus luchas, por supuesto; pero también vienen porque han tomado la decisión de no quedarse estancados en el modo de supervivencia.

      Me demuestran cada día que, si eres capaz de llorar las pérdidas y abrirte un nuevo camino, la vida no tiene por qué significar supervivencia: puedes elegir revivir de verdad.

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