República de Ecuador
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Ecuador
A continuación se examinará el significado.
¿Cómo se define? Concepto de Ecuador
Véase la definición de Ecuador en el diccionario.
Descripción Política de Ecuador
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Configuración Político-Social
Al igual que el resto de Suramérica, está en un largo periodo político de transición. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto) (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). A lo largo del s. XX su población ha ido tomando mayor conciencia social, lejos de la politización extremista de otras zonas del continente.Entre las Líneas En el país no se ha evidenciado de forma tan radical, como, p. ej., en Argentina o Perú, la deficiencia de las estructuras políticas de integración.
Población y Vida Política
Un interior poblado de indios, en parte semisalvajes, y una creciente población urbana, dedicada a la industria y a los servicios, son los dos polos que determinan la vida política del país. Entre ambos encontramos un campesinado numeroso y homogéneo, apenas politizado y al que la escasez de comunicaciones mantiene aislado respecto a las ciudades, con un bajo nivel de escolarización y un analfabetismo que, si bien ha descendido notablemente (38,5% en 1966, 14% en 1993), aún es un problema. El resultado es la escasa participación del pueblo ecuatoriano en la política, que es privativa de la oligarquía conservadora del interior y de la burguesía liberal de la costa. Entre estas dos clases, sirviendo de árbitro, aunque favoreciendo el carácter nacionalista de la segunda, está el Ejército, que dentro de las fuerzas armadas suramericanas ha sido uno de los que más motines, golpes y complots ha fraguado.
Petróleo
A finales del decenio 1960-70 se descubrieron importantes yacimientos petrolíferos, que transformaron la vida económica de Ecuador En 1972 comenzó la exportación masiva de petróleo, gracias a la cual durante el periodo 1972-78 se pudieron mejorar las infraestructuras (carreteras, sobre todo), conseguir un crecimiento industrial acelerado (una media del 7,8%) y transformar el déficit crónico de la balanza de pagos en superávit; aunque el reparto de la renta nacional siguió mostrando grandes desigualdades. La caída de los precios del petróleo en el mercado internacional, el deterioro de la agricultura y otras causas, hicieron que el rápido crecimiento de la economía ecuatoriana comenzase a menguar desde 1979.Entre las Líneas En 1983 el PIB ya registró un crecimiento negativo y la deuda externa empezaba a ser preocupante.
Economía
Sin embargo, los datos socio-económicos de Ecuador no llegaron a alcanzar los extremos de otros países iberoamericanos; por ej., el porcentaje medio de inflación en Ecuador para 1980-89 fue del 34,4%, muy alejado del 392% de Bolivia o del 161% del Perú, por citar a dos países de su entorno.Entre las Líneas En la última decena del s. XX, Ecuador, al igual que otros países iberoamericanos, ha recomenzado una etapa de desarrollo económico.
Ecuador nació a la independencia en 1809, bajo el influjo de los principios expuestos en la Constitución norteamericana; principios que de alguna forma han perdurado a través de las diversas Constituciones como base del Derecho político de la nación, aunque realmente se hayan visto gravemente quebrantados con revoluciones, pronunciamientos y periodos dictatoriales, elementos que junto a los incidentes fronterizos con Perú, han marcado la vida política del país (v.III, 4).
Su primera Constitución data de 1812, pero no llegó a cobrar vigencia. Desde entonces hasta finales de los 80, Ecuador ha conocido 18 Constituciones.
Después de un golpe de Estado, el 16 feb. 1972, y el subsiguiente periodo de gobierno militar, el 15 en. 1978 se aprueba en referéndum la decimoctava Constitución de Ecuador En 1984 fue reformada. Con arreglo a ella, Ecuador es una República unitaria de régimen presidencial electivo, cuyas funciones están distribuidas entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Opta por un sistema electoral de doble vuelta (v. ELECCIONES) y establece la edad de voto, que es obligatorio, en los 18 años.Entre las Líneas En el preámbulo de esta Constitución, como en las anteriores de Ecuador, se recoge una invocación a la protección de Dios.
Más Detalles
El Presidente de la República es el titular del poder ejecutivo. Es elegido por sufragio (el derecho al voto) directo para un periodo de cuatro años. No puede ser reelegido. El poder legislativo radica en el Congreso nacional, unicameral, compuesto por 72 miembros, 60 de los cuales son elegidos por su circunscripción provincial para un periodo de dos años, y los 12 restantes congresistas son elegidos en circunscripción nacional para un periodo de cuatro años. El poder judicial está en manos del Tribunal Supremo, con sede en Quito, y de los demás tribunales inferiores, así como del Ministerio fiscal.
Más Detalles
Desde los albores de la República, los dos partidos que se han disputado el poder han sido el conservador y el liberal, ya en el s. XX se ha sumado a esta lucha la opción socialdemócrata.
Más Detalles
Entre otras organizaciones internacionales, Ecuador es miembro de la Asociación Latinoamericana de Integración (véase esta voz en la plataforma digital), de la OEA (véase esta voz en la plataforma digital), de la OPEP (véase esta voz en la plataforma digital) y del Pacto Andino (véase esta voz en la plataforma digital).Entre las Líneas En 1952 extendió sus aguas jurisdiccionales a 200 millas de la costa. Un punto muy importante de su política exterior es la reivindicación de una zona de 175.000 Km² perdida en la guerra de 1941 contra Perú, y que provocó incidentes armados entre estos dos países en 1981 y en 1983 (v. IV). Ecuador es miembro de la Cumbre Iberoamericana, que se inauguró en 1991 en Guadalajara (México) y que todos los años reúne a los Jefes de Estado y de gobierno de los 21 países iberoamericanos.
Véase También
«.
Ecuador
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El siglo XVIII: descontento y crisis
Aunque la primera mitad del s. XVIII es una continuación del XVII, insurgen cada vez con más valor los sentimientos del propio valer en los criollos, acrecentados con la designación del primer magistrado nativo para la presidencia de la audiencia y por el brillo que lejos de estas tierras alcanzan algunos de sus hijos, como Pedro Vicente Maldonado, reconocido aquí mismo como notable por los académicos franceses que, desde 1736 a 1739, llevan a cabo la medición de un arco de meridiano, presididos por el ilustre Carlos María de La Condamine. La expulsión de los jesuitas en 1767, muchos de ellos criollos (los más notables de los cuales son el P. Juan de Velasco, célebre historiador, y el P. Juan Bautista Aguirre, poeta eximio), trae consigo un hondo malestar y una toma de conciencia sobre la injusticia que se comete. Por otra parte, desaparece con ellos el régimen nacional impuesto en el cultivo de sus numerosas propiedades agrarias, lo que origina la escasez general de productos y un encarecimiento de la vida. Otras reformas de orden económico implantadas por la Administración española bajo Carlos III, sobre todo el cobro de tributos para sostener fortalezas foráneas en Cartagena y Santa Marta, acrecientan la decadencia de la otrora próspera audiencia (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Adquiere auge y gravedad el contrabando. Nuevos terremotos empeoran la situación. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Hay pobreza general, inclusive hambre. Y se producen violentos alzamientos de indios. Como sedimento inevitable, el descontento se generaliza.
Aspectos Adicionales
Los criollos encuentran en la presencia de los peninsulares el origen de todos los males; muchos españoles, por su parte, piensan que todavía puede manejarse la colonia en su provecho, como en los tiempos de bonanza. La pugna se agrava y llega a los mismos conventos; y el nuevo estallido de mediados del s. XVIII, la revolución de los Estancos, no hace sino augurar lo que vendrá a comienzos del XIX: la independencia. Tres criollos, Miguel Tobar de Ugarte, comprometido en una conspiración a favor de Túpac-Amaru; Miguel de Jijón, noble propulsor del progreso material de Quito y prototipo del intelectual ilustrado; y el precursor de la emancipación, escritor y médico Dr. Francisco Eugenio Espejo (véase esta voz en la plataforma digital), simbolizan el inconformismo de la época, perseguidos todos ellos, el primero y el último, por la autoridad civil, que les sepulta en rigurosas prisiones, hasta hacerlos morir; el segundo, por la Inquisición. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Cuando en 1799 llega a Quito como presidente el barón Luis Héctor de Carondelet, la situación de la audiencia de Quito, que ya había inquietado al presidente García de León y Pizarro, se había vuelto tan angustiosa que el nuevo magistrado, en informe reservado al rey en que sugería soluciones, la califica de «extremada miseria», «la pobreza más decidida y agobiada». Pese a sus empeños, nada eficaz hace la corona por remediar tantos males. Nada de extraño tiene, pues, que en un campo de cultivo tan propicio para protestas y reclamos, haya surgido, a comienzos del s. XIX, el primer estallido independentista contra España, la lejana metrópoli, en cuyo beneficio se implantó el libre comercio y se tomaron otras medidas económicas que arruinaron a sus provincias de ultramar y, a la postre, revirtieron contra ella.
Época nacional. Independencia
La revolución del 10 de agosto de 1809
Los discípulos del Dr. Espejo habían seguido después de su muerte alentando los ideales emancipadores y habían logrado obtener algunas posiciones directivas de segunda importancia en el Gobierno, en la universidad y en el Ejército, conquistando al mismo tiempo no pocos simpatizantes tanto en el clero secular como en el regular. Uno de ellos, el capitán Juan Salinas, había dirigido con éxito un cuerpo de tropas destinado a proteger Panamá cuando en 1806 los ingleses amenazaron América por varios puntos y desembarcaron en Buenos Aires.Entre las Líneas En tal ocasión circuló profusamente en Quito una oda manuscrita que exaltaba la capacidad criolla para gobernarse y para defenderse por las armas, a pretexto de lo cual se señalaba claramente el ejemplo de EE. UU. «que sacudió un yugo tan tirano». Su autor era el abogado Manuel Rodríguez de Quiroga. Por otra parte, la noticia de los sucesos de España causaron honda inquietud. José Mejía Lequerica, casado con una hermana del Dr. Espejo, había combatido en Madrid el 2 de mayo y escribía relatando los hechos; Carlos Montúfar, hijo del marqués de Selva Alegre, amigo y confidente de Espejo, había luchado también en Bailén, y, como ellos, otros varios nativos del reino de Quito. Las noticias eran, pues, de primera mano. Conocedores de ellas, los discípulos de Espejo se reunieron en la Navidad de 1808 en la hacienda de los Chillos, de Juan Pío Montúfar, y concibieron un plan revolucionario, que no llegó a realizarse de inmediato porque una delación dio con cinco de ellos en la cárcel. Se inició un proceso, acusándoseles de reos de Estado, pero la hábil defensa, primero, el robo mismo del proceso, después, y hasta el cohecho del fiscal, sirvieron para que recobraran la libertad.
Concepciones antiguas
La libertad (eleutheria) en la antigua Grecia designaba el estatus del hombre y la mujer libres por oposición al del esclavo. La división entre personas libres y esclavas se consideraba una institución social y natural. La condición de libre se identificaba con un conjunto de diversos derechos y privilegios. Por tanto, la libertad era exclusiva y no podía ser compartida por todos los individuos. De hecho, uno de los derechos de los individuos libres era el de poseer a otros individuos como esclavos. Del mismo modo, la libertad política de una comunidad también denotaba el sometimiento de otras comunidades bajo su control. La preservación de la libertad de un individuo no se consideraba incompatible con la depravación de la de otro, y éste era también el caso de una comunidad política. Además, el concepto griego (especialmente el ateniense) de libertad implicaba la igualdad de derechos políticos y la libertad de participación política del hombre en la esfera pública.
En su marco filosófico, Platón (c. 428-348 o 347 a.C.) dejaba poco espacio para la libertad o el libertinaje. La libertad no era un elemento constitutivo de la dignidad humana, y la libertad de pensamiento no era otra cosa que la libertad de equivocarse, es decir, una mayor posibilidad de desviarse de las verdades objetivas. La definición de libertad de Aristóteles (384-322 a.C.) se asemeja a la noción contemporánea; para él, la esencia general de la libertad es ser uno mismo por sí mismo y no pertenecer a otro. Lo que discrimina al esclavo del hombre libre, por tanto, no es que esté restringido en sus acciones y sujeto a coacción, sino que todo lo que hace lo hace para servir al interés de otro. Si Aristóteles consagró la libertad individual en el sentido de la autonomía personal es una cuestión controvertida. El lugar de la racionalidad práctica autónoma en su ética se vuelve problemático cuando se contrapone a su afirmación de la subordinación del individuo al estado (polis). La supuesta falta de interés de Aristóteles por la autonomía personal sería coherente con la reducción del individuo a una mera parte del Estado, mientras que el reconocimiento de la autonomía personal en el sistema ético aristotélico no lo sería.
La idea romana de libertad (libertas) era un derecho cívico adquirido en virtud del derecho positivo; es decir, era un elemento constitutivo de la pertenencia al cuerpo cívico (ciudadanía). El derecho civil romano sólo era aplicable a los ciudadanos de Roma; los no ciudadanos se regían por el derecho de gentes. La libertad romana era, por definición, un derecho positivo que estaba garantizado (pero también podía ser retirado) por la ley. Los ciudadanos respetuosos de la ley disfrutaban de la libertad de un ciudadano romano y, ante la ley, todos los ciudadanos eran iguales. El esclavo se definía legalmente como una cosa (res) -en lugar de persona- y estaba sujeto al dominio de otra persona.
En los últimos días del republicanismo romano, Cicerón (106-43 a.C.) relacionó significativamente las formas de gobierno con la idea de libertad. Se basó en el discurso polibio sobre el cambio de constituciones y caracterizó cada forma de gobierno según el grado de libertad que se le atribuía. La noción de libertad de Cicerón era la igualdad de derechos jurídicos, no la igualdad ante la ley. Consideraba que la democracia se caracterizaba por el exceso de libertad concedida a los gobernados, y recomendaba una justa igualdad proporcionada a la dignitas (reputación o mérito).
Las primeras ideas cristianas sobre la libertad se referían a la disposición interior, que contrastaba fuertemente con las ideas griegas y romanas sobre la libertad. El discurso de San Agustín de Hipona (354-430 d.C.) sobre la libertad giraba en torno a la idea del libre albedrío. Al igual que Dios es, por definición, incapaz de pecar, Adán, antes de la Caída, conocía la distinción entre el bien y el mal y tenía el poder otorgado por Dios de elegir sólo el bien. Sin embargo, después de la Caída, Adán y sus descendientes fueron motivados a elegir el mal. En el centro de la concepción de la libertad de Agustín estaba la incapacidad de pecar. Desde esta perspectiva, los individuos, que son "libres" en el sentido de este mundo, no son más libres que los esclavos. En términos de humanidad pecaminosa, ni las personas "libres" ni los esclavos tienen derecho a ser libres en este mundo: la libertad de los humanos sólo puede alcanzarse escatológicamente.
Concepciones medievales
Se suele argumentar que la Europa medieval es un periodo insignificante en la historia de la libertad. Y sin embargo, "libertad" (libertas orfranchise) es una palabra que puede encontrarse en una amplia gama de documentos medievales: cartas, rollos de súplicas, tratados teológicos y escritos polémicos. En la Europa medieval, la libertad se entendía principalmente como inmunidad territorial frente a la justicia señorial. La exclusión de los jueces públicos de las tierras de un individuo era el privilegio ligado al territorio del propietario y ejercido en él, y sólo podía ser concedido por una autoridad superior que reconociera la capacidad de actuar como titular de un tribunal o de ser juez.
La libertas y la franquicia, sin embargo, eran privilegios, y sus destinatarios eran a menudo comunidades. No eran derechos de los ciudadanos individuales. De hecho, se ha descrito la sociedad europea medieval como formada por grupos corporativos estrechamente vinculados, en los que los individuos eran absorbidos, y la libertad se atribuía a menudo a dichos grupos y no a los individuos. Si se supone que la "libertad" es un atributo de los individuos, podría parecer difícil narrar una historia medieval de la libertad. Pero el "descubrimiento del individuo" se remonta ahora al mundo de los intelectuales, el alto clero y la aristocracia del siglo XII. En consecuencia, investigaciones recientes han negado que la libertad como atributo de los individuos no se conociera en la Europa medieval. Las libertades como derechos individuales también se conocían en términos de libertad personal frente a, por ejemplo, el encarcelamiento arbitrario y la extorsión de dinero para la liberación. Esta idea de las libertades individuales se puede encontrar en el registro de las justicias reales y los parlamentos. El artículo 39 de la Carta Magna (1215) estipulaba que "ningún hombre libre debe ser capturado y encarcelado o destituido o proscrito o exiliado o perjudicado de alguna manera, excepto por un tribunal legítimo de sus pares y por la ley del país". El rey Juan (r. 1199-1216) se vio obligado a ceder a las peticiones de los barones rebeldes y aceptó que la autoridad legislativa y judicial real estaba limitada no sólo por la ley divina y natural, sino también por su necesidad de obtener el consejo y el consentimiento de sus súbditos. En el siglo XIV, el privilegio no se limitaba a la aristocracia como "hombres libres", sino a todos: ningún hombre de cualquier estado o condición debía ser capturado y encarcelado ilegalmente. Los historiadores están divididos sobre la importancia de las cartas de libertades. Aunque los estatutos parecen ofrecer nuevas libertades, algunos estudiosos sostienen que se limitan a reconocer libertades que ya habían sido disfrutadas de facto tanto por los individuos como por las comunidades.
Un cambio conceptual similar se produjo en el ámbito de la teoría política y jurídica. Es bien sabido que Henry de Bracton (m. 1268) señaló el concepto de libertad en el derecho romano como "el poder natural de cada hombre para hacer lo que le plazca, a menos que lo prohíba la ley o la fuerza". Tomás de Aquino (c. 1224-1274) sostenía que por naturaleza todos los seres humanos eran libres e iguales. El concepto de libertad de Aquino denota la capacidad de elección libre del individuo, en la que uno es dueño de sí mismo, por oposición a la servidumbre, una concepción marcadamente aristotélica. El filósofo inglés Guillermo de Ockham (c. 1285-?1347) fue quizá el mayor defensor de la libertad individual antes del Renacimiento y la Reforma. Su protesta eclesiástica contra la doctrina herética del absolutismo papal culminó en su afirmación de la libertad de la ley evangélica, que puede entenderse como libertad volitiva de elección moral. Asimismo, la perspectiva "nominalista" de Ockham rechazaba la idea de corporación por excelencia de la Edad Media, atribuyendo así lo que él llamaba "derechos y libertades concedidos por Dios y la naturaleza" a todos los seres humanos individuales y no a ningún grupo ficticio. Su discurso sobre los derechos naturales y la libertad individual ha sido considerado durante mucho tiempo como la "revolución semántica" del lenguaje medieval de los derechos. Su anarquismo intrínsecamente destructivo, se argumentó, anticipó el colapso de la cristiandad latina medieval seguido de la Reforma. Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que la noción de derecho de Ockham como el poder subjetivo de la voluntad de un individuo tiene su origen en los escritos de los abogados canónicos del siglo XII, como Uguccione da Pisa (m. 1210), que sostenía que la racionalidad humana incluía una capacidad de discernimiento moral.
Concepciones modernas
Nicolás Maquiavelo (1469-1527) ha sido considerado a menudo como un teórico del liderazgo político, un fundador de la ciencia política moderna o un predicador de la política del poder amoral. Sin embargo, los estudios recientes han prestado cada vez más atención a su republicanismo, describiéndolo como un teórico de la libertad política. Su Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio (1535; traducido: Discursos sobre los diez primeros libros de Livio) discutía por qué la ciudad de Roma alcanzó la grandeza suprema, y la libertad se consideraba un medio para dicha grandeza. La obra, llena de referencias a escritores romanos como Livio, Cicerón y Sallust, se interpreta como una afirmación de la libertad republicana. Maquiavelo entendía la libertad como el contra-concepto de la esclavitud, lo que es paralelo a su contraste entre el modo de vida libre y la tiranía. Según él, la preservación de la libertad está estrechamente relacionada con el mantenimiento de una determinada forma de gobierno, porque la esclavitud de una comunidad política pondrá inevitablemente en peligro la libertad individual. La libertad de los ciudadanos individuales sólo puede asegurarse si la comunidad política se mantiene en un estado de libertad. En este sentido, la coerción a un tipo específico de política no obstaculiza sino que garantiza la libertad, y la coerción y el concepto maquiavélico de libertad no se excluyen mutuamente. Este mantenimiento de una mancomunidad libre requiere, a su vez, el servicio del ciudadano individual al bien común, que puede ser motivado mediante el cultivo de las virtudes cívicas. Esta idea republicana de la libertad tuvo influencia entre los escritores puritanos ingleses del siglo XVII, como James Harrington (1611-1677) y John Milton (1608-1674), y entre los federalistas estadounidenses del siglo XVIII.
Thomas Hobbes (1588-1679) no ha sido considerado más defensor de la libertad que Maquiavelo, y sin embargo su concepción de la libertad, en fuerte contraste con la de Maquiavelo, no fue menos importante en la historia del concepto. La noción de Hobbes de la libertad humana se caracterizaba por la ausencia de impedimentos externos: discernía cuando un individuo no tiene impedimentos para hacer lo que tiene la voluntad, el deseo o la inclinación de hacer. Hobbes rechazaba la libertad de la voluntad; para él, decir que la voluntad es libre no es otra cosa que decir que una forma de movimiento interno no está constreñida a moverse por algo externo, y esto era absurdo. Según él, la libertad "propiamente dicha" es lo que denominó "libertad natural", es decir, que en la condición "natural" los seres humanos no tienen obligaciones legales; son capaces de ejercer sus facultades sin ser impedidos ni obligados físicamente. En el mundo de la naturaleza hobbesiano, pues, se puede maximizar el disfrute de la libertad cuando se está solo: un alejamiento radical y extremo de la concepción antigua que se inscribe en un contexto político y social. La condición "artificial" de los humanos, bajo la cual las personas renuncian a sus libertades naturales y viven bajo la ley humana, contrasta fuertemente con la condición natural. La libertad de la que podemos disfrutar bajo la condición artificial se denominó "libertad de los súbditos", que se identifica con la ausencia de prescripciones legales; de ahí las libertades "artificiales". A diferencia de Maquiavelo, Hobbes descartó la idea de que la preservación de la libertad individual requiera el mantenimiento de un tipo particular de régimen. No existe una mancomunidad "libre" porque todas las mancomunidades tienen leyes. Sin embargo, entrar en la sujeción al régimen civil no requiere la renuncia completa a la libertad natural; de hecho, las libertades naturales, por ejemplo, la de preservarse a sí mismo, son derechos naturales inalienables.
Se ha argumentado que la libertad como atributo universal dado por Dios, más que como privilegio determinado por las instituciones políticas y sociales, es una noción distintivamente "moderna". En efecto, el concepto antiguo de libertad era inconcebible al margen del contexto político y social, mientras que el moderno está libre de tales contextos y está más bien vinculado a las opiniones metafísicas sobre la naturaleza de los seres humanos. En estas visiones modernas, la libertad es anterior a cualquier disposición política o social. Sin embargo, investigaciones recientes han rastreado su origen hasta el discurso escolástico medieval; de ahí que la distinción entre los conceptos "moderno" y "premoderno" de la libertad sea cada vez más borrosa y controvertida. Visto así, el ataque de Sir Robert Filmer (m. 1653) a la idea "moderna" de la libertad natural, al afirmar la naturalidad de la sujeción a un monarca absoluto, supuso una ruptura radical con la tradición largamente establecida. Filmer derivó su visión de la monarquía patriarcal del dominio ilimitado de Adán sobre su esposa y su descendencia. La teoría tradicional de la libertad natural, para Filmer, identifica la libertad con la licencia y permitiría a los miembros de la sociedad retirar su obediencia a su antojo, lo que haría inestable el orden social. John Locke (1632-1704) defendió la idea más antigua de la libertad natural contra las críticas de Filmer demostrando la racionalidad de la libertad. La libertad era la voluntad o el poder de hacer o no hacer lo que se quería y adquiere una dimensión moral cuando se ejerce identificando la voluntad con los dictados de la razón o el intelecto que descubre el bien objetivo en la ley natural. Según Locke, ley y libertad no se excluyen mutuamente; a diferencia de Hobbes, seguir la ley constituye la realización de la libertad. Locke restablece así el nexo entre la libertad y el orden moral que fue cortado por Hobbes. Además, a diferencia de Hobbes y Filmer, Locke atribuyó al Estado la función de asegurar la protección de la "propiedad" de sus ciudadanos, incluida la libertad civil y religiosa.
Al criticar el malestar por la desigualdad en el despotismo del ancien régime, Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) fue quizá el más elocuente defensor de la idea de libertad en la Europa moderna. Rousseau consideraba que los seres humanos gozaban de libertad en el estado "natural", en el que no existían las costumbres e instituciones sociales y políticas. Sin embargo, la aparición y el desarrollo de la sociedad crearon desigualdades morales y políticas y socavaron la virtud "natural" de los seres humanos, la libertad y la igualdad, lo que, en su opinión, culminó en la Francia de su época. Rousseau reivindicó así la libertad humana afirmando la soberanía popular. Al participar en la elaboración de la ley, los hombres se obedecen a sí mismos obedeciendo la ley. El núcleo de la idea de libertad de Rousseau era, pues, el autodominio, es decir, la soberanía ilimitada de cada individuo. Esta concepción de la libertad transformó la función del Estado. A diferencia de Locke, que separaba la religión y la moral de la política, Rousseau sostenía que el Estado podía convertirse en el elemento constitutivo del desarrollo intelectual y moral del hombre. Esta doctrina de la libertad influyó en la idea de libertad de Immanuel Kant (1724-1804). En su apasionada celebración de la libertad, comentaristas como Benjamin Constant (1845-1902) discernieron el peligro potencial de legitimar la tiranía totalitaria o la dictadura carismática ejemplificada por la experiencia del jacobinismo.
Antes de la Ilustración, la idea de libertad giraba en torno a su relación con el orden moral, por un lado, y a la relación entre el Estado y los individuos o la sociedad, por otro. Sin embargo, después de la época de las revoluciones de los siglos XVIII y XIX, se introdujo una nueva perspectiva en el discurso sobre la libertad. La perspectiva anterior a la Ilustración pasó por alto el hecho de que la libertad individual podía verse limitada e incluso socavada por el poder de la sociedad, frente a las limitaciones externas que representaba el Estado. Este problema, que Jeremy Bentham (1748-1832) puso de manifiesto por primera vez en su defensa de la homosexualidad y que Alexis de Tocqueville (1805-1859) analizó en su Democracia en América (1835, 1840), fue el tema principal de la incisiva y extensa crítica de John Stuart Mill (1806-1873) en Sobre la libertad (1859). La obra de Mill fue escrita principalmente como protesta contra la fuerza coercitiva del moralismo que impregnaba la sociedad victoriana. Lo que Mill llamó la "tiranía de la mayoría" captó y criticó la realidad coercitiva de la opinión pública que era intolerante con cualquier disidencia, excentricidad y diferencia. De ahí que limitara la autoridad de la sociedad sobre los individuos desde su perspectiva utilitarista; la interferencia con las actividades de otros individuos sólo se permite si es probable que causen un daño definitivo a algunas otras personas, violando así sus derechos sociales. La otra cara de esta idea era la afirmación de la libertad de pensamiento. "Si toda la humanidad, menos una, fuera de una misma opinión, y sólo una persona fuera de la opinión contraria, la humanidad no estaría más justificada en silenciar a esa única persona, de lo que él, si tuviera el poder, estaría justificado en silenciar a la humanidad". Esta defensa de la libertad de pensamiento y de expresión estaba arraigada en su énfasis en la individualidad y el autodesarrollo, que constituía una antítesis de la ética protestante de autocontrol. La crítica de Mill a la fuerza "tiránica" de las costumbres sociales también cristalizó en su afirmación de que las mujeres debían ser liberadas de la "sujeción" a los hombres.
Concepciones contemporáneas
El liberalismo moderno consideraba la libertad como una propiedad de cada individuo, por lo que la conceptualizaba como libre de la política. Hannah Arendt (1906-1975) criticó esta concepción "antipolítica" de la libertad y predicó una vuelta a la antigua noción política. Para Arendt, la libertad era algo "revelado" en la acción colectiva de los individuos hacia un objetivo compartido; la libertad y el acto de ejercer el poder son sinónimos, no se excluyen mutuamente. La celebración de Arendt de la práctica política en la polis de la antigua Grecia dio lugar a una afirmación de la libertad republicana.
Aunque la concepción de Arendt recibió cada vez más atención, lo que ha determinado el paradigma del discurso sobre la libertad desde mediados del siglo XX fue la conferencia de Isaiah Berlin (1909-1997) de 1958 "Dos conceptos de libertad", que luego se publicó en Cuatro ensayos sobre la libertad (1969). Su marco básico es fácil de dibujar: Berlin distingue entre libertad positiva y negativa. La libertad positiva denota autodeterminación racional o autonomía, mientras que la libertad negativa denota la ausencia de restricciones impuestas por otros. Sin embargo, a pesar de su simplicidad, la conceptualización de Berlin era controvertida y requería una mayor aclaración. En 1969 reformuló el concepto introduciendo dos preguntas. La libertad negativa puede determinarse respondiendo a la pregunta "¿En qué medida estoy gobernado?". Por el contrario, el concepto positivo puede determinarse mediante la respuesta a la pregunta: "¿Por quién soy gobernado?" Así, Berlin ofreció una definición revisada de la libertad negativa: "no simplemente la ausencia de frustración (que puede obtenerse matando deseos), sino la ausencia de obstáculos a las posibles elecciones y actividades". La libertad negativa de Berlin se refiere a la "oportunidad para la acción más que a la acción en sí", que fue etiquetada más tarde por Charles Taylor (nacido en 1931) como un "concepto de oportunidad".
Berlin reconocía la libertad positiva como "un objetivo válido y universal", pero su objetivo era sugerir el peligro potencial de que la libertad positiva pudiera convertirse fácilmente en el principio que legitima la opresión, demostrando así por qué era preferible la libertad negativa. La libertad positiva como autodominio, según él, genera una fisión metafísica del yo en un yo "superior", "real" o "ideal" y un yo "inferior", "empírico" o "psicológico". Cuando el yo "superior" se identifica con las instituciones, las iglesias, las naciones, las razas, etc., la doctrina de la libertad positiva se convierte en una doctrina de autoridad o, a veces, de opresión. El discurso de Berlin forma un paralelo intrigante con el concepto dual de libertad de Benjamin Constant. Constant hizo una distinción entre las nociones de libertad antiguas y modernas. Sostuvo que la libertad para los antiguos era la libertad de participar colectivamente en el ejercicio de la soberanía, mientras que la libertad para los modernos era la libertad de no ser interferido por la comunidad. Constant criticó la noción ilimitada de soberanía de Rousseau, ya que consideraba que los textos de éste apoyaban el despotismo. El parecido entre la crítica de Constant a la libertad moderna y la advertencia de Berlin sobre la libertad "positiva" es sorprendente, y sin embargo difieren significativamente. Constant entendía la libertad moderna como el derecho inalienable de los individuos, mientras que la libertad positiva de Berlin es "la elección entre alternativas u opciones que no es obstaculizada por otros" (John Gray). La libertad moderna de Constant y el despotismo se excluyen mutuamente, mientras que la libertad de Berlin y el despotismo pueden coexistir.
La libertad negativa de Berlin se sustenta en su compromiso con el pluralismo. Para Berlin, la ausencia de coacción abarca una gama diversa y conflictiva de valores, desde el bien hasta el mal. Berlin nunca intentó conciliar valores colisionantes e inconmensurables y rechazó cualquier principio que pretendiera resolver los conflictos. Esta postura contrasta de forma intrigante con la de Joseph Raz, que defendía la libertad negativa, anclando la base moral de la libertad en la autonomía. Para Raz, el valor de la libre elección viene determinado por su contribución a la libertad positiva de la autonomía, que es el valor intrínseco. Berlin se niega a conceder a la libertad negativa tal estatus instrumental; es decir, celebra la libertad negativa como el valor intrínseco.
La crítica contra el concepto negativo de libertad destaca la indiferencia de la noción hacia las oportunidades o las elecciones. Charles Taylor sostiene que la libertad es importante para nosotros porque somos seres propositivos; por lo tanto, discriminamos los obstáculos externos (y, por lo tanto, las oportunidades disponibles para nosotros como resultado de la ausencia de los obstáculos externos) según su importancia. Las restricciones a la práctica religiosa, por ejemplo, pueden considerarse un obstáculo grave y, por tanto, una amenaza significativa a la libertad, mientras que un mayor número de semáforos puede no percibirse como un golpe grave a nuestra libertad. Además, los obstáculos no son necesariamente externos; podemos estar encadenados por sentimientos como la vergüenza o el miedo o por dos deseos contrapuestos (por ejemplo, la elección entre la carrera y el matrimonio), y tenemos que discriminar entre nuestros motivos. No se puede decir que las acciones que surgen del miedo irracional o del rencor sean libres. Por lo tanto, Taylor sugiere que la noción negativa como "concepto de oportunidad" es gravemente defectuosa, y abandona uno de los elementos importantes del liberalismo, que es la "autorrealización".
El concepto negativo de libertad de Berlin no sólo suscitó críticas, sino que también encontró un fiel heredero en John Rawls; éste entendía la libertad como libertad de interferencia. Rawls no ofreció una definición general explícita de la libertad, pero cabe destacar su atribución del estatus exaltado de la libertad, que constituía uno de los dos principios de la justicia. Según el primer principio, "cada persona debe tener el mismo derecho al más amplio esquema de libertades básicas iguales compatible con un sistema de libertad similar para los demás". Rawls fue muy específico en cuanto a las "libertades básicas", que incluyen "la libertad política (el derecho a votar y a ser elegible para un cargo público) junto con la libertad de expresión y de reunión, la libertad de conciencia y la libertad de pensamiento, la libertad de la persona junto con el derecho a poseer bienes (personales), y la libertad frente a la detención y la incautación arbitrarias, tal como se define en el Estado de Derecho". La prioridad de estas libertades no permite sacrificar ninguna de ellas salvo en aras de la libertad.
Además de los argumentos en torno a la tesis de Berlin, ha surgido un "tercer" concepto de libertad. Historiadores intelectuales, como J. G. A. Pocock y Quentin Skinner, han explorado el concepto republicano (o "neorromano") de libertad en los discursos republicanos de la primera época moderna, y el filósofo político Philip Pettit ha teorizado el republicanismo centrándose en la nueva noción de libertad como no dominación. Los ideales republicanos de Hannah Arendt se inspiraron en la práctica política de la antigua Grecia y en la Revolución Americana, mientras que este "tercer" concepto de libertad no tiene su origen en la visión de Arendt, sino que deriva del humanismo italiano del siglo XVI y del republicanismo inglés del siglo XVII.
La dominación, según Pettit, se ejemplifica en la relación del amo con el esclavo o del amo con el siervo. El "tercer" concepto de libertad propuesto por Pettit no es ni la "no interferencia" ni el "autodominio", sino la "no dominación", que requiere que nadie tenga la capacidad de interferir de forma arbitraria en las elecciones de la persona libre. La libertad como no-dominación difiere de la noción positiva en que la primera hace hincapié en evitar la interferencia en lugar de lograr la participación. Sin embargo, la libertad republicana también difiere del concepto negativo. La dominación se produce sin interferencia real; y la libertad republicana repudiaría la presencia de un amo que no interfiriera realmente, mientras que el concepto negativo de libertad no lo haría. La libertad republicana rechaza la interferencia arbitraria, y lo que se requiere para la no arbitrariedad en el ejercicio del poder no es el consentimiento al poder, como suelen afirmar los teóricos contractualistas, sino "la posibilidad permanente de impugnarlo efectivamente". La impugnabilidad institucionalizada, sostiene Pettit, promovería "la ausencia de incertidumbre, la ausencia de una necesidad de diferir estratégicamente al poderoso y la ausencia de una subordinación social a los demás."
Quentin Skinner participa en el debate desde un ángulo totalmente diferente: ha revisado la historia del concepto, ofreciendo así un tercer concepto de libertad que los filósofos políticos contemporáneos han pasado por alto. Los estudios de Skinner sobre la historia del concepto de libertad republicana abarcan desde Maquiavelo hasta los escritores republicanos del siglo XVII, incluido John Milton. La noción de libertad neorromana de Skinner subraya, por un lado, que se opone a la dependencia o a la esclavitud, más que a la coerción, y, por otro, que requiere un acuerdo institucional específico, a saber, el "Estado libre". El primer punto representa una antítesis de la noción más estrecha de Rawls de la libertad como derechos naturales, y de la coerción como antónimo de la libertad, mientras que, en cuanto al segundo, Skinner se apartó de Berlin, quien afirmó que la libertad es independiente de las formas de gobierno.
A principios de los años 90, Francis Fukuyama proclamó el "fin de la historia", en una obra del mismo título, marcado por la victoria de la democracia liberal y el capitalismo de mercado. Aunque el número de "democracias liberales" no deja de aumentar en todo el mundo, no se puede decir que la noción de libertad sea universalmente compartida. De hecho, las civilizaciones ajenas al mundo occidental no abrazaron la libertad como concepto social y político hasta el encuentro con las ideas occidentales, especialmente a mediados del siglo XIX. La recepción de estas ideas fue, en general, tibia en el mejor de los casos y, más a menudo, hostil. Además, los partidarios de la idea occidental se enfrentaron a dos problemas: uno era doctrinal -cómo relacionar una idea extranjera con las tradiciones intelectuales propias- y el otro era semántico -cómo traducir la palabra "libertad" a su propio idioma-.
India
La libertad en el sentido de liberación espiritual del ciclo de nacimiento y muerte era una idea clave en el pensamiento indio. La libertad del individuo en la sociedad civil o política era ajena al pensamiento político indio clásico. El equivalente a la idea de los derechos civiles puede encontrarse en la antigua literatura de los Smritis, pero se diferenciaba significativamente de la idea occidental en que la primera se consideraba exclusivamente propia de las clases altas (especialmente del orden de los Brahmanas).
La idea de libertad pasó al primer plano del pensamiento político indio con el encuentro con el Occidente moderno, personificado por las aportaciones intelectuales de Mahatma Gandhi (1869-1948) y Manabandra Nath Roy (1887-1954). La idea de libertad de Gandhi se enmarcaba en la idea de swaraj, un concepto multifacético de suma importancia en su pensamiento. Swaraj, que significa literalmente "autogobierno", también fue utilizado por Gandhi para significar la independencia nacional y la libertad política, económica y espiritual del individuo. Al igual que en el caso del Islam "moderno", la independencia nacional estaba estrechamente relacionada con la idea de libertad, es decir, con la liberación colectiva del dominio ajeno. Sin embargo, Gandhi no la conceptualizó de forma negativa. La independencia nacional, enmarcada en la idea de swaraj, no era simplemente la liberación del dominio extranjero, sino también el autogobierno. El compromiso de Gandhi con la libertad política le convirtió en un defensor de los derechos y, sin embargo, se negó a basar la paz y la seguridad de la vida colectiva en los derechos. Siempre situó el deber individual (dharma) y la interdependencia social y moral por encima de los derechos porque, para él, los derechos eran la consecuencia del cumplimiento de los deberes. Gandhi consideraba su célebre satyagraha (resistencia pasiva) como el cumplimiento de sus deberes y, por tanto, también como un método para asegurar los derechos mediante el sufrimiento personal. La concepción de Gandhi de la libertad también implicaba una dimensión económica: denotaba la liberación de la pobreza. Atacó la realidad contemporánea de la pobreza practicando la pobreza voluntaria para demostrar su solidaridad con los pobres, al tiempo que criticaba la industrialización orientada a la tecnología por su explotación imperialista de las masas. Aunque Gandhi situaba la libertad en un contexto político y económico, su noción de libertad era también espiritual: el autogobierno a través de la práctica de las virtudes hacia la autorrealización. La novedad de Gandhi radica en que a la noción de libertad espiritual, derivada de la tradición clásica india, añadió dimensiones políticas, económicas y sociales. Esta perspectiva derivó del diálogo interno de Gandhi entre el pensamiento utópico occidental representado por Henry David Thoreau (1817-1862), John Ruskin (1819-1920), Ralph Waldo Emerson (1803-1882) y León Tolstoi (1828-1910) y el pensamiento clásico indio manifestado en la obra devocional hindú el Bhagavad Gita.
Mientras que el liderazgo de Gandhi sobre las masas hindúes fue enormemente influyente y exitoso, el de Manabendra Nath Roy no obtuvo ningún atractivo popular. La posición política de Roy cambió con el tiempo, pasando del nacionalismo al comunismo y finalmente al humanismo radical. Sin embargo, su vistoso pero infructuoso compromiso con el movimiento por la libertad de la India estuvo guiado siempre por un ardiente deseo de libertad individual. El contexto intelectual de la actividad política y literaria de Roy era, a diferencia del de Gandhi, marcadamente occidentalizado y alejado de las tradiciones indias. Roy definió la libertad como la "desaparición progresiva de todas las restricciones al despliegue de las potencialidades de los individuos" y ancló el deseo de libertad en la naturaleza biológica. Su concepción de la libertad era radicalmente negativa, hasta el punto de que la libertad individual y la responsabilidad social se excluían mutuamente. Roy consideraba que la libertad dependía de la mente del individuo más que de las condiciones externas, y sin embargo su creencia en la soberanía popular como derecho inalienable determinaba su preferencia por la participación política directa del pueblo en la democracia parlamentaria.
China
El idioma chino no conocía una palabra para "libertad" antes del siglo XIX. La traducción moderna de "libertad", ziyou (que significa, literalmente, autodeterminación), tuvo que ser acuñada en respuesta a la recepción de las ideas occidentales. El término clásico más cercano, ziran (que significa, literalmente, "lo natural"), denotaba un sentido taoísta de armonía con la naturaleza. Esto no quiere decir que la idea de la libertad personal fuera totalmente ajena a la filosofía china clásica. Sin embargo, la creencia confuciana en la perfectibilidad humana se refería a la libertad espiritual interior, a diferencia del concepto político y social occidental. Asimismo, la libertad como derecho no se conceptualizó hasta el siglo XIX. Kang Youmai (1858-1927) fue uno de los primeros intelectuales chinos que introdujo la idea protestante del libre albedrío. Su Libro completo de principios sustanciales y leyes generales (escrito entre 1885 y 1887) describía a los seres humanos como propietarios del "derecho de autonomía" (zizhu zhi quan), adoptando así el lenguaje de los derechos.
El encuentro de los chinos con la idea occidental de libertad puede ilustrarse con la traducción de las obras de los intelectuales ingleses del siglo XIX realizada por Yan Fu (1854-1921). Se hizo muy conocido por su traducción de Evolution and Ethics, de T. H. Huxley, que introdujo la teoría de la evolución en el mundo intelectual chino a finales del siglo XIX y principios del XX. Profundamente inspirado en el concepto de organismo social de Herbert Spencer (1820-1903), Yan Fu sostenía que la búsqueda del interés propio por parte del individuo generaría una lucha darwiniana por la supervivencia que debería dar lugar a la evolución de una sociedad más armoniosa. Yan Fu afirmaba haber derivado de Spencer su propia noción de la libertad humana que denotaba la liberación de la "energía" del individuo. Su liberalismo spenceriano se apartaba radicalmente de la ética confuciana ortodoxa que consideraba la búsqueda del interés propio como fuente del mal, mientras que sus traducciones también distorsionaban el significado original de otros escritos de Occidente. Uno de estos casos es su traducción de Sobre la libertad de Mill: Yan Fu desvirtuó la concepción original de Mill sobre la libertad para adaptarla a sus propios fines políticos. Mill consideraba la libertad del individuo como un fin en sí mismo. Sin embargo, la perspectiva spenceriana de Yan Fu produjo una comprensión distorsionada del concepto de Mill como un medio para el avance de la virtud y el intelecto del pueblo, en última instancia para lograr la libertad del Estado.
Uno de los poderosos promotores de las libertades (ziyou) y los derechos (quanli) individuales en la China de finales del Qing fue Liang Qichao (1873-1929). Absorbió una amplia gama de filosofía y ciencias sociales occidentales a través de traducciones japonesas, pero se esforzó por anclar las ideas de libertad y derechos en la herencia intelectual confuciana. Se ha debatido la relación entre la recepción china de conceptos y discursos sociales y políticos del Occidente moderno y las tradiciones chinas clásicas. Por ejemplo, la libertad de pensamiento está en el centro de la democracia liberal occidental contemporánea, mientras que la "armonía y unidad de pensamiento" (tongyi sixiang) se celebra en la China postsocialista. Esta actitud contrastada hacia la libertad de pensamiento ha sido objeto de atención académica en relación con la persistente tradición confuciana.
Japón
En el japonés moderno, "libertad" se traduce normalmente como jiyu. Los japoneses encontraron por primera vez la idea de libertad en holandés, vrijheid, y el traductor no pudo encontrar ninguna traducción adecuada, dejándola sin traducir. De hecho, cuando la erudición occidental inundó la escena intelectual japonesa a través de la traducción de obras como Self Help (1859) de Samuel Smiles y On Liberty de Mill, se reconoció comúnmente que "libertad" era una palabra difícil de traducir. Después de que se intentaran varias traducciones, jiyu sobrevivió como el único término ampliamente utilizado en la actualidad. A diferencia del caso de China, jiyu ya existía en el vocabulario japonés antes de la exposición de Japón a la idea occidental de libertad; sin embargo, los primeros traductores japoneses de "libertad" no estaban del todo convencidos con su elección del término. Podría decirse que Fukuzawa Yukichi (1834-1901) es el responsable de la proliferación de la palabra, y sin embargo señaló que jiyu (y cualquier otra palabra japonesa) no lograba captar el significado preciso de la libertad. Según el uso contemporáneo, jiyu significaba "egoísmo", "arbitrariedad" y "emancipación del deseo humano"; en una palabra, "licencia". La connotación moral de jiyu era más bien negativa. Algunos sostienen que la noción de jiyu está arraigada en la idea taoísta del espíritu sin forma pero en libre movimiento, mientras que otros ven su afinidad con el énfasis del Aprendizaje Nacional (kokugaku) en el deseo humano, como escribió en una ocasión el novelista y poeta Ihara Saikaku (1642-1693): "Los humanos son los deseos con cuatro extremidades". La preocupación de los primeros traductores por los posibles malentendidos e interpretaciones erróneas pronto se hizo realidad: aunque el jiyu se convirtió en una palabra de moda en la década de 1880, cuando el Movimiento por la Libertad y los Derechos del Pueblo (jiyu minken undo) alcanzó su apogeo, la mayoría de los intelectuales y líderes políticos que apoyaban el movimiento entendían el jiyu en términos de "licencia". En consecuencia, el liberalismo se consideraba una ideología licenciosa.
Los líderes de la Ilustración japonesa solían entender el concepto de jiyu en relación con la independencia de su país como Estado-nación. La libertad y la independencia del Estado eran el centro del debate, mientras que las libertades civiles solían escapar a la atención de los intelectuales. La indiferencia hacia las libertades civiles constituye el trasfondo de la opresión estatal de la libertad de expresión y la investigación académica. En 1919, Morito Tatsuo (1888-1984), de la Facultad de Económicas de la Universidad Imperial de Tokio, publicó un artículo sobre el pensamiento social del anarquista Pyotr Kropotkin (1842-1921), y las autoridades presentaron cargos contra él y el director de la revista que publicó el trabajo. Morito fue expulsado de la universidad y encarcelado. Minobe Tatsukichi (1873-1948), de la Facultad de Derecho de la Universidad Imperial de Tokio, era conocido por su opinión de que el emperador era un órgano del Estado. En 1935, su "teoría de los órganos", que había obtenido un amplio apoyo en la comunidad académica, se convirtió repentinamente en objeto de condena pública. Minobe se vio obligado a renunciar a su condición de miembro de la Cámara de los Pares, y sus libros fueron prohibidos y quemados. Estos incidentes no sólo representaban la opresión de la libertad intelectual por parte del Estado, sino que también reflejaban el escepticismo del público hacia la mal traducida "libertad". La confusión generalizada de jiyu con licencia había impedido a los japoneses apreciar el valor de las libertades civiles, y desacreditó fuertemente el liberalismo hasta la desastrosa derrota de Japón en 1945.
Libertad en el Mundo Islámico
La palabra árabe para libertad es "hurriyya", que proviene de hurr, que significa "libre". "Libre" como término jurídico significaba lo contrario de "esclavo", mientras que denotaba, como término ético, un carácter y un comportamiento "noble". El concepto jurídico de libertad, que ya era conocido en el mundo preislámico, siguió utilizándose en la jurisprudencia musulmana. La hurriyya ocupó un lugar importante también en la metafísica: una de las repercusiones significativas del sufismo en el pensamiento político fue la retirada de la política. La doctrina sufista de la renuncia sostenía que la pobreza, la autohumillación y la entrega total de la personalidad eran el valor más elevado de la vida, lo que sustentaba el carácter apolítico de la doctrina. Así, un filósofo místico sufí, Ibn al-Arabi (1165-1240), definió la hurriyya como la "esclavitud a Dios", es decir, la libertad de todo menos de Dios. La libertad personal se valoraba dentro del ámbito religioso, moral y consuetudinario determinado por la umma (comunidad islámica de creyentes), pero nunca se consideró un valor moral absoluto. Así, la hurriyya nunca gozó de un estatus exaltado como valor político fundamental.
Fue la Turquía otomana del siglo XVIII la que introdujo las ideas occidentales de libertad en el Islam. El tratado de Kücük Kaynarch de 1774 entre Rusia y Turquía estableció el estatus de libertad e independencia de los tártaros de Crimea de los dos países. Sin embargo, el término turco que se utilizó por primera vez para referirse a la libertad no fue hürriyet, derivado del arabichurriyya, sino serbestiyet. Serbest es una palabra persa que significa "exento", "sin trabas" y "sin restricciones"; en consecuencia, serbestiyet denota la ausencia de limitaciones o restricciones. Este concepto negativo de libertad no tiene el significado de ciudadanía o participación en el gobierno. El uso de serbestiyet en un contexto político data de principios del siglo XIV y era un lugar común en el discurso político a finales del siglo XVIII. Célebres embajadores otomanos, como Azmi Efendi y Morali Esseyid Ali Efendi, utilizaron serbestiyet en términos de libertad política en sus memorandos.
La hurriyya entró en el léxico político islámico en 1798, cuando Napoleón Bonaparte llegó a Egipto y se dirigió a los egipcios en árabe en nombre de la República Francesa "fundada sobre la base de la libertad y la igualdad", y se eligió el término hurriyya para la traducción de "libertad". Una vez más, los otomanos contribuyeron de forma significativa a la generalización del uso político del término. Sadik Rifat Pasa (1807-1856) fue uno de esos escritores. Observó que la prosperidad europea derivaba de condiciones políticas como la seguridad de la vida y la propiedad y la libertad. La obra de Rifat Sobre la condición de Europa, escrita durante su estancia en Viena, representa la primera recepción otomana de la idea occidental de libertad política. Pero su concepción de la libertad se limitaba a la seguridad de los súbditos frente a la coacción arbitraria del gobierno, no al derecho a participar en él. Rifat también introdujo el nuevo lenguaje de los derechos en su marco, en gran medida tradicional, del pensamiento político islámico.
La asimilación otomana del concepto de libertad política se vio acelerada por el surgimiento de un nuevo movimiento literario turco liderado por los Jóvenes Otomanos, entre los que se encontraban Ibrahim Sinasi (1826-1871), Ziya Pasa (1825-1880) y Namik Kemal (1840-1888). Su popular semanario Hürriyet se lanzó en 1868. Quizás Namik Kemal sea el más sistemático de estos pensadores; fue el primero en correlacionar las ideas del derecho humano y el gobierno parlamentario para lograr una nueva visión de la libertad y el autogobierno. Muy influenciado por los escritos de Montesquieu y Rousseau, así como por la práctica de la Tercera República francesa y el sistema parlamentario británico, Kemal intentó casar el lenguaje de la democracia liberal-parlamentaria moderna con el lenguaje político islámico. Por primera vez en la historia del pensamiento político islámico, la soberanía popular se basaba en la libertad del individuo. Sin embargo, la tiranía de Abdülhamīd II (1842-1918) ahogó la búsqueda otomana de la libertad.
Egipto, bajo el dominio británico, asimiló el pensamiento político liberal con bastante independencia de la experiencia turca. Ahmad Lutfi al-Sayyid (1872-1963) fue probablemente el exponente más sistemático del liberalismo islámico. Bajo la influencia de Mill, Lutfi al-Sayyid situó de lleno la libertad en el centro de este pensamiento. Para él, la libertad significaba la ausencia de un control innecesario por parte del Estado: un concepto negativo de la libertad. La libertad era "el alimento necesario para nuestra vida", el derecho natural inalienable del ser humano: era una condición necesaria para que los seres humanos fueran humanos en el sentido más pleno. De ahí que Lutfi al-Sayyid celebrara el gobierno limitado: las disposiciones e instituciones políticas y jurídicas que salvaguardaban la libertad eran la forma "natural" y "verdadera" de gobierno. Opositor al panislamismo y al nacionalismo árabe, Lutfi al-Saiyyd también se preocupaba por la libertad de la nación. Abogó por la liberación de Egipto del dominio extranjero. En este contexto, libertad e independencia se consideraban casi sinónimos.
Puntualización
Sin embargo, el conde Ruiz de Castilla no cumplió la promesa; los autores de la intentona fueron acusados, procesados y detenidos (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Algunos lograron huir. Las medidas de represión se extremaron. Terminada la indagatoria, el fiscal Arechaga emitió su acusación pidiendo pena de muerte para 40 de los principales dirigentes, así como para 32 de los 160 soldados de la guarnición que plegaron a la junta la noche del 10 de agosto, los que debían ser sorteados, uno de cada cinco; y penas de presidio para cerca de 50 comprometidos más, aparte de confiscaciones y otras sanciones de toda índole. La angustia y zozobra producidas en la ciudad por el quebrantamiento de la palabra empeñada por el presidente Urriez se acrecentó sin límites al conocerse la acusación fiscal (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Al recibirse en Quito, poco después, la noticia del arribo del coronel Carlos Montúfar, hijo de D. Juan Pío, designado comisionado regio por la Junta Central, una sorda preocupación apareció en las autoridades realistas, en contraste con la alegría del pueblo. Tal estado de cosas culminó en sangre el trágico 2 ag. 1810 (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Aquel día un reducido grupo de patriotas, alevemente incitados por provocadores, asaltó el cuartel real con ánimo de dar libertad a los presos, pero, ante la alarma, soldados realistas mataron bárbaramente a los detenidos y 32 dirigentes patriotas fueron asesinados. Tumultos callejeros se produjeron aquel día como por generación espontánea; el pueblo quiteño se enfrentó a las enfurecidas tropas realistas, exaltadas por la muerte de uno de sus capitanes. Cerca de 300 víctimas, entre los dos bandos, fueron el resultado del antagonismo, y los motines terminaron solamente por la intervención del obispo Cuero y Caicedo. Carlos Montúfar no alcanzó a llegar a Quito a tiempo para impedir el sangriento suceso. Pero, una vez en esta ciudad, restauró una nueva junta de Gobierno, bajo la presidencia del propio Ruiz de Castilla y la vicepresidencia de su padre, el marqués de Selva Alegre. Pronto renunció el conde Ruiz, y la presidencia del Estado de Quito fue desempeñada por el obispo Cuero y Caicedo.
Aspectos Adicionales
El problema inmediato fue organizar la resistencia, tarea encomendada al coronel Montúfar, que logró obtener algunas victorias por el sur, aproximándose a Cuenca. La reacción española no se hizo esperar. El virrey Abascal envió, desde Lima, al general Toribio Montes con un fuerte ejército regular. Quito se aprestó para la defensa, acaudillada por el propio obispo-presidente. Poco antes se había reunido el Primer Congreso Constituyente, que el 11 dic. 1811 proclamó solemnemente la independencia y el 15 de febrero aprobó una Constitución política del Estado de Quito.
Puntualización
Sin embargo, a pesar de las victorias alcanzadas al sur y de la toma de Pasto, por el norte, la acometida de las tropas realistas, formadas por soldados veteranos, fue tremenda. Para colmo de males, hubo divisiones intestinas entre los patriotas, por rivalidades entre influyentes familias del reino y, quizá, por divergencias doctrinarias entre embrionarios grupos políticos. Tras varias batallas, Montes conquistó Quito a sangre y fuego el 8 nov. 1812. La población había evacuado la ciudad: hombres, mujeres, niños y ancianos, y a la cabeza de todos el obispo Cuero y Caicedo, en impresionante éxodo, se dirigieron en masa hacia el norte.
Aspectos Adicionales
En San Antonio de Ibarra se dio el último combate el 27 del mismo mes y el 10 de diciembre cayó Ibarra. La represión fue brutal. El coronel Francisco García Calderón, uno de los jefes, fue fusilado en unión de numerosos oficiales. Carlos Montúfar logró huir; apresado al fin, fue enviado a Panamá, en donde volvió a escapar a Nueva Granada. Combatió a las órdenes de Bolívar, con quien entró en Bogotá. Enviado al sur, con dirección a Pasto, tomó parte en el victorioso combate del Palo, con el grado de general, pero fue derrotado en la Cuchilla de Tambo. Prisionero, fue llevado a Buga y fusilado en 1816. Este jefe es sin duda la figura militar más importante de la independencia ecuatoriana.Entre las Líneas En cuanto al obispo, Montes declaró la diócesis sede vacante, se le confiscaron sus escasos bienes y biblioteca y fue luego confinado, muriendo en Lima, viejo y pobre, pocos años después. El marqués de Selva Alegre, que había renunciado el título, fue primero confinado a Loja, cargado de grillos, y enviado al fin a Cádiz, bajo partida de registro, condenado a exilio perpetuo, y no tardó en morir. No quedó dirigente sin recibir terrible castigo. Montes los juzgó a todos y cuando solo así creyó pacificada la antigua audiencia, indultó a los pocos que no habían sido aún castigados (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Así terminó, en medio de la más espantosa represión, la revolución de Quito, la más gloriosa entre las gestas históricas de este país. La Junta Soberana había durado apenas 80 días; la Segunda junta de Gobierno, algo más de dos años.Si, Pero: Pero esos hechos abrieron cauce a toda la epopeya de la independencia en la América española. La influencia del 10 ag. 1809, el más original de los movimientos criollos por la libertad, fue enorme en toda América. Los revolucionarios de Valparaíso, ante la tragedia del 2 de agosto, ordenaron que el faro de aquel puerto chileno llevase una lápida en homenaje a Quito, «luz de América», nombre con el que desde entonces se ufana la ciudad.
El 9 de octubre de 1820
Años más tarde, aprovechando el paso por Guayaquil de algunos oficiales venezolanos, los patriotas porteños, animados por José de Antepara que había sido secretario del precursor Miranda, tomaron en esa fecha los cuarteles de la ciudad, apresaron y destituyeron a las autoridades realistas y nombraron al poeta José Joaquín de Olmedo (véase esta voz en la plataforma digital) primer jefe político, y luego presidente de la Junta de Gobierno. Se pidió al punto auxilios a Bolívar y a San Martín. Organizado en seguida un cuerpo de ejército, comenzaron las operaciones hacia el interior, a fin de apoderarse de Quito, defendida por el mariscal Melchor Aymerich, pero lamentablemente las fuerzas patriotas fueron derrotadas en Huachi y Tanizahua. El 3 de noviembre de ese mismo año Cuenca proclamó también su libertad, al igual que otras poblaciones. Poco después llegó a Guayaquil el general Antonio José de Sucre (véase esta voz en la plataforma digital), enviado por Bolívar, con 1.700 soldados. Organizó y disciplinó a las tropas, pero, aun cuando detuvo el avance realista que bajaba de la Sierra, en el victorioso combate de Cone (Yaguachi), nuevamente fueron derrotados los patriotas en Huachi.
Aspectos Adicionales
Un armisticio (véase qué es, su definición, o concepto jurídico) dio tiempo a Sucre para preparar mejor su campaña y recibir refuerzos enviados desde el sur por San Martín, al mando del coronel Santa Cruz. El 21 abr. 1822 tuvo lugar la batalla de Tapi, que abrió a los patriotas las puertas de Riobamba; el 2 de mayo entraron en Latacunga y el 24 de ese mismo mes se libró la célebre batalla de Pichincha, en la falda misma de este volcán, a cuyos pies se encuentra Quito.Entre las Líneas En el sangriento combate, en el que se cubrió de gloria Sucre y en el que murió heroicamente por la patria el teniente Abdón Calderón, las tropas realistas fueron derrotadas, liberándose la ciudad de Quito, con lo que culminaron los afanes de los próceres que 13 años antes habían iniciado en esta ciudad el movimiento independentista de la América española. El 29 de mayo fue incorporada la capital de la nacional para hacer frente a las amenazas, primero, y al bloqueo, después. La oposición estuvo acaudillada por García Moreno (véase esta voz en la plataforma digital) y Pedro Moncayo, y encontró apropiado motivo de ataque en el asesinato del periodista Valencia, pero ambos fueron desterrados. El 10 mayo 1859 estalló una insurrección en Quito que proclamó el triunvirato provisorio de García Moreno, a la sazón en el exilio, Jerónimo Carrión y Pacífico Chiriboga.Si, Pero: Pero Carrión, que era vicepresidente, reclamó su derecho exclusivo al mando e instauró un gobierno en Cuenca. El 31 de mayo hubo un choque entre las fuerzas del Gobierno constitucional y las del provisional, triunfando éste, pero aquél se impuso al fin en Tumbuco. Mas el general Robles no pudo consolidar su Gobierno, ante la sublevación de su jefe militar de Guayaquil, general Guillermo Franco; la proclamación del gobierno federal de Loja, por el Dr. Carrión Pinzano, y los progresos del Gobierno provisional, que se consolidó al fin en Quito. Con el país dividido en cuatro Gobiernos y el mariscal Castilla bloqueando las costas, desembarcando en Mapasingue y pactando con Franco, Robles no tuvo más remedio que renunciar y marchar al exilio, sin terminar su periodo, al igual que el general Urvina, que también se alejó del país. La guerra civil se polarizó entre el Gobierno de Franco, apoyado por el Perú, y García Moreno, que encarnó la resistencia nacional (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Al fin Franco fue derrotado en la batalla de Guayaquil, el 25 sept. 1860, por García Moreno, con la ayuda del viejo general Flores, que puso su espada a disposición de éste.
El periodo Garciano
De 1860 a 1875 domina la historia del Ecuador la recia figura del Dr. Gabriel García Moreno. Salvo el lapso comprendido entre 1865 y 1869, en que detentaron (ejercieron) el poder Jerónimo Carrión y Xavier Espinosa, cada uno de ellos dos años aprox., en el resto del periodo gobernó personalmente García Moreno. Este magistrado fue uno de los grandes constructores del E.; impuso con implacable rigor la disciplina colectiva, tras la desmoralizadora crisis nacional de 1859; persiguió a pícaros y malhechores, doblegó al militarismo y estableció un régimen de gobierno inspirado en los principios del Derecho político católico, aunque cometió excesos en su afán ordenador y quiso imponer la moral y la doctrina cristiana por medios rigurosos, lo que le valió la enemistad de los no creyentes, de gentes sectarias y aun comprometidas con sociedades secretas, pero también de no pocos católicos sinceros, que no creían idóneos los recursos impositivos en materia doctrinaria. Murió asesinado el 6 ag. 1875, sin culminar su progresiva obra de gobierno. Le sucedió en el primer momento su ministro de Gobierno, Xavier León, y luego, elegido por el voto popular que el propio García Moreno había implantado, uno de sus opositores el Dr (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Antonio Borrero Cortázar, campeón del llamado liberalismo católico, quien no logró consolidar su poder, pese a sus capacidades, situado en el vórtice de las pugnas partidistas. Uno de sus jefes militares, el general Ignacio de Veintemilla le derrocó y gobernó al país como dictador, presidente constitucional y nuevamente dictador, durante casi ocho años (1876-83). Representante típico del militarismo criollo que usurpa el poder, la larga administración de Veintemilla pasó sin pena ni gloria, acumulando abusos y originando una transitoria unidad de todos los sectores políticos contra él, desde los conservadores garcianos, acaudillados por el general Francisco Xavier Salazar, hasta los liberales radicales, que seguían al general Eloy Alfaro (véase esta voz en la plataforma digital). Brotes guerrilleros dispersos lograron al fin coincidir bajo el mando de estos dos jefes, y depusieron a Veintemilla.
El periodo Progresista (1883-95)
. Llámase así el lapso de 12 años en que gobierna el partido progresista, entidad política de transición entre el conservadurismo garciano y el liberalismo alfarista, inspirada en la escuela doctrinaria del liberalismo católico o conservadurismo progresista. Su mentalizador fue un hijo del general Flores, el Dr (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Antonio Flores Jijón. Tres presidentes se suceden: el Dr. José María Plácido Caamaño (1883-88), cuyo gobierno fue agitado por las guerrillas liberales del general Alfaro, que fueron batidas con inexorable rigor, inclusive con el fusilamiento de varios de sus dirigentes, como el coronel Luis Vargas Torres; el Dr. Flores Jijón (1868-1872), que hizo un gobierno civilizado y honorable, pacificó al país y fomentó la cultura; y el Dr. Luis Cordero Crespo (1872-75), poeta y hombre pacífico, que ante el espectro de nueva guerra civil, motivada por el escándalo de la compraventa del buque Esmeralda entre Chile y Japón, en la que se utilizó indebida y al parecer dolosamente el pabellón ecuatoriano, prefirió renunciar, a pesar de que no tuvo responsabilidad personal alguna en el problema, llamado «la venta de la bandera» por los opositores de su gobierno. Este asunto sirvió de arma poderosa de agitación política. El vicepresidente Salazar, a quien le correspondió la sucesión, no pudo consolidar su gobierno. El 5 jun. 1895 tuvo lugar en Guayaquil el alzamiento que originó la dominación del partido liberal radical en E. La administración progresista permitió al país algunos avances de relieve, tales como la implantación del telégrafo, la divulgación de la enseñanza artesanal, el comienzo de la alfabetización masiva, la protección a la educación primaria, secundaria y universitaria, el estímulo a la labor académica, etc.; pero fue una de sus lacras el terrible nepotismo en la Administración, lo que originó el despectivo mote de «la argolla» con que fue bautizado este régimen por las gentes del pueblo.
El periodo Alfarista
La figura dominante, de 1895 a 1912, en que murió asesinado, fue el caudillo liberal general Eloy Alfaro. Él llevó a cabo en E. una poderosa transformación doctrinaria que significó la ruptura entre la Iglesia y el Estado; la confiscación de los bienes eclesiásticos; la abolición (nota: el abolicionismo es una doctrina contra la norma o costumbre que atenta a principios morales o humanos; véase también movimiento abolicionista y la abolición de la esclavitud en el derecho internacional) del catolicismo como religión estatal; la enseñanza laica, en el sentido de no poder enseñarse la doctrina cristiana ni ser profesores los religiosos en los establecimientos del Estado; el registro civil; el divorcio, aunque también la consolidación de libertades y garantías ciudadanas que ya habían sido paulatinamente reconocidas, sobre todo la abolición (nota: el abolicionismo es una doctrina contra la norma o costumbre que atenta a principios morales o humanos; véase también movimiento abolicionista y la abolición de la esclavitud en el derecho internacional) de la pena de muerte, lo que no sirvió de impedimento para que el general Alfaro la aplicara.
Observación
Además de él, en este periodo gobernaron elr general Leónidas Plaza (1901-06); Lizardo García, que fue derrocado por Alfaro a los cuatro meses; Carlos Freile Zaldumbide, en un primer breve interinazgo; Emilio Es o trada (1911), que murió a los pocos meses; y el mismo Freile Zaldumbide, en un segundo interinazgo.
El periodo Placista (1912-25)
El general Leónidas Plaza Gutiérrez, que ya había sido presidente de la República y que se había enemistado desde entonces con el general Eloy Alfaro, dominó desde la muerte de éste elo escenario de la república, sea directamente, como presidente, sea indirectamente, imponiendo quiénes habían de sucederle. Carlos Freile Zaldumbide, encargado del poder dutante los tristes acontecimientos que culminaron con el asesinato de los Alfaro, fue derrocado el 5 mar. 1912, a raíz del infausto asesinato del general julio Andrade,candidato a la presidencia de la República. Se hizo cargo del poder, otra vez en forma interina, el Dr. Francisco Andrade Marín, quien convocó las elecciones en las que triunfó el general Plaza para su segunda administración o (1912-16), la cual se vio enturbiada por el alzamiento guerrillero del coronel Carlos Concha, en Esmeraldas, que decía querer reivindicar el nombre de Alfaro, y por la grave crisis económica motivada por la Guerra mundial.
Aspectos Adicionales
Le sucedió Alfredo Baquerizo Moreno (1916-20), escritor, quien suscribió el tratado Muñoz Vernaza-Suárez, que arregló el problema limítrofe con Colombia, a costa de enorme sacrificio territorial para E. Luego fue elegido José Luis Tamayo (1920-24), que poco pudo hacer frente al dominio de la plutocracia bancaria, encarnada en el Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil, que hacía y deshacía en el país. Las primeras reclamaciones obreras, motivadas por la angustia económica y las primeras prédicas marxistas culminaron con la matanza de millares de trabajadores por las balas represivas, el 15 nov. 1922. Le reemplazó Gonzalo S. Córdova, que no duró un año en el poder y fue abatido por el golpe del 9 jul. 1925. El periodo Placista se caracterizó por el dominio de las clases opulentas del país, terratenientes de la Sierra y banqueros y comerciantes de la Costa. Hubo varios avances, pero no en la proporción requerida por la aparente tranquilidad de las sucesiones presidenciales, efectuadas mediante el abuso descarado del fraude electoral, organizado en forma escandalosa por el propio Gobierno. La corrupción y desmoralización del país fue in crescendo, sobre todo en el último año. Contra ella se alzó en armas Jacinto Jijón y Caamaño, científico y jefe del partido conservador, pero fue derrotado.
Periodo de la decadencia liberal
De 1925 a 1944 E. sufre un grave estado de descomposición política (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Aunque principia y termina este lapso con gobiernos de mano enérgica, ninguno de los múltiples que se suceden logra terminar siquiera su mandato. Los cuartelazos son frecuentes. El pueblo busca afanosamente un caudillo que le conduzca y represente y lo encuentra al fin en José María Velasco Ibarra (véase esta voz en la plataforma digital), que también es derrocado (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). A raíz del golpe militar de 1925 hay primero dos Juntas Plurales de Gobierno, formadas por eminentes ciudadanos, que mutuamente se neutralizan; luego se encarga el poder a Isidro Ayora, médico y profesor universitario, que gobierna tres años dictatorialmente y dos como presidente constitucional, elegido por una Asamblea Constituyente. No logra cumplir su mandato, pero de 1926 a 1931 realiza una tarea fecunda, pese a múltiples arbitrariedades. Es el fundador del Banco Central del E., su obra más duradera. Le suceden, por tres meses, el coronel Luis Larrea Alba; por diez, Alfredo Baquerizo Moreno, que preside elecciones libres, en las que triunfa Neptalí Bonifaz, descalificado por el Congreso, pues se había puesto en duda su nacionalidad ecuatoriana. Un alzamiento en su favor del pueblo de Quito es ahogado en sangre, tras una batalla de cuatro días, lapso en el que Carlos Freile Larrea actúa como encargado del poder. Le sucede Alberto Guerrero Martínez, por tres meses. Él preside las elecciones, escandalosamente fraudulentas, en las que triunfa Juan de Dios Martínez Mera, quien no puede gobernar ante los embates del diputado José María Velasco Ibarra y es derrocado antes de un año, sucediéndole Abelardo Montalvo, por 10 meses.
Aspectos Adicionales
Electo el caudillo popular Velasco Ibarra en 1934, cae en 1935. Le reemplaza Antonio Pons, por un mes; un nuevo golpe militar eleva como dictador a Federico Páez, que gobierna algo más de dos años. Se suspenden las garantías ciudadanas, hay desterrados y perseguidos, pero se llevan a cabo algunas obras importantes, entre ellas la fundación de la Caja del Seguro Social, que ejercerá fundamental papel en la capitalización del país. Su ministro de Defensa, general Alberto Enríquez, le derroca alzándose en su lugar por 10 meses. Obligado a entregar el poder, no sin antes promulgar el Código del Trabajo (1938), le sucede Manuel María Borrero, como constitucional interino, por tres meses (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Aurelio Mosquera Narváez, ex rector de la Univ. Central, es elegido para cuatro años, pero muere pocos días antes de cumplir el primer aniversario de su gobierno (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Andrés F. Córdova preside elecciones generales, en las que triunfa Carlos Alberto Arroyo del Río, candidato oficial, en forma fraudulenta (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Alzó bandera en contra el candidato derrotado, Velasco Ibarra, quien desde el exilio mantiene implacable oposición. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto) (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Arroyo del Río realiza una administración eficaz y constructiva, pero no logra evitar que la oposición cree de él una imagen deprimente; la agresión del Perú, en 1941, y el tratado de Río de Janeiro, de 1942, que recorta el territorio ecuatoriano en favor del vecino Perú, firmado bajo coacción moral y física, con dos provincias ocupadas por las armas, sellan la suerte del Gobierno de Arroyo, derrocado por un movimiento revolucionario de unidad popular en el que confluyen desde conservadores hasta comunistas. Este periodo presenta los estertores del partido liberal, empeñado en mantenerse en el poder contra la voluntad ciudadana. No lo puede lograr, a pesar de todas las argucias empleadas y de la sucesión de sus mejores hombres en el mando de la república.
El periodo Velasquista (1944-72)
La figura dominante en la escena política del E. será José María Velasco Ibarra. Durante este periodo ejercen la presidencia: Velasco Ibarra, segunda administración (1944-47), derrocado por el coronel Carlos Mancheno, su ministro de Defensa, contra quien se levanta Mariano Suárez Veintimilla, y se encarga del poder por 15 días; Carlos Julio Arosemena Tola (1947-48), interino; Galo Plaza Lasso, hijo del ex presidente general Plaza, que afronta el pavoroso terremoto de Ambato (8.000 muertos), y es el primero en terminar su mandato en casi un cuarto de siglo (1948-52); Velasco Ibarra, tercera administración, muy constructiva, que logra terminar (1952-56); Camilo Ponce Enríquez, ministro del Gobierno del anterior, que tiene una actuación enérgica y altamente progresista (1956-60), aunque enemistándose con su protector; Velasco Ibarra, cuarta administración (1960-61), es derrocado por su vicepresidente, Carlos Julio Arosemena Monroy (1961-63), hijo del interino, derrocado a su vez por los jefes militares que le sostuvieron en el poder. Los coroneles Ramón Castro Jijón, Luis Cabrera Sevilla, Marcos Gándara Enríquez y Guillermo Freile Posso forman una Junta Militar que gobierna casi tres años de forma dictatorial, e improvisando una política económica que resulta catastrófica. Son derrocados por un movimiento popular que eleva a la presidencia a Clemente Yerovi Indaburu, honesto y eficaz administrador, que restablece el Estado de Derecho mediante la convocatoria de una Asamblea Constituyente y se retira a la vida privada sin aceptar la continuación en el mando que se le ofrece. La Asamblea nombra nuevo mandatario interino a Otto Arosemena Gómez, desaprensivo cabildero de Guayaquil, que preside las elecciones en las que triunfa Velasco Ibarra, para su quinta administración (1968-72). Este, el 22 jun. 1970, suspende la Constitución (v. tt), desautoriza los partidos, disuelve el Congreso y asume plenos poderes políticos (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). A comienzos de 1971, Velasco obtiene un triunfo diplomático sobre Estados Unidos al defender la soberanía ecuatoriana sobre las 200 millas de su mar territorial.
Los tres últimos decenios del s. XX
En febrero de 1972, Velasco Ibarra (fallecido en 1979) es derrocado por un golpe militar encabezado por el general Guillermo Rodríguez Lara, que se declara nacionalista y revolucionario. El intento de golpe de Estado del general González Alvear, en septiembre 1975, que provocó 20 muertos, demostró fisuras en el gobierno de Rodríguez Lara, que dimite en 1976, asumiendo el poder una Junta Militar presidida por el almirante A. Poveda Burbano, quien devuelve el poder a los civiles en 1978.Entre las Líneas En este año se aprueba la decimoctava Constitución del E. (v. n).
Detalles
Las elecciones presidenciales (primera vuelta, julio 1978; segunda, abril 1979) son ganadas por el socialdemócrata J. Roldós Aguilera. El desarrollo económico, generado por el descubrimiento de importantes yacimientos petrolíferos a finales de los años 60, se estanca. Entre el 28 en. y el 3 feb. 1981 se producen incidentes bélicos en la frontera con Perú, que se reproducen en 1983. Roldós muere en un accidente aéreo (24 mayo 1981), sucediéndole su vicepresidente Osvaldo Hurtado, democristiano, que tiene que enfrentarse a huelgas generales. Los temores de un nuevo golpe de Estado se disipan y el liberal-conservador León Febres Cordero gana las elecciones presidenciales de 1984. Febres perdió su dignidad política al capitular ante las presiones de un reducido grupo de militares que lo secuestraron en la base aérea de Taura en 1987; el Congreso le exhortó a dimitir, pero su obstinación en el cargo casi provoca un golpe de Estado.
Detalles
Las elecciones de 1988 fueron ganadas por el socialdemócrata Rodrigo Borja, fundador del Partido Izquierda Democrática, que favorece la paz y las libertades públicas, e inicia una recuperación económica. Le sucede el conservador Sixto Durán, vencedor en las elecciones de 1992, quien establece bases para un nuevo desarrollo económico de E.
Caracteres de la historia del Ecuador
Como acabamos de ver, la historia del Ecuador tiene un doble matiz de heroísmo y tragedia. Puede sintetizarse en pocas palabras: intensa y permanente lucha contra la adversidad.Si, Pero: Pero a lo largo de ella hay destellos de excelsa luz que bien quisieran para sí pueblos más grandes y poderosos. Porque, pese a su reducida extensión territorial, ha brindado expresiones, ejemplares unas, vitales otras, al acontecer de Hispanoamérica. Encrucijada inevitable de migraciones en los orígenes del poblamiento y de las culturas aborígenes de América; patria del grande Atahualpa; matriz del descubrimiento del Amazonas; centro de evangelización en la gran cuenca hidrográfica de ese río; cuna de Mariana de Jesús, una de las pocas figuras que América ha ofrecido a los altares del catolicismo; núcleo capital en el arte del continente; forjadora de uno de los máximos precursores de la emancipación hispanoamericana, el Dr. Espejo; pionera de la libertad de las antiguas colonias españolas; clave del desenlace en la ecuación Bolívar-San Martín; abanderada del Derecho y la justicia en numerosas jornadas…, todo esto, y mucho más que podría decirse, creemos que guarda E. en su historia. Por eso, el recuento de su acontecer interesa no solamente a los ecuatorianos, sino a la América entera, que ve cómo este país se afana y esfuerza, enfrenta el dolor y la adversidad, ama sus ideales, no se resigna a las injusticias y vive, sufre, clama y avanza, sin avergonzarse de sus esencias ni de su pasado, sin renunciar a sus derechos, sin detenerse, sin dejar de levantarse en las horas de crisis ni olvidar sus alegrías, por acerbos que parezcan sus pesares.
Antecedentes y relaciones internacionales con los Estados Unidos
Nota: véase más detalles sobre relaciones internacionales y las tensiones geopolíticas en nuestra plataforma) Estados Unidos reconoció la independencia de España de Colombia, de la cual el Ecuador actual formó parte, el 19 de junio de 1822, cuando el presidente James Monroe recibió a Manuel Torres como el Encargado de Negocios de Colombia. Ecuador se retiró de la federación colombiana en 1830 y recibió el reconocimiento de Estado (véase también, en derecho anglosajón, recognition of states, en inglés)s (véase también, en derecho anglosajón, recognition of states, en inglés) Unidos como un estado separado en 1832.
Informaciones
Los dos países concluyeron un tratado de paz, amistad, navegación y comercio en 1839, y Estados Unidos envió a Quito a su primer agente diplomático residente. 1848. Las relaciones diplomáticas han continuado desde entonces, con la participación de Estados Unidos y Ecuador en instituciones interamericanas.
Reconocimiento diplomático: Relaciones Exteriores de Ecuador
Reconocimiento y establecimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos Estados
EE. UU. Reconocimiento de Ecuador, 1832.
Los Estados Unidos efectivamente reconocieron a Ecuador en una carta del 4 de junio de 1832 del Secretario de Estado Edward Livingston al Presidente ecuatoriano Juan José Flores. Escribiendo bajo la dirección del presidente Andrew Jackson, Livingston reconoció una carta de Flores fechada el 13 de enero de 1832, en la cual Flores había anunciado que estaba «al frente del Gobierno del Estado del Ecuador». Livingston también transmitió la gratitud del presidente Jackson. para la seguridad de Flores de que los ciudadanos estadounidenses en Ecuador continuarían disfrutando de los derechos y privilegios que se les garantiza bajo un tratado existente con Colombia (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Aunque Livingston expresó la esperanza de Jackson de que Ecuador, Nueva Granada (actual Colombia y Panamá) y Venezuela puedan reunirse y así lograr la tranquilidad doméstica, la carta indica un reconocimiento de la separación de Ecuador de la federación colombiana.
Otro indicio del reconocimiento estadounidense de Ecuador vino el 12 de mayo de 1834, instrucciones a Robert B. McAfee, Encargado de Negocios en Nueva Granada, con el cual el Departamento de Estado transmitió la comisión de Seth Sweetser como cónsul en Guayaquil. El despacho se refería a Guayaquil como una ciudad «en Ecuador», y le pidió a McAfee que le dijera a Sweetser que «solicite su Exequatur al Gobierno de ese Estado».
Secuencia
Posteriormente, Sweetser presentó su comisión al Presidente de Ecuador y aceptó su exequátur. el 24 de febrero de 1835. La aceptación incondicional de Sweetser de su reconocimiento como representante consular de las autoridades ecuatorianas constituyó un reconocimiento adicional de los Estados Unidos a Ecuador como estado soberano.
Otros Elementos
Además, en instrucciones del 21 de abril de 1836, el Secretario de Estado John Forsyth autorizó a Chargé McAfee a negociar un tratado con el ministro ecuatoriano que se esperaba en Bogotá, confirmando una vez más el reconocimiento por parte de los EE. UU. Del estatus de Ecuador como república independiente.
Establecimiento de Misiones Diplomáticas y publicaciones consulares
Nota: en relación con este tema y las relaciones exteriores de Ecuador, ver la Convención de Viena sobre relaciones consulares de 1963 .Entre las Líneas En cuanto a las relaciones consulares con los Estados Unidos:
Establecimiento del Consulado en Guayaquil, 1825.
El primer representante consular de los EE. UU.Entre las Líneas En servir en lo que hoy es Ecuador fue William Wheelwright, nombrado el 9 de junio de 1824 como cónsul de los Estados Unidos en Guayaquil. El Senado confirmó su nombramiento el 8 de abril de 1825, y fue reconocido por el Intendente del Departamento de Guayaquil, el general Juan Paz Castillo, el 5 de julio de 1825.
Elevación del estado del Consulado en Guayaquil al Consulado General, 1884.
A instancias del Cónsul Horatio N. Beach, el Departamento de Estado elevó el rango del Consulado en Guayaquil al Consulado General en 1884. El Consulado General continúa operando hoy. Es la única oficina consular en el Hemisferio Occidental fuera de Canadá, México y Brasil.
Relaciones exteriores de Ecuador: Establecimiento y Dirección de Relaciones Diplomáticas
En este tema, relacionado con relaciones extranjeras de ecuador, véase la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas , adoptada el 18 de abril de 1961. El país estableció relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Más detalles de la siguiente manera: Establecimiento de relaciones diplomáticas, 1848.
Los Estados Unidos establecieron relaciones diplomáticas con Ecuador el 12 de agosto de 1848, cuando el Encargado de Negocios Van Brugh Livingston presentó sus credenciales al Gobierno ecuatoriano. Se convirtió en el primer agente diplomático residente de los EE. UU.Entre las Líneas En Ecuador.
Elevación del estado de la legación en Quito a la Embajada, 1942.
El rango de la Legación de los Estados Unidos en Ecuador se elevó a la Embajada el 5 de marzo de 1942. El Ministro de Ecuador, Boaz Long, fue elevado a rango de Embajador.
Relaciones exteriores de Ecuador: Principales tratados y acuerdos internacionales
Instrumentos Internacionales Relevantes
relaciones exteriores de Ecuador: información sobre los acuerdos en los que los Estados Unidos son parte, o algunos instrumentos internacionales relevantes, se proporcionan aquí:
Tratado de Paz, Amistad, Navegación y Comercio, 1839.
El primer gran acuerdo entre los Estados Unidos y Ecuador fue un tratado comercial firmado por el agente especial estadounidense James D. Pickett y el ministro de Hacienda ecuatoriano, Luis de Saá, el 13 de junio de 1839.
Informaciones
Los dos gobiernos intercambiaron ratificaciones del tratado en Quito el 9 de abril. 1842, y entró en vigencia el 23 de septiembre de 1842.
Relaciones exteriores de Ecuador Práctica e Historia
Política Exterior, Política Internacional y Principales Eventos
Autor: Williams
Características de Ecuador
Geografía
Este recurso incluye las siguientes materias: Europa, regiones de los Estados miembros de la UE, América, África, Asia-Oceanía, geografía económica, geografía política, y países y territorios de ultramar.
Algunos Aspectos Adicionales sobre Ecuador
- La transformación económica de Ecuador
- El nivel de desarrollo socioeconómico de Ecuador
- La geopolítica de Ecuador, así como sus relaciones internacionales y su geografía política, histórica y física
- Información legal, económica, política, y social adicional sobre Ecuador
- La protección del medio ambiente en Ecuador
- La gobernanza pública de Ecuador (incluyendo la cooperación internacional)
- Los indicadores de la solidez financiera de Ecuador
- El análisis del sistema tributario y la política fiscal de Ecuador
- Los indicadores clave de la infraestructura de Ecuador
- El comercio internacional de servicios en Ecuador
- Las importaciones, exportaciones y reexportaciones de Ecuador
- Los ingresos, gastos y ahorros anuales disponibles per cápita en Ecuador
- El entorno de las empresas que operan en Ecuador.
Otra Información
- Descripción del Entorno Político en Ecuador
- Entorno Regulatorio (Cambiante) de las Empresas en Ecuador
- Entorno Jurídico Empresarial en Ecuador
- Riesgo Crediticio en Ecuador
- Riesgo Operacional en Ecuador
- Riesgo (País) de Ecuador
- La deuda externa de Ecuador y sus estadísticas
- Finanzas Públicas en Ecuador
- Riesgo (del Sector) Bancario en Ecuador
- Economía Verde y Desarrollo Sostenible en Ecuador
- Riesgo ESG en Ecuador
- Entorno Social y sus Características en Ecuador
- Entorno Ambiental y sus Características en Ecuador
- Entorno Económico y Financiero (de las Empresas) de Ecuador
- Demografía y Geografía de la Población de Ecuador
Recursos
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Véase También
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- Estado Plurinacional de Bolivia
- República de Bolivia
- República de Cuba
- República del Ecuador
Recursos
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Lectura adicional
- Información sobre las relaciones exteriores de Ecuador en la Enciclopedia de Relaciones Exteriores de EE. UU., Bruce W. Jentleson y Thomas G. Paterson (en inglés), Council on Foreign Relaciones, Infobase Learning, Nueva York, 2016
Recursos
Bibliografía
g. 1. Blanks’i En, Ecuador: Constitutions and Caudillos, 2 Ed. Nueva York 1964; 1. j. Barrera, Historiografía del Ecuador, México 1956; p. Jaramillo Alvarado, la Presidencia de Quito, Quito 1944;.1. Jijón y Caamaño, el Ecuador Interandino y Occidental Ante la Conquista Española, 4 Vol., Quito 1940-44j. Salvador Lara, la Patria Heroica (ensayos Críticos Sobre la Independencia), Quito 1961; j. 1. Larrea, la Iglesia y el Estado en el Ecua