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Sacramentos en Teología

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Sacramentos en Teología

Este elemento es una expansión del contenido de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre este tema.

Sacramentos en Teología Dogmática y Moral en Relación a Religión Cristiana

En este contexto, a efectos históricos puede ser de interés lo siguiente: [1] Sacramentos: Teología Dogmática y Moral. 1. Concepto de sacramento. 2. Institución por Cristo. 3. Número de los sacramentos. 4. Efectos de los sacramentos. 5. La causalidad sacramental. ‘6. Ministro de los sacramentos. 7. Sujeto receptor. 8. Reviviscencia de los sacramentos. 9. Necesidad. 10. La doctrina sacramentaría en el Concilio Vaticano II.
El cristianismo no es una mera doctrina, sino una doctrina encarnada en vida. Jesucristo no dejó a su Iglesia unas nociones o ideas abstractas de lo que era un sacramentos, para que ella los fuese luego plasmando en realidades, sino que procedió al revés: le entregó unos sacramentos concretos, de cuyo análisis se ha ido desgajando lo común a todos ellos para formar un cuerpo doctrinal. Por eso cabe decir que en un principio fueron las realidades sacramentales, de modo que la elaboración de una teoría general de los sacramentos es, inevitablemente, un fruto tardío; pero necesario, si tenemos en cuenta la radical tendencia humana a repensar sus más ricas realidades. Es esa doctrina, que explica y explícita lo que la conciencia cristiana poseyó unitariamente desde el principio y el Magisterio ha definido y sancionado, lo que vamos a exponer aquí.
1. Concepto de sacramento. Podemos partir del significado de la palabra griega mysterion con la que se designa a los sacramentos y cuyo contenido significativo influyó sin duda en la configuración de la palabra latina (véase en esta plataforma: I, 1). El misterio es lo secreto, lo arcano, y ante todo, Dios en sí mismo.Si, Pero: Pero en Cristo se nos manifiesta el secreto íntimo de Dios. Y por eso Él es el misterio personal, que encierra el secreto de Dios y a la vez lo manifiesta, lo encarna. Ahora bien, «lo que fue visible en nuestro Redentor pasó a los sacramentos», afirma el Papa sacramentos León (Sermo de Asc., 2, ML 54,398). Los sacramentos son, por tanto, misterio: realidad divina encarnada en signos de culto. La palabra griega mysterion sirvió a los primeros cristianos para reflejar, por tanto, el aspecto de don de Dios, de comunicación salvadora.
La palabra latina sacramentum recogió ese aspecto acentuando su vertiente humana: la consagración a Dios
que produce, la actitud de entrega a Él que supone la vida sacramental. Así Tertuliano, que dio curso a la palabra sacramentum, partió del sacramentum militiae (el juramento militar) y lo aplicó al Bautismo y a la Eucaristía, en cuanto que producen en nosotros una consagración o identificación con Dios. También sacramentos Cipriano utiliza la palabra con los mismos significados que Tertuliano, aplicada igualmente a Bautismo y Eucaristía. Para ambos escritores es claro que a través de estas realidades el hombre recibe la gracia que lo configura con Cristo. sacramentos Agustín, en el sacramentos v, determina con plena nitidez la realidad sacramental: «la palabra se añade al elemento, y entonces viene a ser un sacramento, que es él mismo como una palabra visible», «es la palabra de la fe que nosotros predicamos la que hace del Bautismo un rito sagrado capaz de purificar» (Tractatus in Joh. 80,3: ML 35,1840).
Tanto en los Padres griegos como latinos encontramos el concepto o idea de unos ritos sensibles que encierran en sí una capacidad santificadora. Se trata, por tanto, de signos (véase en esta plataforma: SIGNO), pero no solamente de signos cognoscitivos, sino signos portadores de una realidad que se hace presente por la presencia del mismo signo. Son signos simbólicos (véase en esta plataforma: SIMBOLISMO RELIGIOSO III) en los que el plano invisible, sugerido por la realidad sensible, es en verdad el más real.Entre las Líneas En la especulación teológica sobre las realidades sacramentales los Padres griegos se sirvieron abundantemente de la filosofía neoplatónica, que les ayudaba a poner de manifiesto cómo lo visible despierta la idea de otra realidad invisible, más verdadera que la visible puesto que constituye lo más auténtico y profundo. Como ha señalado Zubiri, «el misterio, como tal, no es una acción por parte del hombre. Todo lo contrario: es una especie de realidad en la que se introduce el que participa de ella» (X. Zubiri, Naturaleza, historia, Dios, 3 ed. Madrid 1955, 399).
Los sacramentos son, pues, signos eficaces, signos que hacen participar de la realidad que significan. Los Padres latinos, amigos de un lenguaje más preciso, fueron analizando los aspectos de este simbolismo eficaz. Así sacramentos Agustín distinguió entre el signo sagrado evocador de una realidad religiosa, el don espiritual que santifica al hombre y que está ligado a ese signo, la causa eficiente que da contenido santificador a la realidad material (la palabra ministerial), y la institución por Jesucristo que hace posible tal eficacia. El concepto de sacramentos está así prácticamente elaborado, falto sólo de su última estructuración.
En el sacramentos XI las controversias en torno a la Eucaristía, suscitadas por Berengario (véase en esta plataforma: EUCARISTíA), obligaron a un progresivo y más depurado análisis del concepto de signo, eje de la definición de sacramento. Se operó así una delimitación decisiva. Sacrae rea signum, signo de una cosa sagrada, será la noción vigente en aquella época.Si, Pero: Pero Hugo de San Víctor (véase en esta plataforma: SAN VíCTOR, ESCUELA DE) señaló que no es del todo satisfactoria porque hay signos de cosas sagradas que no tienen un poder santificante. Los sacramentos no sólo significan, sino que contienen la gracia, afirmaron Hugo y su escuela; de esa forma su teología contribuyó a precisar la noción de sacramentos distinguiendo entre los signos estrictamente santificadores y los demás, dando así a la palabra sacramentos una mayor concreción frente al uso amplio que antes prevalecía.Entre las Líneas En la segunda mitad del sacramentos xii se entiende ya por sacramentos sólo y exclusivamente el signo que causa la gracia. Pedro Lombardo es testigo cualificado de esta convicción. Con sacramentos Tomás la noción de sacramentos alcanza la más honda iluminación: el sacramentos es signo de una realidad sagrada que santifica a los hombres (Sum. Th. 3 q60 a2); es instrumento separado a través del cual nos llega la virtud salvífica de la divinidad, comunicada a la humanidad de Cristo (ib. 3 q62 a5). La elaboración teológica de sacramentos Tomás ha determinado al pensamiento teológico posterior, y ha influido decisivamente en las formulaciones magisteriales. El Concilio de Trento, hablando de la Eucaristía, da una definición de sacramentos que resume la Tradición, pues dice de ella que tiene en común con los demás sacramentos «ser símbolo de una realidad sagrada y forma visible de la gracia invisible» (Denz.Sch. 1639).
Los sacramentos pertenecen, en resumen, al género del signo y concretamente del signo simbólico, ya que no sólo tienen una función cognoscitiva e indicadora sino además existencial e integradora, y de signo práctico, porque realizan lo que significan. Pueden ser definidos como «signos visibles de la gracia invisible, instituidos para nuestra justificación» (Catecismo Romano, 2, c. 1, n° 7). De ahí que quepa hablar de su constitución metafísica, consistente en el rito sensible y la referencia simbólica a la gracia que produce; y de su constitución física, consistente en los elementos que integran el rito. Estos elementos son las cosas usadas (con la acción de utilizarlas) y las palabras que se dicen; la relación entre ambas fue expresada por los teólogos escolásticos mediante las expresiones materia y forma; nociones que provienen de la filosofía aristotélica y que fueron utilizados ya por Hugo de San Víctor e implícitamente Pedro Lombardo y luego por sacramentos Tomás, etc.
La utilización de signos sensibles, de realidades materiales (cosas) como vehículos de la gracia es una condescendencia de Dios con el hombre y se relaciona con todo el realismo de la Encarnación (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general). Primeramente porque los caminos del conocimiento humano pasan a través de los sentidos. Además porque son como prolongaciones de Cristo, del Dios encarnado, que asumió en su carne corporal la realidad material. Y, finalmente, porque la naturaleza misma del hombre, su condición corporal está pidiendo que las realidades salvadoras se adecuen a su naturaleza visible. Podríamos añadir que los sacramentos son también expresiones de la Iglesia, que es organismo público de salvación. Hay que señalar que si bien las realidades materiales tienen una capacidad significativa, son por sí solas en gran manera indeterminadas: así la acción de lavar con agua puede significar una limpieza espiritual, pero puede ser una mera acción utilitaria. De ahí la importancia de las palabras en el sacramentos, son ellas las que orientan la acción sensible a la significación religiosa que concretamente tienen (y por eso son forma, principio que da el ser determinado). La palabra sacramental no es una palabra cualquiera: es la palabra de Jesús, que continúa siendo dicha por la Iglesia, dando a los ritos sensibles el poder de santificar. La palabra de la Iglesia es la palabra personal de Cristo en forma eclesial. Por eso es una palabra eficaz, que obra lo que significa, pues es la todopoderosa Palabra de Dios.
2. Institución por Cristo. Elemento esencial de los sacramentos es su institución por el Señor: esta institución es la que da al signo su poder y su eficacia. Es dogma de fe que los sacramentos fueron instituidos por Cristo (Conc. de Trento: Denz.Sch. 1601). Intentando detallar más, y en cuanto a la forma en que se realizó tal institución podemos preguntarnos si fue hecha a modo de un acto jurídico, con la determinación concreta de todos los elementos que integran el sacramento. Tal determinación aparece muy clara en algunos sacramentos, p. ej., el Bautismo y la Eucaristía. ¿Sucede así con todos? Hay quienes así opinan, como Suárez y Belarmino, y entre los autores modernos Franzelin y Pesch.Si, Pero: Pero también hay quienes opinan que algunos sacramentos fueron determinados por Cristo en cuanto a su sustancia, pero sólo de un modo genérico, de modo que no adquirieron una determinación específica por parte de Cristo, que habría dejado a su Iglesia la tarea de concretar tales extremos en los casos en que El no lo hizo. La sustancia del sacramentos consiste para estos autores en la significación fundamental así como, evidentemente, en el contenido apuntado por tal significación, y esto es lo único que en algunos sacramentos habría sido establecido por Cristo. Así piensan Lugo, los Salmanticenses, y más modernamente Hurter y Billot entre otros. La evolución ritual de algunos sacramentos -como, p. ej., la Confirmación- parece apoyar decididamente esta última opinión.
El Concilio de Trento, a la vez que, como ya dijimos, definió claramente la institución de los sacramentos por Nuestro Señor, habló de la potestad de la Iglesia para establecer cambios, siempre que se respete la sustancia de los sacramentos, expresión esta última que el Concilio no entró a precisar más (Denz.Sch. 1728). El 30 de nov. 1947 Pío XII, por la Const. apostólica Sacramentum Ordinis, determinaba taxativamente, frente a las dudas existentes, la materia y forma del Diaconado, Presbiterado y Episcopado. El Papa indicaba expresamente que su decisión no resolvía la cuestión de si Cristo instituyó el sacramentos de manera específica o genérica, y dejaba abierta la cuestión de cuáles habían sido la materia y forma del Orden antes de esta Constitución Apostólica. Tales precisiones muestran al menos que la institución genérica no se excluye de la mente de la Iglesia.
En cualquier caso la institución de los sacramentos por Jesucristo queda clara. Es ella, como ya señalábamos, la que explica su eficacia santificadora, que sólo de Dios puede venir, y que actúa a través de la instrumentalidad de la humanidad de Cristo. Cristo al establecer los sacramentos no da a la Iglesia lo que pudiéramos llamar una riqueza accesoria, sino una riqueza principal, ya que, como escribe sacramentos Tomás, «debemos decir que la Iglesia de Cristo fue construida sobre los sacramentos que brotaron del costado de Cristo pendiente en la cruz» (Sum. Th. 3 q64 a2). Si la Iglesia hace los sacramentos, los sacramentos hacen la Iglesia, en una íntima relación que encuentra su raíz última en la persona misma del Señor.
3. Número de los sacramentos. El Concilio de Trento dice taxativamente: «Si alguien dijese que los sacramentos de la nueva ley no han sido establecidos todos por Nuestro Señor Jesucristo o que son más o menos que siete, a saber Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Extremaunción, Orden y Matrimonio, o también que alguno de estos siete no es un verdadero y propio sacramento, sea anatema» (Denz.Sch. 1601). Este texto es la culminación solemne de una doctrina magisterial ya iniciada en el segundo Concilio de Lyon (Denz.Sch. 860) y continuada por el Concilio de Florencia o florentino (Denz.Sch. 1310), que presupone un largo periodo de reflexión de la Iglesia sobre su propia vida. Este punto del número de los sacramentos es precisamente uno de los campos donde más se manifiesta lo que indicábamos al principio: que lo primero es la vida de la Iglesia, basada en las enseñanzas y mandatos de Cristo, y luego la consideración y reflexión que va analizando esa vida y desarrollando la doctrina de un modo estructurado.
Los Padres de la Iglesia antigua hablaron o escribieron sobre los sacramentos de una manera concreta, es decir, tratando con un sentido a la vez doctrinal y pastoral de cada uno de ellos, pero sin estudiarlos en conjunto. Aun la misma palabra sacramentos la utilizan con una significación muy amplia y menos precisa que la actual, y así llaman sacramentos a ritos que en sentido estricto no son tales: la distinción la establecían no de una manera teórico-terminológica, sino concreta, ya que al tratar de los diversos ritos reconocían a unos ciertos efectos y a otros no. Para poder llegar a fijar la terminología era necesario un proceso lógico que llevara a definir con exactitud qué es un s.: solamente después, aplicando este concepto a los diversos ritos, se podría distinguir también termino lógicamente entre ellos. Este proceso lógico es el que tiene lugar en los sacramentos XI a XIII (véase en esta plataforma: I). De hecho la imprecisión sobre el número de los sacramentos continuó incluso durante el sacramentos XI.Entre las Líneas En el s.XII y aun hasta mediados del XIII se habla ya de siete, pero con ciertas incertidumbres. Desde mediados del XIII hay unanimidad en la afirmación del número septenario. La primera distinción en este proceso de elaboración teológica es la que se da entre los sacramentos mayores o más importantes. Entre estos sacramentos mayores se incluyen Bautismo, Eucaristía y a veces Confirmación. Así, p. ej., se encuentra esta distinción en Ruperto de Deutz, Hugo de Rouen y Hugo de San Víctor. Es Pedro Lombardo el que insistió reiteradamente en la distinción entre los sacramentos propiamente dichos y los restantes ritos, enumerando con precisión los siete sacramentos. De esta forma en el sacramentos XIII el número septenario se considera ya como verdad de fe y así fue definido después por los Concilios antes mencionados.
A partir de ese conocimiento de fe, la teología ha realizado un esfuerzo por penetrar en las razones de conveniencia de que sean precisamente siete los sacramentos establecidos por Jesucristo. Obviamente ese número obedece a una libre voluntad de Dios: no se trata, pues, de «deducir» los sacramentos sino de comprender el querer divino. sacramentos Alberto Magno ve en los siete sacramentos el remedio a los siete pecados capitales. sacramentos Buenaventura, una correspondencia con las tres virtudes teologales y las cuatro cardinales. Gran fortuna tiene la argumentación de sacramentos Tomás en la que establece un paralelismo entre la vida corporal y la espiritual. La vida corporal humana -dice- tiene una doble vertiente, la personal y la comunitaria.Entre las Líneas En cuanto a sí mismo, el hombre se perfecciona esencialmente adquiriendo la perfección de su vida y accidentalmente descartando los obstáculos que a ella se oponen. «De esta manera esencial y directa, la vida corporal alcanza su perfección de tres formas: primero por la generación, que inaugura la existencia y la vida del hombre, y a esto corresponde en la vida espiritual el Bautismo. Segundo, por el crecimiento que hace alcanzar al hombre su talla y fuerza perfectas, y a esto corresponde en la vida espiritual la Confirmación. Tercero, por la nutrición, que conserva en el hombre la vida y el vigor, y a esto corresponde en la vida espiritual la Eucaristía».Si, Pero: Pero como el hombre está sujeto a la enfermedad corporal y a la espiritual, que es el pecado, «necesita un tratamiento. Y éste es doble: uno de curación que restituye la salud, y para eso, en el orden espiritual, tenemos la Penitencia; otro de restablecimiento del vigor primero, que se obtiene por un régimen y ejercicio apropiados, y a esto corresponde en el orden espiritual la Extremaunción». «Con relación a la comunidad el hombre se perfecciona de dos maneras: primera por el hecho de recibir el poder de gobernar la multitud y de ejercer las funciones públicas, cosas que corresponden en la vida espiritual al sacramento del Orden. La segunda, por la propagación de la especie, y a este respecto se perfeccionan los hombres en el Matrimonio, tanto en la vida corporal como en la espiritual, toda vez que no es sólo sacramento, sino también un oficio de la naturaleza». (Sum. Th. 3 q65 al).
En el mismo lugar, si bien, más brevemente, sacramentos Tomás desarrolla también la conveniencia de los siete sacramentos en cuanto están ordenados contra el defecto del pecado (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), y también en su relación con las virtudes (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general). [rbts name=”religion-cristiana”]

▷ En este Día de 4 Mayo (1886): Asunto de Haymarket
Illustration of Haymarket square bombing and riot Tal día como hoy de 1886, la violencia entre la policía y los manifestantes obreros estalló en el motín (llamado “asunto”) de Haymarket, en Chicago, que escenificó la lucha del movimiento obrero por su reconocimiento en Estados Unidos. El caso Haymarket tuvo un efecto duradero en el movimiento obrero de Estados Unidos. Los Caballeros del Trabajo (KOL), en aquel momento la mayor y más exitosa organización sindical del país, fueron culpados del incidente. Aunque la KOL también había buscado una jornada de ocho horas y había convocado varias huelgas para lograr ese objetivo, no se pudo demostrar su implicación en el motín. Sin embargo, la desconfianza pública hizo que muchos sindicatos locales del KOL se unieran a la recién creada y menos radical Federación Americana del Trabajo. La tragedia de Haymarket inspiró a generaciones de líderes sindicales, activistas de izquierda y artistas, y se ha conmemorado en monumentos, murales y carteles de todo el mundo, especialmente en Europa y Latinoamérica. En 1893 se erigió el Monumento a los Mártires de Haymarket en un cementerio del barrio de Forest Park, en Chicago. Una estatua dedicada a los policías asesinados, erigida en Haymarket Square en 1889, fue trasladada a la academia de formación del Departamento de Policía de Chicago a principios de la década de 1970, después de que fuera dañada repetidamente por radicales de izquierda. En 2004 se instaló en el lugar de los disturbios un monumento conmemorativo oficial, el Haymarket Memorial. Véase una cronología de las protestas sociales. (Imagen de Wikimedia)

Sacramentos en Teología Dogmática y Moral en Relación a Religión Cristiana

En este contexto, a efectos históricos puede ser de interés lo siguiente: [1] (Nota: esto es una continuación del texto sobre sacramentos en teología dogmática y moral que se haya en otra parte de esta plataforma online). Por otra parte sacramentos Tomás afirma claramente que existe un orden de importancia entre los sacramentos (3 q65 a2), y subraya el lugar primacial de la Eucaristía, «el más excelente de todos los sacramentos», ya que «todos los sacramentos están ordenados a la Eucaristía como a su fin» (3 q65 a3).Entre las Líneas En el mismo lugar el Angélico establece una jerarquización de los demás sacramentos explicando que, en razón de la necesidad, el «Bautismo es el más importante», pero en cuanto a la perfección lo es el Orden, colocándose la Confirmación entre esos dos. «La Penitencia y la Extremaunción pertenecen a una categoría inferior respecto a los precedentes, porque están ordenados a la vida espiritual cristiana, no esencialmente, sino sólo de una manera accidental, es decir, para remedio de un defecto posible». Dentro de esta categoría, la Penitencia es más necesaria y la Extremaunción más perfecta (ib.).Entre las Líneas En la q62 a5 habla de Bautismo y Eucaristía como de los dos sacramentos más importantes (potissima).
Vemos así cómo permanece la distinción entre sacramentos mayores y los demás, que es recogida por el Concilio de Trento cuando condena a los que afirman que «estos siete sacramentos de tal manera son iguales entre sí, que bajo ningún aspecto haya alguno más digno que otro» (Denz.Sch. 1603).

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características en 2024 o antes, y el futuro de esta cuestión):

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Los orientales, que han considerado siempre a los sacramentos desde la perspectiva de la divinización del hombre, han dado siempre especial relieve al Bautismo y a la Eucaristía. No es ajeno a esta principalidad atribuida a los sacramentos del Bautismo y Eucaristía el hecho de que fueran ellos los que sirvieran de punto de partida y modelo, en el sacramentos xti, para elaborar el tratado de los sacramentos en general. Esta distinción entre sacramentos mayores o principales debe -claro está- ser entendida de tal manera que se respete el carácter de sacramentos que tienen todos ellos, so pena de no respetar la doctrina de la Iglesia.Entre las Líneas En ese sentido se puede decir sintéticamente que dentro del conjunto de los ritos que existen en la vida cristiana hay siete que tienen un valor y naturaleza especialísimo: los siete sacramentos, dentro de los cuales cabe establecer jerarquías o principalidades, pero todos los cuales tienen la misma naturaleza de signos eficaces de la gracia ex opere operato. Los restantes ritos tienen naturaleza diversa: algunos poseen una estructura que los acerca en cierto sentido a los sacramentos, aunque permaneciendo claramente distintos de ellos (véase en esta plataforma: SACRAMENTALES); los restantes tienen una estructura de otro tipo.
4. Efecto de los sacramentos. a. La gracia. Los sacramentos significan la gracia (véase, si se desea, más sobre este último termino en la plataforma general), son manifestativos de la voluntad salvadora del Señor.Si, Pero: Pero no solamente eso: los sacramentos causan la gracia. Esta afirmación pertenece al dogma católico.Si, Pero: Pero en esta frase se expresa un doble contenido, que conviene distinguir para su análisis. Primeramente, que la gracia es conferida por los sacramentos y en segundo lugar que esta gracia es causada por los sacramentos mismos, lo que plantea el problema de lo que se llama causalidad sacramental. Vamos ahora a limitarnos al primer aspecto, y luego estudiaremos el segundo.
El Concilio de Trento afirma con nitidez que los sacramentos contienen la gracia que significan, y la confieren a quienes no ponen obstáculo: frente a la posición luterana proclama que no solamente son signos externos de la gracia recibida por la fe o meros actos testificativos de profesión cristiana (Denz.Sch. 1606). La misma doctrina había sido ya expresada en el Concilio Florentino (Denz.Sch. 1310), en la condenación de la doctrina luterana (Denz.Sch. 1451), y precedentemente por toda la tradición patrística y medieval. Los sacramentos «son, en la dimensión de la visibilidad histórica, una manifestación concreta del acto salvífico celestial de Cristo» (E. Schillebeeckx, o. c. en bibl. 58). La teología medieval distingue entre el sacramentum, sacramentum et res (del que luego hablaremos), y res tantum. El sacramentum es el signo, y la res tantum es la última y más profunda de las realidades obradas por el signo, que es precisamente esta realidad de salvación, la recepción de la gracia conferida por quien es Señor tie ella. «No es una simple distribución de la gracia, al modo como se reparte un fluido en varios recipientes. Sino que hay una iniciativa divina, un acto personal de Dios que interviene en el destino sobrenatural del creyente» (J. M. Tillard, o. c. en bibl., 23). El aspecto personalista de la gracia, como encuentro con Dios que salva, ha sido subrayado muy fuertemente por la teología contemporánea, pero se halla en la mejor tradición escolástica. Así, p. ej., en sacramentos Tomás, que escribe «no se dice que la gracia esté en el sacramento como en su sujeto, ni como en un vaso tomado como un lugar, sino en cuanto el nombre vaso significa un instrumento para hacer alguna obra» (Sum. Th. 3 q(52 a4 adl).
Esta gracia se confiere por el sacramentos, según la expresión tridentina, ex opere operato (Denz.Sch 608), es decir, por la fuerza, por la virtud de lo operado en el mismo sacramento. Esta fórmula fue utilizada ya por los escolásticos del sacramentos xir Pedro de Poitiers y Guillermo de Auxerre, y quiere decir que por medio del sacramentos, a través de una forma visible y eclesial, Dios realiza un acto salvador para el hombre que lo recibe. Esto no excluye, sino que exige, en el sujeto receptor una disponibilidad para acoger esa acción salvadora, pero la gracia es eficazmente conferida por la posición del sacramentos, no por las disposiciones del sujeto. La intelección de esta fórmula ex opere operato es importante, para evitar falseamientos prácticos y pastorales. La oferta de gracia por parte de Dios al realizarse la acción sacramental es infalible, pero se precisa la acogida del sujeto, no poniendo óbice a la oferta absolutamente segura de Dios. Por eso es falsa toda comparación -hecha a veces por autores racionalistas- entre el sacramentos y las prácticas mágicas. El sacramentos no es un intento humano de apoderarse del poder divino, ni una máquina automática de producir gracia. Es un acto gratuito de Dios cuya oferta requiere ser acogida por la buena disposición del hombre, análogamente a como la presencia física de la humanidad del Señor, antes de su subida a los cielos, debía ser no sólo vista sino acogida en la Fe.
¿Cuál es la gracia que confiere el s.? Ante todo la gracia santificante. Suele distinguirse entre sacramentos de muertos y de vivos. Los sacramentos de muertos (Bautismo y Penitencia) tienen por objeto conferir la gracia al alma separada de Dios por el pecado; los sacramentos de vivos (los otros cinco) aumentan la gracia a quien ya la tenía. Cuando el que recibe los sacramentos de muertos se encuentra ya en contacto vital y salvador con Dios (recepción de la Penitencia por parte de quien ya está en gracia y se acusa sólo de pecados veniales; recepción del Bautismo por parte de quien haya podido recibir ya antes el Bautismo de deseo), su situación sería semejante a la del que recibe los sacramentos de vivos, establecidos de por sí para acrecentar la gracia, para incrementar la vinculación de salvación con Dios. Los teólogos han señalado que algunos sacramentos de vivos, como la Unción de los enfermos, pueden accidentalmente dar la gracia primera en situaciones particulares del sujeto.Entre las Líneas En cuanto a la medida de la gracia conferida por cada recepción sacramental resulta difícil hablar, porque es un secreto de Dios.Si, Pero: Pero puede decirse con probabilidad que la mayor o menor apertura por la caridad a la gracia ofrecida determina de algún modo la amplitud de la eficacia sacramental.
Cabe hacer una pregunta: si los sacramentos confieren únicamente la gracia santificante, ¿a qué viene entonces esta pluralidad de s.?, ¿no bastaría con uno solo? La tradición teológica habla de una gracia sacramental específica de cada sacramento. Podemos decir, para explicarla, que la gracia que se confiere en cada sacramentos está orientada a situaciones existenciales y a necesidades diversificadas de la Iglesia. Si en cuanto a la vinculación íntima con Dios no difiere la gracia de los distintos sacramentos -a no ser por su intensidad-, hay que tener en cuenta que esta transformación interior del hombre que implica la gracia alcanza resonancia en las diversas situaciones existenciales del mismo hombre, así como en su relación con la Iglesia y con los poderes y misiones que Dios otorga, y esto justifica el que se deba hablar de la gracia de cada sacramentos como de una gracia diversificada. Por eso la gracia sacramental lleva vinculadas gracias actuales que posibilitarán y facilitarán el que la intimidad con Dios tenga una resonancia activa en las situaciones de vida a las que cada sacramentos se refiere. Así, p. ej., el ejercicio de la vida conyugal y familiar en los casados, las tareas del ministerio sacerdotal en los ordenados, la aceptación cristiana de la enfermedad en el cristiano que ha recibido la Unción, etcétera. Ésta es, en el fondo, la opinión de sacramentos Buenaventura y de Alejandro de Hales entre otros, y nos parece la opinión más sencilla y más verdadera; también la opinión de sacramentos Tomás (Sum. Th. 3 q62 a2) sobre la gracia sacramental podría reducirse fundamentalmente a la que acabamos de exponer.Entre las Líneas En el estudio específico de cada uno de los siete sacramentos se responde con detalle a la pregunta de cuál es la gracia sacramental en cada uno de los sacramentos.
b. El carácter. Este otro efecto de los sacramentos -mejor, de algunos de ellos: Bautismo, Confirmación y Orden- es definido por el Concilio de Trento como «cierta señal espiritual e indeleble» (Denz.Sch. 1609). Este efecto, propio sólo de algunos sacramentos, conviene relacionarlo con uno común a todos los sacramentos que la teología escolástica designó como res et sacramentun2. Es decir, con esa realidad que por una parte es res, efecto del sacramentum, de la realidad simbólica constituida por la acción sensible y por la palabra, pero a su vez es también sacramentum, o sea, un nuevo signo del último efecto de los sacramentos, de esa res tantum que es la gracia. La teología moderna, apoyándose en datos de la Tradición, intenta explicar esta realidad intermedia, este res et sacramentum, este efecto inmediato del signo sensible, diciendo que es una especial vinculación a la Iglesia: «es la iglesia misma como sacramento original, respecto de la cual el hombre adquiere una nueva renovada relación» (O. Semmelroth, o. c. en bibl., 76). Tendríamos así que en tres sacramentos esta especial vinculación a la Iglesia adquiere una perennidad que los hace irrepetibles. Y a ese efecto se le llama carácter.
En la expresión de este efecto de los sacramentos, la vida de la Iglesia es aquí también anterior a la teoría. La Iglesia no ha repetido nunca estos tres sacramentos sobre el mismo sujeto. De este hecho ha surgido la reflexión: ¿por qué no se repiten estos s.?, ¿cómo podemos expresar con detalle esa conciencia de la Iglesia de la que deriva esa no reiteración? Surgió así la doctrina teológica sobre el carácter. Si estos sacramentos no se repiten es porque implican un elemento de estabilidad y de perennidad que ni el mismo pecado puede destruir. Y esta perennidad corresponde a la relación con Cristo y con la Iglesia que estos sacramentos comportan. sacramentos Tomás considera a la Iglesia, al estudiar el carácter, como comunidad cultual. «Los sacramentos de la nueva ley imprimen carácter en cuanto que destinan a los hombres al culto de Dios, según el rito de la religión cristiana» (Sum. Th: 3 q63 a2). Es un «principio de acción» (ib. ad4). El carácter distingue a los servidores de Cristo «en orden al culto de la Iglesia presente» (3 q63 a3 ad3). El carácter es una participación del sacerdocio de Cristo: «el carácter es indeleble en el alma, no por razón de su perfección propia, sino por razón de la perfección que posee el sacerdocio de Cristo, del cual procede el carácter a título de virtud instrumental» (3 q63 a5 adl). El carácter, pues, confiere una consagración permanente para participar de modo diverso, según cada sacramentos, en la misión de Cristo, misión actualizada visiblemente en la Iglesia.
¿Por qué en los demás sacramentos no se produce ese efecto permanente? Porque en todos ellos se da un efecto intermedio, una res et sacramentum, pero que no es necesariamente permanente, ni se dirige a situaciones inmutables. Así, en la Eucaristía la presencia real de Cristo es la res et sacramentum, efecto transitorio porque esa presencia real desaparece cuando acaban las especies y está ordenada a desaparecer: las especies se ordenan a la manducación, a la Sagrada Comunión, por la que se realiza la plena participación en el banquete eucarístico.Entre las Líneas En la Penitencia se realiza una reconciliación con la Iglesia y con Dios, que no es permanente, pues puede ser rota por el pecado.Entre las Líneas En el Matrimonio, el vínculo creado es indisoluble, pero cesa con la muerte de uno de los cónyuges. La Unción de enfermos no puede ser reiterada durante la misma enfermedad, pero sí en enfermedades nuevas o en situaciones de nueva gravedad en una enfermedad que permanece. [rbts name=”religion-cristiana”]

Recursos

Notas y Referencias

  1. Basado parcialmente en el concepto y descripción sobre sacramentos en teología dogmática y moral en la Enciclopedia Rialp (f. autorizada), Editorial Rialp, 1991, Madrid

Véase También

Bibliografía

Tratados de sacramentaria en los que predomina el aspecto dogmático: J. A. DE ALDAMA, Theoria generalis sacramentorum, en Sacrae Theologíae Summa, IV, Madrid 1951, 9-112; J. DE BACIOCCHI, La vida sacramentaria de la Iglesia, Salamanca 1961; J. DANIÉLOU, Sacramentos y culto según los Santos Padres, Madrid 1962; C. DILLENSCHNEIDER, El dinamismo de nuestros sacramentos, Salamanca 1965; J (se puede repasar algunas de estas cuestiones en la presente plataforma online de ciencias sociales y humanidades). FRANZELIN, Tractatus de saeramentis in genere, 5 ed. Roma 1910; J. M. LECEA, Los sacramentos, Pascua de la Iglesia, Barcelona 1967, 1-35; H. LENNERZ, De sacramentas novae legas, 2 ed. RGma 1939; A. MICHEL, Sacrements, en DTC 14,485-649; M. NICOLAU, Teología del signo sacramental, Madrid 1969; C. PESCH, Praelectiones dogmaticae, VI, De sacramentas, 3 ed (se puede repasar algunas de estas cuestiones en la presente plataforma online de ciencias sociales y humanidades). Friburgo de Br. 1908; A. PIOLANTI, I sacrámenti, Florencia 1956; G. RAMBALDI, Los sacramentos, Barcelona 1963; íD, L’oggetto dell’intenziorae sacramentale nei Teologi dei secoli XVI y XVII, Roma 1944; E. SCHILLEBEECKX, Cristo, sacramento del encuentro con Dios, San Sebastián 1965; M. SCHMAUS, Teología dogmática, t. 6, Los sacramentos, Madrid 1961; 0. SEMMELROTH, La Iglesia como sacramento original, San Sebastián 1963; J. M. TILLARD, Le sacrement, événement de salut, Bruselas 1964. Tratados de sacramentaria en los que predomina el aspecto moral o litúrgico: M. GARRIDO, Curso de Liturgia, Madrid 1961, 370-380; A. LANZA, P. PALAZZINI, Principios de teología moral, III, Madrid 1958, 13-42; A. G. MARTIMORT, Los signos de la nueva Alianza, Salamanca 1962; J. MAUSBACH, G. ERMECKE, Teología moral católica, 11, Pamplona 1971, 385-438; B. H. MERKELBACH, Summa Theologíae moralis, JII, 3 ed. París 1939, 9-95; H. NOLDIN, A. SCHMITT, Summa Theologíae moralis, III, 26 ed. Barcelona 1945, 3-42; D. M. PRUMMER, Manuale Theologíae moralis, III, Barcelona 1955, 2-75; A. Royo MARIN, Teología moral para seglares, II, Madrid 1965, 5-66; J. TycIAK, La vida sacramental, Madrid 1962.

Recursos

Notas y Referencias

  1. Basado parcialmente en el concepto y descripción sobre sacramentos en teología dogmática y moral en la Enciclopedia Rialp (f. autorizada), Editorial Rialp, 1991, Madrid

Véase También

Bibliografía

Tratados de sacramentaria en los que predomina el aspecto dogmático: J. A. DE ALDAMA, Theoria generalis sacramentorum, en Sacrae Theologíae Summa, IV, Madrid 1951, 9-112; J. DE BACIOCCHI, La vida sacramentaria de la Iglesia, Salamanca 1961; J. DANIÉLOU, Sacramentos y culto según los Santos Padres, Madrid 1962; C. DILLENSCHNEIDER, El dinamismo de nuestros sacramentos, Salamanca 1965; J (se puede repasar algunas de estas cuestiones en la presente plataforma online de ciencias sociales y humanidades). FRANZELIN, Tractatus de saeramentis in genere, 5 ed. Roma 1910; J. M. LECEA, Los sacramentos, Pascua de la Iglesia, Barcelona 1967, 1-35; H. LENNERZ, De sacramentas novae legas, 2 ed. RGma 1939; A. MICHEL, Sacrements, en DTC 14,485-649; M. NICOLAU, Teología del signo sacramental, Madrid 1969; C. PESCH, Praelectiones dogmaticae, VI, De sacramentas, 3 ed (se puede repasar algunas de estas cuestiones en la presente plataforma online de ciencias sociales y humanidades). Friburgo de Br. 1908; A. PIOLANTI, I sacrámenti, Florencia 1956; G. RAMBALDI, Los sacramentos, Barcelona 1963; íD, L’oggetto dell’intenziorae sacramentale nei Teologi dei secoli XVI y XVII, Roma 1944; E. SCHILLEBEECKX, Cristo, sacramento del encuentro con Dios, San Sebastián 1965; M. SCHMAUS, Teología dogmática, t. 6, Los sacramentos, Madrid 1961; 0. SEMMELROTH, La Iglesia como sacramento original, San Sebastián 1963; J. M. TILLARD, Le sacrement, événement de salut, Bruselas 1964. Tratados de sacramentaria en los que predomina el aspecto moral o litúrgico: M. GARRIDO, Curso de Liturgia, Madrid 1961, 370-380; A. LANZA, P. PALAZZINI, Principios de teología moral, III, Madrid 1958, 13-42; A. G. MARTIMORT, Los signos de la nueva Alianza, Salamanca 1962; J. MAUSBACH, G. ERMECKE, Teología moral católica, 11, Pamplona 1971, 385-438; B. H. MERKELBACH, Summa Theologíae moralis, JII, 3 ed. París 1939, 9-95; H. NOLDIN, A. SCHMITT, Summa Theologíae moralis, III, 26 ed. Barcelona 1945, 3-42; D. M. PRUMMER, Manuale Theologíae moralis, III, Barcelona 1955, 2-75; A. Royo MARIN, Teología moral para seglares, II, Madrid 1965, 5-66; J. TycIAK, La vida sacramental, Madrid 1962.

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