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Bárbaros Romanos

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Bárbaros Romanos

Este elemento es una profundización de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre este tema.

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Nota: relacionada con esta información puede consultarse la de los Pueblos Bárbaros.

El concepto de “bárbaro”, etimológicamente “el que balbucea”.

Bárbaros y el Imperio de los Romanos

En los tiempos de Diocleciano y de Constantino (…) el ciudadano ya no era un soldado ni quería serlo, puesto que era eximido del servicio militar en número cada vez mayor, el ejército se vio obligado a reclutar a sus hombres entre los bárbaros. «Se han marchado con los bárbaros», decían las madres al hablar de sus hijos llamados a filas, y el impuesto del quinto solía llamarse «impuesto bárbaro».

Era natural que si el ciudadano ya no coincidía con el soldado, tampoco el oficial lo hiciese con el funcionario. Así pues, la separación de las dos carreras ya había sido impuesta por los hechos.Si, Pero: Pero los dos emperadores mencionados, ambos de sangre bárbara, no se detuvieron en aquella reforma, ya de por sí bastante grave porque prácticamente ponía a los desarmados ciudadanos del Imperio bajo la protección de una milicia extranjera, sino que procedieron a dividir el ejército en un «ejército de campaña» (comitatenses) y en un «cuerpo territorial» o de guarniciones de frontera (limitanei).

Estas últimas, que gozaban de una inamovilidad casi absoluta, habían echado raíces en sus territorios, pues habían recibido tierras. Los soldados, casados con muchachas nativas, se convirtieron a su vez en pequeños cultivadores directos y constituían ya una especie de milicia campesina que, desde el punto de vista militar, no valía gran cosa. De esta manera había ido formándose, apoyada en el limes, una especie de «tierra de nadie» habitada por una extraña población que, a fuerza de matrimonios mixtos, ya no se sabía qué era. Lo que debería haber sido el «telón de acero» del Imperio, su «Gran Muralla», era en realidad una zona de encuentro entre bárbaros y romanos. Y hasta la lengua que allí se hablaba era una especie de dialecto que mezclaba el latín con el germánico.

▷ En este Día de 26 Abril (1937): Bombardeo de Guernica
Durante la guerra civil española, la Legión Cóndor de la fuerza aérea alemana, que apoyaba a los “nacionalistas” sublevados, bombardeó la ciudad vasca de Guernica, un acontecimiento conmemorado en el cuadro “Guernica” de Pablo Picasso, en varias películas y en numerosos libros y estudios. Véase más acerca de los efectos y consecuencias de esa guerra. Y hace 38 años se produjo el accidente nuclear de Chernóbil. En la madrugada del 26 de abril de 1986 se produjo una devastadora catástrofe medioambiental cuando una explosión y un incendio en la central nuclear de Chernóbil (Ucrania) liberaron grandes cantidades de material radiactivo a la atmósfera. Los efectos se notaron incluso en Alemania.

En la retaguardia, el ejército de campaña no estaba en distintas condiciones. Había extraído de la gran experiencia romana los criterios estratégicos y tácticos, el culto de la disciplina y la división en legiones, pero lo demás había cambiado, porque eran diversos los hombres que lo componían, y todos ellos de raza germánica.Entre las Líneas En nada se parecían ya al antiguo legionario de Roma, tosco y moreno, con la coraza y el escudo rectangular. El corto gladius había cedido el puesto a la larga spatha, y ya aparecían las picas que, poco después, se transformarían en lanzas. La caballería había crecido enormemente a expensas de la infantería, y había adoptado como arma defensiva el arco, a imitación de los partos, y como medio de defensa la cataphracta, la coraza de malla de hierro.

Esta cubre ahora a hombres de aspecto muy diverso, altos y rubios, con ojos azules en los que se alternan expresiones de inocencia y de ferocidad. Su grito de guerra se llama «barrito», como el del elefante, y se le parece por su violencia.Entre las Líneas En vez del gallardete, llevan como enseña un dragón que flamea en el extremo de una pica. Son unos soldados espléndidos que matan y mueren con la misma facilidad, pero resulta difícil manejarlos porque rechazan la disciplina militar. Si un adversario los provoca, salen de las filas para enfrentarse con él por iniciativa propia y no respetan otro lazo de fidelidad que el que los une a su jefe. La idea de patria, de Imperio, de Estado, de disciplina y de reglamento les resulta absolutamente extraña.Entre las Líneas En resumidas cuentas, poseen los caracteres típicos del mercenario. Y de hecho se consideran milicia personal de su comandante, que a su vez los considera un comitatus personal, como lo fueron hasta la última guerra mundial (o global) los comitagi yugoslavos que descendían de aquellos. Muchos de sus generales ignoraban el latín. Iban vestidos a la manera bárbara, con las piernas vendadas con pieles y un casco con cuernos en la cabeza.

Eran ciudadanos romanos desde que Caracalla había convertido en tales a todos los habitantes del Imperio, pero procedían de provincias conquistadas recientemente, balcánicas y germanas, que aún no habían absorbido la civilización romana. La falta de cultura les impedía llevar a cabo una «carrera» civil, y solo mediante la militar podían abrirse paso, de manera que en el siglo III la habían monopolizado.

Así pues, las llamadas «invasiones bárbaras» fueron, antes que un fenómeno externo, un hecho interno realizado a través del ejército.

Ahora bien, ese ejército, al que estaba confiada la defensa del limes, se encargaba de proteger la integridad de este contra poblaciones a las que estaba unido por razones de consanguinidad, cuya lengua, cuyos sentimientos y cuyas ideas conocía mejor que la lengua, las ideas y los sentimientos romanos. No puede decirse que pactara regularmente con el enemigo, pero a menudo se entendía con él de modo que resultaba amigo suyo. El «telón de acero» no lo era siempre para los que vivían del otro lado del mismo. Muchos lo atravesaban de forma más o menos clandestina, se presentaban en los campamentos romanos y, al hallarlos llenos de parientes, pedían alistarse en ellos. Los generales del Imperio los acogían de buena gana porque no disponían de muchos hombres y, al ser independientes del Gobierno central, podían hacer prácticamente lo que quisieran. De esta manera, el ejército de Roma era, cada vez más, de sangre germánica.

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características y el futuro de esta cuestión):

A finales del siglo III, aquella pacífica ósmosis se transformó de individual en colectiva. Algunas tribus germánicas de más allá del limes, convertidas en pueblos agrícolas, pidieron en bloque ser admitidas en la Galia, es decir, en Francia, y las autoridades imperiales les entregaron algunas tierras abandonadas para que las trabajasen. Conservaron sus costumbres, su idioma y una cierta autonomía administrativa, pero políticamente dependían de un prefecto romano al que pagaban sus impuestos y proporcionaban un contingente de reclutas. El experimento tuvo éxito.

A través de los siglos, muchos historiadores han creído ver en este proceso un plan extenso y hábil por parte de Roma para absorber y civilizar a los bárbaros.Si, Pero: Pero son razones sugeridas por el juicio de la posteridad. La verdad es que los emperadores lo aceptaban porque en la mayor parte de los casos no podían hacer otra cosa.

Puntualización

Sin embargo, esta política de pacificación y absorción (véase su concepto jurídico) tenía la ventaja de legitimar de modo conveniente lo inevitable, dejando intacta, al menos formalmente, la soberanía imperial que los bárbaros, al pasar el limes, reconocían, por más que después la violaran con sus frecuentes rebeliones. Y es probable que con el tiempo se hubiera realizado esa integración y que el mundo bárbaro se hubiese encuadrado de manera pacífica en las complejas y civiles estructuras de Roma de no haberse desplazado los hunos desde su Mongolia, o si hubiesen permanecido en China después de penetrar en este país. Su llegada a Europa lo sacudió todo, haciendo febril, tumultuoso y destructor el aluvión (véase qué es, su definición, o concepto jurídico) de los bárbaros a este lado del limes.

Pero ¿quiénes eran y qué eran estos bárbaros? (…)

Los primeros escritores romanos que tuvieron algún contacto con los bárbaros los describieron, con una mezcla de estupor, admiración e ironía, como unos mozarrones demasiado crecidos, de ojos claros y cabello rubio, que comían juntos, bebían juntos, dormían juntos ante las hogueras del vivac, se enternecían por cualquier cosa y por un inocente juego se enredaban en duelos de los que no era poca suerte el que uno de los contendientes saliera con vida, pues lo normal era que muriesen ambos.

Su punto de partida, reconstruido a través de inciertas leyendas de tradición verbal, parece haber sido Escandinavia y los territorios que se extienden entre el Elba y el Oder. Allí, en lo alto de las colinas y en los claros de los bosques, habían levantado aldeas de chozas efímeras como campamentos. Nunca permanecían en ellas por mucho tiempo, porque, como vivían casi exclusivamente de la caza, emigraban una vez que los animales de una región desaparecían. Su organización era primitiva y estaba basada en exigencias sobre todo militares. El núcleo fundamental era el gau, que Hitler resucitó dos mil años después: grupo de familias que proporcionaba de mil a mil quinientos soldados, sobre todo de caballería. Los gau eran muy independientes entre sí. Solo en circunstancias excepcionales se reunían en el thing o mallus, especie de asamblea plenaria, para decidir, por ejemplo, la elección de un nuevo rey, la paz o la guerra.

A diferencia del romano, que era siempre un «ciudadano» y en toda ocasión se sentía parte de algo, fuese la sociedad o el Estado, el bárbaro solo era un «individuo», celosísimo de su absoluta independencia. No reconocía otro vínculo que el de la palabra libremente dada. Su patriotismo era la fidelidad jurada al señor libremente elegido, al que se sentía ligado por un vínculo puramente personal. De ahí la incomprensión entre ellos y los latinos, que tenían un concepto muy distinto de la lealtad. Aparte de César y de Tácito, que poseían un olfato demasiado fino para menospreciar y desconocer el sentido del honor germánico, todos los historiadores y memorialistas romanos no hacen más que denunciar la perfidia y la propensión de los bárbaros a la traición, lo que es verdad en cuanto a las relaciones entre personas.

No se movían en grupos numerosos y compactos. Los llamados «aluviones bárbaros», acerca de los cuales se ha fantaseado tanto, eran caravanas compuestas hasta de ciento veinte mil individuos, pero más a menudo de solo treinta o cuarenta mil, de los que los guerreros solo constituían una quinta parte. Se trataba de un mundo fluido y ecuestre. A caballo, los hombres precedían y seguían a los carros dentro de los cuales se amontonaban las mujeres, los viejos y los niños, que por las noches y durante las batallas eran dispuestos en círculos, y a cuyo cobijo se dormía y se defendían.

El trato dado a los pueblos sometidos en aquellos continuos traslados variaba según la resistencia que oponían.Entre las Líneas En algunos casos se los exterminaba sin contemplaciones.Entre las Líneas En otros, se daba una fusión pacífica. Cuando Teodorico, rey de los ostrogos, llegó a Italia, contaría con unos cinco o seis mil de estos. El resto eran gépidos, alanos, rugios, esciros, restos de tribus vencidas e integradas al vencedor. ¿Y cuántos serían, en el ejército de Atila, los hunos que intervinieron en la batalla de los Campos Cataláunicos? No se sabe con exactitud, pero todo hace creer que se trataba de una minoría con respecto a los aliados y federados germanos que habían aceptado o habían tenido que sufrir su supremacía. Los vencidos no eran reducidos a la esclavitud, porque esta no resultaba compatible con el nomadismo y de hecho no se desarrolló hasta que los pueblos se hicieron sedentarios y agricultores, sino que eran alistados como guerreros.

Existían, además, en este panorama de conjunto, las diferencias entre unos pueblos y otros. Los longobardos no recibían ese nombre por el hecho de llevar barba, sino barda, un hacha larga, que era su arma de combate. Los francos, objeto de burla por parte de los demás porque se rasuraban cuidadosamente el rostro, tenían en cambio como arma la francisca . Y Sidonio Apolinar reconocía a los burgundios por su desmesurada estatura, por la atronadora potencia de su voz y por el hedor de la manteca rancia con que se engrasaban los cabellos.

Los ostrogodos y los visigodos, que fueron los primeros en dar el empellón a Italia, formaban al principio un solo pueblo, el godo (véase más). (…)

Autor: Indro /Montanelli

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