▷ Sabiduría mensual que puede leer en pocos minutos. Añada nuestra revista gratuita a su bandeja de entrada.

Dinastía de los Capetos

▷ Regístrate Gratis a Nuestra Revista

Algunos beneficios de registrarse en nuestra revista:

  • El registro te permite consultar todos los contenidos y archivos de Lawi desde nuestra página web y aplicaciones móviles, incluyendo la app de Substack.
  • Registro (suscripción) gratis, en 1 solo paso.
  • Sin publicidad ni ad tracking. Y puedes cancelar cuando quieras.
  • Sin necesidad de recordar contraseñas: con un link ya podrás acceder a todos los contenidos.
  • Valoramos tu tiempo: Recibirás sólo 1 número de la revista al mes, con un resumen de lo último, para que no te pierdas nada importante
  • El contenido de este sitio es obra de 23 autores. Tu registro es una forma de sentirse valorados.

Dinastía de los Capetos

Este elemento es una ampliación de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre este tema.

✅ Ciencias Sociales y Humanas » Inicio de la Plataforma Digital » D » Dinastía de los Capetos
Dinastía que sucedió a los carolingios y gobernó Francia de 987 a 1328; fue fundada por Hugues I Capet.

1. EL LINAJE DE LOS CAPETIANOS

Dinastía de reyes de Francia, la dinastía capeta tiene su origen en el rey Hugo I Capeto, a quien debe su nombre (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Al establecer la herencia dinástica, se convirtió en el tronco común de las tres dinastías de soberanos -Capetos, Valois, Borbones- que se sucedieron en el trono francés hasta 1848 (es decir, durante casi mil años), y cuyas ramas colaterales gobernaron los reinos de Nápoles, Hungría y España.

En línea directa, la dinastía de los Capetos comprende quince gobernantes, que gobernaron Francia desde 987 hasta 1328: Hugues I Capet (rey de 987 a 996), Roberto II el Piadoso (rey de 996 a 1031), Enrique I (rey de 1031 a 1060), Felipe I (rey de 1060 a 1108), Luis VI el Gordo (rey de 1108 a 1137), Luis VII el Joven (rey de 1137 a 1180), Felipe II Augusto (rey de 1180 a 1223), Luis VIII el León (rey de 1223 a 1226), Luis IX (San Luis, rey de 1226 a 1270), Felipe III el Temerario (rey de 1270 a 1285), Felipe IV el Hermoso (rey de 1285 a 1314), Luis X el Hutino (rey de 1314 a 1316), Juan I el Póstumo (1316), Felipe V el Largo (rey de 1316 a 1322) y Carlos IV el Hermoso (rey de 1322 a 1328).

2. LAS FUENTES
2.1. Los siglos xi y xiii
La escasez de fuentes es especialmente notable en los siglos XI y XII, cuya historia sólo se conoce a través de las crónicas, cuyos autores, casi siempre eclesiásticos, tienen un conocimiento de los hechos limitado en el espacio (a las dimensiones de su abadía) y en el tiempo (la duración de sus propias vidas). Las principales crónicas se escribieron en el entorno inmediato de los soberanos. Es el caso del Epitome vitae regis Roberti (sobre Roberto el Piadoso), obra de un monje de la abadía de Fleury-sur-Loire, Helgaud ; Lo mismo ocurre con la Vida de Luis VI, escrita por el abad Suger de Saint-Denis, a quien probablemente se atribuye erróneamente la iniciativa de escribir las Crónicas de Saint-Denis (o Grandes Crónicas de Francia), que parecen haberse emprendido como muy pronto durante el reinado de Felipe II Augusto, al que el monje-médico Rigord y el canónigo-poeta de Senlis Guillaume le Breton dedicaron obras más personales: la Gesta Philippi Augusti para la primera, la Philippide para la segunda.

2.2. Los siglos xiii y xiv

La historia de la dinastía capitana de los siglos XIII y XIV es más conocida. El origen social de los cronistas es ciertamente diverso: algunos pertenecen a la nobleza, como Jean de Joinville, que terminó la Vida de San Luis en 1309; otros pertenecen sin duda al mundo de la pequeña burguesía, como Guillaume Guiart, sargento de Orleans, que terminó en 1307 la redacción de la Branche des royaux lignages, de la que 8.000 versos de un total de 21.000 se refieren al reinado de Felipe IV el Hermoso. Por otra parte, su documentación mejoró, ya que Guillaume de Saint-Pathus pudo sin duda consultar el texto escrito de la segunda consulta de canonización relativa a Luis IX (San Luis) para relatar su historia.

Pero, sobre todo a partir de Felipe II Augusto, tenemos cada vez más documentos de archivo, ya que los historiadores han encontrado rastros de 2.500 actas o menciones de actas procedentes de la cancillería de este soberano, y han descubierto la existencia de más de 50.000 documentos procedentes de la de Felipe IV el Hermoso.

3. EL ADVENIMIENTO DE LOS CAPETIANOS
3.1. LA ÉPOCA DE LOS ROBERTIANOS (861-987)
ROBERT EL FUERTE, EL FUNDADOR
En el año 861, el carolingio Carlos el Calvo, rey de Francia Occidental, encomendó a Roberto el Fuerte -que dio nombre a los Robertianos, antepasados de los Capetos- un vasto mando militar, bajo el nombre de Marquesado de Neustria, que abarcaba los condados de Angers, Tours y probablemente los de Le Mans, Chartres y Orleans, con la misión de proteger Neustria de los invasores bretones y normandos. Muerto por éste durante la batalla de Brissarthe (866), Roberto el Fuerte dejó dos hijos pequeños, Eudes y Roberto.

LOS REYES ROBERTIANOS
Excluidos momentáneamente de la sucesión paterna en favor de Hugues l’Abbé, probable segundo marido de la viuda de Robert le Fort, los hijos de éste recibieron su herencia neustriana a la muerte de su suegro antes de hacerse famosos a su vez en la lucha contra los normandos. En efecto, por haber defendido gloriosamente París en 885-886, el conde Eudes recibió amplios poderes en Francia occidental por parte del emperador Carlos el Gordo, sobre el que reinaron sucesivamente él y su hermano Roberto I (888-898 y 922-923), alternando con los carolingios Carlos el Gordo (884-887) y Carlos el Simple (898-923).

El reconocimiento, aunque mitigado, del primero por parte del rey carolingio de Germania Arnoul (o Arnulf) a partir del año 888 creó una tradición monárquica en beneficio de los Robertianos, que se vio reforzada por la elección a la corona de Raúl de Borgoña (rey de 923 a 936), yerno de Roberto I y cuñado del conde de París, Hugues le Grand. También duque de los francos, Hugo el Grande gobernó hasta su muerte en 956, bajo los carolingios Luis IV de Ultramar (rey de 936 a 954) y Lothaire (rey de 954 a 986). Este último tuvo que lidiar entonces con su hijo y sucesor, el duque Hugh Capet.

3.2. LA CORONACIÓN DE HUGUES CAPET (987)

En este contexto, en 987, a la muerte del último carolingio, Luis V, los grandes vasallos del norte del Loira eligieron rey a Hugues Capet contra el pretendiente carolingio Carlos de la Baja Lorena, tío de Luis V (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Aprendiendo de la experiencia de sus mayores sobre la fragilidad de su poder, Hugo optó por asociar a su trono a su hijo Roberto el Piadoso, que fue coronado en 987.

3.3. LOS BIENES DE LOS CAPETIANOS

Rey de los francos y duque de los aquitanos (el título indica la importancia de las relaciones personales que sustentan el poder del soberano), Hugues Capet y sus primeros sucesores (→ Roberto el Piadoso, Enrique I) trataron de que se reconociera la prerrogativa real fuera del dominio de París-Orléans-Senlis, multiplicando las expediciones al sur y al este. Estos primeros capetos también se apoyaban en los obispados reales, que ampliaban la influencia directa del dominio real. Por último, en una sociedad en la que sólo contaban las relaciones humanas, se situaron en la cima de la jerarquía de poder y explotaron la estructura feudal en su beneficio.

▷ En este Día de 19 Abril (1775): Comienzo de la Revolución Americana
Iniciada este día de 1775 con las batallas de Lexington y Concord, la revolución americana fue un esfuerzo de las 13 colonias británicas de Norteamérica (con ayuda de Francia, España y Holanda) por conseguir su independencia.

4. LA BASE DEL PODER REAL
4.1. EL PRINCIPIO DE LA CORONACIÓN
A excepción de Hugues Capet, que recibió la corona real en Noyon, todos los demás reyes capetos fueron coronados en Reims en presencia de sus pares seculares y eclesiásticos.

LA CEREMONIA DE CORONACIÓN

La ceremonia era doble, ya que incluía, por un lado, la presentación de las insignias de la realeza (la corona, el cetro, la mano de la justicia, la espada, etc.) y, por otro (y sobre todo), una unción de la cabeza y de diversas partes del cuerpo del nuevo soberano por parte del arzobispo de Reims utilizando, no aceites benditos, sino crisma (una mezcla de aceite y bálsamo) (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Así, al igual que los reyes de Inglaterra en la misma época y como los reyes de Israel en el pasado, los reyes de Francia estaban revestidos de un carácter tanto más sagrado cuanto que la tradición atribuía, al menos desde el siglo IX, un origen milagroso al “santo crisma”, que se decía había sido llevado a San Remi por una paloma el día de la coronación de Clodoveo; Contenida en una ampolla sagrada, se dice que este crisma tiene la asombrosa propiedad de no bajar nunca de nivel, aunque en cada coronación se extraen algunas gotas, y aunque a partir del siglo XIV la ampolla se vaciaba después de cada una, para volver a llenarse milagrosamente en la siguiente. Sin duda, la leyenda disfraza la realidad en dos sentidos, en primer lugar porque Clodoveo sólo fue bautizado en Reims, y en segundo lugar porque la ceremonia de coronación fue una innovación carolingia.

REYES TAUMATÚRGICOS
Sin embargo, contribuyó a hacer del soberano una especie de “obispo de fuera”, un personaje a la vez religioso y místico, que derivaba de su unción el poder milagroso de curar la sarna, según otra tradición que se remonta probablemente a Roberto II el Piadoso y que convirtió a los capetianos en reyes médicos, taumaturgos.

LA JUSTIFICACIÓN DECISIVA DEL PODER REAL

Aunque el rito de la coronación no implica la sustitución del principio hereditario de la Corona por el principio electivo, que pervive en forma de aclamación popular, no deja de ser significativo que esta última, a partir del reinado de Luis IX, sea solicitada por dos obispos tras la ceremonia. La coronación no era más que uno de los elementos que legalizaban el poder real de los Capetos; su reinado no comenzaba el día de su celebración, sino el día de su adhesión. Sin embargo, para el pueblo, la coronación apareció muy pronto como el único elemento que justificaba su poder, hasta el punto de que sólo reconocía a sus soberanos como tales la noche de su coronación (así, para los franceses del siglo XV, Carlos VII no fue realmente reconocido como rey legítimo de Francia hasta el final de la ceremonia en Reims, el 17 de julio de 1429).

4.2. EL PRINCIPIO DE “REX DESIGNATUS
LA ELECCIÓN AL SERVICIO DE LA HERENCIA

Gracias a la fecundidad de la mayoría de sus esposas, combinada con la lealtad de la mayoría de los príncipes reales al soberano reinante (padre o hermano), y a la longevidad de los capetos -que permitía al reino evitar los riesgos de una regencia Al menos hasta 1226, fecha de la ascensión de Luis IX, los reyes capetos pusieron el principio electivo al servicio del principio de la herencia haciendo que su hijo mayor fuera elegido en vida por una asamblea de nobles y obispos. El príncipe real, que se convertía así en un “rex designatus” y era inmediatamente coronado, quedaba entonces asociado (véase qué es, su concepto jurídico; y también su definición como “associate” en derecho anglo-sajón, en inglés) al trono y podía suceder fácilmente a su padre a la muerte de éste.

LA SUPERVIVENCIA DEL PRINCIPIO DE ELECCIÓN

Este método se practicó hasta el advenimiento de Felipe II Augusto, que estableció la autoridad real sobre una base más amplia y sólida, y permitió que se respetara el principio electivo de la Corona, 1322 y 1328), las nietas de Felipe el Hermoso fueron desalojadas del trono en favor de sus hijos mayores Felipe V el Largo, Carlos IV el Hermoso y, finalmente, Felipe VI de Valois (fundador de una dinastía capitana indirecta, los Valois, 1328-1589).

Más allá del advenimiento de este último soberano, el homenaje que el nuevo rey recibe de sus vasallos al inicio de su reinado, así como la aclamación que acompaña a la ceremonia de coronación, marcan la pervivencia, a través de los tiempos, de este principio electivo. Pero no es la única base del poder real. Entre sus elementos constitutivos, tres desempeñan un papel esencial: el elemento religioso, el elemento militar y el elemento político.

4.3. EL PODER RELIGIOSO CONFERIDO POR LA CORONACIÓN REAL
El carácter religioso de la soberanía capitana está representado por la coronación. Revestidos de un carácter sagrado excepcional, los reyes son investidos, por así decirlo, por Dios, de una misión suprema de justicia y de mantenimiento del orden cristiano en el respeto de los derechos de la Iglesia; esta misión se expresa en el juramento de coronación -que también les obliga a perseguir la herejía a partir de 1226.

4.4. EL PODER MILITAR DERIVADO DEL DERECHO DE PROHIBICIÓN
Además de la autoridad excepcional conferida al rey por la coronación, también tenía la autoridad militar prevista por el ejercicio del derecho de prohibición. Este derecho, de origen germánico, se corresponde con el poder de mando que el rey tiene sobre todos los hombres libres del reino y que le permite levantarlos (prohibirlos y volverlos a prohibir) con el fin de defender el reino. El derecho de prohibición atestigua el carácter soberano del poder real y nos recuerda que se extiende a todos los súbditos, a pesar del abuso de autoridad de los grandes vasallos desde el siglo IX.

4.5. PODER POLÍTICO DEBIDO A LA SOBERANÍA DEL REY
LOS SUCESORES DE CARLOMAGNO
El tercer elemento del poder real de los capetos era político. Más allá de la elección y la coronación, se afirma en primer lugar por la voluntad de los soberanos de dar a su realeza electiva y consagrada otro fundamento: el de la continuidad dinástica, que los convierte en herederos directos de Carlomagno. Otra ventaja era que eran los únicos soberanos de Europa con los que los reyes (y emperadores) alemanes aceptaban tratar de igual a igual.

EL TRIBUTO DEBIDO AL REY

Esto justifica la pretensión de los capetos de estar exentos de la regla del homenaje feudal. Estando “por encima y fuera del sistema feudal” (Marcel Pacaut), los capetos fueron, sin embargo, muy hábiles en la explotación de los derechos que el sistema feudal reconocía para establecer su autoridad (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Así pues, no actuaron como soberanos, sino como suzadores supremos para someter a sus vasallos. Renovada a la llegada de cada uno de ellos, la prestación de homenaje creaba vínculos humanos muy sólidos entre los vasallos y el rey. Poseyendo sus principados en feudo de su soberano, sin pensar nunca en negarle su homenaje a cambio, comprometiéndose por la fe jurada que le prestan en esta circunstancia a realizar numerosos servicios en su favor, incluido el del ost (servicio militar), los vasallos le muestran una gran lealtad.

EL FEUDALISMO AL SERVICIO DE LA REALEZA
Por costumbre feudal, el rey tenía derecho a intervenir en los dominios de sus vasallos en muchas circunstancias. Si un feudo cae en desuso, el rey, como señor supremo, está perfectamente facultado para designar un nuevo propietario. En una explotación similar del derecho feudal, exige que las viudas de sus vasallos no puedan volver a casarse sin su consentimiento y que sus huérfanos queden bajo su tutela efectiva.

Para más información, véase el artículo sobre el feudalismo.

5. EL TERRITORIO CAPETO
5.1. EL PRIMER DOMINIO REAL CONTRA LOS GRANDES PRINCIPADOS FEUDALES
UN TERRITORIO PEQUEÑO Y DISPAR EN 987

Al elegir a Hugues Capet, los príncipes feudales -deseosos de preservar su independencia de hecho del poder real, pero también de reservarse la posibilidad de acceder al trono a su vez- habían elegido al más modesto de ellos, desde el punto de vista territorial. En un reino donde el Escalda, el Mosa, el Saona y el Ródano marcaban los límites orientales aproximados, y que incluía también el condado de Barcelona hasta la desembocadura del Ebro, Hugues Capet sólo ejercía una autoridad directa sobre un “dominio real dispar, disperso e incoherente” (C. Petit-Dutaillis). Esto incluía pequeñas áreas de tierra, en parte heredadas de los Robertianos (Orleans y París; los países de Étampes, Arpajon, Poissy y Senlis; el puerto de Montreuil-sur-Mer), en parte de los Carolingios (los palacios reales de Attigny, Compiègne, Verberie, etc.) y dentro de las cuales la autoridad del rey era a menudo impugnada por audaces pequeños señores.

UN CONJUNTO DE DERECHOS E INGRESOS

El grueso del dominio real de Hugues Capet estaba, pues, constituido por los derechos que poseía el rey, ya sea como propietario o como soberano, y para los que se distinguía entre los que constituían el dominio inmutable (censos, rentas territoriales y perpetuas) y los que formaban el dominio mutable (con rentas irregulares). Estos últimos incluyen tanto las rentas en especie o en dinero que obtiene de la explotación de sus tierras, las rentas que obtiene de la imposición de diversas ayudas feudales a sus vasallos, como las rentas que obtiene del ejercicio de sus derechos regios: los beneficios de la justicia, los impuestos sobre el tráfico y los mercados, la emisión de moneda y, sobre todo, el real que recauda de los obispados (15 a 25) y de los monasterios reales (9 a 51). El ejercicio de estos derechos aseguraba así los principales ingresos del rey, cuyo importe, estimado en 228.000 libras parisinas al año en la época de Luis VII, no era nada despreciable ni siquiera en la época de Hugues Capet.

UN SÉQUITO DE GRANDES PRINCIPADOS
El poder territorial y financiero de los vasallos parece ser considerable en 987, ya que los más importantes gobernaban vastos principados feudales que abarcaban la mayor parte del reino.

En el norte, el conde de Flandes, que también era señor de Artois, controlaba las tierras donde florecían las grandes ciudades mercantiles y pañeras de Gante, Brujas, Ypres, Douai y Arras, entre el Escalda y el Mar del Norte.

En el corazón del reino, la casa de Blois-Champagne se acercaba peligrosamente al dominio real, ya que sus posesiones (Chartres, Blois, Meaux y Troyes) estaban unidas hacia 1023 en manos de Eudes II de Blois.

Más al oeste, el ducado de Normandía y el condado de Anjou constituían ya poderosos y bien organizados principados; su existencia, sin embargo, no amenazó seriamente la de los capetos hasta que Normandía se unió definitivamente a Inglaterra en 1066, y Anjou se fusionó con Normandía y el legado de Leonor de Aquitania para formar el inmenso imperio Plantagenet en 1154.

PRINCIPADOS MENOS AMENAZANTES
A pesar de su considerable extensión territorial, los ducados de Bretaña y Aquitania, así como los condados de Toulouse y Barcelona, no representaban una amenaza similar para la supervivencia del dominio capeto. Lo mismo ocurre con el cercano ducado de Borgoña, que también fue gobernado por los capetos.

A pesar de la existencia de estas zonas de menor oposición, el hecho es que el dominio real parece ser tanto más preocupante para su futuro cuanto que los grandes principados feudales lo encierran en un anillo territorial que, desde los Pirineos hasta Flandes, se cierra sobre París.

5.2 (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). AMPLIACIÓN Y AMPUTACIÓN DEL DOMINIO REAL
La expansión del dominio real de los capetos era, pues, el objetivo último de la explotación de los derechos de los soberanos como señores supremos. Este aumento se logró en parte por medios ajenos al sistema feudal, en particular mediante apuestas, matrimonios, compras y conquistas.

PROCESOS DE ADQUISICIÓN EXTRAFEUDALES
Aprovechando la debilidad política, económica y/o financiera de los pequeños señores, sobre todo eclesiásticos, los capetos obtuvieron a menudo el derecho de unirse a ellos para gestionar sus dominios mediante el pariage, un notable instrumento de penetración real en tierras ajenas (acuerdo concluido en 1226 por Luis VIII con los monjes benedictinos de Saint-André, que le cedieron la mitad de sus derechos de justicia).

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación:

Un método más clásico para aumentar su dominio, el matrimonio permitió a los capetos adquirir Artois y Champaña. Traídos como dote a Felipe II Augusto y al futuro Felipe IV el Hermoso por sus respectivas esposas Isabel de Henao (1180) y Juana de Navarra (1284), estos dos principados no se incorporaron definitivamente al patrimonio de los soberanos hasta la llegada de sus sucesores, es decir, en 1223 y 1314.

La riqueza de los capetos también les permitió aumentar sus dominios comprando tierras (Neuville-en-Beine en 1224) o principados enteros (el condado de Guînes entre 1281 y 1295).

En cuanto a la conquista, permitió un rápido aumento del dominio real, como lo demuestra la inmediata anexión del condado de Narbona y de la región meridional albigense por el Tratado de París en 1229. Sin embargo, este método condujo la mayoría de las veces a adquisiciones a largo plazo: tal fue el caso de las otras tierras del conde Raimond VII de Toulouse, incorporadas definitivamente al patrimonio capeto en 1271.

PROCEDIMIENTOS FEUDALES

De hecho, fueron los procedimientos del sistema feudal los que permitieron algunos de los aumentos más espectaculares e inmediatos del dominio real. La apropiación por parte del soberano de feudos que habían caído en desuso, como el condado de Perche bajo Luis VIII, fue la primera de ellas.

Pero la más famosa es la confiscación de los feudos de un vasallo delincuente. Felipe II Augusto fue lo suficientemente astuto como para que la Corte Real pronunciara la desamortización a su favor, primero contra la condesa de Ponthieu, y luego, en 1201, a cargo del inglés John Lackland, cuyos feudos pudieron entonces ser ocupados progresivamente: Normandía, Touraine, Maine y Anjou a partir de 1204; Poitou en 1224. Y fue invocando la violación del nuevo juramento de fidelidad prestado por el conde de Flandes Robert de Béthune en 1305, en el momento de la firma de la paz de Athis-sur-Orge, que Felipe IV el Hermoso decidió, en 1312, anexionar definitivamente a su dominio las castellanías valonas de Flandes: Lille, Douai y Béthune.

LAS AMPUTACIONES DEL DOMINIO
De esta política de anexiones al dominio real no debe deducirse, sin embargo, la falsa idea de que los capetos planeaban absorber sistemáticamente todas las tierras de su reino en este último. De lo contrario, ¿cómo se explicarían las amputaciones territoriales de las que este mismo dominio fue víctima durante sus reinados, a veces contra su voluntad (usurpaciones locales), pero la mayoría de las veces por iniciativa propia? Dichas amputaciones tomaron la forma de donaciones a sus parientes (la familia de Chambly bajo Felipe III el Temerario y Felipe IV el Hermoso; Enguerrand de Marigny bajo este último soberano) o de apanamientos concedidos a sus hijos o hermanos, en cuyo beneficio constituyeron así, sobre todo a partir de Luis VIII, vastos principados territoriales que habrían anulado la obra conquistadora de Felipe Augusto si la muerte de los titulares, sin heredero masculino directo, no hubiera permitido, en general, su rápida devolución al dominio.

6. LAS INSTITUCIONES CAPETIANAS
6.1. LOS RELÉS LOCALES
LOS PROVOSTAS
A nivel local, la extensión del dominio real capeano exigió la creación de una nueva organización administrativa. El rey ya no podía confiar únicamente en los prebostes, que habían aparecido bajo Roberto el Piadoso, que eran los verdaderos administradores del dominio, ya que poco a poco habían conseguido que su cargo fuera hereditario, que se preocupaban de explotar en su propio beneficio.

ALGUACILES Y SENESCALES
Los capetos también tomaron prestada una institución fundamental de los Plantagenet, probablemente poco después del advenimiento de Felipe II Augusto: la de los alguaciles (llamados senescales en el Centro-Oeste y el Midi). Eran hombres del entorno del rey, a los que éste “confiaba la misión” de administrar sus dominios, es decir, recaudar sus ingresos, mantener el orden, impartir justicia y convocar al ost en su nombre. Nombrados y destituidos por el soberano, al que debían rendir cuentas cuando dejaban su cargo, y controlados a partir del reinado de Luis IX por investigadores extraordinarios, estos alguaciles y senescales sólo ejercían su misión dentro de un marco territorial preciso a partir del siglo XIII, momento en el que el dominio real se dividía en una veintena de distritos.

6.2. INSTITUCIONES CENTRALIZADAS
A nivel central, las transformaciones institucionales de los capetos fueron igualmente amplias, ya que la diversidad y complejidad de las tareas que debía asumir la realeza exigían una progresiva especialización de sus agentes.

LOS SERVICIOS DE LA CASA DEL REY
Esta especialización se plasmó primero en la formación, dentro del Hôtel, de departamentos competentes en materia financiera (Tesorería, Chambre aux deniers) y judicial (Chambre des requêtes). Pero, sobre todo, dio lugar al lento desarrollo, en el seno del Hôtel, de secciones políticas, judiciales y financieras que acabaron convirtiéndose en tres instituciones permanentes esenciales, derivadas de la Curia Regis: el Consejo del Rey, el Parlamento y la Chambre des comptes.

EL CONSEJO DEL REY
Especializado más en el gobierno que en los asuntos administrativos, el Consejo del Rey tomó forma a principios del siglo XIII. Compuesto por personalidades del entorno real que el soberano “conservaba en su Consejo”, no tenía de hecho ninguna competencia específica, ya que el rey siempre podía plantear cualquier cuestión, especialmente de carácter financiero o judicial, que teóricamente fuera competencia de otra institución.

EL PARLAMENTO

A partir de mediados del siglo XIII, el Parlamento se convierte en un tribunal judicial ordinario, en un tribunal supremo para juzgar ciertos casos graves (casos reales en particular) y, sobre todo, en un tribunal de apelación contra las sentencias dictadas por los tribunales reales (prebostes y alguaciles), así como por los tribunales señoriales, cuyos titulares veían así restringidos sus privilegios. La afluencia de casos condujo a su división en varias comisiones especializadas: la Chambre des requêtes, que clasificaba los casos; la Chambre des enquêtes, que los estudiaba y dictaba sentencias; y, por último, la Grand Chambre, que transformaba estas sentencias en resoluciones (ordenanzas de 1278) bajo la alta autoridad del canciller, que se convertía así en el primer magistrado del reino. Constituidas definitivamente en 1291 y sobre todo en 1307 (ordenanza de los parlamentos), estas comisiones estaban desligadas del rey, que sólo las presidía excepcionalmente desde Felipe III el Temerario, pero que siempre conservaba la justicia retenida: las peticiones del Hôtel.

Para saber más, consulte el texto sobre el Parlamento francés en la Edad Media y bajo el Antiguo Régimen.

LA CÁMARA DE CUENTAS
Por último, en materia financiera, la utilización cada vez más frecuente, sobre todo a partir de Felipe el Hermoso, de las rentas no dominicales (“l’Extraordinaire”) además de las del dominio (“l’Ordinaire”) condujo a la creación de un Tribunal de Cuentas en el seno del Hôtel, que se transformó a principios del siglo XIV en una Cámara de Cuentas, cuyas competencias se fijaron en la ordenanza de Viviers-en-Brie de enero de 1320: verificación de las cuentas de los prebostes y alguaciles; supervisión de su administración; ejercicio de la jurisdicción financiera, etc.

Así, se fueron estableciendo instituciones que permitieron al rey extender su soberanía a todo su reino y liberarlo gradualmente de las garras del sistema feudal para darle una existencia como Estado.

6.3. EL SÉQUITO REAL

El éxito de los capetos se explica por los méritos de los soberanos, entre los que destacan Luis VI, Felipe II Augusto, Luis IX y Felipe IV el Hermoso. Pero también se explica por la calidad de su entorno.

TIPOLOGÍA DE ASESORES

Los Capetos, que en su mayoría despidieron a los grandes barones e incluso suprimieron el cargo de senescal en 1191, recurrieron con mayor frecuencia a personas de origen humilde: clérigos seculares o regulares, como Suger (el abad de Saint-Denis, fiel servidor de Luis VI y Luis VII) o el hermano Guérin (guardián de los sellos de Felipe II Augusto y canciller de Luis VIII); pequeños vasallos de Île-de-France, que o bien se convierten en titulares de los grandes cargos de condestable (→ las Montmorencies), bouteiller (la Tour de Senlis), chambelán, etc. , o son admitidos en la Curia Regis, o son llamados a ejercer las funciones de alguaciles y senescales; burgueses finalmente, ya sean parisinos, como Étienne Boileau, preboste de París en tiempos de Luis IX, o sureños, como Guillaume de Nogaret, guardián de los Sellos de Philippe le Bel.

CARACTERÍSTICAS COMUNES
Sin embargo, sea cual sea su origen social o su estatus legal, estos concejales tenían muchos rasgos comunes: la lealtad al rey, que aseguraba su fortuna y a cambio mantenía su confianza en ellos; la permanencia de sus funciones, que les permitía asegurar una cierta continuidad política; la moderación de su política, que probablemente se explica tanto por la debilidad de sus medios como por su gran número; por último, y sobre todo, un alto nivel intelectual y una competencia profesional, que se vieron incrementados en el siglo XIII debido al papel que desempeñó en su formación su paso por las universidades, sobre todo por aquellas (Montpellier y Orleans) que enseñaban derecho romano.

EL TIEMPO DE LOS LEGISTAS
Se formó así una clase de legalistas, para los que el rey no era más que el garante de la res publica en virtud de un poder del que no era más que el depositario. Ilustrado primero por el segundo Philippe de Beaumanoir, autor del Livre des coutumes et usages du Beauvaisis (hacia 1280), luego y sobre todo por Pierre Flote, Guillaume de Nogaret y Enguerrand de Marigny, cuya acción política se fundió con la de Philippe IV le Bel, esta clase de legalistas inició la restauración de la noción de Estado en detrimento de la concepción familiar y patrimonial de la realeza.

OTROS APOYOS
Bien apoyados por estos abnegados servidores, los capetos se aseguraron hábilmente la lealtad de la Iglesia (coronación), así como la de las burguesías urbanas y las comunidades rurales, a las que concedieron generosamente cartas de comunas y cartas de franquicias, lo que les llevó a interesarse más por el mantenimiento del orden público; sobre todo, lograron constituir una gran fuerza armada, que sumó al ost feudal mercenarios a sueldo (tomados de los sargentos de 1194) y milicias urbanas.

Por ello, no es de extrañar que los capetos fueran los monarcas más poderosos de Europa a principios del siglo XIV. Fueron responsables de la transición esencial de la monarquía feudal de los siglos XI y XI a la monarquía absoluta de los tiempos modernos.

Cronología

987 Elección y coronación de Hugo Capeto, fundador de la dinastía capitana.
996 En Francia, Roberto II el Piadoso sucede a Hugo Capeto.
1031 En Francia, Enrique I sucede a su padre Roberto II el Piadoso, que ha ampliado el dominio capeto.
1060 Felipe I sucede a su padre Enrique I como gobernante de Francia; une fuerzas con los condes de Anjou y Flandes para oponerse a los planes anglonormandos.
1095 El Papa Urbano II predica la primera cruzada (Concilio de Clermont).
1096 Pedro el Ermitaño predica la cruzada.
1096-1099 Primera cruzada.
1108 Luis VI el Gordo sucede a Felipe I en el trono de Francia.
1132-1137 Suger, principal consejero de Luis VI el Gordo.
Entre 1135 y 1144 Suger hace reconstruir la fachada y la cabecera de la iglesia abacial de Saint-Denis.
1137 Luis VII el Joven sucede a Luis VI el Gordo como gobernante de Francia y se casa con Leonor de Aquitania.
1146 Bernardo de Claraval predica la Segunda Cruzada.
1147 El emperador alemán Conrado III y el rey Luis VII de Francia participan en la Segunda Cruzada.
1147-1149 Organizada para reconquistar Edesa, la Segunda Cruzada fracasa en Damasco; el rey Luis VII de Francia y el emperador alemán Conrado III regresan a Occidente sin intentar rescatar Edesa.
1152 Nuevo matrimonio de Leonor de Aquitania, ex esposa del rey Luis VII de Francia, con Enrique Plantagenet (futuro rey de Inglaterra).

Datos verificados por: Andrews
[rtbs name=”francia”] [rtbs name=”historia-francesa”]

Dinastía de los Capetos (Historia)

Dinastía de los Capetos, nombre del linaje dinástico de los reyes que gobernaron Francia desde el 987 hasta 1328.
Entre las Líneas
En el 987, tras la muerte de Luis V, el último de los monarcas Carolingios de Francia, Hugo Capeto, duque de Francia y conde de París, fue elegido rey por la nobleza y el clero. El dominio feudal del linaje de los Capetos era la Île-de-France, el área en torno a París. Los reyes Capetos fortalecieron de forma notable el poder real en Francia al reafirmar los principios de la herencia, la primogenitura y la indivisibilidad de las tierras de la Corona. Muy poco después de que Hugo fuera nombrado rey, nació su hijo Roberto (coronado como Roberto II y conocido como el Piadoso). Hugo asoció al trono a Roberto, y esta práctica de que el primogénito fuera co-gobernante junto a su padre fue mantenida hasta finales del siglo XII. Los más grandes reyes Capetos fueron Felipe II Augusto, Luis IX (san Luis) y Felipe IV. La dinastía se aseguró el señorío directo sobre casi la totalidad de Francia, al incorporar feudos adicionales a sus propios territorios.
Entre las Líneas
En 1328, cuando Carlos IV murió sin dejar un heredero varón, los Capetos fueron sustituidos por los Valois, una rama más joven del linaje, quienes gobernaron Francia hasta 1589.[1]

Capetos

[rtbs name=”politicas”] Fue una casa de gobierno de Francia desde 987 hasta 1328, durante el período feudal de la Edad Media. [rtbs name=”historia-medieval”] Al extender y consolidar su poder, los reyes capetianos sentaron las bases de la nación-estado francesa.

Los capetianos todos descendieron de Robert the Strong (fallecido en 866), conde de Anjou y de Blois, cuyos dos hijos, generalmente de estilo Robertian en lugar de Capetian, fueron ambos reyes coronados de los francos: Eudes en 888, Robert I en 922 (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Aunque el hijo de Robert IHugo el Grande restauró la dinastía carolingia en 936, su hijoHugh Capet fue elegido rey en 987, eliminando así a los carolingios para siempre.

▷ Noticias internacionales de hoy (abril, 2024) por nuestros amigos de la vanguardia:

Los 13 reyes de Hugh Capet al infante. Juan I, que se sucedió de padre a hijo, y los dos tíos de Juan I,Philip V y Carlos IV (d. 1328), son designados como los capetianos “de la línea directa”. Fueron seguidos por los 13 reyes capetianos de la Casa de Valois (ver dinastía Valois). De estos, siete reyes (desde Felipe VI hasta Carlos VIII) tuvieron éxito de padre a hijo. Luego vino la rama Valois-Orléans (representada por Luis XII) y la rama Valois-Angulema (cinco reyes de Francisco I a Enrique III) hasta 1589. Luego los capetianos de Borbón tuvo éxito (ver Borbón, casa de).

El gobierno de Hugh Capet estaba limitado a su propio dominio en París, mientras que el resto del reino francés estaba en manos de poderosos señores locales. Sus sucesores directos aumentaron gradualmente el territorio sobre el que tenían el control a través de la conquista y la herencia y también mediante la explotación hábil de sus derechos como soberanos en áreas que no están bajo su autoridad directa. Bajo los capetianos, muchas de las instituciones administrativas básicas de la monarquía francesa, incluyendo los parlamentos (tribunales de la ley real), los Estados Generales (asamblea representativa), y el Baillis (oficiales locales reales), comenzó a desarrollarse.

Entre los más notables de los capetianos fue Felipe II (que reinó entre 1180 y 1223), quien arrebató a los gobernantes angevinos de Inglaterra gran parte del imperio que habían construido en el oeste de Francia. Otro notable capetiano fue Luis IX, o San Luis (reinó 1226–70), cuya devoción a la justicia y la vida santa aumentaron en gran medida el prestigio de la monarquía.

Muchos otros príncipes soberanos de la Europa medieval descendieron en la línea masculina de los reyes capetianos de Francia. Había dos líneas de duques capetianos de Borgoña (1032–1361 y 1363–1477); el capetianocasa de Dreux, una línea de duques de Bretaña (1213–1488); tres emperadores capetianos de Constantinopla (1216–61), de la casa de courtenay; varios conteos de Artois (desde 1237), con sucesión controvertida; el primer capetianola casa de Anjou, con los reyes y las reinas de Nápoles (1266–1435) y los reyes de Hungría (1310–82); la casa de Évreux, con tres reyes de Navarra (1328–1425); la segunda casa capetiana de Anjou, con cinco condes de Provenza (1382–1481); y otras ramas menores.

Monarquía

Cuando Luis V (986–987) murió joven, los magnates se reafirmaron para elegir al rey Hugh Capet. Esta vez, a pesar de la supervivencia de un reclamante carolingio, Carlos de Lorena, la brecha dinástica fue permanente.

La elección del 987 coincidió con una crisis de poder más general. El saqueo de los vikingos dio paso al de los castellanos y los caballeros; la incapacidad de los reyes (de cualquier familia) para obtener profesiones de fidelidad y servicio de la masa de personas en tierras que se extienden más allá de unos pocos condados muestra cómo las nociones de lealtad personal y señorío estaban reemplazando la del orden público (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Al igual que los castellanos fueron liberándose de subordinación a los cargos, por lo que los monjes afirmaban exención de la supervisión de los obispos: en un caso famoso obispo de Orléans fue opuesto por el Abbo aprendido de Fleury (muerto en 1004). Hubo una nueva insistencia en la virtud de la fidelidad y en el pecado de la traición.

Hugh Capet (reinó 987–996) y su hijo Roberto II (el Piadoso; 996–1031) luchó en vano por mantener la solidaridad carolingia de condes asociados, obispos y abades; después de aproximadamente 1025, Robert y sus sucesores eran apenas más que señores coronados, y su protectorado fue valorado por pocos, pero los barones e iglesias menores de la Isla de Francia. Ninguno, ni Enrique I (1031–60) ni Felipe I (1060–1108), podría igualar el éxito (como lo fue) de sus rivales en Normandía y Flandes en la subordinación de castillos y vasallos a sus propósitos.

Sin embargo, incluso estos reyes relativamente débiles se aferraron a sus pretensiones. Reclamaban derechos en las iglesias y monasterios de los obispos que estaban muy lejos de su dominio inmediato, que se concentraba alrededor de París, Orleans, Compiègne, Soissons y Beauvais. Enrique se casó con una princesa rusa, a cuyo hijo se le dio el nombre exótico de Felipe; y la elección de Louis, un nombre carolingio, para el hijo de Philip era aún más obviamente programático. Luis VI (1108–37) pasó su reinado reduciendo a sumisión a los barones ladrones de la isla de Francia, restaurando así el respeto por la justicia del rey; trabajó cautelosamente para promover la soberanía real sobre los dominios principescos. Era una señal de prestigio recién logrado que aseguró a la heredera Leonor de Aquitania como novia para su hijo Luis VII (1137–80).
Si, Pero:
Pero Luis VI tuvo menos éxito en las guerras fronterizas con Enrique I de Normandía; estos conflictos se hicieron más peligrosos cuando, tras el fracaso de su primer matrimonio, Leonor se casó.Enrique II de Anjou, que llegó a controlar las tierras en el oeste de Francia en mayor medida que los dominios capetianos. Luis VII demostró ser, sin embargo, un firme defensor de su reino. Nunca renunció a su reclamo de señorío sobre las tierras angevinas, y permitió que los hombres más pequeños de su entorno la libertad de desarrollar un control más eficiente de su patrimonio patrimonial. No menos importante, él engendró, con retraso, por la reina Adela de Champagne, su tercera esposa, en medio de transportes de alegría aliviada, el hijo que debía continuar el trabajo de la dinastía.

El temprano capetiano los reyes lograron así el poder de un gran principado, como Normandía o Barcelona, ​​al tiempo que abrigaban el potencial para restablecer una autoridad totalmente real sobre el reino mayor que una vez gobernó Carlos el Calvo. Los príncipes eran sus aliados o sus rivales; a veces hacían homenaje y juraban fidelidad al rey, pero se mostraban reacios a admitir que sus patrimonios ganados con tanto esfuerzo eran feudos de la corona. El señorío real sobre los campesinos, la gente del pueblo y las tierras de la iglesia fue durante muchas generaciones un componente más importante del poder del rey en Francia. Fue ejercido personalmente, no burocráticamente. El séquito del rey, como los de los príncipes, reproducía la antigua estructura franca del servicio doméstico. los Senescal se ocupó de la administración general y el aprovisionamiento, una función (como la de los alcaldes del palacio) con el potencial de expandirse. El mayordomo, el agente y el chambelán también eran laicos, el canciller normalmente un clérigo.

Más Información

Los oficiales laicos no eran agentes en el sentido moderno; Sus funciones (e ingresos) eran recompensas o feudos, por los que rara vez se tenían en cuenta y que solían reclamar por derecho hereditario.
Entre las Líneas
En un caso notorio, Stephen de Garland intentó reclamar la senesqualsía como su propiedad y durante un tiempo incluso tuvo tres oficinas a la vez; pero este abuso pronto fue remediado y se le advirtió a Luis VI y sus sucesores. losel canciller redactó los decretos y privilegios del rey cada vez con mayor cuidado y regularidad. El o elChamberlain mantuvo listas de inquilinos fiscales y sus obligaciones en las haciendas del señor-rey y en las ciudades para verificar el servicio de las autoridades que recaudaron las rentas y los beneficios de la justicia.
Si, Pero:
Pero este servicio no fue menos explotador que el de los funcionarios del hogar; el dominio real quedó rezagado respecto de los principescos de Flandes y Normandía en la imposición de la responsabilidad de sus sirvientes. El abadSuger de Saint-Denis (fallecido en 1151), una vez un rector en los dominios de su monasterio, fue fundamental para promover las concepciones administrativas del poder en la corte de Luis VII.

Autor: Williams

Recursos

[rtbs name=”informes-jurídicos-y-sectoriales”][rtbs name=”quieres-escribir-tu-libro”]

Notas y Referencias

  1. Información sobre dinastía de los capetos de la Enciclopedia Encarta

Véase También

Occitania
Carlomagno

Otra Información en relación a Dinastía de los Capetos

▷ Esperamos que haya sido de utilidad. Si conoce a alguien que pueda estar interesado en este tema, por favor comparta con él/ella este contenido. Es la mejor forma de ayudar al Proyecto Lawi.

1 comentario en «Dinastía de los Capetos»

Foro de la Comunidad: ¿Estás satisfecho con tu experiencia? Por favor, sugiere ideas para ampliar o mejorar el contenido, o cómo ha sido tu experiencia:

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde Plataforma de Derecho y Ciencias Sociales

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo