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Santos Auxiliadores

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Los Santos Auxiliadores

Este elemento es una expansión del contenido de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre los santos auxiliadores.

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Santos Auxiliadores en Relación a Religión Cristiana

En este contexto, a efectos históricos puede ser de interés lo siguiente: [1] Con este título son designados catorce santos particularmente venerados en Alemania y en el centro de Europa. Por esto se los designa también como protectores de Europa. La liturgia de la Iglesia los denomina igualmente santos intercesores, santos coadjutores e incluso algunas veces santos mártires, aunque no todos lo fueron. Quiénes son los santos auxiliadores. Se trata de los 14 santos siguientes: 1, S. Acacio, de Capadocia, que sirvió en el ejército romano; 2, S. Egidio, abad; 3, S. Bárbara, virgen y mártir; 4, S. Blas, obispo y mártir; 5, S. Cristóbal, mártir; 6, S. Ciriaco, mártir; 7, S. Dionisio, obispo y mártir; 8, S. Erasmo, obispo y mártir; 9, S. Eustaquio, obispo y mártir; 10, S. Jorge, mártir; 11, S. Catalina, virgen y mártir; 12, S. Margarita, virgen y mártir; 13, S. Pantaleón, mártir; 14, siglo Vito, mártir.

Algunas veces se añade otro, con lo que se eleva a 15 el número de los santos auxiliadores, e incluso se coloca en cabeza a la Santísima Virgen como reina de los santos auxiliadores Así, p. ej., en Acta Sanct. Jun., VII, 456: «En Hungría. la fiesta de los 15 santos auxiliadores, cuyos nombres.».

Puntualización

Sin embargo, hay que reconocer que los nombres no aparecen siempre los mismos en los diversos calendarios y códices medievales.

Antigua costumbre de venerar grupos de santos

De hecho la Iglesia católica ha venerado desde el principio algunos santos, invocando de un modo especial su protección. Por otra parte consta que ya desde antiguo existía la costumbre de venerar especialmente a determinados grupos de santos, y no sólo cuando se trataba de los que habían sufrido juntos el martirio, como p. ej., los mártires de Zaragoza (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) o los santos mártires de Sebaste (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), sino también en los casos en que se esperaba del grupo una intercesión particular y eficaz en algún asunto. Así, p. ej., en un misal de Utrecht encontramos la misa de los cinco santos privilegiados, así llamados porque, como se dice en la Colecta, «Dios les ha prometido una especial eficacia en su intercesión». Son los santos Jorge, Criltóbal, Blas, Egidio y Dionisio, de los cuales este último fue el patrono de París y de Francia. De un modo semejante conocemos en el Oriente los Mártires anárgiroi, es decir, los sin dinero, a los que se solía pedir protección sin ofrecer limosna o bien alguno.

Los santos auxiliadores, grupo particularmente característico

Uno de estos grupos es el de los catorce o quince santos auxiliadores De él puede considerarse como primer estadio el grupo citado de los cinco santos privilegiados, incluidos entre los catorce. Esto mismo indica que esta devoción a los santos auxiliadores se fue formando lentamente.

Otros Elementos

Por otro lado es difícil señalar el tiempo en que se presenta ya enteramente formada esta devoción a los santos auxiliadores. El documento más antiguo que poseemos es una carta de penitencia del auxiliadores 1284, del obispo Conrado de Passau.Entre las Líneas En ella se conmemora un altar dedicado a los 14 santos auxiliadores Pero tal vez es más antiguo todavía el testimonio de la iglesia parroquial (hoy protestante) de Steigerthal, en la diócesis de Hildesheim.Entre las Líneas En ella se encuentran dos campanas antiquísimas: una dedicada a S. Catalina y otra a los 14 santos auxiliadores, que por su forma primitiva parecen remontarse al siglo XI.

Origen de esta devoción

Más difícil es todavía determinar desde dónde se introdujo esta devoción en Alemania. Los Bolandistas (Acta Sanct. Abril, 111, 150) admiten que el primer origen fue Italia, donde se decía una misa común a los santos auxiliadores. De hecho se encuentran indicios de esta devoción en Sicilia, Brescia, etc., y posteriormente en Hildesheim, Breslau, así como también en Alsacia y Lorena y en Luxemburgo, y en Bohemia, Hungría, Suiza, Austria y el Tirol.Entre las Líneas En todos estos territorios se encuentran multitud de altares e imágenes votivas e incluso hermandades con la advocación de los 14 santos auxiliadores. De todos estos testimonios puede deducirse que la devoción a los santos auxiliadores arraigó más profundamente en Alemania que en otros lugares, y llegó a ser típicamente alemana. Así se explica que aparezca entre los alemanes de Hungría, de Polonia y de otros territorios vecinos. Más aún. Se han encontrado vestigios de ella en diversas partes de América (p. ej., en la de la Iglesia alemana de Baltimore, en Búfalo, etc.), donde fue introducida por misioneros o colonos alemanes.
Por qué fueron escogidos estos santos. Es interesante el motivo de por qué fueron escogidos por el pueblo cristiano precisamente estos 14 6 15 santos auxiliadores.

Según parece, ello fue el resultado natural del desarrollo de la fe y devoción del mismo pueblo. De hecho consta que ya desde el siglo X eran invocados particularmente:

  • contra la peste, S. Cristóbal y S. Egidio;
  • contra los dolores de cabeza, S. Dionisio;
  • contra los de boca y lengua, S. Catalina; contra los de garganta, S. Blas;
  • contra los del bajo vientre, S. Erasmo; contra la fiebre, S. Bárbara;
  • contra los mareos, S. Vito;
  • contra las acometidas del enemigo, S. Ciriaco;
  • contra las angustias de la muerte, S. Acacio;
  • contra las muertes instantáneas, S. Cristóbal, S. Bárbara y S. Catalina;
  • para obtener una buena confesión, S. Egidio;
  • como abogado especial de los médicos, S. Pantaleón;
  • en las situaciones difíciles de familia, S. Eustaquio.
  • Aun los animales domésticos se pusieron bajo la protección especial de los santos Jorge, Erasmo, Pantaleón y Vito.

De todo esto se concluye que el pueblo cristiano se dirigía precisamente a estos santos en cada una de sus necesidades, lo cual estaba fundado unas veces en algún hecho o tradición relacionados con ellos, como ocurría con S. Blas, S. Pantaleón, S. Eustaquio, etc., y otras simplemente en el hecho de haber experimentado la eficacia de las súplicas a ellos dirigidas. Y luego, habiendo concebido el pueblo cristiano tan especial confianza en estos santos, los unió en una advocación común, sintetizando de este modo la máxima fe y confianza, que depositaba en su intercesión, naciendo así esta advocación conjunta.

▷ En este Día de 13 Mayo (1846): Se aprueba la declaración de guerra de EE.UU. a México
En un día como hoy de 1846, las tensiones entre México y Estados Unidos -derivadas de la anexión estadounidense de Texas (1845)- llevaron al Congreso estadounidense a aprobar por abrumadora mayoría una declaración de guerra contra México.

Protectores especiales de hospitales y contra la peste

Así se explica un doble hecho, claramente atestiguado en abundantes testimonios y monumentos de los territorios del centro de Europa. Por un lado, la frecuencia con que se dedican hospitales y otros centros semejantes a los 14 santos auxiliadores, y, por otro, que aparezcan de un modo particular como auxiliares contra la peste.

Entre los hospitales dedicados a los santos auxiliadores pueden citarse los de Wurzburgo y de Weingarten, en Würtemberg; y el de Nikolsburg, en la diócesis de Brünn. Es interesante también una imagen existente en la iglesia del hospital de NeuBtting, diócesis de Passau. Por lo que se refiere a las advocaciones de los santos auxiliadores como protectores contra la peste, suelen manifestarse en los lugares de peregrinación (véase más abajo) o exvotos, erigidos con ocasión de alguna peste, en la que se había obtenido la ayuda de los 14 s. q. Así, p. ej., los de Friburgo de Suiza y del monte de Santa Margarita, en Altütting; la capilla erigida a los 14 santos auxiliadores con ocasión de una peste en Gonsenheim, junto a Maguncia, y otra levantada en ocasión semejante en Bingen. Junto al Campo de la peste de Dios, en Apfeltrach, diócesis de Augsburgo, se conserva asimismo una capilla de los 14 santos auxiliadores.

▷ Primeros Peregrinos
Los primeros peregrinos cristianos se fijaron en lugares de la historia sagrada. Querían ver por sí mismos los lugares mencionados en la Biblia y seguir el itinerario de Cristo. A partir del Bajo Imperio Romano, también visitaban las tumbas de apóstoles y mártires. Se creía que el poder de los santos en el cielo también estaba presente en sus restos terrenales y se comunicaba a quienes se acercaban a ellos o los tocaban. En 386, san Ambrosio hizo enterrar los huesos de los mártires Gervais y Protais bajo el altar de su basílica de Milán; fue el primer traslado de reliquias desde Occidente. A partir del siglo VI, los peregrinos irlandeses abandonaron definitivamente su tierra natal y comenzaron a vagar solos por el extranjero, sin hogar, exponiéndose voluntariamente a la hostilidad y la burla. En ellos encontramos la figura del “eterno peregrino”, que practica una forma de “desarraigo ascético” inspirada en la itinerancia radical de Jesús.

Por lo demás, es bien conocida la grandiosidad de algunos de los centros de peregrinación (véase más arriba), existentes en Alemania bajo la advocación de los 14 santos auxiliadores Es célebre y particularmente venerado el del antiguo monasterio de Langheim, diócesis de Bamberg.Entre las Líneas En lugar de la antigua capilla de la Edad Media, fue consagrada en 1772 una magnífica iglesia, que constituye actualmente un santuario de mucha devoción. Consta que, al celebrarse el primer centenario de la misma, en 1872, acudieron más de 100.000 peregrinos. Digamos para terminar que a este santuario, dedicado a los 14 santos auxiliadores, concedió León XIII, en 1889, una misa especial. Asimismo los misales de Maguncia, de Utrecht y de Bamberg tienen un formulario especial de los 14 santos auxiliadores.

Historia de la Veneración o culto a los santos

El culto a los santos siguió sucesivas tendencias en Roma. Reflejaba tanto las condiciones culturales, políticas y sociales como los ideales espirituales de la época.

En la Edad Media

Las raíces de la veneración de los santos se encuentran en el primitivo culto cristiano a los mártires. En aquella época, sólo se consideraban dignos de veneración los testigos de sangre, por ejemplo Mauricio y sus compañeros. Desde principios de la Edad Media, también se consideraban mártires los clérigos y laicos de alto rango que habían sido víctimas de un crimen violento, como el rey borgoñón Segismundo y el ermitaño Meinrad von Einsiedeln. Tras la persecución de los cristianos, a los mártires se unieron confesores cualificados y vírgenes como maestros destacados o cristianos ejemplares. Las formas de veneración cultual y popular no diferían significativamente. La historicidad del homenajeado también desempeñó un papel secundario en el centenar de santos autóctonos de Suiza; lo decisivo era lo que se consideraba que era el santo. Esto puede verse, por ejemplo, en la atribución de numerosos santos a la Legión Tebana o en la estilización del ermitaño Beato, sin fecha y posiblemente puramente local, como primer mensajero de la fe de Suiza. Por regla general, la veneración comenzó de forma espontánea, ya fuera por los propios fieles o por un grupo específico, como los monjes o monjas de su propio monasterio. Hacia finales del siglo X, se generalizaron las canonizaciones formales por parte del Papa, lo que permitió a las autoridades eclesiásticas controlar mejor los cultos. Ulrico de Augsburgo, venerado también en la Suiza germánica, fue el primer santo canonizado en un proceso formal de canonización (993).

Una veneración duradera requería un partidario interesado que asegurara la continuidad y la propaganda, controlara y posiblemente también organizara las costumbres populares. Estos requisitos eran satisfechos principalmente por monasterios, conventos y, en casos excepcionales, parroquias, y en la Baja Edad Media también por ciudades, cofradías y gremios. El objeto central del culto era principalmente la tumba o las reliquias de la persona honrada, cuyo día de defunción determinaba el día de recuerdo en el año eclesiástico y en el calendario cívico. Según la intensidad local o regional del culto, existían distintos grados y formas de veneración litúrgica o popular, como una forma de misa especial para la fiesta del santo, la lectura de la vita o la leyenda durante los maitines o la mera mención del santo del día, así como bendiciones y procesiones, sermones y juegos espirituales. Si se honraba al santo en el marco de una peregrinación local o a larga distancia (ver má sobre el sistema de peregrinación en la Edad Media más adelante), ello podía representar también un importante factor económico, como demuestra la aparición de la feria de mercancías en la tumba de Verena en Zurzach. Ya en la Antigüedad tardía se erigieron monumentos conmemorativos para santos, por ejemplo para Ursus y Victor en Soleura, y criptas desde la Alta Edad Media, por ejemplo en Saint-Maurice, en Chur (San Lucio) y en Disentis. Capillas, iglesias y altares estaban consagrados a los santos como patronos (patrocinia). Las representaciones pictóricas de los santos como figuras individuales o ciclos enteros de leyendas adornaban los espacios sagrados. Algunos santos sufrieron una especialización de su jurisdicción, que se eligió en función del destino de sus vidas o de la etimología popular. Observando a los santos a lo largo de los siglos, se aprecia un cambio tipológico históricamente determinado. A finales de la Antigüedad, Mauricio era venerado como testigo de la sangre, en la época merovingia como santo militar, bajo los otones como santo imperial y a finales de la Edad Media como patrón de los caballeros. El santo como sujeto de derecho, por ejemplo San Galo como propietario ficticio de propiedades monásticas, es sólo una prueba indirecta de su veneración cultual.

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características en 2024 o antes, y el futuro de esta cuestión):

▷ Peregrinos en la Edad Media
En la Edad Media, Saint-Maurice se convirtió en una importante escala para los peregrinos que se dirigían a Roma, pero dejó de ser una meta en sí misma, a diferencia de Einsiedeln, que se estableció como la única peregrinación suprarregional de Suiza y también como uno de los destinos asignados a las personas condenadas a completar una peregrinación como castigo. Einsiedeln ocupaba el segundo lugar después de Roma, pero por delante de Santiago de Compostela y Colonia, en la lista de sentencias de este tipo dictadas por la ciudad holandesa de Leiden entre 1370 y 1557. Tras la Reforma, Einsiedeln tomó el relevo de Lausana como una de las peregrinaciones marianas más antiguas de la Europa medieval.

Un peregrino salta un río. Dibujo de una crónica de un viaje a Siria en 1520 y 1521 de Heinrich Wölfli, traducida del latín al alemán por Johannes Haller en 1582 (Bibliothèque de la Bourgeoisie de Berne, Mss.h.XX.168, p. 187).
Un peregrino salta un río. Dibujo en una crónica de un viaje a Siria en 1520 y 1521 de Heinrich Wölfli, traducida del latín al alemán por Johannes Haller en 1582 (Burgerbibliothek Bern, Mss.h.XX.168, p. 187). […] A finales de la Edad Media, la red de lugares de peregrinación se hizo cada vez más densa. Cada vez eran más los peregrinos que se detenían en monasterios, albergues y hospicios gestionados por diversas cofradías y comunidades religiosas. Se distinguía entre peregrinaciones locales, regionales y lejanas. Las primeras duraban un día, por ejemplo de Friburgo a Notre-Dame de Bourguillon o de Lucerna a la capilla de Wesemlin, construida por Moritz von Mettenwil en 1531 tras una aparición de la Virgen María. En cambio, los Walser de Val Formazza necesitaban al menos dos días para recorrer el paso de San Giacomo y Val Bedretto hasta el santuario del paso del Gotardo dedicado al santo epónimo.

Los principales destinos de peregrinación eran Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela. Nobles y patricios iban a Jerusalén. Se convertían en caballeros del Santo Sepulcro, aunque no hubieran ganado ninguna batalla allí, para ganar prestigio, impulsar sus carreras y legitimar o mejorar su posición social. Este viaje caballeresco a Tierra Santa fue emprendido en 1519 por un grupo de 18 confederados dirigidos por Pierre Falck, ecónomo de Friburgo, entre los que se encontraban Ludwig Tschudi (el Joven) de Glaris, Melchior zur Gilgen de Lucerna, Heinrich Stulz de Engelberg y Hans Stockar de Schaffhausen, cada uno de los cuales escribió un relato del viaje. Estos cuatro relatos muestran cuán diferentes pueden ser los motivos de los peregrinos. Junto a la piedad (véase más detalles), la adquisición de indulgencias y el cumplimiento de un voto, influyen el atractivo del exotismo, la curiosidad, el espíritu de aventura y, sobre todo, el deseo de romper con las obligaciones de la vida cotidiana y la rutina religiosa.

La Baja Edad Media fue una época de religiosidad exacerbada. En 1456 y 1457, niños y jóvenes de Suiza y el sur de Alemania partieron, aparentemente de forma espontánea, hacia el Monte Saint-Michel, en Normandía. Estos “niños de Saint-Michel” fueron bien recibidos por los pueblos suizos y ninguna autoridad, laica o eclesiástica, intentó disuadirlos. En mayo de 1457, no menos de siete cruzadas infantiles pasaron por Soleura y Biel. También era conocido el fenómeno de la peregrinación del pánico: impulsados por una fuerza aparentemente irreprimible, los adultos echaban a correr de repente, iniciando así una peregrinación en plena noche o en medio de las labores agrícolas. Junto a estos arrebatos incontrolables de religiosidad salvaje, señal del desorden espiritual que sufrían algunos fieles en aquella época, estaban las peregrinaciones oficiales y bien ordenadas, por ejemplo a las capillas conmemorativas de las grandes batallas confederadas (conmemoración de batallas).

El ejemplo de Einsiedeln da una idea de la magnitud de las peregrinaciones en la Baja Edad Media. Durante la fiesta de San Miguel de 14 días, en 1466, se vendieron 130.000 insignias de peregrinos, 500 hombres y 120 mujeres aparecieron vestidos de penitencia y 400 sacerdotes recibieron confesiones. En 1511, las fuerzas de seguridad contaban con 156 hombres armados con corazas y alabardas. Pero ya en 1522, los observadores constataron que la fiesta se había vuelto “pequeña y miserable”, debido a la influencia de las nuevas doctrinas.

Marcada por el predominio de la vida conventual, la Alta Edad Media favoreció no sólo a reyes (Segismundo) o a los primeros obispos (Teodulo), sino también a numerosos abades, monjes, eremitas y reclusos: los primeros abades de San Mauricio, Otmar de Saint-Gall, Germain de Moutier-Grandval, Meinrad de Einsiedeln y Guiborade de Saint-Gall. En la Edad Media clásica, este tipo de santos tenía que conformarse con un culto local o, en el mejor de los casos, regional. Fue el caso de Amédée, obispo de Lausana, y Adelhelm y Frowin, ambos abades de Engelberg. Lo mismo ocurrió con los escasos sacerdotes sencillos (Gaudencio de Casaccia, Burchard de Beinwil) y laicos (Konrad von Sellenbüren, donante del convento de Engelberg, y Eberhard von Nellenburg, donante del convento de Schaffhausen). A finales de la Edad Media, las ciudades elegían mecenas que expresaban su sentido de comunidad. Algunos ejemplos son Félix y Régula en Zúrich, el emperador Enrique II y su esposa Cunegonda en Basilea, y Vicente de Zaragoza en Berna, patrón de la colegiata. En la Suiza Central, la veneración a Nicolás de Flüe comenzó poco después de su muerte en 1487. A partir del siglo XIII, como ocurrió en toda la cristiandad, el culto a la Virgen María suplantó a todos los demás, que apenas podían ser abrazados. En Einsiedeln, por ejemplo, la Virgen María sustituyó a Meinrad, a quien se había rendido culto hasta entonces, y en la iglesia abacial de San Gall, la imagen de Nuestra Señora de la Puerta se convirtió en el principal destino de los peregrinos, desplazando a San Gall y San Otmar, los famosos patronos del convento, a un segundo lugar.

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Tiempos modernos

Aunque hasta el siglo XVI hubo una cierta unidad formal en el culto a los santos, la Reforma marcó una ruptura. Su abolición en las parroquias protestantes supuso una transformación radical en la práctica del culto, en la vida cotidiana marcada hasta entonces por el calendario litúrgico y, más en general, en la sensibilidad religiosa. El cambio de confesión (véase también acerca del confesionalismo) hizo visible el abismo que separaba a las autoridades políticas de la población. Hasta bien entrado el siglo XVII, los gobiernos reformados tuvieron que intervenir contra el culto a las reliquias y las peregrinaciones. En los cantones que seguían siendo católicos, las prácticas heredadas de la Baja Edad Media no cambiaron mucho al principio, pero las devociones, especialmente las marianas, se revitalizaron o incluso se crearon con un objetivo esencialmente contrarreformista. Por ejemplo, se construyeron santuarios dedicados a la Virgen María en Lucerna, en el Wesemlin, y en Menzingen, en el Gubel, para agradecer al cielo haber dado la victoria a los cantones fieles a la antigua fe en la batalla de Kappel (1531). Tras salvar reliquias e imágenes, sobre todo marianas, de los iconoclastas, su culto se trasladó de los cantones protestantes a los católicos: Félix y Régula se trasladaron de Zúrich a Andermatt, en el cantón de Uri, y Beato de Berna a Zug. Una Virgen bernesa fue a parar a Lachen, en el cantón de Schwyz.

El Concilio de Trento (1545-1563) provocó una división de la Iglesia en Suiza, como en el resto de Europa. Por un lado, se intensificó el culto a los santos para reforzar los sentimientos antiprotestantes de la población católica; por otro, se suprimieron las procesiones, bendiciones, rogativas y otros ritos como vestigios supersticiosos, provocando a menudo las protestas de los feligreses. La modernización del culto y los ritos (incluido el papel de las cofradías) bajo la supervisión de la Iglesia y la introducción de nuevas liturgias contribuyeron en cierta medida a superar esta oposición. La llegada al norte de los Alpes de los jesuitas (a Lucerna en 1574) y de los capuchinos (a Altdorf en 1581) contribuyó a esta evolución. Ambas órdenes fomentaron los cultos marianos existentes, por ejemplo en Einsiedeln y Glis, pero también promovieron otros santos, incluidos los de su propia orden. Los jesuitas popularizaron a Francisco Javier, que murió en 1552 y se convirtió en patrón de la ciudad de Lucerna en 1654. También consolidaron y difundieron el culto a Nicolás de Flüe, cuya beatificación fue ordenada por Roma en 1669. Los capuchinos, por su parte, se esforzaron por difundir el culto de San Antonio de Padua, y después de 1622 incluso tuvieron su propio mártir de la fe, Fidèle de Sigmaringen, beatificado en 1729 y canonizado en 1746. El culto a San Carlos Borromeo también sirvió a la Contrarreforma. Las numerosas iglesias dedicadas a él y una verdadera marea de imágenes, en el Tesino entre otros lugares, dan testimonio de la creciente veneración de que gozó tras su canonización en 1610. En los siglos XVII y XVIII también se introdujeron en Suiza numerosos santos de las catacumbas. Tras el redescubrimiento en Roma en 1578 de los hipogeos en los que fueron enterrados los primeros cristianos, éstos fueron considerados mártires del Bajo Imperio, y la curia romana difundió sus restos por toda Europa. El traslado de reliquias a Morcote (1623) y Lucerna (1624) fue sólo el principio de una larga serie. En el territorio suizo de la archidiócesis de Constanza se produjeron más de 160 traslados hasta 1795, alcanzándose el máximo entre 1640 y 1680. En otras regiones católicas, como el Tesino, Friburgo y el Jurá, estos servicios de nueva creación no fueron menos intensos. Sustituyeron a otros más antiguos considerados dudosos por la jerarquía, respondieron a los deseos de la población local (varias parroquias tuvieron por primera vez su propio santo) y reforzaron los lazos con Roma, en línea con las tendencias centralizadoras del Concilio de Trento. Además del esplendor del traslado, la vuelta anual de la fiesta del santo tuvo un gran éxito, como demuestran los nombres de bautismo que se daban a los recién nacidos.

En el siglo XVIII, el culto a los santos no pudo escapar a la influencia de la Ilustración. Por un lado, la jerarquía católica siguió actuando contra las formas populares de piedad, intentando reducir el número de fiestas en favor de Jesús y María y suprimiendo los cultos locales. Por otro lado, algunos católicos, deseosos de acercarse a los reformados con espíritu patriótico, se distanciaron del culto a los santos, que consideraban demasiado ostentoso. En la década de 1770, por ejemplo, decidieron no decorar la iglesia de Santa Urs en Soleura con un ciclo biográfico. Las reacciones violentamente negativas de la población y del bajo clero y el restablecimiento de procesiones con gran pompa (como la celebrada en honor de Fridolin de Säckingen) demuestran, es cierto, que los ideales de la Ilustración seguían siendo patrimonio de una minoría.

La ruptura de las controversias confesionales en el siglo XIX condujo a un renacimiento del culto a los santos, en particular el culto a María, en gran beneficio de los lugares tradicionales de peregrinación (Einsiedeln). Sin embargo, las convulsiones sociales de los siglos XIX y XX provocaron el debilitamiento e incluso la desaparición de ciertos cultos locales. En el siglo XX, la inmigración procedente del sur de Europa y la creciente movilidad de la población propiciaron la aparición de nuevos lugares de culto en los cantones protestantes, como la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes de Seebach, en el cantón de Zúrich, consagrada en 1935. El culto a destacados santos del siglo XIX (Teresa de Lisieux, por ejemplo) también se extendió en Suiza, y Nicolás de Flue, canonizado en 1947, también experimentó un renacimiento de fervor. Se abrieron procesos de canonización para figuras notables como Meinrad Eugster (desde 1939) y el obispo Aurelio Bacciarini (desde 1972). En 1995 fueron beatificadas Margarita Bays, María Teresa Scherer y María Bernarda Bütler.

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Recursos

Notas y Referencias

  1. Basado parcialmente en el concepto y descripción sobre santos auxiliadores en la Enciclopedia Rialp (f. autorizada), Editorial Rialp, 1991, Madrid

Véase También

Peregrinación
Peregrino

Bibliografía

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