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Lenguaje Político

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Lenguaje Político

Este elemento es una expansión del contenido de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre el conflicto en el discurso y el lenguaje político (que ve el conflicto como congénito del lenguaje y el discurso político). Puede interesar también la información, en esta plataforma digital, acerca del paradigma político, como un marco de hechos, teorías, modelos conceptuales y métodos que forman una base de la ciencia, y las acciones del movimiento político, entre otros. Y acerca del conflicto político en general.

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Visualización Jerárquica de Lenguaje

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A continuación se examinará el significado.

¿Cómo se define? Concepto de Lenguaje

Véase la definición de lenguaje en el diccionario.

Lenguaje Político y el Discurso de los Políticos

En los sistemas democráticos, los partidos políticos representan diferentes puntos de vista sobre un gran número de cuestiones cruciales (sociales, económicas, culturales). Está en la naturaleza del sistema que, para que sus puntos de vista tengan peso y sean eficaces, los partidos necesitan -a través de las voces de sus representantes- ser escuchados y creídos por el mayor número posible de votantes. En consecuencia, la persuasión está en el centro del discurso político. Sin embargo, dado que todos los partidos quieren obtener el poder político a través del proceso electoral, o al menos quieren obtener una representación suficiente en la legislatura para que los partidos en el poder les tomen en serio, la arena política es por definición el escenario de batallas entre voces opuestas. En lugar de buscar puntos en común, estas voces resaltarán las diferencias entre ellas con un objetivo principal: persuadir al electorado de su propio “acierto” y del “error” de los oponentes. Por lo tanto, todos los representantes de los partidos, es decir, todos los oradores políticos, deben hacer hincapié en los puntos fuertes de sus propios programas y logros, así como en los puntos débiles de los programas y logros de la oposición. Esto da lugar a enfrentamientos entre voces contradictorias. La naturaleza pública del lenguaje y discurso político implica que es mucho lo que está en juego para los oradores: o convencen a (parte de) los electores o no lo consiguen. Por lo tanto, todas las estrategias comunicativas de los oradores políticos estarán orientadas a presentar la mejor imagen posible de sí mismos (como representantes individuales de los partidos). Esto requiere habilidad comunicativa.

En diferentes contextos y géneros

En este texto examinamos cómo afrontan el conflicto los oradores políticos en diferentes contextos y géneros. Aunque la naturaleza del conflicto es esencialmente la misma en todos los géneros, las formas en las que puede aflorar y puede tratarse varían según las reglas del género.

Los géneros son tipos. Pero son tipos de una manera bastante peculiar. Los géneros no especifican los recursos lexicográficos de la palabra, la frase, la cláusula, etcétera. En su lugar, especifican las formas típicas en que éstos se combinan y despliegan para promulgar las formaciones de acción semiótica típicas de una comunidad determinada”. Se propone que los modos de conflicto político varían según los distintos géneros de comunicación, de ahí la importancia de analizar el conflicto en un contexto situado.

Por este motivo, queremos examinar tres géneros concretos: las entrevistas políticas, los debates y las preguntas parlamentarias. Nos centraremos principalmente en datos británicos, aunque también se incluyen datos de otras culturas. Al examinar distintos géneros, distintos tipos de partidos políticos (en particular, la corriente dominante/moderada frente a la marginal/extremista) y distintas culturas, pretendemos demostrar que, aunque las reglas del enfrentamiento varían, todas las estrategias comunicativas encuentran una explicación dentro de la teoría del rostro. Cabe argumentar que en el lenguaje discurso político el rostro y la gestión del rostro constituyen el factor unificador en todos los casos de conflicto.

Antecedentes teóricos

Desde la década de 1980, se ha producido un aumento de la investigación lingüística sobre el lenguaje y el discurso político mediático, tanto escrito como hablado. La mayoría de los estudios pueden dividirse a grandes rasgos en tres grupos diferentes (se trata de una simplificación y puede que no haga justicia a las investigaciones que no encajan fácilmente en ninguna de estas categorías).

En un tipo de estudio, la atención se centra en cómo las elecciones lingüísticas reflejan las ideologías. Los investigadores que trabajan principalmente en el marco del Análisis Crítico del Discurso pretenden sacar a la luz perspectivas políticas subyacentes que pueden no estar explícitamente expresadas en el discurso, pero que sin embargo tienen un impacto en la forma en que los lectores/oyentes interpretan los mensajes. El objetivo de este tipo de trabajos es concienciar sobre el lenguaje como instrumento de poder y, por tanto, potencialmente de opresión y desigualdad. Como tales, estos estudios tienen un punto de partida y un propósito ideológicos claros. Gran parte de este tipo de trabajo se ha inspirado en destacados teóricos desde fines de los años 90.

Un segundo grupo de estudios se centra en los mecanismos de la interacción y en las formas en que los hablantes atraen los distintos tipos de conversación. A estos investigadores no les interesa tanto poner al descubierto las ideologías como descubrir cómo se desarrolla el lenguaje y discurso político hablado en diferentes contextos, como las entrevistas y los debates de radio y televisión. Este tipo de trabajo puede situarse en el marco más amplio del Análisis de la Conversación y sus desarrollos posteriores en diversas variantes. Investigadores influyentes en esta tradición han sido Greatbatch (1992) y Clayman y Heritage (2002).

El tercer grupo comprende los estudios que adoptan un enfoque lingüístico funcional en sentido amplio. Estos estudios examinan las elecciones lingüísticas (léxicas, gramaticales, prosódicas) como expresión de significados ideacionales e interpersonales. Se centran en las estrategias retóricas adoptadas consciente o inconscientemente por los hablantes para hacer frente a las exigencias de los distintos géneros, como los discursos y las entrevistas. Estos estudios comparten con el primer grupo el punto de vista de que las elecciones lingüísticas nunca son inocentes, ya que reflejan y crean significados a la vez. Comparten con el segundo grupo el interés por cómo se gestiona la interacción, por ejemplo en la forma en que los hablantes utilizan el lenguaje para responder a preguntas amenazadoras, negar acusaciones o presentar imágenes de sí mismos. Algunas de estas investigaciones se han inspirado directamente en la Lingüística Funcional Sistémica y en la Teoría de los Actos de Habla, por ejemplo, Harris (1991) sobre la respuesta a preguntas y Fetzer (2007) sobre los desafíos en las entrevistas políticas.

▷ En este Día de 1 Mayo (1889): Fundación del Primero de Mayo
Tal día como hoy de 1889, el Primero de Mayo -tradicionalmente una celebración del retorno de la primavera, marcada por el baile en torno a un mayo- se celebró por primera vez como fiesta del trabajo, designada como tal por el Congreso Socialista Internacional. (Imagen de Wikimedia)

En este texto, el enfoque es funcional en sentido amplio. Gran parte de la investigación de Bull y sus colegas se ha centrado en cómo se las arreglan los políticos para mantenerse firmes en el contexto de un interrogatorio contradictorio, en particular en cómo los políticos responden o no a las preguntas. El trabajo de Simon-Vandenbergen y sus colegas adopta un enfoque sistémico-funcional y se ha centrado en las elecciones lingüísticas que hacen los hablantes políticos para expresar tanto su compromiso como su falta de compromiso. Las investigaciones de estos dos autores comparten la preocupación por encontrar explicaciones a las elecciones estratégicas de los oradores políticos y han hallado -por diferentes vías- dichas explicaciones en los conceptos de “cara” y “gestión de la cara”.

El término “cara” significa vagamente algo así como prestigio, honor o reputación. La palabra procede originalmente del chino, pero fue introducida en la teoría social por el sociólogo Erving Goffman con su artículo “On face-work: an analysis of ritual elements of social interaction” (1955), y su posterior libro Interaction Ritual: Essays on Face-to-Face Behaviour (1967b). Según Goffman, todo el mundo representa una línea, un patrón de interacción mediante el cual expresa su visión de la situación y de sí mismo. La cara es el valor social positivo que una persona reivindica efectivamente por la línea que ha adoptado, el trabajo cara a cara son las acciones que lleva a cabo una persona para que lo que esté haciendo sea coherente con la cara.

El artículo seminal de Goffman sirvió de inspiración para la muy influyente teoría de la cortesía de Brown y Levinson (1978, 1987), según la cual la cara es importante en todas las culturas: puede perderse, mantenerse o mejorarse. Brown y Levinson (1987) distinguieron además entre lo que denominan cara positiva y negativa, donde la cara positiva se define como “el deseo de cada miembro de que sus deseos sean deseables al menos para algunos otros”, la cara negativa como “el deseo de cada ‘miembro adulto competente’ de que sus acciones no sean obstaculizadas por los demás”. Así, por ejemplo, una petición para hacer algo puede amenazar la cara negativa de alguien (al restringir su libertad de acción), mientras que los desacuerdos pueden amenazar la cara positiva de alguien (al mostrar una falta de aprobación). En la teoría de la cortesía, el mantenimiento de la cara se considera una restricción primordial para la consecución de objetivos en la interacción social. Algunos actos son intrínsecamente amenazadores para la cara y, por lo tanto, requieren ‘suavización’. Por lo tanto, las acciones comunicativas como las órdenes o las quejas pueden realizarse de forma que se minimicen las amenazas tanto para la cara positiva como para la negativa.

En el contexto de las anteriores teorías de la cara, en las dos secciones siguientes consideraremos cómo surgen y se tratan determinados puntos conflictivos en dos géneros de la comunicación política: las entrevistas radiofónicas y las preguntas parlamentarias. Las entrevistas retransmitidas son un acontecimiento mediático; la conversación entre el entrevistador y el entrevistado es una charla producida específicamente para la cámara, para lo que se ha denominado la “audiencia oyente”. Por el contrario, las preguntas parlamentarias no comprenden una charla producida sólo para la cámara; se trata de una charla que tiene lugar como parte de los asuntos parlamentarios ordinarios, pero que también se televisa y se transmite a la nación (desde que comenzó la televisación del Parlamento británico en 1989).

Mientras que la subsección sobre las entrevistas políticas se centra principalmente en cómo responden los políticos a las preguntas del entrevistador, la subsección 13.5 se centra sobre todo en las preguntas reales que se plantean al Primer Ministro. A estas dos secciones les sigue una tercera (Sección 13.6), que se centra en si los fenómenos discursivos identificados en las entrevistas con políticos de los partidos políticos mayoritarios también pueden observarse en el discurso de los políticos tanto de extrema derecha como de extrema izquierda, basándose tanto en las entrevistas emitidas como en los debates. Los resultados de todos estos estudios se consideran en la sección final (discusión y conclusiones).

Entrevistas políticas

Esta subsección se centra en las entrevistas políticas emitidas. La expresión tanto del compromiso como del no compromiso (equívoco) por parte de los políticos se considera en el contexto general de las teorías de la gestión de los rostros y las caras.

La gestión del rostro como explicación del equívoco

En varios estudios sobre las entrevistas políticas en los medios de comunicación, se ha analizado el desarrollo del modo de entrevista de investigación o incluso de confrontación. Se trata de que los entrevistadores presionen a los entrevistados políticos para que den respuestas directas y claras a las preguntas, aunque al hacerlo corran el riesgo de quedar mal. Según Jucker (1986), es más probable que a los entrevistados políticos se les hagan preguntas que amenacen su cara que a los no políticos; enumera 13 formas de amenazar la cara del entrevistado, que los periodistas utilizan con mayor o menor frecuencia. Una explicación de este estilo de entrevistador es que las entrevistas desafiantes son más interesantes para el oyente y tienen más interés periodístico. Además, se entiende que los entrevistadores tienen autorización para comportarse de este modo como representantes de un público inquisitorial. En este modo de interrogatorio, los entrevistadores suelen confrontar a los entrevistados con los puntos de vista de los oponentes, con las contradicciones entre las declaraciones presentes y pasadas, o con las incoherencias entre las promesas y declaraciones, por un lado, y los hechos, por otro.

La investigación también ha revelado que los oradores políticos han desarrollado estrategias para hacer frente a este tipo de interrogatorio. Por ejemplo, pueden cambiar el orden del día (Greatbatch, 1986) o sus respuestas pueden volverse deliberadamente indirectas y evasivas (Harris, 1991; Jucker, 1986). Jucker señala que los dispositivos de evasión suelen utilizarse como medios para reducir el compromiso. Si uno dice: “Creo que x es el caso”, el hablante no podrá rendir cuentas si resulta que no es así. Por el contrario, si uno dice: “Es el caso”, hace una afirmación sin reservas que puede resultar errónea. Entre los estudios más recientes se incluye el análisis de Fetzer (2007) sobre los desafíos en las entrevistas políticas, en el que también descubrió que la cobertura (por ejemplo, con la partícula discursiva bien) es una estrategia utilizada con frecuencia.

Los estudios más exhaustivos sobre cómo se enfrentan a las preguntas los entrevistados políticos han sido realizados por Bull y sus colegas. Sobre la base de 33 entrevistas televisadas a destacados políticos de los principales partidos de la corriente dominante en Gran Bretaña, estos estudios demuestran que el “equívoco” es la norma más que la excepción y que, en otras palabras, existe un serio fundamento para la creencia intuitiva popular de que los políticos son evasivos, necios e indirectos. El término “equívoco” se ha definido como el uso intencionado de un lenguaje impreciso, o la comunicación no directa, ambigua, contradictoria, tangencial, oscura o incluso evasiva. Además de una clasificación detallada de los distintos tipos de respuesta equívoca, Bull ofrece una explicación convincente de su aparición. En primer lugar, resumiremos a grandes rasgos los resultados más importantes de estos estudios empíricos y, a continuación, ofreceremos una interpretación en términos de trabajo y gestión de los rostros.

Si definimos las “respuestas” como respuestas a preguntas en las que se da la información solicitada, las “no respuestas” son respuestas en las que los políticos no dan ninguna información solicitada en la pregunta y las “respuestas intermedias” son aquellas respuestas que se sitúan en algún punto intermedio. Esta última categoría comprende las “respuestas implícitas”, las “respuestas incompletas” y las “respuestas interrumpidas”. A partir de tres estudios de 33 entrevistas televisadas a políticos británicos, se encontró una tasa media de respuesta de sólo el 46% (Bull, 1994). (La tasa de respuesta se refiere a la proporción de preguntas que reciben una respuesta explícita, es decir, excluyendo tanto las respuestas intermedias como las no respuestas). De forma similar, en un estudio independiente de un conjunto diferente de entrevistas políticas, Harris (1991) encontró una tasa de respuesta del 39 por ciento. En comparación, las entrevistas televisadas a no políticos muestran un patrón marcadamente diferente. La difunta Diana, princesa de Gales, en su célebre entrevista con Martin Bashir (20 de noviembre de 1995), respondió al 78 por ciento de las preguntas. Louise Woodward, la au-pair británica condenada por el homicidio involuntario de Matthew Eappen, de ocho meses, respondió al 70 por ciento de las preguntas en una entrevista (22 de junio de 1998) con Martin Bashir. Monica Lewinsky respondió al 89 por ciento de las preguntas formuladas por Jon Snow (4 de marzo de 1999) en una entrevista sobre su affaire con el presidente Clinton. La tasa media de respuesta del 79 por ciento en las tres entrevistas fue significativamente superior al 46 por ciento de las 33 entrevistas políticas mencionadas anteriormente.

Se ha elaborado una tipología de las diferentes formas de equívoco, a partir de la cual se han identificado 35 tipos diferentes de equívoco, basados en el análisis tanto de las respuestas intermedias como de las no respuestas. Aquí se resumen las 12 categorías superiores. Así, los políticos pueden responder de una de las siguientes maneras: ignorar la pregunta, reconocer la pregunta sin responderla, cuestionar la pregunta, atacar la pregunta, atacar al entrevistador, negarse a responder, hacer una puntualización política, dar una respuesta incompleta, repetir la respuesta a una pregunta anterior, afirmar o dar a entender que la pregunta ya ha sido respondida, disculparse o interpretar la pregunta literalmente cuando claramente no pretendía ser así. Hay varios tipos subordinados de la categoría “atacar la pregunta”.

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características en 2024 o antes, y el futuro de esta cuestión):

Dadas las numerosas pruebas de que la evasión del compromiso es una estrategia a la que recurren con frecuencia los entrevistados políticos, se plantea la cuestión de cómo explicarlo. La respuesta propuesta reside en la propia naturaleza de la entrevista política retransmitida. Un rasgo distintivo importante es que la charla se escenifica realmente para la audiencia de oyentes de radio o telespectadores. Tanto el entrevistador como el entrevistado tienen constantemente en mente a la llamada “audiencia oyente” (Heritage, 1985) cuando se dirigen el uno al otro. Para los entrevistadores, el beneficio potencial de una actuación exitosa es un alto estatus entre sus colegas periodistas y el avance en sus carreras. Por lo tanto, el entrevistador debe mantener un equilibrio entre plantear preguntas interesantes y pertinentes, preservando al mismo tiempo la neutralidad. Cabe señalar que a menudo se espera que los entrevistadores hagan de abogado del diablo de las opiniones contrarias. En esos casos, tienden a señalar este papel (por ejemplo, con “Algunos podrían decir eso”), dejando así claro que, en términos de Goffman (1981), aunque animan (y a veces son autores) esas opiniones, no son sus principales. Así es como preservan la neutralidad.

Para los políticos, los beneficios potenciales son que las entrevistas les proporcionan una plataforma para la propaganda política, para exponer su programa y sus logros a la audiencia, con lo que esperan convencer al electorado de la superioridad de su partido sobre los demás. Así pues, es mucho lo que está en juego para ambas partes implicadas en la charla.

Además, las entrevistas se organizan en turnos estrictamente regulados: el papel del entrevistador es hacer preguntas y el del entrevistado responderlas. Los entrevistadores tenderán a ir tan lejos como puedan sin perder la neutralidad al hacer preguntas “difíciles”. Esto da lugar a una televisión interesante. Una entrevista dura puede considerarse como una entrevista con una gran proporción de preguntas conflictivas (Bull y Elliott, 1998).

Según una teoría propuesta por Bavelas at al. (1990), el equívoco suele producirse en situaciones caracterizadas por lo que denominan “evitación-evitación” o “conflictos comunicativos”, la llamada Teoría Situacional del Conflicto Comunicativo (STCC). Se trata de situaciones en las que todas las respuestas posibles tienen consecuencias negativas para el entrevistado, pero a pesar de ello el entrevistador y la audiencia esperan una respuesta. Por ejemplo, en un ejemplo, el entrevistador reconoce que las dos alternativas que presenta a Thatcher son malas soluciones desde su punto de vista (a saber: “¿Cuál consideraría un mal mayor […]?”). Thatcher no querría elegir públicamente entre las dos; no querría hablar de derrota antes de las elecciones. Sin embargo, se espera algún tipo de respuesta. Su solución en este caso es lógica: la alternativa es falsa, por lo que no hay necesidad de elegir.

El STCC se ha desarrollado y elaborado teóricamente en términos del concepto de “amenazas a afrontar”. Desde esta perspectiva, el equívoco se produce cuando la opción menos amenazadora para la cara de un entrevistado es una no respuesta o una respuesta incompleta. Además, se puede considerar que los políticos tienen “tres caras”: deben defender su cara personal-política, la del partido y la de las personas significativas. Este último grupo incluye, por ejemplo, el electorado, un colega, un país amigo u otras personas o instituciones valoradas positivamente.

Sobre la base de lo que se ha denominado por la doctrina como estructura de las preguntas “en función de la cara”, es posible predecir la dirección de las respuestas en las entrevistas políticas; podría decirse que esto es crucial en un modelo teórico que explique los mecanismos de la conversación en las entrevistas políticas a audiencias masivas. De ello se deduce que todas las opciones que se engloban bajo el paraguas del equívoco pueden considerarse estrategias adoptadas por oradores hábiles en contextos en los que son la mejor opción desde el punto de vista de salvar la cara. No es necesario atribuir un juicio de valor negativo a las estrategias como tales. Sin embargo, lo que es igualmente importante es que el trabajo de fachada también explica las respuestas explícitas de la misma manera: cuando una respuesta explícita es la mejor forma de presentar una impresión positiva de sí mismos, entonces los hablantes optarán por tal respuesta.

La autopresentación a través de la expresión del no compromiso puede considerarse, por tanto, como una cara de la moneda; cuando al hablante le convenga más expresar su no compromiso, lo hará. En la siguiente subsección, examinaremos la expresión del compromiso como una estrategia igualmente importante para presentar una cara política deseable.

La gestión del rostro como explicación de la expresión del compromiso

El no compromiso como estrategia para guardar las apariencias puede expresarse mediante marcadores de incertidumbre modal (como “puede”, “posiblemente”, “creo”, “supongo”), mediante ciertos marcadores del discurso que anuncian que no hay una respuesta directa (como “bueno”, “en realidad”) o mediante otras palabras que debilitan la fuerza de la afirmación, como cuantificadores como “algunos”, “unos cuantos”. Por el contrario, el compromiso puede expresarse mediante respuestas directas, así como mediante marcadores léxicos y gramaticales de certeza. Parece que presentar una cara de autoridad, de confianza y de conocimiento es una estrategia tan importante para los hablantes políticos como evitar el compromiso. De hecho, un examen más detallado del “creo” ha demostrado que en la argumentación política funciona mucho menos como cobertura que como marcador de autoridad (Simon-Vandenbergen, 1998, 2000). Simon-Vandenbergen (1996) demostró cómo las elecciones lingüísticas pueden contribuir a convertir las entrevistas en instrumentos de propaganda: los oradores políticos se esfuerzan por presentar una imagen de poder intelectual para ganar o conservar poder social (véase Kress y Hodge, 1979, p.99, sobre las nociones de poder social e intelectual). Esto implica demostrar que uno sabe más que el oponente. Dado que los entrevistadores suelen confrontar al entrevistado con el punto de vista del oponente, los entrevistados intentarán aprovechar su turno para convencer a la audiencia haciendo afirmaciones con el mayor grado de confianza. Las expresiones de certeza cognitiva y confianza en la verdad de la afirmación incluyen una variedad de opciones, todas ellas cooperando para transmitir el significado “Yo sé” o “Esto es verdad”. Las opciones son básicamente de dos tipos superiores: los hablantes se remiten a las llamadas fuentes “objetivas” para aportar pruebas externas de la afirmación, o simplemente afirman o presuponen que la afirmación es cierta. Simon-Vandenbergen (1996) enumera cuatro tipos principales de referencias a fuentes de conocimiento: la racionalidad y el sentido común, las pruebas objetivas, los rumores o la opinión mayoritaria.

Preguntas parlamentarias

Un segundo contexto en el que se ha demostrado la importancia de la agravación de las caras es el de las preguntas parlamentarias. Los debates entre políticos enfrentados se caracterizan a menudo por lo que se ha denominado “agravación de la cara” (de Goffman, 1967b). Se trata de una forma de discurso conflictivo adversarial, en el que los políticos intentan hacerse quedar mal unos a otros o coartar su libertad de acción. Como ejemplo ilustrativo, en esta sección de este capítulo se considerará el agravio comparativo en el contexto particular de las Preguntas del Primer Ministro (PMQ) en la Cámara de los Comunes británica.

En el Reino Unido, las leyes son aprobadas por la Cámara de los Comunes, que es suprema en materia legislativa. El Primer Ministro (PM) es responsable ante los Comunes y debe mantener su apoyo para permanecer en el poder. El turno de preguntas al Primer Ministro es la institución parlamentaria central del Reino Unido y su acontecimiento parlamentario de mayor relieve. Desde 1997, tiene lugar durante al menos media hora cada miércoles mientras el Parlamento está reunido, y permite a los diputados (MP) de cualquier partido político plantear preguntas al Primer Ministro. Aunque el turno de preguntas al Primer Ministro ha sido amplia y extensamente criticado, incluso por algunos primeros ministros británicos, se trata de una institución notable, que proporciona un grado de responsabilidad política que bien podría ser la envidia de los ciudadanos de muchos Estados menos democráticos del mundo.

Tanto las preguntas del Primer Ministro como las entrevistas retransmitidas se caracterizan por secuencias de pregunta/respuesta. Sin embargo, hay una diferencia notable: mientras que las preguntas de las entrevistas retransmitidas las formulan periodistas políticos profesionales, las de las Preguntas al Primer Ministro las formulan otros políticos. Esto tiene importantes implicaciones para el discurso de ambas situaciones. Como periodistas, se espera que los entrevistadores políticos sean imparciales. Por ejemplo, según las directrices editoriales de la BBC, “la imparcialidad está en el centro del compromiso de la BBC con su audiencia”. Los políticos, por el contrario, no están sujetos a tales limitaciones. Los diputados pueden ser tan parciales y tan descaradamente partidistas como deseen. Además, los diputados en el Parlamento están protegidos por el privilegio parlamentario, que les permite hablar libremente en la Cámara sin temor a acciones legales por calumnias.

Al mismo tiempo, los diputados no pueden decir simplemente lo que les venga en gana. Según la costumbre parlamentaria, se espera de ellos que observen ciertas tradiciones y convenciones relativas a lo que se denomina “lenguaje no parlamentario”. Concretamente, no deben ser abusivos o insultantes, llamar mentiroso a otro diputado, sugerir que otro diputado tiene motivos falsos o tergiversar a otro diputado. Estas convenciones son aplicadas por el Presidente de la Cámara (que preside los debates). Así, el Presidente puede pedir a un diputado que retire una expresión objetable. A lo largo de los años, los Presidentes de las Cámaras se han opuesto al uso de epítetos abusivos como canalla, cobarde, imbécil, golfillo, gamberro, rata, cerdo, traidor y soplón (House of Commons Information Office Factsheet G7, 2004). Un diputado que se niegue a obedecer al Presidente puede ser suspendido de la Cámara (lo que en el procedimiento parlamentario se denomina “nombramiento”).

Así pues, en las preguntas al Primer Ministro, los diputados deben orientarse tanto a la expectativa de que el diálogo siga un patrón de pregunta-respuesta, como abstenerse de utilizar un lenguaje no parlamentario inaceptable. Sin embargo, dentro de estas limitaciones, se les sigue permitiendo un amplio margen para atacar y criticar a sus colegas diputados (incluido, por supuesto, el Primer Ministro). Al hacerlo, pueden emplear un ingenio considerable para mantenerse dentro de las convenciones del lenguaje parlamentario aceptable. Por ejemplo, el ex Primer Ministro Sir Winston Churchill sustituyó en una ocasión el inaceptable término “mentira” por la frase “inexactitud terminológica” (House of Commons Information Office Factsheet G7, 2004).

De hecho, las Preguntas del Primer Ministro se han hecho famosas por su puntería política. Cuando David Cameron se convirtió en líder del Partido Conservador (6 de diciembre de 2005) se comprometió a poner fin a “la política de Punch and Judy de Westminster, los insultos, las murmuraciones, los marcadores de puntos, los señalamientos con el dedo” (Punch and Judy es un tradicional espectáculo popular británico de marionetas, que presenta luchas domésticas y violencia entre los dos personajes centrales, el Sr. Punch y su esposa Judy). Posteriormente, Cameron admitió que no había cumplido esta promesa, culpando a la naturaleza adversaria de las Preguntas del Primer Ministro (29 de abril de 2008). De nuevo, según el difunto Simon Hoggart (2011), distinguido columnista político del diario The Guardian, “las Preguntas del Primer Ministro se parecen cada vez más a un desagradable partido de fútbol, en el que el juego que se disputa públicamente va acompañado de todo tipo de rencillas secretas, ajustes de cuentas y faltas encubiertas cometidas cuando los jugadores esperan que el árbitro no esté mirando”.

El análisis más sustancial de las preguntas del Primer Ministro hasta la fecha fue realizado por Bates et al., (2014), que basaron su investigación en las técnicas ideadas por Bull descritas anteriormente y en sus trabajos de los años 90 y principos de este siglo. Esos investigadores compararon las sesiones de apertura de las Preguntas del Primer Ministro de los cinco primeros ministros desde 1979 hasta 2010 (Thatcher, Major, Blair, Brown y Cameron). El objetivo de Bates et al., era poner a prueba la percepción general de que las Preguntas del Primer Ministro se han convertido en un punto focal para la puntuación política superficial, en lugar de un serio escrutinio del primer ministro. Descubrieron que el desarrollo de las Cuestiones del Primer Ministro se había vuelto más alborotado durante el periodo muestreado, con sesiones semanales cada vez más dominadas por los líderes de los dos partidos principales hasta la exclusión gradual de los backbenchers. Así, por ejemplo, Bates et al., midieron el alboroto contando el número de veces que aparecía “Interrupción” en las transcripciones de Hansard (Hansard es el registro oficial de los procedimientos de la Cámara de los Comunes). Esto demostró que el número medio de interrupciones por sesión había aumentado de menos de una durante el mandato de Thatcher a cerca de 6,5 durante el de Cameron.

Según Harris (2001), el discurso en las Preguntas del Primer Ministro se compone principalmente de actos intencionados y explícitamente amenazadores para la cara (FTA, por sus siglas en inglés). En un estudio titulado “Ser políticamente descortés”, analizó 12 sesiones de las Preguntas del Primer Ministro, grabadas entre marzo y noviembre de 2000. Harris argumentó que la descortesía sistemática no sólo se sanciona en las Preguntas del Primer Ministro, sino que se recompensa de acuerdo con las expectativas de los miembros de la Cámara de los Comunes, a través de un proceso político adversarial y de confrontación. De ahí que incluso los actos de descortesía más graves rara vez, o nunca, den lugar a una ruptura de las relaciones interpersonales, y tampoco es ésa la intención. Los diputados perciben claramente que el papel principal de la oposición política es oponerse, es decir, criticar, desafiar, subvertir y ridiculizar las políticas y posiciones del gobierno. Podría decirse que este proceso adversarial y de confrontación no hizo más que acentuarse con la televisación de la Cámara de los Comunes.

Harris (2001) identificó dos técnicas por las que se pueden realizar actos de confrontación en las preguntas al Primer Ministro. Una estrategia consiste en formular una pregunta que contenga una petición de información muy específica, que el Primer Ministro puede no tener a mano o no desear hacer pública. Si el Primer Ministro declina o no responde a la pregunta, el Líder de la Oposición (LO) puede entonces proporcionar posteriormente la información con el fin de avergonzar o atacar al Primer Ministro. Por ejemplo, Jeremy Corbyn (líder laborista de la oposición desde el 12 de septiembre de 2015) formuló a Theresa May (primera ministra conservadora desde el 11 de julio de 2016) la siguiente pregunta en el turno de preguntas al primer ministro (23 de mayo de 2018). “¿Cuántos médicos de cabecera [médicos generalistas] más hay de los que había en 2015?”. Después de que May no facilitara esta información, Corbyn, en el prefacio de su siguiente pregunta, dio la respuesta: “La realidad es que hay 1.000 médicos de cabecera menos y el número está disminuyendo”. De este modo, Corbyn añadió leña a su ataque en curso contra la mala gestión del Gobierno del Servicio Nacional de Salud.

También son habituales las preguntas que construyen presuposiciones amenazadoras. Así, por ejemplo, la pregunta “¿Prometerá el Primer Ministro franqueza y honestidad en futuros anuncios sanitarios?” presupone que los anuncios anteriores no siempre han sido honestos y directos. En este último ejemplo, la acusación de mentir es sólo implícita, con lo que el interrogador se mantiene dentro de las convenciones del lenguaje parlamentario aceptable, según las cuales están prohibidas las acusaciones explícitas de mentir.

Como se ha dicho en otro lado, además de las preguntas poco sinceras y las presuposiciones contenciosas, Bull y Wells (2012) han identificado otras cuatro formas distintivas en las que se pueden realizar actos amenazadores para la cara en las preguntas en el turno de preguntas al Primer Ministro. Se trata de:

  • los prefacios a la pregunta,
  • las invitaciones a realizar una respuesta que dañe la cara,
  • las preguntas conflictivas y
  • los apartes.

Todo ello se puede combinar. Por ejemplo, un largo prefacio puede preceder a una pregunta en el turno de preguntas al Primer Ministro, que puede utilizarse para realizar actos que dañen la cara.

Datos verificados por: Sam

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Recursos

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Véase También

Ciencias Políticas, Composición del Parlamento, Democracia, Derecho Electoral, Destacado, Elecciones, Enciclopedia de Procesos y Sistemas Electorales, Guía de los Partidos Políticos Americanos, Libro Partidos Políticos, Marco político, Organización electoral, Organizaciones, Parlamento, Partido político, Partidos Políticos, Política, Procedimiento electoral y sistema de votación, Régimen, Régimen político, Sistema Electoral, Vida Política, Vida política y seguridad pública, Política Partidista,

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