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Características del Alma

En la época de Aristóteles, aunque se admitía que algunas funciones psíquicas tenían lugar dentro del cráneo, se negaba que el cerebro estuviera implicado; las facultades del alma (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general) se explicaban como el producto de la actividad del pneuma que circulaba entre los relieves (circunvoluciones) que atravesaban la masa encefálica. Por otra parte, el corazón, como centro impulsor de la circulación neumática (a través de las arterias), era considerado como el punto de encuentro entre la vida del macrocosmos y la del individuo, como la sede fisiológica de la sensación, la cognición y los procesos que hoy denominamos “cerebrales”. Con Bergson, el cuerpo es continuidad e indivisibilidad, llevando en sí la tensión interna que impide distenderse y dispersarse a la multiplicidad virtual que al mismo tiempo es. El cuerpo es duración diluida; el alma es, en cambio, condensación de duración. El cuerpo, como duración diluida, se acerca al alma en cuanto posee en su esencia la indivisibilidad real; el alma se acerca al cuerpo a medida que actúa dividiendo el continuo real. El cuerpo y el alma no son como dos vías férreas que se cortan en ángulo recto, sino como dos rieles que empalman en curva, de modo que se pasa insensiblemente de una vía a la otra. El cuerpo es instrumento de la acción, pero sólo manifiesta de la vida del alma lo que se refiere a la acción sobre las cosas. En la conciencia hay siempre más que en el cerebro correspondiente; el alma es solidaria del cuerpo en el mismo sentido que un vestido es solidario del clavo de donde cuelga.