Economía del Comportamiento
La economía del comportamiento intenta cambiar la forma en que los economistas piensan sobre las percepciones de valor y las preferencias expresadas por las personas. Según la economía del comportamiento, las personas no son siempre individuos interesados en sí mismos, maximizadores de beneficios y minimizadores de costes con preferencias estables: nuestro pensamiento está sujeto a un conocimiento, una retroalimentación y una capacidad de procesamiento insuficientes, lo que a menudo implica incertidumbre y se ve afectado por el contexto en el que tomamos decisiones. La mayoría de nuestras decisiones no son el resultado de una cuidadosa deliberación. Estamos influidos por la información disponible en la memoria, el afecto generado automáticamente y la información destacada del entorno. También vivimos en el momento, por lo que tendemos a resistirnos al cambio, predecimos mal el comportamiento futuro, tenemos la memoria distorsionada y nos afectan los estados fisiológicos y emocionales. Por último, somos animales sociales con preferencias sociales, como las expresadas en la confianza, la reciprocidad y la equidad; somos susceptibles a las normas sociales y a la necesidad de coherencia con nosotros mismos.