Concentración del Capital

Concentración del Capital

Este elemento es una expansión del contenido de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre la concentración del capital. En inglés: Concentration of Capital.

Centralización y Concentración del Capital

Aquí se explica que las leyes de concentración y centralización del capital son resultados naturales del modo de producción capitalista, impulsadas por la necesidad del capital de expandirse y acumularse. Sin embargo, estas leyes también tienen implicaciones sociales y económicas, como la concentración de la riqueza y el poder en manos de unos pocos individuos o corporaciones, la absorción de empresas a pequeña escala por otras a gran escala y el fomento de comportamientos temerarios debido a la previsión de rescates gubernamentales. El texto también analiza los riesgos asociados a las instituciones demasiado grandes para quebrar, incluidos el riesgo moral, la concentración de poder económico y las implicaciones sistémicas. La sección sugiere varias soluciones para hacer frente a estos riesgos, como la disolución de los bancos, la reducción de la asunción de riesgos mediante la regulación, impuestos bancarios que aumenten para las instituciones más grandes y una mayor supervisión. Se profundiza en las implicaciones y repercusiones de estos dos conceptos interrelacionados en el mundo del capitalismo.

Preguntas Clave

Se ofrece, en esta plataforma digital, y especialmente en este texo (en forma de preguntas) una visión completa de las leyes de concentración y centralización del capital y sus implicaciones para el sistema financiero y la sociedad.

Preguntas clave sobre esta materia.

¿Cuál es el modelo marxiano básico bajo el modo de producción capitalista?

El modelo marxiano básico bajo el modo de producción capitalista supone (más o menos) un ambiente de competencia perfecta o contestable dentro del mercado mediante un gran número de empresas triviales en cada industria.

¿Cómo afecta la concentración y la centralización del capital a la competencia en el mercado?

La concentración y la centralización del capital conducen a la disminución de la competencia en el mercado. Bajo la concentración, el auge del capital se debe a la capitalización de la plusvalía originada a través de la acumulación de plusvalía del trabajo. La concentración en bola de nieve del capital se produce cuando los capitalistas individuales acumulan cada vez más capital, aumentando así la cantidad total de capital bajo su control. El tamaño de la empresa o de la unidad económica de producción aumenta constantemente y el grado de competencia en el mercado tiende a disminuir. En la centralización, varias unidades de capital individuales se unen para formar una nueva unidad mayor. La reestructuración del capital ya existente asigna su propiedad y control en cada vez menos manos, lo que conduce a la centralización del capital. Marx también defendía la opinión de que las empresas más grandes serían capaces de alcanzar economías de escala y, por lo tanto, de producir a costes medios menores que las empresas menores.

¿Puede dar ejemplos de la concentración y centralización del capital en el mundo moderno, en particular en EE.UU.?

La concentración y centralización del capital pueden detectarse claramente en el mundo moderno, especialmente en EE.UU., a través de las enormes ocurrencias de las fusiones, adquisiciones y conglomerados. Estos son ejemplos de la concentración y centralización del capital en el mundo moderno.

¿Cuáles son las implicaciones y repercusiones de la concentración y centralización del capital en el mundo moderno del capitalismo?

La concentración y centralización del capital financiero son un problema para el capitalismo, como demuestra el argumento “Demasiado grande para quebrar”. La quiebra de empresas grandes y complejas puede agravar significativamente la crisis y la recesión al perturbar los mercados financieros, obstaculizar los flujos de crédito, inducir fuertes caídas de los precios de los activos y dañar la confianza. Aunque algunas de las soluciones propuestas a la cuestión de “demasiado grande para quebrar” incluyen la disolución de los bancos, la reducción de la asunción de riesgos mediante la regulación, impuestos bancarios que aumenten para las instituciones más grandes y una mayor supervisión, la cuestión sigue siendo controvertida. No obstante, la centralización a veces puede contrarrestarse con la descentralización. Por lo tanto, debemos reflexionar sobre la relación entre concentración, desconcentración, centralización y descentralización.

¿Qué es el argumento “Demasiado grande para quebrar” y cómo se relaciona con la concentración y la centralización del capital financiero?

El argumento de “demasiado grande para quebrar”, como se explica en y , es la noción de que cuando los bancos y las corporaciones financieras se hacen demasiado grandes, su quiebra tiene implicaciones sistémicas, infligiendo daños colaterales a individuos que pueden no tener nada que ver directamente con esos bancos o corporaciones. Los gobiernos se sienten entonces obligados a rescatar a estas grandes entidades para minimizar los daños colaterales, y la anticipación de un rescate de este tipo promueve un comportamiento imprudente. Este argumento se relaciona con la concentración y centralización del capital financiero porque sugiere que la concentración del poder financiero en unas pocas grandes instituciones puede llevar a una situación en la que esas instituciones se conviertan en “demasiado grandes para fracasar”, y su fracaso podría tener consecuencias catastróficas para todo el sistema financiero y la economía en su conjunto. Este argumento pone de relieve los riesgos asociados a la concentración y centralización del capital financiero y la necesidad de abordar estos riesgos mediante una regulación y una supervisión adecuadas.

¿Cuáles son algunas de las soluciones propuestas a la cuestión de “demasiado grande para quebrar”?

Algunas de las soluciones propuestas a la cuestión de “demasiado grande para quebrar” incluyen la disolución de los bancos, la reducción de la asunción de riesgos mediante la regulación, impuestos bancarios que aumenten para las instituciones más grandes y una mayor supervisión. Además, sugiere que los medios habituales para evitar la quiebra incluyen facilitar una fusión, conceder créditos o inyectar capital gubernamental, todo lo cual protege al menos a algunos acreedores que de otro modo habrían sufrido pérdidas. Sin embargo, la cuestión sigue siendo controvertida y existe un debate permanente sobre la mejor manera de abordar los riesgos asociados a la concentración y centralización del capital financiero.

¿Cuáles son algunas situaciones especiales en las que se han esgrimido argumentos a favor del monopolio?

Existen situaciones especiales en las que se han esgrimido argumentos a favor del monopolio. Por ejemplo, se cree que cuando se trata de crear dinero, es mejor que sólo lo haga un agente en una economía, a saber, su banco central. En la organización industrial, los bienes complementarios se venden mejor por un monopolista que por empresas separadas, para evitar la doble marginación. En esencia, el argumento es que tener muchas empresas puede hacer que sean “demasiado pequeñas para regularlas” (TSTR); por el contrario, tener pocas empresas hace que sea más fácil regularlas y administrarlas.

La concentración de capital

La concentración de capital se refiere a la tendencia a que la masa de riqueza que funciona como capital se concentre cada vez más en manos de capitalistas individuales. Este proceso implica la destrucción de la independencia individual de los capitalistas más pequeños, la expropiación de capitalistas por otros capitalistas y la transformación de muchos pequeños capitales en unos pocos grandes. Esta concentración de capital amplía la base de la producción a gran escala y de los métodos específicos de la producción capitalista. La concentración de capital es una técnica de acumulación de capital o de autoexpansión del capital, y puede detectarse claramente en los tiempos modernos, especialmente en EEUU, a través de la aparición de fusiones, adquisiciones y conglomerados. La concentración del capital tiene implicaciones para la competencia, la regulación y la distribución de la riqueza y el poder en la sociedad.

La centralización del capital

La centralización del capital se refiere a la unión de varias unidades de capital individuales para formar una nueva unidad mayor. Este proceso implica una reestructuración del capital ya existente de forma que asigna su propiedad y control a cada vez menos manos. La centralización del capital puede dar lugar a economías de escala, que permiten a las empresas más grandes producir a costes medios más bajos que las empresas más pequeñas. Esto puede dar lugar a una menor competencia en el mercado. La centralización también puede mejorar y aumentar la escala de producción, haciendo posible emprender megaproyectos de infraestructuras físicas y urbanización que no serían posibles de otro modo. Sin embargo, la centralización también puede tener consecuencias negativas, como la concentración de la riqueza y el poder en manos de unos pocos individuos o corporaciones, lo que puede conducir a la desigualdad social y económica.

La justificación de estas leyes

El principal fundamento de las leyes de concentración y centralización del capital es la fuerza de la acumulación de capital o la autoexpansión del capital. La autoexpansión del capital individual se logra mediante la apropiación de la plusvalía maximizando la tasa de ganancia, mientras que el movimiento del capital social conduce a la igualación de las tasas de ganancia. La combinación de ambos da lugar a una realización contestable o competitiva de un impulso ilimitado para la maximización de la ganancia. Así pues, las leyes de concentración y centralización del capital se consideran resultados naturales del modo de producción capitalista, impulsadas por la necesidad del capital de expandirse y acumularse. Sin embargo, estas leyes también tienen implicaciones sociales y económicas, como la concentración de la riqueza y el poder en manos de unos pocos individuos o corporaciones, la absorción de las pequeñas empresas por las grandes y la promoción de comportamientos temerarios debido a la anticipación de los rescates gubernamentales.

Las repercusiones

La concentración y la centralización del capital pueden tener repercusiones significativas para la estabilidad del sistema financiero, la distribución de la riqueza y el poder, y el comportamiento de los agentes del mercado. El argumento de “demasiado grande para quebrar” sugiere que cuando los bancos y las corporaciones financieras se hacen demasiado grandes, su quiebra puede tener implicaciones sistémicas, infligiendo daños colaterales a individuos que pueden no tener nada que ver directamente con esos bancos o corporaciones. Los gobiernos se sienten entonces obligados a rescatar a esas grandes entidades para minimizar los daños colaterales, y la anticipación de ese rescate promueve un comportamiento imprudente. La quiebra de empresas grandes y complejas puede empeorar significativamente las crisis financieras y las recesiones al perturbar los mercados financieros, obstaculizar los flujos de crédito, inducir fuertes caídas de los precios de los activos y dañar la confianza. La concentración y centralización del capital financiero también puede conducir a la concentración de la riqueza y el poder en manos de unos pocos individuos o corporaciones, lo que puede exacerbar la desigualdad social y económica. Para hacer frente a estas repercusiones, se han propuesto varias soluciones, como la disolución de los bancos, la reducción de la asunción de riesgos mediante la regulación, impuestos bancarios que aumenten para las instituciones más grandes y una mayor supervisión.

Riesgos con las instituciones demasiado grandes para quebrar

En su momento, Bernanke citó varios riesgos asociados a las instituciones demasiado grandes para quebrar. Uno de los principales riesgos es la generación de un grave riesgo moral. Si los acreedores creen que no se permitirá la quiebra de una institución, no exigirán tanta compensación por los riesgos como lo harían en otras circunstancias, debilitando así la disciplina del mercado. Esto puede conducir a una asunción excesiva de riesgos por parte de la institución, lo que puede desembocar en una crisis financiera. Otro riesgo es la concentración del poder económico en manos de unas pocas grandes instituciones, lo que puede conducir a la desigualdad social y económica. Además, la quiebra de una institución demasiado grande para quebrar puede tener implicaciones sistémicas, infligiendo daños colaterales a individuos que pueden no tener nada que ver directamente con esa institución. Los gobiernos se sienten entonces obligados a rescatar a esas grandes entidades para minimizar los daños colaterales, y la anticipación de ese rescate promueve un comportamiento imprudente. Bernanke argumentó que el problema del “demasiado grande para quebrar” debe resolverse para evitar estos riesgos y garantizar la estabilidad del sistema financiero.

Evolución de la Concentración del Capital

La concentración del capital, 1840-1875, y hasta 1914

Hacia 1840, la City de Londres era el principal centro financiero del mundo, por delante de París, seguida a su vez por un grupo de centros importantes pero secundarios, entre los que se encontraban Ámsterdam, Bruselas, Fráncfort y Ginebra. En todos estos centros, los comerciantes y banqueros más destacados dirigían sus negocios internacionales como empresas privadas y en el marco de contactos muy personales y familiares. Y la Casa Rothschild dominaba el mundo de las finanzas internacionales gracias a sus inmensos recursos y a su posición clave en la emisión de préstamos en nombre de gobiernos extranjeros. Las cosas no eran fundamentalmente diferentes hacia 1875; la City londinense seguía ocupando el primer lugar en el mundo, seguida de París, los banqueros privados conservaban el control sobre las grandes transacciones financieras internacionales y la Casa Rothschild seguía siendo el mayor banco de Europa. Esto no significa que la inacción fuera la característica dominante de estos treinta y cinco años, ni mucho menos. Durante el segundo tercio del siglo XIX se produjeron dos cambios importantes. El primero fue el aumento de la concentración de capital; el segundo, el fuerte crecimiento de las exportaciones de capital.

La concentración de capital supuso un cambio fundamental, cuyos efectos transformaron profundamente la vida de los centros financieros. Ya eran perceptibles en la década de 1830 aunque, a primera vista, el antiguo orden apenas parecía haber cambiado. Las primeras grandes empresas de la era industrial fueron las compañías ferroviarias y los bancos por acciones.

La apertura del mundo -con la revolución de los transportes y las comunicaciones, los desplazamientos de población y la libre circulación de capitales- fue acompañada del establecimiento de imperios coloniales y de la extensión del dominio directo o indirecto de las potencias imperialistas sobre la mayor parte del planeta a una escala sin precedentes. En 1914, el imperio británico se extendía sobre 30 millones de km2 e incluía 450 millones de habitantes, mientras que el imperio colonial francés se extendía sobre diez millones de km2 con 50 millones de habitantes. Además, dominaban informalmente regiones tan vastas como China, el Imperio Otomano y América Latina. Estos dos fenómenos sólo están vinculados en parte, pero tampoco son completamente ajenos, como revelan las discusiones entre contemporáneos, así como entre generaciones de historiadores, sobre la primacía de la política o de la economía en la expansión del imperialismo a finales del siglo XIX. Pero en cualquier caso, los centros financieros internacionales participaron más en la apertura del mundo que en el imperialismo colonial.

Cualquiera que sea el punto de vista, el entorno político y económico anterior a 1914 era especialmente propicio para el rápido desarrollo de los centros financieros internacionales. En muchos aspectos, fue verdaderamente una edad de oro para ellos y una que no volverían a encontrar antes de finales del siglo XX.

Tras 1945

Los procesos de industrialización en diversos tipos de sociedades capitalistas, así como en sociedades dominadas por el Estado con planificación central, como la antigua Unión Soviética, han compartido similitudes esenciales. Inicialmente, la industrialización está marcada por transferencias masivas de mano de obra fuera de la agricultura y hacia fábricas que cuentan con concentraciones de bienes de equipo. Sin embargo, el aumento de la productividad de la mano de obra dedicada a la manufactura llega a equilibrar el aumento de la demanda de bienes, y el empleo en el sector servicios aumenta más rápidamente que en la manufactura tras la industrialización inicial. Por consiguiente, en las principales sociedades industriales de Europa, Asia Oriental y Norteamérica, el crecimiento del empleo durante la segunda mitad del siglo XX se concentró en los servicios, las profesiones liberales y las finanzas. Incluso en los países industrializados que son exportadores netos de manufacturas, como Alemania y Francia, el número absoluto de trabajadores en la industria manufacturera ha ido en declive desde la década de 1970. Algunas de las economías nacionales más dinámicas, como las de EE.UU. y el Reino Unido, se han convertido en importadores netos de productos manufacturados y exportadores netos de conocimientos técnicos y de servicios derivados del uso de la tecnología. Sin embargo, en la medida en que la industria se identifica con la aplicación de conocimientos científicos y de fuentes inanimadas de energía, resulta engañoso hablar de un proceso de “desindustrialización” en estas economías en expansión y comparativamente prósperas. Es probable que las concentraciones de la industria de chimeneas sigan desplazando su ubicación por todo el planeta. Hay poco que sugiera que un tipo particular de industria constituya un requisito transhistórico para la preeminencia económica.

Los procesos de industrialización han producido universalmente cambios clave en la cultura. Como subrayó el sociólogo Reinhard Bendix, la concentración de trabajadores en fábricas ha desencadenado en todas partes la elaboración de ideologías novedosas para legitimar el ejercicio de la autoridad por parte de los Empleadores. La movilización de recursos para la industrialización también conlleva definiciones innovadoras de las responsabilidades y los derechos sobre los factores de producción, incluidas las directrices para la financiación o la asignación de capital y para controlar en cierta medida la salud de los trabajadores. La propiedad de los recursos por parte del Estado sólo altera los detalles de estos retos normativos. En todos los entornos, la industrialización ha exigido nuevos marcos normativos para regir el flujo de mano de obra entre naciones, ciudades y empresas. La industrialización desencadena el desarrollo de procedimientos para identificar los descubrimientos intelectuales y señalar a sus creadores para recompensarlos, ya sea en forma de patentes y derechos de autor o mediante otros tipos de privilegios sociales.

A pesar de estas profundas similitudes en la industrialización, los estudiosos se guardan de exagerar sus concomitantes y de identificar la industrialización con la modernidad. La mecanización de algunas formas de producción ha llamado más la atención sobre su opuesto, el trabajo manual tradicional. En el Reino Unido del siglo XIX, por ejemplo, la producción en instalaciones centralizadas con energía de vapor creó una gran demanda de los insumos de los oficios artesanales, incluidas las herramientas y el equipamiento. La mecanización de las ramas más sencillas de la empresa, como el hilado, estimuló los oficios caseros que resultaban más difíciles de mecanizar, como el tejido. Las fábricas de Europa, Asia oriental y otros lugares se apoyaron en las redes tradicionales de parentesco y las vigorizaron para asegurarse un mejor suministro de mano de obra fiable. El crecimiento de los sistemas fabriles que empleaban a familias enteras en comunidades relativamente cerradas redujo en ocasiones la movilidad geográfica de la mano de obra y reforzó la influencia de los hombres cabeza de familia que supervisaban el proceso de trabajo y la contratación. Por lo tanto, especialmente en contraste con el trabajo artesanal realizado por productores independientes para mercaderes, la industrialización puede intensificar la autoridad de los cabezas de familia o la subordinación de las mujeres.

En la Europa de finales del siglo XIX, cuando los Empleadores localizaron el trabajo en las fábricas en las zonas rurales para reducir los costes salariales, la industrialización también frenó la emigración a las ciudades. Las fábricas rurales generaron ingresos suplementarios para las familias de pequeños propietarios que no habrían podido mantenerse en el campo sólo con la agricultura o el trabajo manual. En algunos entornos, la industrialización es compatible con el crecimiento del empleo doméstico mediante telares eléctricos, amoladoras y otros equipos domésticos. Más recientemente, los avances en las telecomunicaciones y las conexiones informáticas han permitido a los trabajadores profesionales de las finanzas y la ciencia trabajar desde casa o residir en comunidades rurales. Dependiendo del contexto, por tanto, la industrialización puede ir en contra de patrones putativamente modernos como la movilidad geográfica, la centralización de la producción, la independencia personal de la autoridad familiar y la urbanización.

El poder mundial

El poder financiero se centra en unas pocas “ciudades globales” que acumulan la capacidad de un control político-económico generalizado al servir como puntos de mando concentrados en la organización de la economía mundial y como ubicaciones clave para las empresas financieras y de servicios especializados. El control se centra en las pocas ciudades que pasan de ser sedes de empresas y corporaciones a ser “mercados de capitales”, centros financieros para las economías nacionales e internacionales. La globalización de finales del siglo XX vio cómo aumentaba la concentración de capital en la cúspide de esta jerarquía mundial, especialmente en Nueva York, Londres, Tokio y Fráncfort, con una ciudad, Nueva York, presidiendo constantemente sobre el resto. El dominio de Nueva York proviene de la cantidad de capital que controla la ciudad y de la sofisticación tecnológica con la que se puede mover el dinero desde Wall Street a cualquier parte del mundo. Esencialmente, este tipo de poder global se ejerce controlando el acceso a las mayores acumulaciones de capital del mundo y dirigiendo los flujos de capital en diversas formas -como acciones, bonos, derivados, divisas e inversión directa- hacia usos y lugares aprobados por los bancos y empresas de inversión de Wall Street. Los mercados de capitales están llenos de expertos financieros que ganan dinero a partir de las incertidumbres que se derivan del funcionamiento normal del capitalismo, un sistema cuya “racionalidad” general surge de la colisión de millones de acciones interesadas motivadas por el beneficio. La pericia intenta superar la incertidumbre recopilando y aplicando información financiera y técnica que debe combinarse con juicios subjetivos basados en la experiencia práctica: la pericia es la experiencia institucionalizada. Como resultado, el paso anual, a través de una ciudad global como Nueva York, de documentos que controlan billones de dólares en activos comerciales y financieros deja, como residuo institucional, un sistema de miles de empresas especializadas llenas de conexiones, conocimientos y pericia. La combinación de pericia, concentrada en instituciones especializadas, con el control real sobre importantes inversiones de capital, es la base del poder político-económico que ejercen los centros mundiales de poder financiero. Este poder adopta muchas formas.

Una forma es la influencia de los mercados de capitales en la elaboración de la política de desarrollo mundial por parte de las organizaciones gubernamentales y de gobierno. Los actores más importantes de los mercados internacionales de capitales son las corporaciones que invierten directamente en países extranjeros y los inversores “profesionales” o “institucionales”, instituciones financieras que invierten los ahorros de los particulares, sobre todo a través de fondos de pensiones y mutuas, e invierten para empresas no financieras, como compañías de seguros, en forma de bonos, acciones y préstamos. Para tomar estas decisiones, las empresas y los profesionales de la inversión emplean evaluaciones de los países utilizando una serie de consultorías e instituciones especializadas, especialmente las calificaciones crediticias nacionales realizadas por agencias como Economist Intelligence Unit, Business Environment Risk Information, International Country Risk Guide y Euro-money Institutional Investor. Los inversores profesionales de estos mercados de capitales se fijan en las políticas de desarrollo de los gobiernos como señales del riesgo de inversión que conlleva la compra de deuda soberana en forma de bonos del Estado. La evaluación de que una emisión de bonos gubernamentales conlleva un alto riesgo de impago o de reprogramación, o de que la tasa de inflación subirá, o de que los tipos de cambio se volverán volátiles, significa que los inversores exigirán un tipo de interés más alto, lo que aumentará el coste del servicio de la deuda, o que las emisiones de bonos estarán infrasuscritas o, peor aún, serán retiradas del mercado. El mercado de capitales, actuando a través de las decisiones de inversión institucionales, influye en la política de desarrollo a través de mecanismos como los tipos de interés de los bonos, la inversión directa y el comercio especulativo de divisas nacionales. Algunos teóricos de los mercados internacionales de capital sostienen que la globalización, acompañada de una mayor apertura de los mercados y una mayor movilidad del capital, ha aumentado el poder del capital sobre las políticas gubernamentales. Este es particularmente el caso de las políticas fiscales y monetarias de los gobiernos que son castigadas rápida y eficazmente por las reacciones de los mercados internacionales de bonos y divisas.

Durante la década de 1970, los mercados financieros castigaron a los gobiernos que persistían en seguir políticas de desarrollo socialdemócratas y keynesianas que los inversores creían que conducían a déficits estatales que impedirían el reembolso de los fondos prestados. El caso paradigmático fue el disciplinamiento del Partido Laborista británico en 1976. El caso terminal fue el gobierno francés de Mitterand, comprometido con la expansión económica combinada con la redistribución de la renta, pero obligado por unos tipos de interés de los bonos del 17,4% a dar marcha atrás en 1982-83. Desde entonces, las políticas de los países desarrollados han convergido en un modelo político neoliberal preferido por el mercado, consistente en gobiernos más pequeños, déficits más bajos, menos provisión estatal de servicios sociales, niveles impositivos más bajos, menos regulación y sindicatos más pequeños. Desde mediados de los años ochenta, los inversores internacionales han confiado mucho en las políticas de lo que se convirtieron en democracias liberales, más que sociales, en el mundo desarrollado. Los mercados financieros conservan una fuerte influencia en las políticas gubernamentales, pero ahora sólo tienen en cuenta un conjunto limitado de políticas a la hora de evaluar las primas de riesgo, lo que deja cierto margen de maniobra y elección (dentro de un régimen básicamente neoliberal) en las decisiones de política de desarrollo. En comparación, en el caso de los “mercados emergentes” (países en desarrollo de renta baja o media), los inversores conservan una fuerte y amplia influencia en la política gubernamental. Aunque los gobiernos de los mercados emergentes no siempre están obligados a seguir los dictados de los mercados mundiales de capitales, el coste de desafiarlos suele ser elevado.


Para tener una panorámica de la investigación contemporánea, puede interesar asimismo los textos sobre economía conductual, economía experimental, teoría de juegos, microeconometría, crecimiento económico, macroeconometría, y economía monetaria.

Datos verificados por: Sam.

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1 comentario en «Concentración del Capital»

  1. Se trata de un proceso de consolidación de las acumulaciones individuales de capital mediante la capitalización de una parte de la plusvalía. La concentración del capital conduce a un crecimiento creciente de las mayores acumulaciones individuales de capital dentro de la totalidad del capital social.

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