▷ Sabiduría mensual que puede leer en pocos minutos. Añada nuestra revista gratuita a su bandeja de entrada.

Violencia en los Deportes

▷ Regístrate Gratis a Nuestra Revista

Algunos beneficios de registrarse en nuestra revista:

  • El registro te permite consultar todos los contenidos y archivos de Lawi desde nuestra página web y aplicaciones móviles, incluyendo la app de Substack.
  • Registro (suscripción) gratis, en 1 solo paso.
  • Sin publicidad ni ad tracking. Y puedes cancelar cuando quieras.
  • Sin necesidad de recordar contraseñas: con un link ya podrás acceder a todos los contenidos.
  • Valoramos tu tiempo: Recibirás sólo 1 número de la revista al mes, con un resumen de lo último, para que no te pierdas nada importante
  • El contenido de este sitio es obra de 23 autores. Tu registro es una forma de sentirse valorados.

Violencia en los Deportes

Este elemento es una ampliación de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre este tema.

🙂 ▷ Ciencias Sociales y Humanas » Inicio de la Plataforma Digital » V » Violencia en los Deportes
Cuatro decenios de investigación científica social han puesto de relieve repetidamente las consecuencias físicas perjudiciales de la participación en actos de violencia deportiva. Ya sea en el fútbol americano, el hockey sobre hielo, el rugby, el fútbol, o las investigaciones que examinan diversas culturas deportivas, los estudiosos se han visto atraídos por el carácter dramático y dinámico que suele ser habitual en muchos de los deportes más populares.Entre las Líneas En la disciplina de la sociología, los académicos han sido particularmente prolíficos en este sentido, explorando la violencia deportiva de diversas maneras relacionadas con el desarrollo histórico del deporte; las dolorosas y perjudiciales consecuencias de la participación; las consecuencias para la atención de la salud de los atletas; la mercantilización de los atletas como trabajadores; las construcciones de género; y otras ideologías arraigadas en los deportes de rendimiento (véase una definición en el diccionario y más detalles, en la plataforma general, sobre rendimientos), la participación de los espectadores, y otra violencia relacionada con los deportes (SRV).

En este texto, consideramos una dimensión de la violencia deportiva relativamente poco investigada: el significado emocional, físico y social entrelazado que subyace a las experiencias de muchos atletas. Antes de esbozar los puntos teóricos que nos permitirán explorar un estudio de caso del boxeo que puede demostrar de manera útil la “emoción de la pelea”, y con el fin de proporcionar algún contexto, consideramos brevemente las definiciones y la literatura clave en este campo. Ese debate ayuda a situar un mundo de experiencias poderosas y placenteras dentro de un relato crítico de la morbilidad, e incluso la mortalidad, que puede acompañar a la participación de los atletas en determinados deportes.

VIOLENCIA DEPORTIVA: HALLAZGOS CLAVE
A través de la investigación sociológica que busca describir y explicar la violencia deportiva, dos temas destacados tienden a surgir: (1) las relaciones económicas desiguales entre los atletas y quienes poseen, administran y organizan los deportes tienden a dar lugar a que el éxito financiero tenga prioridad sobre la salud y el bienestar de los atletas; y (2) el género -en particular, las ideas tradicionales sobre la masculinidad poderosa, agresiva y estoica- funciona como un importante marco simbólico que los atletas, entrenadores y aficionados utilizan para codificar las actuaciones deportivas. Gran parte de la labor más importante en el ámbito de la violencia deportiva ha apoyado explícita o implícitamente estas dos conclusiones interconectadas. Si bien es posible sugerir que la ortodoxia académica ha dado lugar a que el lenguaje del dinero y la masculinidad domine estos debates, es razonable aceptar la pertinencia de estos argumentos en la mayoría de los casos.

Los académicos han señalado sistemáticamente que el equilibrio asimétrico de poder en el lugar de trabajo de los deportes profesionales es un factor clave que contribuye a la disposición de los atletas a abandonar su cuerpo. Como ejemplo cabe citar el polémico neomarxismo de Paul Hoch (1972), en el que los atletas deben optar por “mutilar o ser mutilados” a instancias de los “barones del robo” deportivos; La noción de complejo deportivo-industrial (SIC) de Joseph Maguire (2004), en virtud de la cual diversas instituciones deportivas se alinean con las ciencias humanas para producir una cinta transportadora de atletas de alto rendimiento (véase una definición en el diccionario y más detalles, en la plataforma general, sobre rendimientos) (desarrollada posteriormente por Maguire [2014] en el complejo deportivo-médico-industrial [SMIC]); o la investigación de Kevin Young (1993) que ofrece una tesis contraria a la comprensión popular de los atletas al reenmarcarlos como víctimas.
En este mundo deportivo, que, a pesar de algunos importantes desafíos (Bryson 1990; Cahn 1994; Channon y Matthews 2015), todavía puede entenderse en gran medida como el coto de los hombres (Dunning y Maguire 1996; Dunning 2008; Maguire 1989; Matthews 2016), los atletas entran en un intercambio económico, utilizando sus cuerpos como capital. Como sostienen Alex Channon y Christopher R. Matthews, el hockey sobre hielo profesional (masculino) “los atletas venden sus capacidades corporales a cambio de un salario, y una característica central de esta transacción es el riesgo de sufrir lesiones físicas tanto menores como mayores” (2016, 559). Al mismo tiempo, las actuaciones atléticas en el centro de este comercio físico/financiero ofrecen “una dramática prueba simbólica” (Messner 1990, 204) de la superioridad física y psicológica de los hombres heterosexuales sobre las mujeres y los “otros” (es decir, afeminados o gays) hombres. Parece, pues, que la violencia en los deportes no sólo es potencialmente destructiva para quienes participan en ella, sino que, como indican los argumentos pro-feministas, esa acción es también un elemento crucial de la recreación de la dominación cultural de los hombres.

▷ En este Día de 24 Abril (1877): Guerra entre Rusia y Turquía
Al término de la guerra serbo-turca estalló la guerra entre Rusia y el Imperio Otomano, que dio lugar a la independencia de Serbia y Montenegro. En 1878, el Tratado Ruso-Turco de San Stefano creó una “Gran Bulgaria” como satélite de Rusia. En el Congreso de Berlín, sin embargo, Austria-Hungría y Gran Bretaña no aceptaron el tratado, impusieron su propia partición de los Balcanes y obligaron a Rusia a retirarse de los Balcanes.

España declara la Guerra a Estados Unidos

Exactamente 21 años más tarde, también un 24 de abril, España declara la guerra a Estados Unidos (descrito en el contenido sobre la guerra Hispano-estadounidense). Véase también:
  • Las causas de la guerra Hispano-estadounidense: El conflicto entre España y Cuba generó en Estados Unidos una fuerte reacción tanto por razones económicas como humanitarias.
  • El origen de la guerra Hispano-estadounidense: Los orígenes del conflicto se encuentran en la lucha por la independencia cubana y en los intereses económicos que Estados Unidos tenía en el Caribe.
  • Las consecuencias de la guerra Hispano-estadounidense: Esta guerra significó el surgimiento de Estados Unidos como potencia mundial, dotada de sus propias colonias en ultramar y de un papel importante en la geopolítica mundial, mientras fue el punto de confirmación del declive español.

Las diversas obras de Young (véanse los ejemplos de 1993 y 2012, particularmente buenos) han hecho mucho para reunir estos argumentos en una síntesis coherente. Basándose en estudios de victimología, Young sitúa a los atletas dentro de una cultura organizativa que celebra la hipermasculinidad, una actitud de ganar a toda costa y el sacrificio corporal. Al hacerlo, ayuda a desplazar el enfoque de los atletas “problemáticos” que causan daños físicos entre sí, hacia una apreciación más sofisticada de las presiones institucionales que animan a los atletas a considerar sus “cuerpos como armas” (Messner 1990). La crítica de Young trabaja para ampliar la culpabilidad de los responsables de la violencia en los deportes para incluir a los directores de los equipos, los propietarios, los entrenadores e incluso los aficionados. De este modo, la institución cultural de los deportes de élite se ve problematizada, y su lugar como parte más o menos asumida de la sociedad occidental puede ser más fácilmente cuestionada.

La discusión de Robert Hughes y Jay Coakley (1991) sobre la “ética deportiva”, aunque adopta una posición teórica significativamente diferente -una posición informada en gran medida por la interacción simbólica-, se alinea claramente con obras como la de Young, que se centran específicamente en casar los relatos de la economía política con una lectura pro-feminista de la masculinidad.Entre las Líneas En este caso, los atletas de élite se ajustan (y a menudo se ajustan en exceso) a un conjunto de códigos potencialmente perjudiciales incrustados en la práctica de los deportes de alto rendimiento. Se espera que los atletas adopten estas normas sociales, y este proceso actúa para “vigilar” sus comportamientos. Hughes y Coakley sugieren que esta ética deportiva se basa en cuatro códigos: esforzarse por la distinción, no aceptar límites, hacer sacrificios por el deporte y jugar a través del dolor y las lesiones. Cuando son llevados a su conclusión lógica dentro del marco institucional que Young describe, estos códigos pueden normalizar la violencia como un elemento dado por sentado en los deportes. Por ejemplo, un linebacker de la NFL (Liga Nacional de Fútbol Americano) puede esforzarse por distinguirse sacrificando su propia salud al tratar de inmovilizar a un jugador contrario durante un tackle. Aunque no se ha examinado expresamente como tal, la ética deportiva de Hughes y Coakley resuena con la descripción que hacen otros estudiosos de un “estilo masculino duro” que se asocia comúnmente con muchos deportes de alto rendimiento (véase una definición en el diccionario y más detalles, en la plataforma general, sobre rendimientos) y con la cultura de los aficionados, como se observa en el fútbol de asociación, por ejemplo.

Esa investigación con supuestos teóricos dispares ha producido relatos de violencia deportiva que contienen esos puntos comunes empíricos y resonancias conceptuales que ponen de relieve la importancia de esos temas. Sin duda, al prestar atención a estas áreas clave, en particular cuando se trata de deportes de élite, los estudiosos han hecho mucho para señalar importantes características organizativas del fenómeno.

Puntualización

Sin embargo, dentro de tales trabajos, elementos cruciales de las experiencias de los atletas a menudo quedan sin explorar.

Participar en un combate deportivo puede producir un conjunto de sensaciones físicas, emocionales y sociales significativas.Entre las Líneas En pocas palabras, la mayoría de los atletas disfrutan de las experiencias personificadas que están en el centro de los deportes de contacto.

Otros Elementos

Además, el hecho de que esas experiencias se hayan registrado entre atletas jóvenes o aficionados (Gard y Meyenn 2000; Matthews 2014) y entre deportistas (Channon y Matthews 2015; Rail 1992; Thing 2001) plantea un problema a cualquier cuenta simplista que identifique la masculinidad y el dinero como rasgos determinantes.

Esta ausencia deja esos relatos académicos abiertos a una crítica relativamente obvia: el carácter voluntario de “jugar” esos “juegos” los marca como diferentes de otras formas de violencia que podrían tener consecuencias perjudiciales. Siguiendo esta línea de argumentación, a pesar de la crítica de la victimología de Young, la participación en los deportes de contacto puede discutirse como fundamentalmente diferente de otros entornos de trabajo y pasatiempos peligrosos. Y cuando se considera de esta manera, las consecuencias físicas de tales acciones pueden ser minimizadas. Porque, como sugieren Matthews y Channon, “el encuadre simbólico de los comportamientos que producen dolor y lesiones dentro del espectáculo deportivo como ‘un juego’, ‘juguetón’ y, de diversas maneras, ‘separado’ de la vida social normal, sirve como una especie de ‘encubrimiento’ discursivo, que prácticamente oculta las consecuencias perjudiciales y las realidades materiales de la crítica” (2016, 562). Si este lado “juguetón” se deja poco explorado en los relatos sociológicos críticos de la violencia deportiva, se puede recurrir a un “barniz lúdico” (561) para neutralizar eficazmente los intentos de poner en tela de juicio la legitimidad de las prácticas institucionales que hacen que los deportistas abandonen sus cuerpos. A fin de adquirir cierta comprensión conceptual de este debate, primero debemos dar un paso atrás para explorar las formas en que los estudiosos han intentado definir la violencia deportiva. De este modo, podremos comprender algunas de las diferencias filosóficas que se encuentran en la base de los intentos de neutralizar simbólicamente las consecuencias negativas de esa violencia como “sólo deporte”.

¿QUÉ ES LA VIOLENCIA DEPORTIVA?
El texto clave de Young (2012) en este ámbito aboga por una ampliación del enfoque para incluir dieciocho formas diferentes de violencia relacionada con el deporte. Su trabajo aprovecha la naturaleza emotiva del término violencia para destacar, entre otras cosas, las novatadas de los atletas, el vandalismo, los crímenes callejeros, las agresiones sexuales y los abusos de los entrenadores como dimensiones clave de la violencia que pueden conectarse con los deportes. El espacio no permite considerar aquí todas estas dimensiones, y el objetivo es más bien proporcionar una clara articulación de las cuestiones relacionadas con la violencia de los jugadores. Siguiendo el llamamiento de Matthews y Channon (2016) para que los académicos revisen los entendimientos fundacionales de la violencia de los participantes, el punto de partida es el marco socio-jurídico de Michael Smith (1983) que delinea cuatro tipos específicos:

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características y el futuro de esta cuestión):

  • Contacto corporal brutal. Este tipo implica el contacto físico a menudo “dado por sentado” o “corriente” que se acepta en muchos deportes, tanto dentro de las reglas como en entendimientos subculturales más amplios. Los puñetazos en el cuerpo y la cabeza en el boxeo, los chequeos corporales en el hockey sobre hielo y los placajes en el rugby y el fútbol americano son todos buenos ejemplos.
  • Violencia en la frontera. Esta forma incluye actos que están oficialmente prohibidos por las reglas del juego, pero que también son aceptados en gran medida como “normales”, si bien a veces no deseados, por personas de la cultura cercana al deporte. Un claro ejemplo de ello es la lucha en el hockey sobre hielo, que, si bien es oficialmente castigada por los árbitros, a menudo es fomentada por los entrenadores, los aficionados y los jugadores por igual.
  • Violencia cuasi criminal. Esta forma de violencia transgrede claramente las reglas del deporte y los códigos informales de los jugadores.
    Detalles

    Las entradas con dos pies en el fútbol, el “slewoting” en el hockey sobre hielo y los “sucker punch” en varios deportes son ejemplos que a menudo dan lugar a graves sanciones y a una atención negativa de los medios de comunicación.

  • Violencia criminal. Este último tipo involucra comportamientos que están tan obviamente desconectados de los comportamientos estándar del deporte que también están fuera de los límites de la aceptación dentro de la sociedad en general. La naturaleza seria de tales casos a menudo precipita a la policía a involucrarse. Un ejemplo infame del hockey sobre hielo es la condena de Marty McSorley por asalto con un arma después de golpear a Donald Brashear en la cabeza durante un juego.

El trabajo de Smith (1983) proporciona un punto de partida fundamental desde el que podemos empezar a aclarar qué es la violencia de los atletas en un sentido académico. Y aunque su utilidad para enmarcar una discusión sobre la legitimidad y legalidad del contacto físico es clara, hay muchos matices que no se recogen dentro de esta tipología algo restrictiva.

En este sentido, Eric Dunning (2008) describe una serie de elementos que pueden añadir una capa de matices a nuestro examen de la violencia de los jugadores. Aquí, los actos de violencia pueden entenderse como un equilibrio y una mezcla entre componentes rituales y no rituales, legítimos e ilegítimos, armados y no armados, físicos y psicológicos, intencionales y accidentales, instigadores y reactivos, e instrumentales y expresivos. El análisis de Dunning, aunque ciertamente no proporciona la claridad jurídica de la obra de Smith, ayuda a sacar más provecho de la riqueza y la complejidad que encierran las experiencias de la violencia deportiva (Dunning y Maguire 1996; Maguire 1989). Ampliando este trabajo, Matthews y Channon argumentan que:

La contribución clave de este modelo multifacético a nuestra apreciación de la importancia social, física y emocional de la VRS son los equilibrios entre sus componentes rituales/no rituales y legítimos/ilegitimos. Esto se debe al hecho de que el examen de la medida en que cualquier acción potencialmente “violenta” podría estar vinculada a un ritual deportivo específico del contexto, o ser considerada legítima por los miembros de subculturas deportivas, requiere un examen desde el punto de vista de los implicados. (2017, 757)

Matthews y Channon construyen una crítica de la investigación centrada en la violencia deportiva que contiene varios temas conceptuales, metodológicos y empíricos. No menos importante es la falta de enfoque en cómo los participantes definen, entienden y experimentan sus encuentros “violentos” con sus compañeros de deporte. Una clave en este sentido es el componente ritual o mimético que se encuentra en el corazón del contacto corporal más brutal (véase Elias y Dunning 2008). Es dentro de la comprensión de esta dimensión que podemos empezar a conceptualizar eficazmente las experiencias excitantes que pueden acompañar a la violencia deportiva, a la que ahora nos dirigimos.

LA VIOLENCIA RITUAL, LA VIOLACIÓN Y EL SIGNIFICADO EMOCIONANTE
Que la mayoría de los contactos corporales brutales que ocurren durante las competiciones deportivas son significativamente diferentes de la violencia “real” no es una idea nueva. Biomecánicamente, por supuesto, un puñetazo es un puñetazo y un placaje es un placaje, pero cuando estos actos tienen lugar dentro de los límites codificados de los deportes, se desplazan a un espacio simbólico diferente (Elias y Dunning 2008; Maguire 1992; Matthews y Channon 2016, 2017). La clave aquí es la naturaleza consentida y voluntaria de la participación de los atletas en los deportes. Mediante su participación continuada, los atletas aceptan tácitamente la fisicalidad “dada por sentada” que es habitual en sus deportes. Como señala Robert Audi, “en la mayoría de los casos habituales, la violencia implica la violación de algún derecho moral… hay casos, como la lucha libre y el boxeo, en los que incluso la violencia paradigmática puede producirse sin que se viole ningún derecho moral” (1971, 59).
Este cambio de la violación a la voluntad está en el corazón de la comprensión académica de la naturaleza ritualizada de la mayoría de la “violencia” deportiva. Al elegir participar en el vaivén del contacto corporal brutal, los atletas aceptan tácitamente la probabilidad de una lesión menor y la posibilidad de una lesión mayor. Mientras se mantengan ampliamente dentro de los códigos “normales” de la subcultura deportiva, tales acciones, con sus resultados físicos potencialmente dañinos, no suelen representar la violación de una persona.

Acompañando a este proceso se produce un cambio en los objetivos y significados que conforman las razones de los atletas para participar en la violencia ritual. Aquí, la acción se vacía de gran parte de la intención de causar graves daños físicos y psicológicos que acompaña a la violencia “real” de la que es una mímesis. Por ejemplo, mientras un boxeador sube al ring con el objetivo existente de golpear a su oponente a través de una acumulación de puñetazos o haciendo que el oponente sea incapaz de continuar a través de un KO o TKO más dramático, es raro que un boxeador desee cualquier daño a largo plazo (véase más detalles en esta plataforma general) en un oponente. A pesar de las a menudo sensacionalistas “charlas basura” dentro del boxeo profesional, que podrían sugerir lo contrario, los boxeadores suelen experimentar una camaradería entre sí, y sus relaciones son a menudo afectuosas así como competitivas (Matthews 2014; Woodward 2006; Wacquant 2004). Esas conexiones sociales y psicológicas simplemente no serían posibles si los boxeadores experimentaran sus acciones como una violación de los demás. De hecho, el proceso de sparring suele caracterizarse como una competición cooperativa, que, aunque desde fuera pueda parecer violenta, suele experimentarse como una búsqueda mutua de dominio.

Es importante para este análisis que la participación en ese tipo de violencia ritualizada puede generar emociones y sensaciones similares a las que se experimentan durante los encuentros violentos de la “vida real”, evitando al mismo tiempo algunos de los peligros físicos, psicológicos y sociales típicos asociados a ellos (Atkinson 2002; Maguire 1992; Matthews 2014). Así, al trasladar estas experiencias de “violencia” al ámbito de la conducta volitiva consentida, los participantes pueden disfrutar de un “descontrol de los controles emocionales” regular y ampliamente regulado (Maguire 1992, 105). Maguire hace hincapié en esto en un punto general sobre el papel de tal acción ritual en las sociedades modernas: “Las actividades ‘miméticas’ varían considerablemente en cuanto a su intensidad y estilo, pero tienen características estructurales básicas en común: es decir, que proporcionan un escenario “imaginario” que permite que las emociones fluyan más fácilmente y que provoca una excitación de algún tipo imitando la producida por las situaciones de la vida real, pero sin [la mayoría de] sus peligros o riesgos” (105). Esto no quiere decir que la violencia deportiva ritualizada no tenga consecuencias reales. Más bien, al trasladar la actividad a la esfera mimética, los riesgos inherentes asociados a la violencia “real” se eliminan o controlan en diversos grados. Así, en un combate de boxeo es poco probable que alguien intente dar una patada a un oponente derribado o utilizar algún tipo de arma, ambas cosas son probables en una pelea callejera (este “desplazamiento del riesgo” puede, por supuesto, socavarse o invertirse de otro modo, pero esos acontecimientos dramáticos y el consiguiente escándalo mediático que invariablemente se produce pueden entenderse como la excepción que confirma la regla). La naturaleza ritual de la mayoría de la violencia deportiva significa que se pueden experimentar fácilmente las sensaciones psicológicas y físicas de pelear, abordar, luchar, arrugar, patear, controlar, etc. Y tales emociones pueden entenderse como “el ‘hermano’ de las que se despiertan en situaciones de la vida real” (Maguire 1992, 105). Esto abre los deportes de contacto como espacios sociales en los que es relativamente legítimo encontrar el significado social y emocional de involucrarse en algo cercano, pero fundamentalmente diferente, a la violencia “cotidiana”.

Estas experiencias emocionales están codificadas por ideas sobre lo que son, y no son, formas apropiadas de practicar deportes. Y es aquí donde podemos volver a nuestra discusión anterior sobre los temas centrales que los estudiosos han explorado como un medio para explicar la violencia deportiva. Maguire capta esta idea en su discusión sobre el “significado emocionante”, en el que las experiencias de los atletas son codificadas simbólicamente por los mundos sociales que les dan significado.Entre las Líneas En un trabajo posterior, él y sus colegas sugieren que la búsqueda de la emoción está ligada a las relaciones de género y al cambiante equilibrio de poder que contornea y da forma al carácter de la experiencia deportiva mundial. Tanto el deporte de logros como el deporte de ocio implican la búsqueda no sólo de una emoción irreflexiva, sino también de un significado emocionante. No debe pasarse por alto el simbolismo que lleva consigo el cuerpo deportivo. Tampoco debemos descuidar el estudio del orden de género y las formas de placer mercantilizadas que proporciona el deporte mediático mundial. (Maguire et al. 2002, 192)

Por lo tanto, el carácter de los mundos deportivos con los que se encuentran los atletas da forma a sus interpretaciones y encarna la comprensión de experiencias emocionantes. A este respecto, las narraciones tradicionales sobre el género normalmente señalan que los deportes de contacto corporal brutales son en gran medida patrimonio de los hombres (Dunning 2008; Matthews 2016). Teniendo esto en cuenta, tal vez no sea sorprendente que la mayoría de las personas que acceden regularmente al “significado excitante” de la violencia deportiva sigan siendo hombres y niños.Entre las Líneas En consonancia con esta distinción de género, como señalan Maguire y sus colegas, hay ideas sobre el cuerpo que se basan en una “ética deportiva” del rendimiento (véase una definición en el diccionario y más detalles, en la plataforma general, sobre rendimientos) que sirven para enmarcar las formas legítimas en que se puede experimentar esa excitante significación.

Cuando se toman en conjunto, es posible evidenciar estas ideas como factores importantes en la conformación del significado social y físico de la violencia deportiva.

Otros Elementos

Además, al atender a este proceso, los relatos académicos pueden encajar más adecuadamente las experiencias vividas por los atletas en una lectura crítica de los deportes. Un estudio de caso de la investigación etnográfica de Matthews sobre el boxeo puede proporcionar ilustraciones útiles de los argumentos anteriores.

Investigación

Parece haber una oportunidad de pensar de nuevo en la violencia adoptando una metodología de investigación que presta mucha más atención a las vidas, experiencias y definiciones favorecidas por los participantes y profesionales que se dedican a la “violencia” aparente de manera regular. De hecho, sostenemos que al trabajar con esas personas para explorar y ampliar las definiciones de la VSR, los estudiosos estarían mucho mejor situados para apreciar las sutilezas y matices de las experiencias de ser el blanco y/o el autor de acciones físicamente (o de otro tipo) perjudiciales en contextos deportivos aparentemente “violentos”. Es aquí donde creemos que el estudio sociológico de la violencia deportiva puede desarrollarse y ofrecer una mayor oportunidad de arrojar luz sobre la vida social de manera más amplia.

Al prestar atención al lado simbólico y experimental de la violencia ritualizada, los estudiosos pueden construir con mayor precisión una crítica de las consecuencias perjudiciales de la violencia deportiva. Es aquí donde se puede encontrar una comprensión matizada de por qué los atletas sacrificarán felizmente sus cuerpos por la “emoción de la lucha”.Entre las Líneas En lugar de utilizar el lado “juguetón” y voluntario de los deportes a veces para cerrar las observaciones críticas sobre los deportes de contacto (véase Matthews y Channon [2016] para un ejemplo del hockey sobre hielo), la violencia deportiva puede situarse dentro de un modelo teórico bien desarrollado que resuena más estrechamente con las observaciones empíricas.

Datos verificados por: Marck

Recursos

[rtbs name=”informes-jurídicos-y-sectoriales”][rtbs name=”quieres-escribir-tu-libro”]

Véase También

Violencia en la frontera
Contacto corporal brutal
Violencia criminal
“El negocio del dolor”
Pelea en el banco
Efervescencia colectiva
Guerra de fútbol
El gamberrismo en el fútbol
Gamberrismo
Rivalidad deportiva
La violencia en el béisbol
La violencia en el hockey sobre hielo
Lista de empresas de gamberros
Lista de incidentes violentos de espectadores en los deportes
Violencia cuasi-criminal
Violencia ritual
Violencia deportiva

▷ Esperamos que haya sido de utilidad. Si conoce a alguien que pueda estar interesado en este tema, por favor comparta con él/ella este contenido. Es la mejor forma de ayudar al Proyecto Lawi.

1 comentario en «Violencia en los Deportes»

  1. El boxeador ucraniano Ramil Gadzhyiev dió un famoso puñetazo a Bruno Sandoval de México en el combate por el título de plata del Consejo Mundial de Boxeo Internacional de Súper-Peso Medio, en Kiev, en octubre de 2018. Muchos boxeadores experimentan los efectos perjudiciales de participar en “combates por premios” e incluso pueden ver sus carreras truncadas debido a conmociones cerebrales durante la competición y el entrenamiento.

    Responder

Foro de la Comunidad: ¿Estás satisfecho con tu experiencia? Por favor, sugiere ideas para ampliar o mejorar el contenido, o cómo ha sido tu experiencia:

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde Plataforma de Derecho y Ciencias Sociales

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo