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Racismo en el Fútbol

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Racismo en el Fútbol

Este elemento es una ampliación de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre el racismo en el fútbol.

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Asimismo, y respecto al racismo, puede verse la información sobre la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial, la “Discriminación Racial en el Siglo XXI“, el conflicto racial, el “Racismo Sistémico“, y respecto a la Discriminación Étnica.

Racismo en lel Fútbol

Nota: Véase más detalles sobre los hooligans del fútbol en esta plataforma digital.

Como deporte de competición, el fútbol tiene una historia necesaria de rivalidades entrañables, diversidad e identidades que atraen a millones de personas a sus diversos eventos de base e internacionales año tras año. Como fenómeno social y producto cultural significativo, está repleto de marcadores tanto de lo bueno como de lo malo de la humanidad global. Como Allport reflexionó sobre las relaciones sociales en su texto clásico “La naturaleza de los prejuicios” (publicado en 1954), las rivalidades y los odios entre grupos no son nada nuevo. Sin embargo, en el fútbol lo que presenciamos es cómo estas rivalidades y odios se manifiestan de formas tan abigarradas que es testimonio de este deporte que muchos mantengan su entusiasmo infantil inicial en relación con su inocente reavivación de las nociones de “igualdad de condiciones” y meritocracia.

Resulta esclarecedor cómo los seguidores del fútbol superan sucesos racistas como el de la década de 1970, cuando el futuro internacional inglés Viv Anderson fue acribillado con plátanos, manzanas y peras en su debut. Después de quejarse a su entrenador mientras calentaba, cuenta que éste le dijo: “¡Pues vuelve a sacar tu ******* culo ahí fuera y tráeme dos peras y un plátano!”. Tampoco son muchos los que comentan la mentalidad de la Asociación Inglesa de Fútbol cuando la selección inglesa hizo el saludo nazi antes de jugar contra Alemania justo antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Algún autor sostiene que la ceguera ante los males del fútbol surge del amor por jugar, ver y seguir el juego. Para otros, sugiere que la ceguera proviene del amor a nosotros y del odio a ellos. Si se examina más de cerca, el fútbol asociación tiene otros legados en los que la simetría de las relaciones sociales es exageradamente asimétrica a lo largo de una serie de líneas de opresión que se entrecruzan. El género, la clase, la religión, la “raza”, la etnia y la nacionalidad, entre otros, se convierten en el terreno en el que el fútbol revela otras divisiones de la sociedad que no son exclusivas del fútbol, pero que no dejan de ser algunas de sus responsabilidades. Literal y metafóricamente, el fútbol es claramente un terreno de disputa en el que los prejuicios y el fanatismo son características habituales. Al igual que en otros escenarios sociales, el fútbol pone de manifiesto estas tensiones y relaciones, trayendo consigo una plétora de debates, tanto críticos como acríticos, que tienen el potencial de cuestionar problemas más amplios que los deportivos, o de trivializarlos y perpetuarlos.

Giulianotti y Robertson (en su trabajo de 2009) sitúan la importancia del fútbol como motor clave del proyecto de globalización mundial. Esbozan cómo el fútbol contribuye a que las cinco fases de la globalización (germinal, incipiente, despegue, lucha por la hegemonía e incertidumbre) coincidan con épocas históricas identificables en el desarrollo del fútbol. En concreto, el fútbol “despegó” cuando:

  • se desarrollaron las competiciones nacionales;
  • se reforzaron las relaciones futbolísticas internacionales a lo largo de las fronteras estatales, junto con la influencia y la autodeterminación de las naciones menos poderosas;
  • se introdujeron las giras internacionales de clubes;
  • debido a la popularidad del fútbol, pasó a ser visto (políticamente) como propaganda y como una oportunidad para forjarse una posición internacional, especialmente en tiempos de tensión internacional;
  • la capacidad del fútbol para reflejar la diversidad de la cultura y la energía internacionales a través de una competición exitosa.

La FIFA contaba en 2010-2011 con unas reservas de 1.280 millones de USD; y en Europa, donde se encuentran los 20 clubes de fútbol profesional que más ganan en el mundo, sus ingresos superan los 4.000 millones de euros en esos años. Los intercambios transfronterizos entre naciones, la liberalización del comercio internacional, la experiencia cultural compartida y la consiguiente desterritorialización de las relaciones sociales llevan a algunos comentaristas a plantear que la posición del fútbol como el deporte global más popular y mediático ha evolucionado de forma constante hasta llegar a donde se encuentra hoy, pero debe mantenerse de forma coherente. Sin embargo, la presencia de ideologías raciales y racismo en el fútbol no puede sino perjudicar a su “producto” líder del mercado.

Aunque en el fútbol las discusiones sobre la “raza” son habituales, los teóricos de la “raza” se han empeñado en subrayar su naturaleza mítica y socialmente construida. Al mismo tiempo que atraemos los discursos sobre la “raza”, muchos estudiosos subrayarán la falacia de la “raza” al tiempo que articulan la paradoja de su inexistencia. El término “raza” no se utiliza aquí sin precaución, de ahí el uso de comillas para subrayar su naturaleza controvertida. “Raza” se utiliza en su sentido global para reconocer su uso en lo cotidiano con vistas a desbaratar su aplicación acrítica. “Raza” también se utiliza aquí de forma pragmática para incorporar las nociones de etnicidad, especialmente porque una se utiliza habitualmente como abreviatura de la otra. La etnicidad está racializada en su aplicación, ya que la nacionalidad, la geografía, el color y la religión se “mezclan” en un menú limitado y limitador de categorías para nuestro consumo. Sin embargo, se puede hablar a propósito de “raza” como etnicidad para evocar lo que ella denomina los dos registros del racismo biología y cultura.

Alertando así a las autoridades futbolísticas de los peligros de las fronteras no fijas y permeables de los términos construidos socialmente. Lo problemático del pensamiento ‘racial’ para muchos en el deporte es su discurso endémico omnipresente. La popularidad del pensamiento ‘racial’ se localiza históricamente en múltiples absorciones y hechos que refuerzan la legitimidad de la ‘raza’ y, por tanto, de las diferencias físicas en el deporte. Las absorciones que han perdurado son las que sostienen que los humanos podrían dividirse en unas pocas “razas” biológica y fenotípicamente separadas; las similitudes dentro de estos grupos podrían reducirse a la capacidad, el comportamiento y la moralidad; estas diferencias se transmitirían de forma natural de una generación a la siguiente; y existen jerarquías raciales con los blancos en la cima y las “razas” más oscuras en el extremo opuesto.

▷ En este Día de 20 Mayo (1902): Independencia de Cuba
Tal día como hoy de 1902, Cuba consigue su independencia de Estados Unidos, que había tomado el control de la isla en 1899 tras derrotar a España en la guerra hispano-estadounidense. Bajo la nueva constitución cubana, Estados Unidos conservó el derecho a intervenir en los asuntos cubanos y a supervisar sus finanzas y relaciones exteriores. En virtud de la Enmienda Platt, Estados Unidos arrendó a Cuba la base naval de la bahía de Guantánamo. Justamente 100 años más tarde de la independencia cubana, Timor Oriental se independiza oficialmente. (Imagen de wikimedia: Izado de la bandera cubana en el Palacio del Gobernador General a mediodía del 20 de mayo de 1902).

Hablar de “raza” en un sentido más amplio es sintomático de males sociales más perniciosos. La metáfora del “canario del minero” es útil para comprender por qué es importante alistar el término “raza” como parte de una agenda más larga de resistencia a la problemática racializada, que conduzca al cambio social. El canario de un minero se utilizaba originalmente para detectar los gases tóxicos que ponían en peligro la vida en las minas. La presencia del canario era un síntoma del problema venenoso más pernicioso, del mismo modo que la presencia del discurso “racial” en el fútbol es sintomática de los deslices raciales, de los procesos y formaciones raciales que sustentan las ideologías de “raza” y, por tanto, las diferencias raciales.

Guinier y Torres (2003) utilizan el término “raza política” para subrayar que los problemas racializados que han tenido tanta repercusión en el fútbol (y que, por supuesto, para algunos son un fenómeno cotidiano) son, de hecho, los primeros signos de alerta de elementos más tóxicos en la sociedad en general. Aunque se trate de problemas sociales más amplios, quienes tienen responsabilidades en, y para, el fútbol deben ser conscientes de su papel a la hora de reforzarlos o resistirse a ellos. Las medidas reactivas individuales por sí solas, como el establecimiento de un régimen de multas y prohibiciones, son un paso adelante, aunque por sí solas equivalen a poner una máscara antigás al canario mientras los procesos más amplios y sistémicos permanecen sin control (según reconocía la UEFA en 2013). En lugar de acciones incrementales individuales, los autores instan al fútbol a cambiar el aire de las minas.

Las ingenuas visiones populares del fútbol sugerirían que, en general, el fútbol está desprovisto de las tensiones raciales que se observan en otros lugares. Las nociones de que el racismo está desterrado a las estribaciones de la historia de este deporte se revelan a menudo cuando el racismo se evidencia de forma pública. En muchos sentidos, la evaluación de Burdsey (2011) sobre la individualización del racismo por parte de los principales interesados para eximirse de la necesidad de ser vigilantes y sistemáticos en la vigilancia del mismo y de sus resultados ofrece una visión de la constante conmoción y horror ingenuos cuando surgen incidentes y se dan cuenta de que el racismo en realidad no ha muerto. Aunque pocos plantearían su ausencia total del juego, mucha gente considera ahora que el racismo está confinado en gran medida a la historia y/o sigue siendo el coto de un pequeño número de fanáticos residuales escondidos en las gradas, en lugar de impregnar… los clubes, las estructuras y las organizaciones.

El análisis de Lusted (2009) sobre la igualdad racial en la gobernanza del fútbol viene a apoyar esta premisa de que la tesis del prejuicio individual es inadecuada como marco desde el que comprender las complejidades de la exclusión racial en las funciones de administración y gestión del fútbol. La tendencia a individualizar los casos de racismo o los resultados racializados en lugar de considerarlos indicativos de procesos culturales o institucionales más amplios es típica de este tipo de ideologías. La “raza” es un tema polémico en el fútbol desde hace tiempo y afecta significativamente a la forma en que todos lo vivimos como jugadores, espectadores, oficiales, entrenadores y directivos. También está claro que el fútbol es uno de los espacios más enrarecidos en los que el racismo y los procesos racializados son características comunes de las interacciones. Sin embargo, el fútbol se erige como el deporte más popular del mundo. El organismo rector del fútbol mundial (FIFA) afirma que 265 millones de jugadores y jugadoras, además de cinco millones de árbitros y oficiales -o el 4% de la población mundial- participan activamente en el juego del fútbol (FIFA.COM, 2011). Está claro que el fútbol está moteado de formas de racismo que hunden sus raíces en la historia, son particulares, residuales y emergentes, y sin embargo existen patrones globales de racismo en el fútbol que son fácilmente reconocibles desde cualquier trasfondo cultural. La principal advertencia sobre la lectura de la “raza” y el racismo en el fútbol es que las formas evidentes no son más que la punta del iceberg y que, al igual que en otros ámbitos, el racismo es sutil, dinámico y se reinventa constantemente con el paso del tiempo.

Los estudiosos de la “raza” a menudo prefieren utilizar el término racismo(s) para subrayar la naturaleza polifacética de los procesos que subyugan, oprimen y desempoderan. Así, el racismo debe reconocerse como modos de exclusión, inferiorización, subordinación y explotación que presentan caracteres específicos y diferentes en distintos contextos sociales e históricos.

La pluralidad del racismo es primordial para utilizarlo como punto de partida de cualquier análisis de la “raza” y el racismo en el fútbol. Dado que nuestras identidades siguen siendo fluidas, las macrodesigualdades e injusticias sociales más amplias repercuten en elementos de estas identidades, lo que da lugar a “versiones” de los racismos. Los racismos han sido ampliamente cartografiados en otros lugares  y siguen siendo desmitificados debido a la naturaleza relativa de estas ambigüedades para quienes tienen menos probabilidades de experimentarlos. La compleja dinámica social que opera a través de los terrenos personal, cultural y estructural que funcionan junto a otras formas de opresión social que se entrecruzan significa ostensiblemente que las partes interesadas en el deporte, y en el fútbol en particular, tienden a “abordar” las manifestaciones más obvias del racismo. Incluso cuando se utilizan discursos más accesibles para clasificar la discriminación racial como directa o indirecta, abierta o encubierta, presentan a los dirigentes del fútbol múltiples frentes más allá del vandalismo más manifiesto y de los actos individuales en los que centrarse a la hora de abordar el racismo. Sin un liderazgo sostenido, recursos o inteligencia para desafiar estas cuestiones, los procesos y formaciones raciales que conducen a una serie de desigualdades racializadas en el fútbol siguen siendo comunes y están arraigados en lo que muchos consideran costumbres y prácticas benignas del fútbol.

El enfoque del fútbol y las microagresiones
Constantine y Sue (2007) sostienen que el racismo está arraigado en la sociedad, que el privilegio blanco es perpetuado por quienes más se benefician de él, que las personas negras son las más propensas a sufrir racismo, que el racismo es una experiencia cotidiana y que los racismos cambian con el tiempo a formas menos detectables. Los debates sobre fútbol, “raza” y racismo han estado a menudo preocupados por las manifestaciones más explícitas de fanatismo y desigualdades raciales, pero podría acusarse a los principales interesados de pasar por alto expresiones cotidianas de racismo más sutiles y psicológicamente perjudiciales. Las microagresiones raciales pueden describirse como ignominias verbales, conductuales o ambientales cotidianas y fugaces que pueden ser intencionadas o no. Las sutilezas de las microagresiones raciales son útiles para ayudar a los responsables políticos a formarse ideas sobre cuánto deben avanzar los órganos rectores del fútbol para comprender cómo la “raza”, la racialización y el racismo repercuten en nuestras experiencias de juego. Las microagresiones son intercambios sutiles, sorprendentes y a menudo automáticos que constituyen menosprecios.

Las microagresiones se dividen en tres tipos:

  • microagresiones;
  • microinsultos; y
  • microinvalidaciones.

El Grupo de Trabajo para la Eliminación del Racismo en el Fútbol, en 1998, y más recientemente en 2012, surgieron como reacción a la preocupación por las microagresiones explícitas y el daño que tales actividades estaban causando al juego. El hooliganismo por motivos raciales de los años 70 en el Reino Unido y los casos habituales que se presencian hoy en día en toda Europa son ejemplos de ello. El reciente juicio John Terry-Anton Ferdinand y los casos Luis Suárez-Patrice Evra en el Reino Unido son ejemplos al más alto nivel en los que los comportamientos racistas manifiestos han sido objeto de gran preocupación y angustia para todos los implicados. Sin embargo, también podría argumentarse que el fútbol se ha preocupado por reaccionar ante las microagresiones, que son las creencias o actitudes tendenciosas conscientes que tienen los individuos y que se expresan o actúan intencionadamente de forma abierta o encubierta hacia una persona marginada o un grupo socialmente devaluado.

Los procesos raciales no siempre son tan fáciles de precisar y no siempre se representan tan públicamente. Los problemas del fútbol con la “raza” y el racismo suelen ser más sutiles y ambiguos, por lo que es menos probable que los menos afectados por ellos los cuestionen. Los microinsultos y microinvalidaciones en el fútbol de los que sabemos menos se han descrito como involuntarios y habituales. Los microinsultos pueden ser actos interpersonales o ambientales que comunican desprecios raciales o formas de comportamiento insultante. Por ejemplo, pueden detectarse microinsultos cuando se asocian calificativos de inteligencia (alta/baja) a un grupo determinado. Esto ha sido articulado en ocasiones por organizaciones antirracistas como Kick It Out, y Fútbol contra el Racismo en Europa, como explicación de fenómenos que se producen como la falta de directivos negros y de minorías étnicas en los niveles más altos. Esta disparidad en la representación puede explicarse por una serie de factores, según la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA) en un informe de 2010. Identifican reglas, normas, rutinas, patrones de actitudes, comportamientos y estructuras sociales relacionadas que simbolizan obstáculos en los derechos y oportunidades de los grupos étnicos minoritarios frente a los que se ofrecen a las poblaciones mayoritarias. Más concretamente, algún estudio sobre raza y género sugiere que las barreras estructurales pueden clasificarse en socioeconómicas y culturales, racismos y/o sexismos manifiestos, estereotipos físicos y culturales, y disposiciones organizativas y discriminación institucional.

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características en 2024 o antes, y el futuro de esta cuestión):

Esta infrarrepresentación se ha descrito como un “techo de cristal”, un término útil para describir la relativa homogeneidad en la mayoría de los niveles del fútbol, desde los comités regionales hasta la dirección profesional. Kick It Out informó de que la Asociación de Entrenadores Negros y Asiáticos afirma que esto se refleja en el bajo número de entrenadores a los que se anima a través del sistema a obtener sus distintivos de entrenador de la UEFA. En 2012, sólo el 4,8% de los 1.300 entrenadores que poseían una licencia UEFA B o superior procedían de un entorno étnico negro y minoritario (BME), a pesar de que el 20% de los futbolistas profesionales proceden de comunidades BME.

Del mismo modo, es probable que atribuir una mayor inteligencia a determinados grupos conduzca a la perpetuación de la escasa diversidad que vemos en el fútbol, que ha sido cuestionado por muchos por ser muy blanco de arriba abajo . Se dice que el racismo institucionalizado impregna el fútbol, ya que las personas de raza negra y de minorías étnicas destacan como jugadores, aunque no como administradores, directivos y funcionarios. Se podría considerar las presencias y ausencias en el fútbol como casos para explorar cómo se normaliza la blancura. En referencia a la definición de racismo institucionalizado de Macpherson (1999), que fue un resultado de la investigación sobre Stephen Lawrence, utilizan el término “involuntario e inconsciente” para describir cómo se mantienen los procesos raciales. Las investigaciones indican la marcada ausencia de minorías en los puestos directivos del fútbol. Menos del 1% de los altos directivos y de los miembros de los comités ejecutivos de las federaciones nacionales y regionales pertenecen a minorías. Del mismo modo, menos del 1% de todo el personal de “cuello blanco” de los clubes profesionales pertenece a minorías, incluso en clubes situados en localidades culturalmente diversas.

Estas cuestiones se agravan aún más cuando se trata de otros factores que se entrecruzan, como el género y la sexualidad. En relación con estas preocupaciones sobre el racismo en el fútbol se encuentran las cuestiones perennes del nacionalismo y la xenofobia, que se manifiestan con regularidad en los campeonatos nacionales/internacionales (hay una amplia literatura), y la blancura. Los microinsultos habituales se producen a través de la estereotipada [falta de] físico de los asiáticos británicos, lo que también ha llevado a menudo a que se les considere de segunda clase o, como afirman Sue et al. (2007), ciudadanos de segunda clase. Existe una gran cantidad de textos que se esfuerzan por examinar y desmitificar la experiencia de los asiáticos británicos en el fútbol a todos los niveles (hay una amplia literatura sobre ello).

Otras absorciones en las que se basan las razones culturales de su falta de participación, de inclusión, de habilidades, son a menudo superficiales, sutiles, pero comúnmente sostenidas y compartidas, y su posición dentro del fútbol también significa que se ofrecen pocas oportunidades para cuestionar estos puntos de vista. Sin embargo, cuando las asociaciones de fútbol de los condados, y por encima de ellas, exhiben fotos de presidentes de comités y comités anteriores, Sue (2010) estaría aún más convencida de los mensajes que se envían a quienes no están representados o están infrarrepresentados en esas fotos. Se trata de ejemplos de microinsultos en los que es probable que las personas de raza negra no se sientan cómodas en esa compañía porque es probable que sientan que no se les valora tanto como a las figuras que suelen aparecer en esas fotografías. La opinión de Sue (2010) de que estos microinsultos pueden ocultar prejuicios raciales en el habla y los comportamientos cotidianos, al tiempo que refuerzan la ignorancia de ideales reduccionistas de los “otros”, es pertinente para el fútbol. El fútbol es un terreno disputado en el que se pueden presenciar estas microagresiones y, sin embargo, si se pueden identificar, se podría argumentar que también se deberían cuestionar.

Las microinvalidaciones presentan similitudes con los microinsultos, ya que el comportamiento involuntario tiende a tipificar a sus autores. Sue también postula que las microinvalidaciones podrían considerarse como las formas más insidiosas, perjudiciales y dañinas, porque las microinvalidaciones atacan directamente o niegan las realidades experienciales de los grupos socialmente devaluados. Logran este objetivo mediante señales interpersonales y ambientales que excluyen, niegan o anulan los pensamientos, sentimientos y experiencias psicológicas del grupo objetivo.

Los intentos de insistir en que el fútbol es daltónico y que se trata de una meritocracia justa, contribuyen en gran medida a las microinvalidaciones que los negros experimentarán en el juego. En otro lugar sostengo que, aunque el daltonismo es un objetivo loable, es similar a las ideas de que hablar de “raza” es obsoleto debido a la elevación de Barack Obama a la posición más alta del planeta, post “raza”. Lusted (2009: 733) llama a esto “rechazar la validez de la “raza”” como técnica para legitimar las actuales relaciones de poder. Reveló cómo la negación de la importancia de la “raza” por parte de las autoridades futbolísticas podía deberse a la percepción de que se estaba jugando la “carta de la raza” para buscar una ventaja injusta; una negación de la “raza” a través de una retórica daltónica. Estas ideas no ayudan al fútbol cuando sigue manteniendo estas desigualdades y jerarquías racializadas. Adherirse a una filosofía de daltonismo es un voto a favor del statu quo y una negación e invalidación de las experiencias racializadas de quienes han sufrido directa o indirectamente en el juego. Es un privilegio de la blancura negar las desigualdades en el fútbol. Es un privilegio del poder negar las experiencias de los más afectados por la existencia de la “raza”, la racialización y el racismo en el fútbol. También es una microinvalidación, una de las tres formas de microagresiones, que el fútbol debe contrarrestar si se quiere que la presencia de la “raza”, el canario del minero, sea sintomática de preocupaciones más profundas dentro del juego. No ver el color no significa que los individuos o los órganos de gobierno sean imparciales. Al no actuar, o al no querer que el juego parezca racista por ignorar estas importantes cuestiones sociales, el fútbol está almacenando problemas para más adelante; y se arriesga continuamente a ser sorprendido por los incidentes de gran repercusión que nos hemos acostumbrado a ver en los medios de comunicación.

Pasamos a examinar cómo se ha considerado la “raza” y el racismo en el fútbol durante un periodo de 15 años entre dos acontecimientos significativos. Se consideran dos grupos de trabajo encargados de eliminar el racismo en el fútbol como ejemplos de cómo los cambios graduales en la comprensión de estas cuestiones por parte del fútbol han luchado por cambiar el panorama fundamental de la “raza” y el racismo en el fútbol. Las microafrentas, los microinsultos y las microinvalidaciones señalan problemas tan constantes y preocupantes para el fútbol que éste ha luchado por dedicar recursos y esfuerzos para incidir en ellos. En efecto, después de 15 años, pueden hacerse tímidamente afirmaciones de cambio para bien en algunos ámbitos, aunque los problemas fundamentales siguen sin resolverse.

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Aprender del pasado: déjà vu y los grupos operativos de fútbol
En 1998, el Grupo de Trabajo sobre la Eliminación del Racismo en el Fútbol subrayó muy claramente en su informe al Ministro de Deportes el poder del fútbol para inculcar una serie de resultados relacionados con la “raza”. Hicieron tres grandes propuestas a sus principales interesados:

  • Abordar el racismo en el fútbol es una cuestión moral. También contribuirá a atraer a los jugadores más fuertes de todos los orígenes y no sólo de unos pocos.
  • La salud financiera y la estabilidad del juego están en juego si estas cuestiones no se consideran seriamente.
  • El racismo en los estadios de fútbol estropea el ambiente y disuade a los padres y cuidadores de llevar a sus hijos a futuros partidos.

Argumentaron que, incluso después de una larga historia, el racismo y sus repercusiones sólo empezaron a ser tomados en serio por el fútbol y sus autoridades en la década de 1990. Plantearon la ambigua agenda del fútbol al yuxtaponer el potencial del fútbol para el bien, expresado en su capacidad para superar las divisiones religiosas, culturales, nacionales y continentales, con su capacidad simultánea para potenciar y reforzar estas divisiones. El Grupo de Trabajo de 1998 pasó a resumir el imperativo de volver a centrar a las partes interesadas del fútbol en la “raza” y el racismo en la década de 1990 al afirmar que en las décadas de 1970 y 1980, el racismo estaba muy extendido en algunos campos de fútbol ingleses. Los cánticos e insultos racistas eran habituales; se lanzaban plátanos desde las gradas y las terrazas a los jugadores negros; y los clubes de fútbol eran objetivo de grupos de extrema derecha para la difusión de literatura racista. La selección nacional, en particular, se asoció con seguidores de extrema derecha. Los partidos en casa, en Wembley, se vieron empañados por los insultos a los jugadores ingleses negros.

Otras razones, como los hooligans y la agencia individual, eran habituales en esta época para explicar el comportamiento racista. Sin embargo, tales explicaciones ignoraban a quienes, dentro del fútbol, son los administradores, los oficiales, los jugadores, los medios de comunicación, que ejercen ellos mismos la agencia, institucional o de otro tipo, al demostrar y reforzar formas de comportamientos racializados. Estas formas de racismo perpetúan ideologías y prácticas de forma recursiva de manera que refuerzan el racismo cotidiano invisible que muchos estudiosos critican. Sería descortés argumentar que la agencia individual, especialmente la demostrada por matones, jugadores y espectadores que actúan en el “impulso del momento”, no es culpable de algunos de los problemas del juego. Sin embargo, cuando el vandalismo ha sido un factor, ha tendido a ser un importante manto con el que difuminar muchas de estas cuestiones matizadas y niega las sutilezas de los procesos raciales y las microagresiones en el fútbol.

El Grupo de Trabajo de 1998 hizo una serie de recomendaciones significativas que incluían:

  • endurecer las penas por abuso racial;
  • exigir a todas las partes interesadas que firmen una carta antirracista;
  • establecer una unidad de control del racismo a nivel de distrito y en las autoridades locales;
  • hacer esfuerzos para animar a más jugadores de minorías étnicas y, en particular, a los jugadores asiáticos;
  • mejorar la formación de los delegados y la concienciación sobre el racismo;
  • la FA debería fijar objetivos para aumentar el número de entrenadores y árbitros cualificados negros y asiáticos y adoptar medidas positivas para alcanzar dichos objetivos;
  • la PFA y la Asociación de Directivos de la Liga deberían recomendar a los clubes de fútbol que incluyan un compromiso contra el racismo en los contratos de los jugadores y directivos, cuyo incumplimiento acarrearía sanciones severas (multas o despido).

La mayoría de estas cuestiones y otras recomendaciones surgieron también del mayor estudio sobre el fútbol aficionado y semiprofesional para Kick It Out.

Al más puro estilo cinematográfico, si cortamos a 2013, 15 años en el futuro, otro grupo de trabajo sobre fútbol fue convocado esta vez por el primer ministro David Cameron en respuesta a los insultos racistas de Luis Suárez, del Liverpool FC, hacia Patrice Evra, del Manchester United, a la agresión racial de Anton Ferdinand, del QPR, al capitán del Chelsea y de la selección inglesa, John Terry, y a otros diversos incidentes en clubes y selecciones. Este periodo también incluyó la sugerencia desinformada del director ejecutivo de la FIFA, Sepp Blatter, de que “no hay racismo en el fútbol” y que si se producen incidentes en un partido, el trauma de ser víctima puede disiparse con tan solo “un apretón de manos”.

A raíz del comentario poco acertado de Blatter sobre estas cuestiones y de las disculpas que algunos podrían decir que le siguieron rápidamente, Bleacher Report (2011) recopiló una lista de incidentes pasados y presentes de gran repercusión en el fútbol. En 2013, poco después de que Kevin Prince Boateng se convirtiera en el primer jugador de alto perfil en abandonar el terreno de juego por haber sido objeto de insultos racistas por parte de los espectadores mientras jugaba para el AC Milan contra el Pro Patria, donde el partido fue abandonado, Sepp Blatter creó su propio grupo de trabajo de la FIFA para abordar estas cuestiones al más alto nivel. Organizaciones como Kick It Out y Show Racism the Red Card, que sólo unos meses antes habían testificado ante la Comisión de Cultura, Medios de Comunicación y Deporte convocada por David Cameron, criticaron a las autoridades futbolísticas por la falta de liderazgo a este nivel.

Como anunció el Grupo de Trabajo para la Eliminación del Racismo en el Fútbol en 1998, existen razones éticas, morales y comerciales para que el fútbol se asegure de que el racismo no arraigue. Van Sterkenburg et al. observan correctamente que, como el racismo suele aparecer en oleadas, es difícil mantenerlo en la agenda del fútbol, pero la “raza” y el racismo siguen siendo temas espinosos en el fútbol mundial . Aquí se hace hincapié en un periodo de 15 años en el que las mismas quejas del principio se escuchan con la misma intensidad al final: falta de política y liderazgo suficientes; racismo, fanatismo y prejuicios continuos; falta de diversidad en la administración y la gestión; y, como consecuencia, falta de modelos de conducta. En algunos casos, se proponen las mismas soluciones, lo que sugiere falta de sinceridad por parte de las autoridades futbolísticas encargadas de llevar esto adelante. Además, los que se han visto afectados por los procesos raciales y las tres formas de microagresiones percibirán a las autoridades futbolísticas bajo una luz diferente y quizá no tan indulgente, ya que su estructura y liderazgo vacilan sistemáticamente a la hora de establecer un enfoque coherente para abordar los procesos y resultados perniciosos. Los más afectados considerarán las microinvalidaciones a largo plazo de:

  • la lentitud en el desarrollo de las políticas;
  • los continuos problemas de escasa representación de los jugadores, entrenadores y directivos negros;
  • las cumbres nevadas en los niveles más altos del juego;
  • los racismos que aparecen en todos los niveles del juego, incluso en las salas de juntas; y
  • sus experiencias de racismo devaluadas en los escenarios públicos.

Mientras las autoridades del fútbol sigan sin ponerse de acuerdo sobre cómo abordar estas cuestiones, más allá de lo punitivo, es muy probable que los microinsultos y las microinvalidaciones sigan sin control.

Datos verificados por: Donovan

[rtbs name=”racismo”]

Medios de Comunicación, Industria de las Telecomunicaciones y la Comunicación

Véase acerca del “Racismo en los Medios de Comunicación“, y sobre la “Violencia de Género en los Medios de Comunicación“.

Véase también, muy relacionado con ello, una descripción de la desigualdad de “Género en la Industria de los Medios de Comunicación” y sobre la economía de los medios de comunicación.

Historia de la Industria de las Telecomunicaciones

Véase la historia de la industria o sector de las Telecomunicaciones en el mundo.

Historia de la Industria de las Tecnologías de la Comunicación

Véase la historia de la industria o sector de las tecnologías de la comunicación en el mundo.

Quienes pregonan las “olas de crímenes” utilizan una forma burda de feminismo (compromiso con una mejora del papel social de la mujer, que suele reflejarse en el sentido de promover la igualdad sexual) de la equidad para explicar las tendencias observadas y, en el proceso, contribuyen a la “reacción violenta” contra el movimiento de la mujer.

[rtbs name=”historia-de-las-mujeres”]

Recursos

[rtbs name=”informes-jurídicos-y-sectoriales”][rtbs name=”quieres-escribir-tu-libro”]

Notas y Referencias

Véase También

Medios de Comunicación, Ideologías lingüísticas, Prácticas discursivas, Identidades raciales, Racialización, Discriminación a través del discurso, Deportes, Sociología del Deporte

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