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Real Compañía Guipuzcoana de Caracas

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Real Compañía Guipuzcoana de Caracas

Este elemento es un complemento de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre este tema.

En Guipuzcoa (País Vasco español), el Consulado de San Sebastián se fundó en 1682, aunque abundaban las cofradías y hermandades mucho antes, siendo la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas (1728) la institución mercantil que tuvo auténtica fuerza y proyección, compitiendo, desde la iniciativa privada-corporativa, con el Sur Peninsular, con más apoyo público (Sevilla y Cádiz) como centro comercial de relación con las Américas.

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En ellos, Montserrat Gárate explica las contradicciones que presentaba el sistema de provincia exenta. Estudia con detalle los acuerdos habidos entre la Real Hacienda y la provincia de Guipúzcoa, tratando la primera de incrementar sus siempre limitados ingresos con el futuro comercio con Venezuela y procurando la segunda preservar sus fueros. Termina este primer bloque con unas reflexiones sobre el inicio de las operaciones de la sociedad. El capítulo 5 está dedicado al capital y accionariado; en él, Gárate ofrece por primera vez la relación de interesados, así como la participación y cuantía de los distintos accionistas. Sigue con detalle los cambios del accionariado, tanto en la primera etapa de la Compañía, en su sede de San Sebastián, como a partir del traslado de la dirección a la Villa y Corte, en 1751. La presencia de nuevos protagonistas en las Juntas Generales —Banco de San Carlos, Compañía de La Habana, Cinco Gremios Mayores de Madrid, etcétera— no disminuye, sin embargo, el alcance de la participación guipuzcoana. Es interesante ver la relación entre la participación en las decisiones de la sociedad y el grado de representatividad de cada uno de sus componentes, Gárate analiza meticulosamente los cambios que produjo el traslado de la sede a la capital del reino.

El capítulo 6 se ocupa de todo lo
relacionado con los navios que constituyeron la base material de la Real Compañía de Caracas. Montserrat Gárate cuantifica y periodiza el número y tonelaje, estudia la tripulación y, lo que es aún más laborioso, su procedencia y coste (o costo, como se emplea mayoritariamente en América) por viaje. Basándose en estos y otros muchos datos, Gárate establece con rigor la capacidad de maniobra de la Compañía, así como su impacto en la región. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). La lógica preocupación por evitar constantes repeticiones en la relación de navios y personal hace que la autora se apegue demasiado al documento, al dato concreto. El exceso de árboles puede hacer difícil, a veces, la visión del bosque. La recomposición del organigrama de la Compañía —cap. 7— nos aclara quiénes ocuparon los puestos de responsabilidad, el costo (o coste, como se emplea mayoritariamente en España) del personal administrativo y las consecuencias, negativas desde el punto de vista de los gastos, del traslado de su sede a la capital del reino. Analiza igualmente la dependencia de la Compañía respecto del monarca, que interviene, desde mediados de siglo, en el nombramiento definitivo de los directores. Consciente de que el estudio del organigrama resulta fundamental para la comprensión de la historia empresarial, la autora expone, con excesivo detalle, los órganos de gobierno, competencias, delegaciones, etc.

▷ En este Día de 2 Mayo (1889): Firma del Tratado de Wichale
Tal día como hoy de 1889, el día siguiente a instituirse el Primero de Mayo por el Congreso Socialista Internacional, Menilek II de Etiopía firma el Tratado de Wichale con Italia, concediéndole territorio en el norte de Etiopía a cambio de dinero y armamento (30.000 mosquetes y 28 cañones). Basándose en su propio texto, los italianos proclamaron un protectorado sobre Etiopía. En septiembre de 1890, Menilek II repudió su pretensión, y en 1893 denunció oficialmente todo el tratado. El intento de los italianos de imponer por la fuerza un protectorado sobre Etiopía fue finalmente frustrado por su derrota, casi siete años más tarde, en la batalla de Adwa el 1 de marzo de 1896. Por el Tratado de Addis Abeba (26 de octubre de 1896), el país al sur de los ríos Mareb y Muna fue devuelto a Etiopía, e Italia reconoció la independencia absoluta de Etiopía. (Imagen de Wikimedia)

Particular tema de reflexión supone el capítulo 8, dedicado al estudio de las relaciones entre la Real Hacienda y Compañía de Caracas.Entre las Líneas En general, la Compañía cuidó
bien sus relaciones con la Real Hacienda. Logró, a cambio, granjearse el favor del monarca, lo que se tradujo en la concesión de ciertos privilegios, el más importante de los cuales fue el derecho exclusivo del tráfico con Venezuela. De ahí que el puerro donostiarra se convirtiera, a partir de 1742, en puerto habilitado para el comercio con la provincia de Caracas y en auxiliar (secundario, subordinado)
obligado, por otro lado, de la política borbónica. Montserrat Gárate se pregunta si la entidad estuvo realmente al servicio del monarca o, por el contrario, al de los intereses guipuzcoanos.Entre las Líneas En el capítulo 9, la autora reconstruye de forma espléndida la estructura comercial, para lo que no ahorra detalles ni escatima esfuerzos. El análisis de los géneros de ida, con sus valores porcentuales, es bien ilustrativo. De entre los géneros que salían para Venezuela destacan los textiles extranjeros. Incluso después de la publicación del Reglamento para el comercio Ubre (1778), el esquema varió poco. Así lo expresan los cuadros que aparecen entre las páginas 369 y 422. Matiza con acierto el peso de los productos siderúrgicos vascos en el comercio colonial; éstos procedían, en su mayoría, de las muchas y dispersas ferrerías guipuzcoanas y nunca, incluso en los momentos más afortunados, superaron el 8 por 100 del valor exportado a Venezuela (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Realidad elocuente que expresa, desde esta perspectiva, la escasa articulación del puerto con su hinterland más próximo. Hay, es cierto, un ligero aumento del volumen exportado después de 1778, pero ello se debió a que, a falta de otros géneros, los navios iban «en lastre», transportando hierros, harinas y otros géneros de muy reducido valor. De ahí que este alza no deba ser identificada como una muestra de expansión mercantil (p. 419).Entre las Líneas En verdad, la presencia de productos regionales y nacionales en los muelles donostiarras fue bien escasa; salvo ciertas remesas de harina, aceite andaluz y vino, poco que añadir a los hierros. Eran las mercancías europeas las que verdaderamente justificaban el tráfico, y dentro de ellas destacaba con luz propia la partida de los textiles. No faltó la presencia de las harinas y aguardientes franceses. El proyecto mercantilista de primar las salidas de textiles de Castilla a Ultramar, para impulsar esta actividad en dichas tierras, corrió la misma suerte que la mayoría de los proyectos ilustrados.Entre las Líneas En los barcos que zarpaban de Venezuela venían grandes cantidades de cacao y, en menor medida, de tabaco y otros productos coloniales de escaso relieve como el añil, el palo de Brasil o la zarzaparrilla. Son muchos los resultados de este capítulo que merecerían un comentario detallado —gastos de carga, transporte, derechos a pagar, precios de adquisición y venta del cacao, beneficios, etc.—, pero quizá resaltar algunas notas. La cuantificación de los fletes, según géneros, resulta ilustrativa y puede explicar, además, los flujos económicos de algunos géneros. El análisis de los productos coloniales y su importancia cuantitativa, así como su evolución, viene acompañado de un desglose de los gastos de carga, transporte, derechos a pagar, etc.

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características en 2024 o antes, y el futuro de esta cuestión):

Otros Elementos

Además, el estudio sistemático tanto del precio de adquisición de cacao —indiscutiblemente, el género colonial más importante de aquel tráfico— como del precio de venta, y el tnput que representaba el capítulo de gastos fijos, explican la reducción porcentual de los beneficios a partir de 1751. Curiosa e interesante resulta la comercialización (vender lo que se produce; véase la comercialización, por ejemplo, de productos) o/y, en muchos casos, marketing, o mercadotecnia (como actividades empresariales que tratan de anticiparse a los requerimientos de su cliente; producir lo que se vende) del tabaco que adquiría la Compañía Guipuzcoana. Su reexportación regular a Amsterdam se explica, como muy bien aclara la autora, por los saldos favorables que la operación generaba en Holanda. Estos saldos eran imprescindibles para compensar la adquisición de productos en los mercados europeos; pero, además, parte de aquellos saldos acreedores parece, tal como apunta Montserrat Gárate, que fueron transferidos a la Hacienda española, en compensación, muy posiblemente, a derechos devengados por la Guipuzcoana.Entre las Líneas En el desglose que se hace de otros productos coloniales se puede apreciar su evolución de forma matizada, en gráficos y tablas.
Y si el mayor tráfico coincide con las décadas de los sesenta-setenta, no ocurre lo mismo con la rentabilidad de la sociedad mercantil. ¿Por qué? La respuesta se halla, al igual que para el cacao, en el excesivo costo (o coste, como se emplea mayoritariamente en España) que representaba el mantenimiento de tres direcciones y sus respectivas contadurías, tal y como se establecieron a partir de 1751. De hecho, en los años setenta, y a la vista de los resultados, la intención de reducir gastos pasaba por la desaparición de la dirección establecida en Caracas, además del interés por amortizar puestos que quedaran vacantes.
El análisis de los estados contables, con el desglose de las diferentes partidas, pone también de manifiesto aspectos como el nivel de los recursos ajenos de los que hizo uso la Guipuzcoana, la no utilización de la partida doble, el relativo poco valor del material fijo respecto del circulante, etc. Con la inclusión de aquéllos creemos que se completa un aspecto importante de la historia empresarial de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas.
De interés resultan algunas de las operaciones que fueron encargadas por el monarca a la Compañía Guipuzcoana. Si bien algunas de ellas ya las conocíamos, entre las varias que se citan llama la atención la política de poblamientos que se pretendió realizar en Cumaná, la Guayana, Trinidad y Margarita, con los recursos de la Guipuzcoana. Algunos de los argumentos que se sugieren parecen prolongación de los planteamientos que años atrás se habían esbozado en Sierra Morena.

Con este amplio panorama de operaciones parece claro que, aun con el monopolio andaluz vigente, San Sebastián fue, tal como ya se ha indicado, un puerto habilitado para

el tráfico caraqueño. Las ventajas que ofrecía Guipúzcoa, dada su situación geográfica, junto con la peculiaridad de ser provincia exenta, hizo que los géneros extranjeros (referido a las personas, los migrantes, personas que se desplazan fuera de su lugar de residencia habitual, ya sea dentro de un país o a través de una frontera internacional, de forma temporal o permanente, y por diversas razones) llegaran con gran facilidad al puerto donostiarra. Y la Hacienda Real pudo beneficiarse de aquel tráfico mediante una fórmula fiscal un tanto oportuna en cuanto a su forma, pero efectiva en cuanto a sus resultados, a la luz de los muchos y variados servicios que la Guipuzcoana presentó a lo largo de su existencia.
Llegado el trabajo a su término, la autora ha establecido unas conclusiones convincentes.Entre las Líneas En clara alusión al comercio de tránsito, establece diferencias que el tráfico mercantil deparó a la provincia de Guipúzcoa respecto a Cataluña. Mas no olvida la potenciación de elementos dinamizadores de la economía circulante, entre los que destaca los numerosos puestos de trabajo que la sociedad mercantil ofertó (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Replantea el problema tan controvertido de las con
secuencias del Reglamento para el comercio libre de 1778, exponiendo un balance, con las matizaciones oportunas, y sin perder de vista las peculiaridades guipuzcoanas. La obra, que ha incorporado, además, fuentes notariales, a veces poco utilizadas por el gran trabajo que supone la obtención de datos y que, sin embargo, se hacía necesaria, ofrece perspectivas nuevas, rebate algunos tópicos arraigados por su reiteración y supone una interesante aportación para la historia del comercio colonial del siglo XVIII hispánico. El enfoque y tratamiento como empresa que era la Guipuzcoana hace, además, que su lectura esté recomendada a los interesados en la historia empresarial. Desde una perspectiva formal, en cambio, se echa en falta un prólogo que permitiera al lector tener una síntesis previa de planteamientos generales, estructura del trabajo y conclusiones.

Tomás MARTÍNEZ VARA Universidad Complutense

Recursos

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Notas

Véase También

Bibliografía

Montserrat GÁRATE OjANGUREN: La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, San Sebastián, Publicaciones del Grupo doctor Camino de Historia Donostiarra, Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones, 1990
Ramón de Basterra, 1925
Ronald Hussey, 1934

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