Tras un breve repaso de las diásporas urbanas en Asia Central y el Cáucaso, la Sección 2 visita zonas dispares del país -desde Donbás a Magnitogorsk, pasando por las repúblicas bálticas, los campos de algodón de Azerbaiyán, las tierras esteparias poco pobladas de Siberia y la isla de Sajalín, las Tierras Vírgenes del norte de Kazajstán y, finalmente, Moscú y Leningrado- que sirvieron de imanes que atrajeron a ciudadanos soviéticos de todo el país. Estos lugares reflejaban regímenes de migración laboral y profesional destinados a emparejar a la población con zonas ricas en recursos naturales, pero también figuraban en los repertorios de los emigrantes para ampliar sus ingresos participando en la floreciente economía sumergida. Todos estos casos de migración voluntaria contrastan con los presentados en otro lugar, que hacían hincapié en la coacción. Incluso cuando se formaron las diásporas en estos lugares, argumentamos, fueron decisivas para dar forma al “nuevo individuo soviético”.