▷ Sabiduría mensual que puede leer en pocos minutos. Añada nuestra revista gratuita a su bandeja de entrada.

Infalibilidad

▷ Regístrate Gratis a Nuestra Revista

Algunos beneficios de registrarse en nuestra revista:

  • El registro te permite consultar todos los contenidos y archivos de Lawi desde nuestra página web y aplicaciones móviles, incluyendo la app de Substack.
  • Registro (suscripción) gratis, en 1 solo paso.
  • Sin publicidad ni ad tracking. Y puedes cancelar cuando quieras.
  • Sin necesidad de recordar contraseñas: con un link ya podrás acceder a todos los contenidos.
  • Valoramos tu tiempo: Recibirás sólo 1 número de la revista al mes, con un resumen de lo último, para que no te pierdas nada importante
  • El contenido de este sitio es obra de 23 autores. Tu registro es una forma de sentirse valorados.

Infalibilidad

Este elemento es una expansión del contenido de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre este tema.

🙂 ▷ Ciencias Sociales y Humanas » Inicio de la Plataforma Digital » I » Infalibilidad

Infalibilidad en Relación a Teología

En este contexto, a efectos históricos puede ser de interés lo siguiente: [1] 1. El hecho de la infalibilidad. 2. Sujetos de la infalibilidad. 3. Objeto de la infalibilidad.
Introducción. El término infabilidad significa en Teología una prerrogativa, un don gratuito que Dios ha concedido a su iglesia que excluye el hecho del error y además implica la imposibilidad de equivocarse en la conservación y exposición de la verdad revelada. La infabilidad no supone una nueva revelación (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) pública por parte de Dios, ni una inspiración (véase en esta plataforma: BIBLIA III), sino una asistencia que preserva del error a la legítima y competente jerarquía eclesiástica, y de modo especial al Papa, para guardar en toda su integridad el depósito de la divina revelación (véase en esta plataforma: FE ii1, A) y exponerlo rectamente a los fieles, es decir, para enseñar la verdadera doctrina, ya revelada, sobre la fe y la moral.
Distinguen los autores entre infabilidad intrínseca y extrínseca. La primera tiene su causa y raíz en la misma naturaleza del ser infalible, y es propia de Dios. La segunda consiste en una asistencia divina extrínseca, en una vigilancia por parte de Dios a fin de que el hombre, como causa principal, proponga la palabra revelada sin error alguno. Ahora bien, esa asistencia no dispensa del uso de los medios humanos apropiados a fin de precisar con exactitud esa misma verdad revelada, ni supone necesariamente un influjo positivo de Dios, ya que a veces puede bastar una preservación.
1. El hecho de la infalibilidad. El hecho de la infabilidad en la Iglesia es algo que toca al corazón mismo del depósito revelado. Verdad querida, amada y presupuesta por los PP. y los Concilios, encuentra su expresión técnica ya entrado el siglo XIV.
a) Sagrada Escritura. Por lo que se refiere a la Sagrada Escritura, aun cuando el término no exista, el contenido está presente en la misma. Días antes de su Ascensión, Jesús envía a sus apóstoles a predicar a todo el mundo cuanto Él les ha enseñado (Mc 16,15; Mt 28,19-20). Llegado el momento oportuno recibirán el Espíritu Santo, que les enseñará toda la verdad y serán sus testigos hasta los confines de la tierra (Act 1,8; lo 16,13). Éste es el objeto y éstos son los límites de la predicación apostólica. No se trata de presentar una opinión científica, ni siquiera lo que los apóstoles hayan podido pensar de su Maestro, sino la Verdad de Dios, la Palabra de Dios encarnada: «Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos tocando al Verbo de Vida -porque la Vida se ha manifestado y nosotros hemos visto y testificamos y os anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se nos manifestó-, lo que hemos visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis en comunión con nosotros» (1 lo 1,1-3). Así como Cristo nada enseña que no haya oído junto a su Padre, así los discípulos nada dicen que no hayan visto u oído.

Detalles

Los apóstoles repiten una y otra vez que su palabra no es palabra de hombres, sino palabra de Dios, palabra de Cristo, palabra de verdad y acogida como tal por los mismos fieles (1 Thes 2,13; 1,8; 4,15; Rom 9,6; 10,17; 1 Cor 14,36; 2 Cor 6,7).
Los Hechos nos presentan igualmente a los apóstoles como «testigos» escogidos por Dios para dar testimonio de la palabra de Cristo (Act 15,35), de la palabra de Dios (Act 4,29-31). Su mensaje es el misterio escondido en Dios (1 Cor 2,7), revelado en Cristo (Rom 16,25; Col 1,26) y proclamado por los apóstoles (1 Cor 15,1-2; Rom 2,16; Eph 1,13). Tan seguros están los apóstoles de su evangelio y de su doctrina que frente a los falsos doctores levantan decididamente su voz anatematizando a cuantos enseñen algo contrario a su predicación, aunque sea un ángel bajado del cielo (Gal 1,8-9). La proclamación de esta Palabra se realiza bajo la acción del Espíritu Santo (Act 4,8).

Detalles

Los apóstoles afirman claramente que su testimonio es testimonio del Espíritu Santo (Act 5,32); saben que su decisión es decisión del Espíritu (Act 15,28). La predicación apostólica se realiza bajo la asistencia permanente del mismo Cristo (Mt 28,18-20). De los textos citados se deducen con toda claridad dos hechos evidentes. Por una parte, el objeto de la predicación apostólica es Palabra de Dios, Verdad infinita y por lo mismo infaliblemente verdadera. Por otra, los apóstoles proclaman esta Palabra en virtud de una misión divinamente recibida y para su realización cuentan con la ayuda eficaz y constante del mismo Señor que los ha enviado y del Espíritu, que es Espíritu de verdad. Tienen plena conciencia de este hecho excepcional y por eso los apóstoles se sienten seguros, divinamente seguros en su predicación.
b) La Tradición. Por lo que a la generación posapostólica se refiere, su espíritu aparece reflejado elocuentemente en el pensamiento de los Padres apostólicos, en S. Ireneo (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), Tertuliano (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), etc. Los PP. apostólicos en el orden doctrinal se caracterizan por su fidelidad total a lo recibido de los apóstoles. Nada se puede aceptar que no se haya recibido de los discípulos del Señor. Todos se agrupan en torno a los presbíteros para vivir de la Palabra recibida. Se guarda fielmente el depósito heredado y se trasmite lo que se ha recibido. Esta afirmación se hace aún más viva a finales del siglo II con ocasión de la crisis gnóstica (se puede repasar algunas de estas cuestiones en la presente plataforma online de ciencias sociales y humanidades). Frente al gnosticismo (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), S. Ireneo opone la doctrina de los apóstoles, contenida en la Sagrada Escritura y en la tradición de la Iglesia. [renco remite a la «regla de la fe», la «regla de la verdad», la «tradición de los Apóstoles», es decir, la doctrina revelada por Dios, trasmitida por los apóstoles a la Iglesia y que ella a su vez trasmite a todos sus hijos. Esta «regla de la fe» se conserva intacta y sin error en la Iglesia gracias a la sucesión apostólica y al Espíritu de verdad. La sucesión apostólica en una comunidad es la garantía de la verdad frente a la gnosis. «La verdad, dice, conviene aprenderla allí donde están los carismas del Señor: en aquellos que en la Iglesia poseen la sucesión desde los apóstoles y que han conservado la palabra sin adulterar e incorruptible» (Adv. haer., IV,26,5; ed. Harvey 11,255). Y es que los apóstoles confiaron su cargo junto con su ciencia a sus sucesores experimentados, como consecuencia lógica y necesaria de la misión que les confiaban (véase en esta plataforma: IGLESIA II, 5).Si, Pero: Pero no es sólo el hecho de la sucesión. Ireneo se adentra en el misterio y reconoce que es el Espíritu la raíz última de la inmutabilidad de la «regla de la fe» y de la garantía de la verdad en la Iglesia: «El Espíritu de Dios está donde está la Iglesia y la Iglesia donde está el Espíritu de Dios. Y el Espíritu es la verdad» (Adv. haer., 111,24,1; ed. Harvey 11,131,132). De modo semejante se expresa Tertuliano. La Iglesia ha recibido la verdad de los apóstoles. La misión de la Iglesia es conservar intacto el depósito a ella confiado. El carácter apostólico de toda doctrina se establece por la continuidad de sucesión a partir de los apóstoles (cfr. De Praes. 20,4-8; 21,3-4; 37,1; 12,5).
Junto al testimonio de los PP. existe otro hecho que demuestra la seguridad de la Iglesia en la conservación y trasmisión de la doctrina recibida. Es lo que se llama la traditio o acceptio symboli. Ya desde los primeros momentos, la Iglesia pide y exige guardar la fe recibida y confesar a Cristo según la regla de la verdad. Esto indica, lógicamente, que existe el convencimiento de que la verdad se trasmite en la Iglesia, que la Palabra del Señor permanece para siempre presente, que los apóstoles y los discípulos trasmiten la verdad que oyeron y que esta verdad la profesan y testifican en todos los lugares y rincones de la tierra aunque en lenguas diversas. Esta unidad de fe tiene su expresión visible en la unidad de catequesis y en la traditio o acceptio symboli, entendiendo con estas palabras no sólo la entrega de una confesión bautismal de fe única y fija, sino entendida como la tessera idéntica en todas las partes, la demostración, el sello de la única fe, que permite a los cristianos reconocerse mutuamente.Entre las Líneas En los tres primeros siglos, por consiguiente, la Iglesia tiene una gran preocupación: defender, conservar y trasmitir con toda exactitud el mensaje revelado por Cristo y confiado a ella por los apóstoles. Este mensaje revelado es la Verdad que no puede ser alterada, porque es la misma Verdad de Dios. Para su seguridad la Iglesia establece un primer criterio de garantía: la sucesión apostólica. Allí donde se pueda establecer una conexión entre el obispo de una iglesia local y un Apóstol, allí está la verdadera doctrina. Junto a este hecho y en conexión con él, existe en la Iglesia el convencimiento de que la comunidad entera confiesa y vive de la verdad inmutable. La catequesis bautismal, dentro de la cual nacen los símbolos, es la expresión visible de este fenómeno.Entre las Líneas En todas las comunidades se enseña y confiesa la misma fe sin cambios ni alteraciones por mínimos que-sean. Y, como fundamento de todo eso, se reconoce igualmente que la seguridad en la profesión de la fe radica en la asistencia del Espíritu Santo.Entre las Líneas En esta literatura, no existe el término infalibilidad, pero sí la idea de una Iglesia que conserva y ha conservado y que conservará en el futuro, inviolable, su fe porque para cumplir esa misión cuenta con la asistencia del Espíritu Santo. c) Los primeros Concilios.Entre las Líneas En la época de las grandes herejías, que coincide con el siglo de oro de los PP., la Iglesia se defiende como lo ha hecho hasta el momento: recurriendo a la pureza de la fe recibida. Por esta razón, se convocan los primeros concilios ecuménicos y se formula la fe en los grandes Símbolos (véase en esta plataforma: FE ii). Los Concilios (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) ecuménicos responden a la conciencia que existe en los obispos de la Iglesia de ser los responsables ante Dios y los hombres de la pureza de la fe. Si no se usa la expresión «infalibilidad» existe la conciencia de una seguridad total en la exposición de la fe, es decir, de una infalibilidad. La misma idea se advierte al aplicarse los PP. a formular la fe en símbolos. Con este gesto manifiestan que la fe que proponen para ser confesada no es otra que la que han recibido y con la cual habrán de estar de acuerdo todos los que quieran permanecer dentro de la Iglesia. Al lado de estas ideas existe una tercera, y es que uno y otro gesto se realizan bajo la acción del Espíritu Santo. La Iglesia está plenamente convencida de que los Padres conciliares están asistidos de modo singular por el Espíritu y esta acción se hace eficaz en la formulación del símbolo. «Mostremos -escribe S. Cirilo a los monjes de Egipto, a propósito del Concilio de Nicea- en tanto sea posible, respecto a la manera de comprender el misterio de la economía de Cristo en qué forma ha sido propuesto por la Iglesia santa y lo que han dicho los Padres que formularon la definición de la fe inmaculada, la Verdad del Espíritu Santo que les inspiraba. Porque, en efecto, no eran ellos quienes hablaban, según la palabra del Salvador (Mi 10,20) era el Espíritu de Dios y del Padre el que hablaba en ellos» (Acta Concil. Oecumenicorum, ed. E. Schwartz 1,1,1, p. 12). Y el emperador Constantino dice igualmente: «Acojamos, pues, el juicio emitido por el Omnipotente. El juicio de trescientos obispos, no es otra cosa que el juicio de Dios, porque es el Espíritu Santo el que ha ilustrado la inteligencia de estos hombres y ha iluminado la voluntad de Dios. Es absolutamente imposible que se haya faltado a la verdad» (ib. 1,1,1, p. 3).
d) La Escolástica. Entre los grandes maestros de la teología escolástica de este periodo es constante la doctrina de la inerrancia del Papa, a la vez que se enseña la inerrancia de la Iglesia. «La costumbre de la Iglesia, dice S. Tomás (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), tiene una autoridad máxima… y por ello hemos de conformarnos más a la autoridad de la Iglesia que a la de S. Agustín, S. Jerónimo o de otro doctor cualquiera» (Sum. Th., 2-2 q l a l2). Al Papa corresponde la redacción del Símbolo, así como le pertenece determinar por sentencia las cosas de fe, para que sean mantenidas inalterablemente por todos; sus sentencias en este terreno han de ser mantenidas firmemente por todos (cfr. ib. a10). Y en otro de sus escritos se lee igualmente: «Es cierto que el juicio de la Iglesia universal no puede errar en lo que es objeto de la fe» (Quodlib. 9, q7 al6). Escoto (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) afirma resueltamente que hay que aceptar como perteneciente a la sustancia de la fe lo que la Iglesia o el Romano Pontífice señalan como tal (cfr. Super primum librum Magist. Sententiarum, ed. Vivés, 9,827). A la misma conclusión se puede llegar analizando las obras de S. Buenaventura (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general): la Iglesia y el Papa no yerran en la fe (cfr (se puede repasar algunas de estas cuestiones en la presente plataforma online de ciencias sociales y humanidades). F. de Fauna, Seraphici divi Bonaventurae doctrina de R. Ponti f icis primatu et infallibilitate, Turín 1870).
Pedro de Oliva probablemente es el primero en hablar de la inerrancia de la Iglesia, de la Sede romana y del Papa. Para él todos estamos obligados a creer con certeza y a seguir lo que el Papa de Roma nos presenta a creer y a seguir, y a reprobar lo que juzga que hay que reprobar (cfr. M. Macarrone, Una questione inedita dell’Olivi sull’ infallibilitú del Papa, «Rivista di Storia della Chiesa in Italia» 3 (1949) 309-343). La Iglesia está libre de error porque la magnificencia de Dios no podía dejar de ofrecer a todos la posibilidad de una fe estable.
e) Desde el siglo XIV a nuestros días. La época comprendida entre los siglo Xtt y xv tiene una importancia singular por lo que se refiere a la infabilidad en la Iglesia. Durante la lucha conciliarista, apenas si hay tema más aducido que este que nos ocupa. El conciliarismo (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) defiende la prerrogativa de la infabilidad en el concilio, pero no admite que dicha prerrogativa pueda darse en el Papa; en ello se equivocan, pero dan origen a una amplia literatura sobre el tema, resultado de la cual va a ser una gran precisión conceptual al respecto y un análisis detenido de los sujetos de la infalibilidad. Entre las declaraciones de la época citemos una del Conc. de Basilea (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general): «Esta santa Iglesia está dotada por Cristo Salvador nuestro de tan gran privilegio que hemos de creer que no puede errar. Esto le corresponde solamente a Dios por naturaleza y a la Iglesia por privilegio (se puede repasar algunas de estas cuestiones en la presente plataforma online de ciencias sociales y humanidades). Fuera de la Iglesia a nadie más. La Iglesia no puede errar en las cosas que son necesarias para la salvación» (Responsio Synodalis, Mansi, 29, 246-247).
A mediados del siglo Xiv aparece por primera vez el término infalibilidad en la literatura teológica. La usa Guido Terrena en un tratado escrito con ocasión de la controversia entre los frailes menores y el papa Juan XXII y aplica este término al Romano Pontífice. El Papa es infalible como soberano custodio de la fe. La fe divina excluye la duda, postula necesariamente verdades infalibles y la infabilidad de quien las impone en razón de la asistencia del Espíritu Santo (B.-M. Xiberta, Guidonis Terreni Quaestio de Magisterio infallibili Romani Pontificis, Münster 1926). Contemporáneo de Terreno es Armando de Schildesche, que usa igualmente el término infabilidad aplicado a la Iglesia, a la Iglesia romana y al Papa. Los teólogos restantes de este siglo se mantienen en la misma línea, aunque no sean tan explícitos ni hayan estudiado el tema con tanta hondura. Para todos ellos la fe de la Iglesia no es menos cierta que la fe de la Escritura. Reclaman para el Papa la autoridad de definir en materia de fe y costumbres, aunque con ciertas condiciones. Se invoca la «consuetudo ecclesiae» en la que no cabe el error. Se considera como perteneciente a la sustancia de la fe lo que ha sido definido por la Iglesia de modo expreso o por el Romano Pontífice.
Termina esta época con uno de los mayores campeones de la infabilidad pontificia, Juan de Torquemada (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general). Declara este autor que el Concilio es infalible cuando está presidido por el Romano Pontífice como cabeza del mismo, y añade que esta infabilidad le viene al Concilio del Papa. Existen en la Iglesia dos sujetos de i.: el Papa y el Concilio.Entre las Líneas En el primero este poder es fontal y originario, en el segundo es participado y derivado.Entre las Líneas En los siglos posteriores la teología continúa ocupándose del tema, pero no añade profundizaciones especiales.
Cerremos la exposición con la declaración conciliar más importante: la del Concilio Vaticano 1 (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) de 1870, en el que se define que cuando habla ex cathedra (luego volveremos sobre este punto) el Papa goza de aquella infabilidad que Cristo quiso que tuviera la Iglesia, de manera que sus definiciones tienen valor por sí mismas (Denz. Sch. 3074).
2. Sujetos de la infalibilidad. Una vez demostrado el hecho de la infabilidad en la Iglesia, cabe preguntar: ¿quién o quiénes gozan de esta prerrogativa? El Conc. Vaticano 11 (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) señala tres sujetos que poseen el don de la i.: la colectividad de los fieles o pueblo de Dios (Const. Lumen genfiurn, 12), el Colegio episcopal (ib., 25) y el Papa (ib.). No se trata, por supuesto, de tres infalibilidades diversas, sino de una misma e idéntica infabilidad recibida de tres modos distintos, y entre las que hay una relación estructural. Para expresarla los teólogos distinguen entre infabilidad in credendo (en el creer) e infabilidad in docendo (en el enseñar), ésta ejercida de dos formas: o bien por todo el episcopado unido con el Papa, o bien por el Papa sólo hablando «ex cal lzedra».
a) Infalibilidad de la totalidad de los fieles. «La totalidad de los fieles que han sido ungidos por el (Espíritu) Santo -dice el Conc. Vaticano II-, no puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando `desde los obispos hasta los últimos fieles laicos’ presta su consenso universal en las cosas de fe y costumbres» (l. c.). Se trata de toda la Iglesia sin distinguir entre miembros jerárquicos y laicos (véase en esta plataforma: FIELES). Los seglares en este caso no se encuentran frente a los obispos, sino a su lado, o como dice S. Agustín en la frase citada por el Concilio «desde los obispos hasta el último de los fieles seglares» (Praed. Sanct. 14,27: PL 44,980). Considerada así la Iglesia, como totalidad, no puede errar. El Concilio atribuye este carisma que radica en todo el pueblo fiel a la unción del Espíritu Santo, como dice el apóstol S. Juan. Existen en la Sagrada Escritura una serie de textos que confirma esta doctrina (cfr. Ier 31, 31-34; Is 54,13; 60,19; loel 3,1-2; Heb 8,8-12).Si, Pero: Pero nadie como S. Juan ha expresado esta realidad, con cita que recoge el Concilio: «Por lo que toca a vosotros, habéis recibido la unción qué viene del Santo y todos estáis en posesión de la ciencia». Y un poco más adelante dice igualmente: «En cuanto a vosotros, la unción que habéis recibido de £1 permanece en vosotros y no tenéis necesidad de que se os enseñe, sino que, puesto que su unción os instruye en todo y no es mentirosa sino verídica, según ella os ha enseñado, permaneced en Él» (1 lo 2,20.27). Según estas palabras del apóstol Juan los cristianos han recibido el Espíritu Santo. Es el Espíritu de verdad prometido por Cristo en su discurso de despedida (cfr. lo 14,16,26), el Espíritu que les conducirá a toda la verdad y que ha sido comunicado a todos los fieles. Por eso ellos distinguen entre la verdad y el error.
Es ésta una doctrina ampliamente reconocida por la Iglesia. Ya Tertuliano lanza su famosa diatriba: «¿Dejará el Espíritu de verdad que las iglesias crean otra cosa que lo que Cristo predicaba?» (De praescrip. haeret. 28: PL 2,40). S. Gregorio Nacianceno (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) apela a la profesión de fe de los obispos y de los testigos de excepción que son los mártires: «Si esto no es verdadero, nuestra fe es vana; en vano murieron los mártires, en vano los obispos gobernaron los pueblos» (Epist. 102,2 ad Cledon: PG 37,200).Si, Pero: Pero tal vez nadie como S. Agustín haya tenido conciencia de este hecho, cuando invoca la fe de la Iglesia sobre la no reiteración del bautismo a los herejes (cfr. De Bapt. contra Donat. lib. 2, c. 9, n. 14: PL 43,135); sobre la necesidad de la gracia, atestiguada por el sentido que los fieles dan a la oración (cfr. De dono persev. c. 23, n. 63: PL 45,1031); sobre la necesidad y eficacia del bautismo para la salvación de todos, especialmente de los niños pequeños (cfr. Serm. 294, c. 17: PL 38,1346). El influjo de S. Agustín a este respecto se deja ver de modo especial en la escuela leriniana. S. Vicente de Lerins (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) con su Colnlnonitorium (PL 50,670) estructura de manera definitiva esta doctrina. También el Conc. de Trento al comienzo de algunas sesiones recurre a la fe de toda la Iglesia (Denz.Sch. 1635,1726,1820).
De manera particularmente clara se puso de manifiesto esta realidad a propósito de las definiciones de los dos últimos dogmas marianos: Inmaculada Concepción y Asunción (véase en esta plataforma: MARÍA IV). Sólo después de una consulta a toda la Iglesia y de una manifestación pública de fe por parte de ésta, procedieron los Papas a la definición solemne de uno y otro dogma. No reunieron un concilio. pero tuvieron un verdadero concilio por escrito, solicitando el parecer de todos los obispos y de manera expresa, a través de ellos, el testimonio de la fe de todos los fieles. Mucho antes que la autoridad suprema de la Iglesia interviniese de manera definitiva, el pueblo fiel guiado por sus pastores creía y vivía su fe en estos misterios. [rbts name=”teologia”]

▷ En este Día de 1 Mayo (1889): Fundación del Primero de Mayo
Tal día como hoy de 1889, el Primero de Mayo -tradicionalmente una celebración del retorno de la primavera, marcada por el baile en torno a un mayo- se celebró por primera vez como fiesta del trabajo, designada como tal por el Congreso Socialista Internacional. (Imagen de Wikimedia)

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características en 2024 o antes, y el futuro de esta cuestión):

Recursos

Notas y Referencias

  1. Basado parcialmente en el concepto y descripción sobre infalibilidad en la Enciclopedia Rialp (f. autorizada), Editorial Rialp, 1991, Madrid

Véase También

Bibliografía

L. MARCHAL, Infaillibilité, en DB (Suppl.) IV,351-384; E. DuBLANCHY, infaillibilité du Pape, en DTC 7,1638-1717; J. SALAVERRI, De Ecclesia Christi, I, Madrid 1955, 500-987; T. ZAPELENA, De Ecclesia Christi. Pars altera apologetico dogmatica, Roma 1954, 119-249; V. BETTi, La Costituzione dommatica «Pastor aeternus» del Concilio Vaticano t, Roma 1961, 317-433; 027-647; A. CHAVASSE, La véritable conception de l’infaillibilité papale d’aprés le Concile du Vatican, Lille 1948, 57-91; G. RuFFINO, Gli organi dell’infallibilitá della Chiesa, «Salesianum» 16 (1954) 39-76; A. MICHEL, Accord doctrinal du Pape et des Évéques, «L’ami du Clergé» 67 (1957) 697-701; B. C. BUTLER, The Church and Infallibility, 2 ed. Londres 1954; 1. P. TORREL, L’infaillibilité pontifícale, est-elle un privilége «personnelu?, Une controverse au premier Concile du Vatican, «Revue des sciences philosophiques et théologiques» 45 (1961) 229-245; G. DESALFVE, Ex sese non autein ex consensu Ecclesiae, «SaIcsianum» 24 (1962) 283-296; VARIOS, La infalibilidad de la Iglesia, Barcelona 1964; VARIOS, ¿La Chiesa é infallible?, dialogo ecumenico tra cattolici e anglicana, Turín 1970; B. VAN LEEUWEN, La participación en el rnisterio profético de Cristo, en La Iglesia del Vaticano 11, Madrid 1966, 480-499; 1. SALAVERRI, Potestad de Magisterio. Comentarios a la Constitución sobre la Iglesia, Madrid 1966, 506-531; P. MANSI, Magistero infallibile del papa nella teología di Giovanni da Torquemada, Turín 1957; A. LANG, Teología fundamental, II, Madrid 1967, 257-317.

▷ Esperamos que haya sido de utilidad. Si conoce a alguien que pueda estar interesado en este tema, por favor comparta con él/ella este contenido. Es la mejor forma de ayudar al Proyecto Lawi.

Foro de la Comunidad: ¿Estás satisfecho con tu experiencia? Por favor, sugiere ideas para ampliar o mejorar el contenido, o cómo ha sido tu experiencia:

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde Plataforma de Derecho y Ciencias Sociales

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo