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Estrategias

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Las Estrategias

Este elemento es una ampliación de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre las estrategias.

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Estrategias en el Ámbito Económico-Financiero de la Unión Europea

Nota: Véase también Estrategia Europea de Empleo.

En este contexto, existen estrategias como las siguientes:

  • Estrategia de desarrollo local dirigida por agentes locales. Es uUn conjunto coherente de operaciones que pretende responder a los objetivos y necesidades locales y que contribuye a la consecución de la estrategia de la Unión para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador, y “que es diseñado y aplicado por un grupo de acción local.” Artículo 2 del Reglamento 1303/2013.
  • Estrategia de especialización inteligente (S3). Las estrategias de innovación nacionales o regionales identifican las prioridades para crear una ventaja competitiva mediante el desarrollo y la adecuación de los puntos fuertes de la investigación y la innovación a las necesidades de las empresas, a fin de aprovechar las nuevas oportunidades y la evolución del mercado de manera coherente, evitando al mismo tiempo la duplicación y la fragmentación de los esfuerzos; una estrategia de especialización inteligente puede adoptar la forma de un marco estratégico nacional o regional de investigación e innovación o integrarse en él. Artículo 2 del Reglamento 1303/2013
  • Estrategia Europa 2020. Europa 2020 es la estrategia decenal de la Unión Europea para el empleo y el crecimiento. Fue adoptada por el Consejo Europeo el 17 de junio de 2010 con el fin de crear las condiciones para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador. En ella se definen cinco grandes objetivos que deben alcanzarse de aquí a finales de 2020. Estos se refieren al empleo, la investigación y el desarrollo, el clima y la energía, la educación, así como la inclusión social y la reducción de la pobreza. Cada Estado miembro ha adoptado sus propios objetivos nacionales en cada uno de estos ámbitos. La estrategia se apoya en acciones concretas a escala europea y nacional.
  • Estrategia macrorregional. Una estrategia macrorregional es una herramienta de cooperación territorial europea, propuesta por la Comisión Europea a los Estados (incluidos los no miembros de la UE) y regiones de una misma entidad geomorfológica (una “macrorregión”) para que puedan responder conjuntamente, de forma coherente y coordinada, a los retos comunes de su macrorregión. Es un marco integrado aprobado por el Consejo Europeo, que puede contar -dice el artículo 2 del Reglamento 1303/2013- con el apoyo de los Fondos EIE, entre otros, cuyo objetivo es hacer frente a los problemas comunes surgidos en una zona geográfica definida, que afectan a los Estados miembros y a terceros países situados en la misma zona geográfica, que se beneficia así de una cooperación reforzada que contribuye a la consecución de la cohesión económica, social y territorial.”
  • Estrategia específica para la cuenca marítima. Se trata de un marco estructurado de cooperación relativo a una zona geográfica determinada, elaborado por las instituciones de la Unión, los Estados miembros, sus regiones y, en su caso, los terceros países que comparten una cuenca marítima; la estrategia específica de la cuenca marítima tendrá en cuenta, dice el artículo 2 del Reglamento 1303/2013, las características geográficas, climáticas, económicas y políticas específicas de la cuenca marítima.” .

Estrategias y Tácticas

Los términos “táctica” y “estrategia” plantean un problema delicado: inicialmente, desde los griegos, procedían del vocabulario bélico, luego penetraron en el de las matemáticas y la economía, para aplicarse hoy a las acciones más diversas, en cuanto requieren organización y cálculo. Pueden ser leídos tanto por matemáticos y economistas como por militares, aunque no siempre está claro a qué se deben sus diferentes orígenes. Es imprescindible un análisis semántico. A continuación, hay que examinar las relaciones originales que, en las sociedades modernas, se establecen entre el virtuosismo táctico, diversificado y acelerado por el progreso de la ciencia y la tecnología, y el pensamiento estratégico, a menudo carente de igual originalidad y riqueza. Es muy posible que nuestra época se caracterice por ese desequilibrio entre el ingenio del pensamiento táctico y las dificultades que experimenta la razón cuando trata de elevarse a la concepción de diseños estratégicos vinculados a cuestiones que, en algunos casos, se han convertido en planetarias.

Vocabulario militar

La diferencia entre los dos aspectos -estratégico y táctico- de la conducción de la guerra se pone de manifiesto en la resolución de los gobiernos aliados tomada en la conferencia de Beauvais el 3 de abril de 1918: “Los gobiernos británico, francés y americano encargan al general Foch la coordinación de la acción de los ejércitos aliados en el frente occidental; a tal fin se le confieren todos los poderes necesarios para una ejecución eficaz. Para ello, los gobiernos británico, francés y estadounidense confían al general Foch la dirección estratégica de las operaciones militares.

▷ En este Día de 30 Abril (1975): Cae Saigón y Acaba la Guerra de Vietnam
La capital survietnamita de Saigón (Ciudad Ho Chi Minh) cayó en manos de las tropas norvietnamitas durante la Guerra de Vietnam. Tras la intervención de Estados Unidos, y, con el tiempo, las protestas en contra (como las de 1971), las consecuencias de esta guerra fueron importantes. Todo ello en el marco de la guerra fría.

“Los comandantes en jefe de los ejércitos británico, francés y americano ejercen plenamente la dirección táctica de sus ejércitos”.

Este texto, elaborado por el General Mordacq y Georges Clemenceau, indica claramente lo que distingue y vincula la estrategia y la táctica. Se enumeran tres clases de actores: los gobiernos, como detentadores del poder político; el responsable de la dirección estratégica, que recibe de los gobiernos la misión de “coordinar la acción de los ejércitos aliados”; y, por último, los generales en jefe que ejercen la “dirección táctica” de su ejército. Había, pues, tres niveles de acción: política, estrategia y táctica. La política fija los objetivos y moviliza los recursos necesarios para alcanzar una estrategia. Los Estados son la fuente de la autoridad estratégica, que delegan para una misión específica. En este ejemplo, la estrategia es la gestión militar de una alianza para una acción total: no es un pensamiento o una reflexión abstracta, sino una acción que el pensamiento informa, de ahí la insistencia en las palabras poder y aplicación efectiva. Podemos entender así la definición clásica de estrategia, de Karl von Clausewitz a Basil H. Liddell Hart y Raymond Aron: “El arte de utilizar las fuerzas militares para alcanzar los resultados fijados por la política” (André Beaufre: Introduction à la stratégie). Pero, como señala Aron, “esta definición es […] estrecha, ya que sólo se refiere a las fuerzas militares”, por lo que sugiere sustituirla por otras dos definiciones: “El arte de hacer que la fuerza trabaje conjuntamente para alcanzar los objetivos de la política” y, para subrayar la especificidad de la acción estratégica, “el arte de la dialéctica de las voluntades que utilizan la fuerza para resolver su conflicto”. En la resolución de Beauvais, la estrategia y la táctica se diferenciaban por los actores implicados, su alcance y sus métodos: la dirección estratégica abarcaba la coordinación de “los ejércitos aliados en el frente occidental”, mientras que la dirección táctica se limitaba a un sector del frente. La estrategia era ante todo un arte, que se traducía en “órdenes”, que había que precisar y detallar para regular la táctica. En efecto, “la elección de la táctica es la estrategia” (Beaufre); la táctica, es decir, la conducción de las operaciones reales, depende estrechamente del estado de la técnica. Dado que la guerra moderna exige que los Estados movilicen sus recursos científicos y técnicos en gran medida, el vocabulario de la guerra se ha impregnado del de la industria y la economía.

En el esquema clásico de la guerra europea, se postulaba una jerarquía entre política, estrategia y táctica, cada una de las cuales recibía sus objetivos y medios de la otra, pero la proliferación de guerras revolucionarias en el siglo XX puso en entredicho esta división de papeles. Hemos visto cómo los conflictos comienzan como insurrecciones o revueltas locales, se convierten en revoluciones, dan lugar a estrategias y dan lugar a “políticos” y tácticos; ha quedado claro que el patrón según el cual la autoridad política inspira la estrategia, que a su vez selecciona entre las tácticas, debe entenderse no sólo en relación con el poder de los Estados, sino en relación con las clases en lucha o los pueblos que reclaman su independencia. Por supuesto, la estrategia revolucionaria es “clásica” en el sentido de que también es una “continuación de la política por otros medios” (Clausewitz). Pero se diferencia de la guerra clásica en que, en las luchas revolucionarias o en las guerras de independencia, lo que está en juego principalmente es la propia población, que es a la vez o alternativamente un medio, un actor o una víctima, tanto o más que los combatientes. La proliferación de estas guerras ha influido en el significado de los términos estrategia y táctica. A medida que los conflictos se han ido haciendo cada vez más ideológicos y técnicos, y que las fronteras entre la guerra y la paz se han ido difuminando con la aparición de las guerras no declaradas, las guerras por poderes y los vaivenes de la Guerra Fría, ha hecho que términos inicialmente reservados a las operaciones militares se hayan aplicado a una gran variedad de conflictos.

Por último, un factor importante en la popularización del vocabulario militar fue la aparición, con las armas atómicas, de una nueva era en la concepción de la guerra. La disuasión se basa en la idea de que, en un duelo en el que los adversarios disponen del arma atómica, pueden establecer una comunicación entre ellos, de modo que cada uno puede evaluar los efectos de sus iniciativas sobre el otro y sugerir, ocultando algunos detalles, las respuestas que tiene preparadas. El arma atómica ha dado lugar a una considerable literatura estratégica, porque hace que la guerra lo abarque todo y que la inteligencia política, el cálculo estratégico y la certeza táctica parezcan cualidades no de especialistas, sino de dirigentes que tienen en sus manos el destino de la humanidad.

Lo que sin duda es más sorprendente, cuando consideramos el significado de las palabras estrategia y táctica en el discurso clásico, revolucionario y atómico de la guerra, es que este significado ha ganado en comprensión y extensión. Así, estrategia y táctica han ido mucho más allá de la simple utilización de medios basados en la fuerza militar, para designar acciones económicas, ideológicas, científicas, etc.; en resumen, los instrumentos se han multiplicado y diversificado. En segundo lugar, el pensamiento estratégico se ha hecho global en el sentido de que abarca muchos aspectos de la vida y se ejerce a escala mundial. Por último, la transformación de los conflictos por las armas atómicas confiere a la posible muerte de la especie, en cuyas proximidades se desarrolla el pensamiento estratégico, una importancia que nunca antes había tenido, ya que el hombre tiene el poder de borrar de la Tierra su propia vida. En consecuencia, la estrategia se basa en última instancia en una elección, con repercusiones cósmicas, entre la vida y la muerte.

Vocabulario matemático

La historia del análisis de los juegos de mesa demuestra que, desde Nicolas Bernoulli y Pierre Rémond de Montmort (principios del siglo XVIII) hasta Émile Borel (1921-1924), los matemáticos que pensaban en juegos basados en la habilidad de los jugadores estaban convencidos de que las matemáticas pasaban por alto un elemento decisivo, la finura del jugador, del que dependía el resultado de la partida. En 1713, Montmort escribió sobre un juego de duelos: “Estas cuestiones son muy sencillas, pero creo que insolubles. Si es así, es una gran pena, porque esta dificultad se encuentra en muchos ámbitos de la vida civil. Cuando dos personas, por ejemplo, tienen negocios en común, cada una quiere zanjar la conducta de la otra”. Dos siglos más tarde, Borel expresaba el mismo punto de vista: “El jugador que no observa la psicología de su compañero y no modifica en consecuencia su manera de jugar está destinado a perder frente a un adversario cuya mente es lo suficientemente flexible como para variar su juego teniendo en cuenta la de su adversario” (1924). En ambos casos, encontramos el mismo pensamiento: sería de gran interés analizar matemáticamente situaciones en las que la acción de uno depende de las acciones imprevisibles de los demás, pero problemas tan aparentemente sencillos no pueden someterse al cálculo; además, las matemáticas son un instrumento de conocimiento menos penetrante que la intuición psicológica. En consecuencia, puede decirse que, aunque la idea de la matematización de los problemas estratégicos estaba clara desde principios del siglo XVIII, el concepto matemático de estrategia sólo apareció claramente en las notas de Borel (1923) y sólo fue formulado exactamente y en su generalidad por John von Neumann, en un artículo publicado en 1928.

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características y el futuro de esta cuestión):

Imaginemos”, escriben J. von Neumann y O. Morgenstern, “que el jugador, en lugar de tomar cada decisión a medida que se hace necesaria, piensa de antemano en todas las eventualidades concebibles, es decir, que el jugador comienza a jugar con un plan completo: un plan que determina la elección que hará en cada situación posible, y para toda la información de que dispone en ese momento, teniendo en cuenta las normas de información que las reglas del juego proporcionan en este caso para cada jugador. Llamamos estrategia a un plan de este tipo.

Así pues, la estrategia se refiere a un plan de acción completo. En otras palabras, el decisor explora todas las posibilidades de acción que presenta la situación (construcción del diagrama de causalidad del juego, que es una descripción sistemática de todas las consecuencias de la acción), y asocia a cada perspectiva un valor que representa a sus ojos la utilidad del resultado obtenido (construcción de un diagrama de finalidad).

Pero estas ideas no habrían tenido sustancia matemática si J. von Neumann no hubiera establecido, en 1928, que en el caso más simple del duelo finito, es decir, un juego de combate puro entre dos adversarios inteligentes, cada uno con un conjunto de tácticas posibles, existía un equilibrio. Ciertamente, el carácter insoluble de los duelos parecía deberse al hecho, señalado por Bernoulli, de que “nada podía prescribirse con certeza”, sino que cada jugador debía utilizar su psicología para penetrar en los designios del otro escapando a su perspicacia. Sin embargo, J. von Neumann demostró que estos juegos poseían un equilibrio, en el sentido de que si los dos adversarios variaban sus tácticas sorteándolas según una cierta dosificación, podían definir una estrategia prudente, que optimizaba sus esperanzas frente a un adversario inteligente y prudente. Este notable resultado demostró que las matemáticas no estaban indefensas ante la astucia. Desde entonces, los trabajos matemáticos han ampliado y precisado el uso del término estrategia en matemáticas: la demostración de la dualidad entre la teoría de los duelos y la programación lineal ha mostrado la estrecha relación de significado entre programa y estrategia en este caso; la exploración matemática de los juegos de dos personas con sumas variables (duopolio, dilema del prisionero) y de los juegos generales ha permitido tender puentes entre la noción de estrategia y las de coalición, amenaza, concesión y negociación.

El espíritu de esta investigación puede definirse del siguiente modo: la excesiva complejidad de las situaciones reales se sustituye por modelos que estilizan sus principales aspectos; las condiciones que deseamos que se satisfagan se expresan en forma de axiomas; la acción y, sobre todo, la “solución”, si existe, se representan mediante una función que satisface las condiciones impuestas. Razonamos sobre la acción a realizar como si fuera una función arbitraria, e intentamos demostrar que, si satisface las condiciones impuestas, tiene tal o cual forma, o incluso satisface tal o cual ecuación (en los casos favorables).

Esta reflexión matemática sobre la estrategia tiene dos efectos principales, uno de carácter puramente científico y otro de carácter más filosófico. Por una parte, los matemáticos han demostrado que, en casos sencillos, es posible someter a la lógica matemática la constitución, la estabilidad, la precariedad y el reparto de las ganancias de una coalición; lo mismo ocurre con conceptos como la astucia, el farol y la amenaza, o con operaciones como el voto; de forma más general, se ha establecido que ciertas características de la acción pueden analizarse en términos matemáticos. Por otra parte, incluso cuando estas investigaciones se centran en modelos demasiado alejados de la realidad histórica como para aportar ninguna luz, imponen la idea, que parecía evidente en el siglo XVII pero que la filosofía de Hegel y Marx había desacreditado, de que la razón es la misma en todas partes, cualquiera que sea la diversidad de los objetos de los que se ocupa. Dicho de otro modo, no existe una lógica dialéctica distinta de la lógica matemática, sino que en todos los casos en que una cuestión es lógicamente elucidable, las reglas de esta lógica son las mismas que la reflexión matemática ha permitido identificar, a partir de Gottlob Frege, Bertrand Russell, David Hilbert, etc.

La ciencia económica

La posibilidad de aplicar las matemáticas no sólo a los juegos de mesa, sino también al comercio y a la guerra, se planteó por primera vez a principios del siglo XVIII, y en 1923 Borel subrayó las profundas similitudes entre los juegos, la estrategia y el comercio. Sin embargo, fue sobre todo con la publicación de Theory of Games and Economic Behavior en 1944 cuando el término estrategia entró en la teoría económica. Desde entonces, con, por una parte, la proliferación de los estudios econométricos y, por otra, el énfasis puesto, desde Keynes, en el papel de la ciencia económica en la acción y la política económicas, el término ha gozado de un éxito y una expansión considerables, lo que constituye sin duda un signo positivo del progreso de la teoría económica, y la fuente de ciertas ilusiones sobre la racionalidad de la acción económica.

La variabilidad de los medios y de los entornos, tanto en la estrategia militar como en la acción económica, contrasta con la estabilidad del marco y de las reglas en los juegos matemáticos. Esta diferencia es fundamental, porque permite distinguir entre la noción matemática de estrategia, que es ante todo estática, y la noción económica o militar, que es dinámica. Como señala Beaufre, esta evolución histórica significa que “el estratega no puede basarse en ningún precedente”. Si “el papel de la estrategia es […] fijar a las técnicas y a las tácticas el objetivo hacia el que deben tender en sus intervenciones e investigaciones”, resulta evidente que, en economía como en guerra, el virtuosismo en las técnicas o la habilidad en las tácticas no pueden garantizar contra la indigencia o el error de concepción estratégica.

De hecho, el uso de la palabra estrategia en economía es ambiguo: en economía matemática, su significado es ampliamente el que le dan matemáticos y econometristas; cuando se trata de acción económica, planificación, etc., la palabra refleja la extensión del lenguaje militar a las actividades pacíficas.

Estrategias y tácticas en las sociedades modernas

A partir de un significado estrictamente militar, estos dos términos, estrategia y táctica, han experimentado una doble extensión: teórica, porque las matemáticas y la economía los utilizan para designar determinadas estructuras lógicas de acción; práctica, porque denotan el diseño y la ejecución de las políticas más diversas: industriales, sociales, etc. Estas extensiones no se han producido de forma independiente entre sí. Aunque la praxeología matemática no nació directamente de las necesidades de un mundo en rápida industrialización, es seguro que las técnicas lógico-matemáticas de racionalización de las opciones no habrían tenido tanto éxito ni se habrían desarrollado tanto si la propia naturaleza de la acción industrial no hubiera exigido el cálculo, la normalización de los procedimientos y la cuantificación de los datos. Fueron las exigencias organizativas del mundo industrial, en la guerra y en la paz, las que estimularon el ingenio táctico en la elección de los medios para resolver los problemas de producción, distribución y programación. A medida que las técnicas ofrecían una variedad de soluciones, se hizo patente la necesidad de realizar elecciones tácticas, es decir, elecciones entre posibles formas de alcanzar los objetivos, y se desarrollaron procedimientos lógico-matemáticos.

Al mismo tiempo que se perfeccionaba el virtuosismo táctico, cuyo objetivo es optimizar los recursos, también se hizo patente la necesidad de un pensamiento estratégico. Lo que caracteriza la acción colectiva en las sociedades industriales es que las técnicas de que dispone el hombre son tan poderosas y tan variadas que la consecución de un fin requiere generalmente la utilización de una gran variedad de medios, bien para alcanzar el objetivo en sí, bien para neutralizar las consecuencias nefastas de la acción prevista.

La estrategia consiste en reunir medios heterogéneos y acciones disímiles para alcanzar objetivos globales. Esta acción no es “lógica” en el sentido estricto del término, porque implica tener en cuenta, en una misma línea de razonamiento, variables de naturaleza diversa, algunas de las más importantes de las cuales no pueden cuantificarse. Combina personas y cosas, magnitudes y cualidades, necesidad y contingencias. Además, se enfrenta a una dificultad adicional: el progreso tecnológico deja rápidamente obsoletas las lecciones de la experiencia, de modo que los precedentes rara vez pueden servir de ejemplo. Mientras que el pensamiento táctico tiende a centrarse en un ámbito específico, como el militar, el industrial o el comercial, el pensamiento estratégico combina diversas acciones para alcanzar un objetivo global. Por eso requiere lo que Platón llamaba la mirada sinóptica del dialéctico. Sin embargo, sería un error creer que el pensamiento estratégico es superior a la habilidad táctica: sin ella, la estrategia no es nada, ya que no hay detalle en la ejecución.

La estrategia, así entendida, es la conducción y la aplicación, por los mejores medios, de una política. Basada en la destreza táctica, extrae su inspiración y sus fines de la política. El hecho de que los términos táctica y estrategia se utilicen hoy con tanta frecuencia se debe sin duda a que, para ser eficaz, la acción política requiere, más que en épocas anteriores, una racionalización de las opciones, una lógica de la acción y un cálculo y evaluación de los medios. Desde un punto de vista filosófico, el enigma que plantea la idea misma de estrategia es el siguiente: creer en la eficacia del pensamiento estratégico es postular que las sociedades humanas pueden, hasta cierto punto, dirigir y controlar su historia. Abrazar la estrategia es hacer un acto de fe en la racionalidad y la inteligibilidad de la acción y de la historia.

Revisor de hechos: EJ

Estrategias en el Ámbito Económico-Empresarial

En el Contexto de: Estrategias

Véase una definición de estrategias en el diccionario y también más información relativa a estrategias. [rtbs name=”estrategias-financieras”] [sc name=”estrategias”][/sc]

Recursos

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Véase También

Estrategia social

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