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Empresa Industrial

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La Empresa Industrial

Este elemento es una expansión del contenido de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre empresa industrial.

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Visualización Jerárquica de Empresa Industrial

A continuación se examinará el significado.

¿Cómo se define? Concepto de Empresa Industrial

Nota: Véase la definición de empresa industrial en el diccionario.

Una empresa industrial es un tipo de organización con fines de lucro cuya actividad productiva se centra en las actividades de obtención, procesamiento y transformación de la materia prima en bienes acabados (que van directo al consumidor) o en bienes intermedios (que sirven de insumo a otras empresas del sector). Las empresas industriales forman parte del sector secundario de la economía, el sector manufacturero. Véase también Industrialización.

Economía y Empresa Industrial

La teoría de los juegos satisfacía una necesidad cada vez más sentida al proporcionar una herramienta para comprender la complejidad de las interacciones entre empresas en un mercado. Tras un importante desarrollo de la teoría, la disciplina parece encaminarse ahora hacia una fase de trabajos más aplicados.

Tras un análisis de la noción de empresa en la economía industrial, el artículo presenta el marco metodológico de la disciplina e introduce al lector en sus principales problemas.

La empresa en la economía industrial

Antes de analizar el funcionamiento de los mercados, es necesario considerar la naturaleza del principal actor: la empresa.

La empresa como proceso de producción

En el análisis microeconómico tradicional, la empresa se aborda a través de sus características técnicas. Es una organización cuyo objetivo es producir determinados bienes o servicios. Para producir estos bienes, combina factores de producción, como mano de obra, capital material (locales, máquinas, etc.) y capital inmaterial (know-how, conocimientos, etc.), materias primas o bienes intermedios. Las limitaciones técnicas de la empresa están representadas por una función de producción que determina los niveles de producción alcanzables para distintas combinaciones de factores de producción. Dados los costes de los factores de producción, es posible determinar el coste total de una combinación de factores. Para un objetivo de producción dado, la elección de la combinación de factores menos costosa define el coste de producción, es decir, el coste mínimo que debe soportar la empresa para producir esa producción.

El beneficio de la empresa es la diferencia entre los ingresos generados por las ventas de la producción y el coste de dicha producción. Este concepto de beneficio se amplía fácilmente para tener en cuenta el carácter temporal de las actividades de la empresa; corresponde entonces al concepto de valor de la empresa, que incluye todos los flujos de ingresos y costes futuros, valorados mediante técnicas financieras.

En este contexto, el objetivo de una empresa es simple: maximizar el beneficio. Obsérvese que se supone un objetivo único para una empresa formada por muchos individuos. La cuestión del consenso en el seno de la empresa no se plantea en esta fase.

Este planteamiento ha resultado fructífero para estudiar la relación entre el proceso de formación de precios y las opciones de producción, y sigue siendo la base de muchos trabajos de economía industrial. Sin embargo, como teoría basada en las limitaciones tecnológicas, su desventaja es que sólo explica la organización de las unidades de producción, y no la de la empresa. El mismo producto puede ser producido por dos empresas, cada una con una unidad de producción, o por una sola empresa con dos unidades de producción. La forma concreta de organización que representa la empresa es el resultado de otras consideraciones.

La empresa como organización

La empresa cumple dos funciones. En primer lugar, coordina el proceso de producción. En La riqueza de las naciones (1776), Adam Smith presenta la empresa moderna como una respuesta a la creciente complejidad de las actividades y, en particular, a la división del trabajo. En segundo lugar, distribuye el valor creado entre las partes implicadas en el proceso, así como los riesgos asociados a los peligros de la producción. Sin embargo, esto no explica la forma particular de organización que es la empresa y por qué estas dos funciones deben cumplirse en ella. Como señaló Ronald Coase en 1937, la naturaleza fundamental de los intercambios que tienen lugar en el seno de una empresa no difiere de los intercambios que se producen en los mercados. Una empresa puede realizar la misma operación internamente o recurriendo a un subcontratista. Sólo cambia el modo de transacción. Según Coase, se trata pues de comprender por qué se produce un tipo de intercambio dentro de una empresa y otro en los mercados. Basa su planteamiento en el hecho de que todo intercambio implica costes de transacción. Un intercambio tendrá lugar dentro de una empresa si el coste de transacción de esta operación es menor dentro de la empresa que en el mercado. Los trabajos de Coase influyeron profundamente en el análisis moderno de la empresa, tal como apareció a mediados de los años 70, en particular en los trabajos de Oliver Williamson, que trató de definir la naturaleza de estos costes de transacción. Además de los costes directos (por ejemplo, la negociación de los intercambios), este concepto de costes engloba todos los factores que limitan la capacidad de las partes para mejorar la eficacia de los intercambios. Una de las fuentes de ineficacia, destacada por Herbert Simon (1976), se deriva de los límites de las capacidades cognitivas de los individuos, de la racionalidad limitada de los actores. Una segunda limitación se deriva de lo que Williamson denomina el oportunismo de los agentes. Una empresa es una organización que reúne a individuos con intereses múltiples y a veces contradictorios. Los objetivos de los directivos, los propietarios y los empleados son diferentes. En este contexto, los distintos agentes sólo están dispuestos a revelar la información que poseen y a actuar en favor del interés general si sirve a sus propios objetivos. Para que la cooperación funcione bien, es necesario establecer mecanismos que limiten los comportamientos oportunistas, es decir, que ofrezcan los incentivos adecuados. Y esto conlleva necesariamente una cierta pérdida de eficacia.

El sistema de precios es el mecanismo utilizado por el mercado, mientras que la empresa se basa en una forma de organización más jerárquica. En este sentido, la empresa se concibe como un conjunto de contratos que vinculan a las partes con el fin de poner en marcha la producción. Estos contratos, explícitos o implícitos, incluyen evidentemente los contratos de trabajo, pero también muchas otras dimensiones. La gestión de los recursos humanos y el sistema de promoción pueden considerarse, por ejemplo, parte integrante del contrato que vincula a la empresa con sus empleados. Los contratos de gestión, como la concesión de opciones sobre acciones, también desempeñan un papel decisivo.

Los contratos tal como se conciben aquí no sólo sirven para asignar tareas y flujos financieros, sino también derechos de propiedad y derechos de decisión. Por ejemplo, una acción en bolsa es la combinación del derecho a dividendos y el derecho a participar en determinadas decisiones clave de la empresa. Esta visión puede llevarnos a ampliar la noción de empresa para incluir a los agentes externos que desempeñan un papel importante en el proceso de creación de valor y, en particular, a todos aquellos que tienen derechos sobre las decisiones de la empresa. Esto incluye, por supuesto, a los accionistas de una empresa, pero también a sus acreedores, ya que son ellos quienes decidirán su futuro en caso de quiebra. Todos estos actores son las partes interesadas de la empresa. La distribución de los derechos de decisión y de los flujos financieros entre todas las partes interesadas corresponde a lo que hoy se conoce como gobierno corporativo. Este enfoque implica que la dimensión financiera se tiene en cuenta en el análisis de las estrategias industriales y comerciales. La integración de los mercados financieros y de los mercados de bienes y servicios en un mismo marco analítico es uno de los ámbitos de desarrollo de la economía industrial, pero sigue siendo fragmentaria.

Una vez identificadas las distintas representaciones de la empresa, podemos dirigir nuestra atención a los mercados y a las interacciones entre las empresas en estos mercados. El estudio de los mercados sigue basándose en el supuesto de que el objetivo de una empresa es su beneficio. Este último dependerá del poder de mercado que la empresa haya conseguido adquirir.

▷ En este Día de 19 Mayo (1571): Establecimiento de Manila, Filipinas
Tal día como hoy de 1571, el explorador español Miguel López de Legazpi estableció la ciudad de Manila en Filipinas. Exactamente 72 años más tarde, durante la Guerra de los Treinta Años, el ejército francés -dirigido por Luis II de Borbón, justamente de la dinastía que ahora gobierna España- derrotó a las tropas españolas en la Batalla de Rocroi en 1643, poniendo fin al predominio militar de España en Europa. (Imagen de wikimedia de la batalla)

Fuentes de poder de mercado

El poder de mercado de una empresa resume su margen de maniobra para determinar los precios de venta y las cantidades comercializadas. Por ejemplo, una empresa farmacéutica que ha desarrollado una vacuna protegida por patente es la única que ofrece esta vacuna y, por tanto, puede fijar sus precios sin temor a que sus clientes recurran a la competencia. En otras palabras, una empresa tiene poder de mercado si dispone de suficiente margen frente a sus competidores para fijar precios sustancialmente superiores a sus costes de producción. El caso extremo es el de un monopolio sin competencia.

El grado de poder de mercado de una empresa depende de las características estructurales del mercado, como la naturaleza de los productos ofrecidos o las tecnologías de producción. También está directamente relacionado con el número de competidores presentes en el mercado. Se dice que el mercado está concentrado cuando hay pocas empresas activas. Los factores que influyen en esta concentración son los que nos interesan aquí.

Economías de escala

En una primera aproximación, el tamaño y el número de empresas de un sector de actividad reflejan el alcance de las economías de escala, término utilizado para indicar la relación entre el nivel global de producción de una empresa y su coste unitario (coste total en relación con el volumen de producción). Se dice que existen economías de escala si el coste unitario disminuye cuando aumenta la producción total. En este caso, es más eficaz concentrar la producción en un número reducido de empresas que distribuirla entre muchas empresas que producen poco, ya que así se reduce el coste por unidad producida.

En la mayoría de las actividades industriales, hay ciertos costes, los costes fijos (o incompresibles), que son insensibles al tamaño de la producción (el coste de mantener una fábrica en funcionamiento, por ejemplo). Estos costes fijos deben amortizarse a lo largo de una producción suficientemente importante para que la empresa sea rentable. Por tanto, siempre hay un cierto grado de economías de escala. Por ejemplo, para hacer pan se necesita un horno de pan.

Barreras tecnológicas a la entrada

La puesta en marcha de una nueva actividad industrial requiere unos gastos iniciales específicos: investigación y desarrollo, creación de una capacidad de producción y de canales de distribución, información a los consumidores y construcción de una imagen de marca. El concepto de costes de entrada agrupa estos gastos. A diferencia de los costes fijos, los costes de entrada sólo se incurren una vez. Cuando una empresa se plantea entrar en un mercado, debe evaluar si las perspectivas de beneficios futuros justifican incurrir en estos costes. Esto significa que si los costes de entrada son elevados, habrá pocas empresas activas en el mercado.

En presencia de irreversibilidades, el riesgo asociado a las incertidumbres sobre la evolución futura del mercado también debe tenerse en cuenta al evaluar los costes de entrada, sobre todo cuando los mercados financieros no permiten una diversificación suficiente.

Cabe señalar que una empresa puede decidir no entrar en un mercado, aunque dicha entrada sea deseable desde el punto de vista de la comunidad. Cuando una empresa introduce un nuevo producto, el valor creado se reparte entre la empresa y los consumidores. Éste es uno de los fundamentos del libre comercio. Dado que los consumidores son libres de comprar o no el producto, sólo lo compran si el valor de cambio es superior al precio de venta. El acto de comprar implica, por tanto, que el comprador obtiene un valor del intercambio. El valor total del intercambio, que corresponde a la suma del beneficio y del valor para los consumidores, es superior al beneficio. Por lo tanto, es posible que el beneficio obtenido por la empresa no sea suficiente para rentabilizar la inversión inicial, aunque el valor total creado sea superior a su coste. En este caso, existe una pérdida social, que puede justificar la intervención pública para fomentar la entrada.

Las industrias altamente innovadoras como la biotecnología, los productos farmacéuticos, las industrias de red (servicios postales, telecomunicaciones, distribución de electricidad, etc.), la construcción aeronáutica y la industria espacial son ejemplos de industrias con altas barreras de entrada.

Barreras reglamentarias a la entrada

La intervención gubernamental también puede obstaculizar la entrada en el mercado. En este caso, tiene un coste social que debe sopesarse con las justificaciones de la intervención, ya sean económicas, sociales, jurídicas o prudenciales.

En primer lugar, la legislación sobre derechos de propiedad intelectual, en particular patentes y derechos de autor, confiere derechos exclusivos a los inventores para explotar su innovación. El inventor es libre de explotar su innovación en solitario o de difundirla concediendo licencias a diversas empresas. Las patentes, cuya justificación se dará en el debate sobre la innovación, crean monopolios de facto.

El ejercicio del poder de mercado

La existencia de poder de mercado tiene consecuencias negativas en términos de eficacia económica. El principal objetivo del derecho de la competencia es evitar los excesos que puedan derivarse de ello y fomentar la competencia. Organismos como el Conseil de la Concurrence en Francia y la Dirección General de Competencia de la Comisión Europea juzgan estos problemas dentro de un marco jurídico preciso que define los conceptos de obstáculos a la competencia y abuso de posición dominante, conceptos que engloban la mayoría de los comportamientos que vamos a describir.

En algunos sectores, los costes de entrada y los costes fijos son tan elevados que sólo una empresa puede ser activa y cubrir sus costes. La situación que se produce entonces es un monopolio, conocido como monopolio natural. Por ejemplo, la creación y el mantenimiento de una red ferroviaria o la distribución de electricidad o agua son monopolios naturales. El sector de las telecomunicaciones de larga distancia tenía las características de un monopolio natural antes de que desaparecieran como consecuencia del progreso tecnológico. El sector pasó entonces de ser un monopolio natural a una industria competitiva. Las situaciones de monopolio natural justifican la intervención directa de los poderes públicos, que puede adoptar la forma de nacionalización o de control de las actividades de una empresa privada por un organismo público de supervisión. En este contexto, la principal fuente de problemas es la dificultad del organismo de supervisión para adquirir la información necesaria para el control y para incitar a la empresa a cumplir los objetivos fijados. El estudio de estos problemas se inscribe en el ámbito de la teoría de la regulación.

Monopolios

Se dice que una empresa tiene un monopolio en su mercado si distribuye un producto para el que no existe otro que pueda cumplir la misma función o una similar (sustitutivo). Aunque en casos extremos el concepto es fácil de definir (distribución de agua, por ejemplo), la noción depende de lo que se entienda por mercado y producto. Por ejemplo, el monopolio de distribución de electricidad de EDF nunca ha abarcado el mercado energético en sentido amplio.

Los monopolios tienen una tendencia natural a discriminar entre consumidores. Si una categoría de clientes está dispuesta a pagar más que otra por un producto, tratará de imponer un precio más alto a los consumidores de la primera categoría. Este tipo de discriminación es habitual, por ejemplo, entre clientes empresariales y particulares, o entre distintos países. Por supuesto, la discriminación directa no siempre es factible. En este caso, es posible discriminar indirectamente, ya sea ofreciendo varias variedades del mismo producto, cada una de ellas dirigida a una categoría diferente de compradores, o bien ofreciendo descuentos por cantidad, lo que permite discriminar entre compradores grandes y pequeños. El análisis de la discriminación conduce a conclusiones ambiguas. Por un lado, permite al monopolio orientar mejor los productos y aumentar el consumo de determinados clientes, ya que puede bajar los precios para estos clientes sin tener que hacerlo para los demás. Pero, por otra parte, el monopolio puede imponer precios más elevados a las categorías de clientes cuya demanda es menos sensible al precio.

Oligopolio

Los monopolios son raros, pero muchas industrias están formadas por un pequeño número de empresas. En este contexto, las opciones de una empresa, sobre todo a la hora de fijar los precios, se ven limitadas por la competencia de otras empresas y el riesgo de que sus clientes se alejen y compren en otra parte. Es lo que se conoce como competencia imperfecta.

El análisis de estas situaciones es difícil porque las condiciones impuestas a una empresa dependen del comportamiento de sus competidores. Si todos los competidores adoptan precios bajos, la empresa no podrá vender a precios altos. En cambio, si sus precios son altos, podrá subir sus precios sin miedo a perder a sus clientes. En este contexto, una empresa debe anticiparse a las elecciones de sus competidores para decidir sus inversiones y su estrategia comercial.

La teoría de juegos proporciona la herramienta para abordar estas cuestiones, al integrar las interacciones estratégicas en el mercado y, en particular, las reacciones de los competidores. El problema es que los comportamientos son interdependientes: el comportamiento de la empresa A depende del de la empresa B, pero el comportamiento de la empresa B también depende del de la empresa A. Esto lleva a estudiar conjuntamente el comportamiento de todos los participantes en el mercado. La determinación simultánea del comportamiento de todas las empresas corresponde a la noción de equilibrio. Cada empresa del mercado tiene en cuenta que su entorno depende del comportamiento de sus competidores y determina sus estrategias comerciales en consecuencia. El mercado está en equilibrio si la estrategia adoptada por cada empresa es la más rentable para ella, habida cuenta de las estrategias seguidas por sus competidores. Por lo tanto, cada empresa actúa en su propio interés, teniendo en cuenta las decisiones tomadas por las demás empresas.

Supongamos que dos empresas que venden productos similares tienen que decidir cada una si fijan un precio alto (15 euros) o un precio bajo (10 euros). La producción cuesta 5 euros por unidad producida. Si ambas eligen el precio alto, cada una vende una cantidad de 10 (en miles de unidades) y cada una obtiene un beneficio de 100 (en miles de euros), correspondiente a los ingresos por ventas de 150 menos el coste de producción de 50. Si ambos eligen un precio bajo, cada uno vende una cantidad de 15 con un beneficio de 75. Si pudieran ponerse de acuerdo sobre los precios, ambas elegirían el precio alto. Pero si una empresa fija un precio bajo y la otra un precio alto, algunos de los clientes que compraban a la segunda empresa cuando todos los precios eran altos se pasarán a la primera para aprovechar el precio más bajo. La empresa que fija el precio bajo vende entonces una cantidad de 22 con un beneficio de 110, mientras que la otra empresa vende una cantidad de sólo 6 con un beneficio de 60. El beneficio de una empresa se representa en la siguiente tabla: cada fila corresponde a un precio de la empresa, cada columna a un precio de la competencia y cada casilla da el beneficio correspondiente de la empresa.

La tabla muestra que no es posible que ambas empresas elijan un precio alto al mismo tiempo. Si el competidor elige un precio alto, es más rentable elegir un precio bajo y recibir 110 que 100 con un precio alto. A la inversa, es óptimo para una empresa elegir un precio bajo si su competidor hace lo mismo: ante un precio de 10 euros, obtiene un beneficio de 75 con un precio bajo, mientras que sólo obtiene 60 con el precio alto debido a las bajas ventas. El equilibrio se alcanza aquí cuando ambas empresas fijan un precio bajo. Este concepto fue desarrollado por John Nash en 1950, pero sus bases fueron sentadas por Augustin Cournot en 1838.

Este tipo de razonamiento es el núcleo de la teoría de juegos y su aplicación a la economía. Sus extensiones permiten tratar situaciones dinámicas o de riesgo, y tener en cuenta la falta de información de las empresas sobre sus competidores.

Este ejemplo ilustra una de las consecuencias fundamentales de la competencia. Si las dos empresas estuvieran agrupadas en un monopolio que tuviera libertad para fijar ambos precios, el monopolio elegiría los precios más rentables desde el punto de vista del grupo en su conjunto y, por tanto, optaría por precios de 15 euros con un beneficio de 100 por producto. Por lo tanto, la competencia ha bajado los precios.

▷ Lo último (mayo 2024)

Como en el caso de un monopolio, la elección de precios de una empresa refleja un compromiso entre el nivel de precios y el volumen de ventas. Si la empresa baja el precio, atrae a nuevos clientes, lo que es beneficioso. Por otro lado, vende menos a los clientes existentes, lo que puede considerarse una pérdida. El precio se fija en el nivel en el que la pérdida es igual al beneficio. La presencia de competidores, al ofrecer a los clientes más posibilidades de elección, modifica el vínculo entre precios y ventas, haciendo que estas últimas sean más sensibles a los precios.

La pérdida de beneficios debida a una bajada de precios es alta si la empresa ya tiene un gran número de clientes, y baja si no los tiene. Por lo tanto, si la cuota de mercado de una empresa se reduce, la pérdida es pequeña en comparación con la ganancia derivada de atraer nuevos clientes. La empresa tiene más incentivos para bajar sus precios. En particular, si aumenta el número de empresas activas, la cuota de mercado de cada una de ellas disminuye y cada una tiene más interés en bajar su precio para captar el mercado de las demás. Por lo tanto, los precios bajarán.

Además, a la hora de elegir, la empresa sólo tiene en cuenta las ventas de sus productos. Un monopolio que controlara el sector tendría en cuenta el efecto en todos los productos a la hora de determinar si baja el precio de un producto: las ganancias en las ventas de ese producto y la caída en las ventas de otros productos. Por lo tanto, el monopolio estaría menos inclinado a bajar los precios.

De ello se deduce que cuantas más empresas operen en el mercado, más bajos serán los precios. El nivel concreto de los precios depende de las características del mercado. La diversidad de mercados hace que tengamos una gran variedad de situaciones competitivas y, por tanto, muchos “modelos” de competencia imperfecta.

Colusión y acuerdos

Cuando pueden, las empresas competidoras tienen interés en coludirse para mantener los precios altos. Un acuerdo explícito entre empresas rivales para fijar precios o cuotas de producción se denomina cártel. La OPEP, que agrupa a los países exportadores de petróleo, es un ejemplo clásico. Los cárteles están prohibidos por las leyes de competencia en la mayoría de los países. Desgraciadamente, las autoridades tienen dificultades para impedir la aparición de acuerdos implícitos.

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características en 2024 o antes, y el futuro de esta cuestión):

Una de las aportaciones de la teoría de juegos en este ámbito ha sido mostrar cómo la comprensión de los problemas de competencia puede permitir a las empresas coordinarse en materia de precios excesivos sin recurrir a acuerdos explícitos, y especificar las condiciones que favorecen tal fenómeno. El comportamiento subyacente se conoce como colusión tácita. La idea general es que las empresas no intentarán competir con demasiado vigor si prevén que un intento de conquistar un mercado hoy desembocará en una guerra de precios mañana.

Para ilustrarlo, volvamos al ejemplo anterior. Como hemos dicho, el precio de equilibrio es bajo (10 euros). Sin embargo, una comprensión adecuada de la competencia exige que tengamos en cuenta la repetición de las interacciones a lo largo del tiempo. Se considera que el cuadro representa la situación de un trimestre. El análisis anterior sigue siendo válido: si su competidor fija un precio bajo cada trimestre, a la empresa también le interesa fijar siempre un precio bajo. Sin embargo, pueden surgir otros equilibrios. La colusión corresponde al siguiente comportamiento: cada empresa fija un precio alto cada trimestre mientras su competidor haga lo mismo, pero si en algún momento una de las empresas baja su precio, ambas empresas fijan entonces un precio bajo para siempre. Cuando las empresas prevén estos comportamientos, el resultado es que nunca bajan sus precios. Una empresa que planea bajar su precio en un trimestre sabe que, si lo hace, aumentará sus ventas y su beneficio (110 en lugar de 100) en ese trimestre. Pero también prevé que los precios serán bajos en el futuro, mientras que seguirán siendo altos si decide no bajar el precio (fijando un precio de 15 euros). Por tanto, una bajada de precios produce una ganancia inmediata (de 10, es decir, 110 menos 100), pero también una pérdida de beneficios debida a la bajada de los precios de los competidores para todos los periodos futuros (de 25 por trimestre, la diferencia entre 100 y 75). Cuando conceden suficiente importancia al futuro, las empresas implicadas se benefician de mantener la cooperación adoptando precios elevados. Para que el razonamiento sea coherente, es necesario asegurarse de que todos los precios bajarán en el futuro en cuanto una empresa baje su precio, como creen las empresas. Este temor está justificado porque, tras una bajada de precios, cada una de las empresas, al prever que su competidor fijará un precio bajo, tiene un interés real en adoptar un precio bajo.

Este tipo de comportamiento se basa únicamente en la comprensión mutua de las estrategias y expectativas en materia de precios; no requiere un acuerdo explícito entre las empresas. En este sentido, la colusión es el resultado de las fuerzas normales del mercado. En efecto, cada empresa actúa en su propio interés teniendo en cuenta el comportamiento de sus competidores, a diferencia de lo que ocurre en el caso de un cártel, que limita las opciones de sus miembros. Por esta razón, la lucha contra la colusión plantea problemas jurídicos (no hay falta intencionada) que la hacen delicada en la práctica.

Estrategias para preservar y ampliar el poder de mercado

Una forma sencilla de evitar la competencia es comprar a algunos de sus competidores. El resultado de estas fusiones horizontales es reducir el número de operadores y, por tanto, el grado de competencia. Por esta razón, están sujetas al control de las autoridades públicas. Hay que señalar que las fusiones para reducir la competencia sólo tienen sentido si la fusión no abre una brecha que permita la aparición de un nuevo competidor. Por lo tanto, las fusiones horizontales sólo plantean graves problemas en términos de competencia si las barreras de entrada son elevadas. Aparte de las fusiones, las empresas pueden adoptar diversas estrategias para ampliar su poder de mercado. Estas estrategias se dividen en dos categorías. La primera incluye las opciones en términos de innovación, tecnologías y productos. La segunda incluye comportamientos deliberadamente agresivos destinados a disuadir la entrada en el mercado o a eliminar competidores.

La dinámica de la innovación

Desde que Joseph Schumpeter analizó el proceso de innovación en una economía capitalista, la relación entre la estructura del mercado y la innovación industrial ha sido objeto de intensos debates. En particular, Schumpeter sostenía que la creación de monopolios era un mal necesario si se quería animar a las empresas a innovar. Esta es la justificación del sistema de patentes que ya hemos mencionado. Las empresas sólo se embarcarán en la investigación si esperan obtener un beneficio suficiente de ella, en forma de ventaja sobre la competencia. Esta ventaja resulta de la ventaja tecnológica o de la protección conferida por una solicitud de patente.

En todos los casos, la ventaja obtenida por la innovación es temporal y puede ser destruida por futuras innovaciones. El motor de la innovación industrial es el deseo de los empresarios de conservar o adquirir dicha ventaja. La industria está entonces sujeta a un cambio constante, en el que una empresa innovadora adquiere una posición dominante que luego es destruida cuando se introduce una innovación de mayor éxito. Este proceso de destrucción creativa, destacado por Schumpeter, es el núcleo de la teoría moderna del crecimiento.

En este contexto, una de las cuestiones es si las innovaciones serán introducidas en el mercado por empresas existentes o por empresas de nueva creación. En el segundo caso, el impacto es una reducción de la concentración, es decir, un aumento del número de empresas existentes.

Obsérvese que cuando se crea una empresa para explotar una innovación, el beneficio se obtiene a expensas de sus competidores (ya que sus ventas disminuyen). La situación es diferente para una empresa ya activa. Cuando una empresa existente innova e introduce un nuevo producto en el mercado, tiene en cuenta el hecho de que ello reducirá sus ventas de los productos que ya distribuye. Por lo tanto, su decisión de innovar tendrá en cuenta los beneficios de las ventas del nuevo producto y la pérdida de ingresos que estas ventas supondrán en los productos antiguos. Por esta razón, a menudo se argumenta que las empresas ya establecidas son menos proclives a innovar: es lo que se conoce como efecto de sustitución. Es este argumento, por ejemplo, el que se ha esgrimido para explicar la lentitud de los distribuidores tradicionales a la hora de optar por la venta en línea en Internet (por la preocupación de no canibalizar las ventas en tienda).

Las cosas serían sencillas si el razonamiento se detuviera ahí, pero si se tienen en cuenta las cuestiones estratégicas se revela un efecto menos evidente. Una empresa con poder de mercado que introduce nuevos productos puede coordinar su estrategia comercial en todos sus productos (nuevos y antiguos). En cambio, si permite que un competidor innove en su lugar, se produce una situación competitiva en la que ella vende la gama antigua de productos y el competidor ofrece los nuevos. Por tanto, la pérdida de beneficios de la empresa por las ventas de la antigua gama de productos es mayor si un competidor introduce un nuevo producto que si controla este producto. Las empresas tradicionales tienen entonces un incentivo para innovar primero con el fin de preservar su posición. En particular, están dispuestas a gastar más recursos que sus competidores potenciales para adquirir los derechos de las innovaciones. Este efecto, conocido como efecto de persistencia de los monopolios, tiende a hacer más rígida la estructura del mercado, en el que las empresas dominantes integran rápidamente las innovaciones y bloquean así la entrada de competidores. Un ejemplo de este efecto fue la rápida entrada de Barnes & Noble (el distribuidor de libros dominante en Estados Unidos) en el mercado de venta de libros en línea, como reacción al éxito de amazon.com (un sitio especializado en la venta de libros en línea).

A la luz de estos dos efectos opuestos, podemos ver que puede surgir una dinámica compleja que vincule los procesos de innovación y la estructura del mercado.

Diferenciación de productos

La competencia en un mercado es tanto más intensa cuantas más empresas ofrecen productos similares. Frente a dos empresas que ofrecen exactamente el mismo producto (tanto en la realidad como en la percepción), el único criterio de compra de un consumidor es el precio. Por tanto, la empresa que fije el precio más bajo venderá mucho más que la otra. Como cada empresa quiere ofrecer el precio más bajo, el resultado es que los precios de equilibrio son muy bajos. Esta es la esencia misma del impacto de la competencia en los precios. Una forma de escapar a esta intensa competencia es diferenciar la oferta de productos. Por ejemplo, en lugar de intentar satisfacer al máximo número de clientes, la empresa puede diseñar su gama de productos para dirigirse a una población más reducida que no esté muy satisfecha con lo que ofrecen sus competidores. Esto puede hacerse modificando las características del producto o ajustando los niveles de calidad. Si los clientes están bien seleccionados, será más difícil para los competidores atraerlos bajando los precios. Cuando las empresas comprenden bien este efecto, el resultado es un posicionamiento en la gama de productos que limita la competencia y, por tanto, genera precios más altos. Evidentemente, este fenómeno sólo funciona si existe una heterogeneidad suficiente en los gustos de los consumidores que permita a las empresas diferenciarse, conservando al mismo tiempo una base de clientes suficientemente amplia.

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Barreras estratégicas a la entrada

Cuando existen barreras tecnológicas a la entrada, las empresas establecidas en un mercado también pueden desarrollar estrategias industriales que disuadan a los competidores potenciales de entrar en el mercado. Dado que una empresa sólo entrará en un mercado si prevé beneficios suficientes para compensar sus costes de entrada, cualquier estrategia que reduzca los beneficios futuros de los competidores constituye una barrera a la entrada. En este contexto, decimos que la empresa dominante establece barreras estratégicas a la entrada. Estas estrategias plantean dos dificultades: en primer lugar, deben ser creíbles y, en segundo lugar, no deben ser demasiado costosas (para la empresa establecida).

A menudo se afirma que algunas empresas fijan deliberadamente precios bajos para limitar la entrada de competidores (lo que se conoce como limitación de precios). La dificultad de esta idea estriba en que los precios son ajustables: cuando surge un nuevo competidor en un mercado, las empresas existentes se ven obligadas a reaccionar modificando sus precios. Dado que lo importante para el competidor potencial es obviamente el nivel de precios que se establecerá tras su entrada y no el que prevalecía antes, los bajos precios actuales sólo pueden disuadirle de entrar si señalan precios bajos en el futuro. Siguiendo esta lógica, una empresa puede bajar sus precios para hacer creer que sus costes son más bajos de lo que realmente son. Por tanto, es posible manipular la información de que disponen los competidores. Esta manipulación de la información también puede adoptar la forma de anuncios realizados con mucha antelación a la introducción de nuevos productos o planes de inversión. Sin embargo, estas estrategias plantean problemas de credibilidad.

La mayoría de las barreras estratégicas a la entrada adoptan la forma de un exceso de inversión, por ejemplo en capacidad de producción o en nuevos productos. Un competidor que se enfrenta a una empresa ya establecida sabe que si entra en el mercado, esta última no podrá aumentar su producción por encima de su capacidad de producción. Por lo tanto, puede entrar en el mercado, bajar sus precios y satisfacer la demanda que la empresa tradicional no puede satisfacer a ese precio. Aumentar su capacidad de producción es, por tanto, una forma de que la empresa establecida reduzca la rentabilidad de entrar en el mercado, al reducir la cuota de mercado que puede captar un nuevo competidor. Siguiendo esta lógica, la sobreinversión consiste en aumentar la inversión más allá del punto de equilibrio inmediato. Actúa como una forma de compromiso creíble de ser un competidor agresivo, que puede disuadir la entrada de competidores más eficientes.

Esto también ilustra el impacto positivo de la presión competitiva, aunque sólo actúe como amenaza para las empresas ya establecidas. De hecho, las empresas con un poder de mercado significativo tienden a no invertir lo suficiente y a restringir el volumen de comercio (esto se desprende del debate sobre el monopolio y el efecto de sustitución). El miedo a enfrentarse a un competidor les empuja a invertir más. Una vez realizada esta inversión, la empresa tratará de aprovecharla al máximo, lo que la anima a vender más, mejor y más barato. Retomando el ejemplo de la capacidad de producción, la empresa ya establecida hubiera preferido no tener que aumentar su capacidad porque las perspectivas de salidas inmediatas no justifican el gasto de construir esta capacidad. Pero una vez que se ha construido esta capacidad para bloquear la entrada, sería irracional no explotarla vendiendo más, especialmente si los costes de producción (excluyendo el coste de construcción de la capacidad) son bajos. En este caso, se dice que la competencia potencial disciplina a las empresas establecidas.

Depredación

El comportamiento depredador se produce cuando una empresa “ataca” a sus competidores para expulsarlos del mercado o, al menos, debilitarlos para aumentar su poder de mercado. Las estrategias de sobreinversión ya comentadas pueden adoptarse con este fin. Una alternativa es recortar drásticamente los precios para reducir la rentabilidad de los competidores. En su versión extrema, una empresa provoca una guerra de precios que reduce la liquidez de un competidor hasta tal punto que éste ya no puede hacer frente a sus compromisos financieros y, por tanto, quiebra, o ya no puede financiar nuevas inversiones. Aunque la idea parece sencilla, tropieza con el siguiente problema. Las guerras de precios son, por su propia naturaleza, artificiales y temporales, y terminan en cuanto el competidor abandona el mercado o el depredador se rinde. Si se conoce este resultado, un competidor viable debería poder pedir prestados los fondos necesarios para resistir, reembolsándolos una vez que el depredador se haya rendido. Basándose en este argumento, se podría pensar que la depredación sólo puede acelerar la expulsión de empresas que están condenadas en cualquier caso. Sin embargo, para comprender bien el fenómeno, hay que tener en cuenta que la financiación externa (mediante préstamos o emisiones de acciones) está sujeta a imperfecciones que limitan su disponibilidad. Incluso un deterioro temporal de los indicadores financieros, como la relación entre fondos propios y deuda y los resultados de explotación, dificulta el acceso de la empresa a esta financiación. En este contexto, las estrategias de depredación pueden ser eficaces para expulsar a los competidores financieramente débiles, así como a las nuevas empresas que el mercado considera difíciles de valorar.

Relaciones verticales entre empresas

En todo lo anterior, hemos hablado de situaciones en las que la producción y la comercialización de un producto implican a una sola empresa. Obviamente, los procesos de producción son más complejos y en ellos intervienen varias empresas en distintos niveles de la cadena de producción. Si lo anterior sugiere que una posición de monopolio conduce a pérdidas sociales, dos de los denominados monopolios en cadena conducen a una situación aún peor. Cada empresa aspira a un margen de beneficios. Los márgenes se suman, lo que da lugar a un precio aún más alto que en el caso de un monopolio. Podemos ilustrarlo suponiendo que intervienen dos empresas: un productor y un mayorista. El productor vende el bien al mayorista a un precio al por mayor; el mayorista fija entonces un precio al por menor y pone el bien en el mercado. Pero el precio mayorista determina el coste del mayorista: cuanto mayor sea el precio mayorista, mayor será el precio final. Si el precio al por mayor refleja el verdadero coste de producción, el mayorista elige el mismo precio que elegiría un monopolio que controlara tanto la producción como la distribución (ya que su coste es el mismo, igual a la suma del coste de producción y el coste de distribución). Sin embargo, en esta situación, el productor no obtiene beneficios. Para obtener beneficios, el productor tiene que añadir un margen al precio al por mayor. A su vez, el aumento del precio al por mayor hace que el mayorista aumente su precio. Vemos que la sucesión de márgenes conduce a precios más altos. Este efecto no es bueno para nadie, ni para la industria, cuyo beneficio total disminuye porque el precio es demasiado alto, ni para los consumidores.

Este problema puede resolverse de dos maneras. En primer lugar, el productor puede fusionarse con el mayorista y controlar así la distribución. Es lo que se conoce como integración vertical. Si esto no es factible, el productor puede entablar una relación contractual con el mayorista, ofreciéndole el derecho a comprar a precio de coste a cambio de un pago fijo (una franquicia). En este contexto, la franquicia permite al productor recuperar parte de los beneficios. Desde el punto de vista del mayorista, representa un coste fijo que no afecta a la determinación del precio final. Por lo tanto, el mayorista fijará un precio de venta al público más bajo. Este tipo de contrato permite reducir el precio final, repartiendo al mismo tiempo el beneficio entre las dos empresas. El uso de contratos es, por tanto, beneficioso para todos, incluidos los consumidores.

De manera más general, los contratos son instrumentos que permiten resolver los problemas de incentivos y de coordinación dentro de las cadenas de producción. Por tanto, desempeñan un papel útil. El inconveniente es que también pueden servir para limitar la competencia. Por ejemplo, un contrato de distribución exclusiva incita al distribuidor a realizar esfuerzos de venta del producto, pero dificulta la comercialización de un producto competidor al bloquear el acceso al distribuidor. Por lo tanto, el análisis de los contratos entre empresas debe tener en cuenta estos dos aspectos.

Revisor de hechos: EJ

Características de Empresa industrial

Las empresas industriales surgieron con la Revolución Industrial, en la Europa del siglo XVIII. La transformación del campesinado en la clase obrera, la producción de bienes en masa y la construcción de una sociedad de consumo fueron solo posibles gracias al éxito de la industria.

Estas plantas industriales se localizan generalmente en las periferias urbanas para evitar un impacto negativo en la calidad de vida de los residentes. Entre las ventajas de este tipo de emplazamientos figuran:

  • Brindan mayor seguridad industrial, física y jurídica a los inversores.
  • Permiten la organización de la labor productiva en espacios idóneos, lo cual repercute en un mejor ambiente de trabajo.
  • Cuentan con la infraestructura adecuada para la labor productiva.
  • Cuentan con servicios básicos (como electricidad, gas y agua) exclusivamente dedicados a la industria.
  • Brindan menores costos operativos al centralizar todo en un mismo espacio.

La industria ligera?

La industria ligera, también conocida como industria de bienes de consumo, comprende las actividades que fabrican productos para el consumidor final. Se distingue de otras ramas industriales como la extracción de la materia prima y de la industria pesada.

A diferencia de las pesadas, que produce otro tipo de bienes, las actividades de las industrias ligeras implican menor consumo de energía, menores proporciones de materiales procesados o semiprocesados y además un mucho menor impacto medioambiental. Por eso, y debido a una distinta reglamentación o regulación administrativa local o regional, pueden desarrollarse dentro de las ciudades, a diferencia de las industrias pesadas.

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Recursos

Traducción de Empresa industrial

Inglés: Industrial enterprise
Francés: Entreprise industrielle
Alemán: Industrieunternehmen
Italiano: Impresa industriale
Portugués: Empresa industrial
Polaco: Przedsiębiorstwo przemysłowe

Tesauro de Empresa industrial

Empresa y Competencia > Tipos de empresa > Actividad de la empresa > Empresa industrial
Industria > Política y estructura industriales > Estructura industrial > Empresa industrial
Producción, Tecnología e Investigación > Tecnología y reglamentación técnica > Fabricación industrial > Empresa industrial
Industria > Política y estructura industriales > Producción industrial > Empresa industrial

Véase También

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11 comentarios en «Empresa Industrial»

  1. En otras palabras, podría decirse que las empresas industriales emergieron durante la Revolución Industrial en la Europa del siglo XVIII y han sido desde entonces un pilar económico en el mundo capitalista, indispensables para el estilo de vida moderno. La conversión del campesinado en clase obrera, la producción masiva de bienes y la creación de una sociedad de consumo solo fueron posibles gracias al triunfo de la industria.

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  2. Buen paralelismo con la economía industrial, como rama de la economía que estudia el funcionamiento de los mercados y el comportamiento de las empresas en estos mercados. En particular, se ocupa de situaciones en las que las empresas tienen poder de mercado, lo que los economistas denominan competencia imperfecta, y todo ello tiene efecto en la empresa industrial. Sin embargo, no se limita al análisis de la competencia imperfecta. Uno de sus objetivos es evaluar el funcionamiento de los mercados en términos de eficiencia y bienestar colectivo. En este sentido, la economía industrial tiene una importante dimensión de política pública en todo lo relacionado con la regulación de los mercados.

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  3. En relación con la economía y la empresa industrial, el coste unitario de producir 100 barras de pan es el coste del horno, la masa y la mano de obra, dividido por 100. El coste unitario disminuye con el número de barras de pan. El coste unitario disminuye con el número de barras mientras no se supere la capacidad del horno, porque el coste del horno se amortiza en un mayor número de barras. Cuando se alcanza la capacidad, se necesita un nuevo horno para producir más barras, y el coste unitario aumenta.

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    • Así es, efectivamente. En condiciones de libre entrada y, en particular, en ausencia de costes de entrada (que se examinan más adelante), un sector de actividad se organizará de tal forma que reduzca al mínimo los costes unitarios de producción y aplique precios iguales a dichos costes. Retomando el ejemplo del pan, si el precio del pan es superior al coste unitario mínimo, una nueva panadería puede abrir, producir a un coste unitario inferior al precio de mercado y vender con beneficio. Esto hace bajar el precio hasta igualarlo al coste unitario mínimo. En estas condiciones, el sector se organiza de la manera más eficaz posible y, en particular, de forma que se reduzcan el coste total de producción y los precios. Todo ello en el marco de las empresas industriales.

      Este tipo de razonamiento, que se remonta a Alfred Marshall (1906), supone sin embargo que la entrada en el mercado no se ve obstaculizada por otros factores o, dicho de otro modo, que no existen barreras de entrada.

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  4. Además de la legislación sobre patentes, existen otras normativas que actúan como barreras de entrada. En Francia, por ejemplo, la profesión de notario o farmacéutico está regulada, y la entrada está sujeta a estrictos controles. La entrada en el sector de la telefonía móvil requiere el acceso a una banda de frecuencias asignada por el Estado. Todo ello en el marco de las empresas industriales.
    La introducción de normas por parte de los poderes públicos (ya sea en materia de salud, seguridad, contaminación, riesgos bancarios y financieros, etc.) aumenta el coste de entrada en un mercado y, por tanto, reduce el número de agentes. Lo mismo ocurre con los impuestos, en particular los aranceles aduaneros.

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  5. Al no estar sometido a presiones competitivas, un monopolio dispone de un gran margen de maniobra para fijar sus precios. Sin embargo, la elección del precio debe tener en cuenta el hecho de que cualquier aumento del precio conlleva una caída del volumen de ventas. Supongamos que el monopolio tiene que decidir si fija un precio muy alto (20 euros), un precio alto (15 euros) o un precio bajo (10 euros), costando la producción 5 euros por unidad. Si elige el precio bajo, vende 30 (en miles de unidades). Su beneficio (en miles de euros) es la diferencia entre los ingresos por ventas (300) y el coste de producción (150), es decir, 150. Si adopta un precio alto, vende 20. Las ventas bajan, pero el beneficio aumenta. Las ventas bajan, pero el beneficio es de 200, lo que refleja el precio más alto. Si finalmente elige el precio muy alto, las ventas caen a 10. El beneficio vuelve a caer a 150. El beneficio vuelve a caer a 150. El aumento del margen, cuando el precio sube de 10 a 15 euros, compensa la caída de las ventas, y el beneficio aumenta. En cambio, subir el precio de 15 a 20 euros reduce tanto las ventas que el beneficio cae. El precio de monopolio es el que da el mayor beneficio, es decir, 15 euros. Este ejemplo ilustra el hecho de que un monopolio tiende a fijar un precio elevado, y que este precio es tanto más elevado cuanto que la demanda es poco sensible al precio.

    Puede demostrarse que cuanto mayor sea el coste marginal, mayor será el precio de monopolio; por otra parte, el precio de monopolio no depende del nivel de los costes fijos. Esto se debe a que los costes fijos no dependen de las ventas y se gastan pase lo que pase. Por lo tanto, los costes fijos sólo deben influir en la decisión de iniciar la producción, no en la determinación de los volúmenes producidos y los precios. Todo ello en el marco de las empresas industriales.

    Del ejercicio del poder de mercado se derivan otras dos consecuencias importantes. La primera es que un monopolio no toma decisiones eficientes en cuanto a la elección del producto y la calidad. Al no estar sujeto a la competencia, un monopolio elige en función del beneficio, que es diferente de la satisfacción del cliente. No se tiene en cuenta a los clientes que desean intensamente el bien y lo comprarán de todos modos, y las opciones tecnológicas se dirigen únicamente a los clientes más difíciles de atraer.

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    • En efecto, el monopolio sube sus precios mientras la pérdida de clientela resultante siga siendo baja. Todo ello en el marco de las empresas industriales.

      Desde un punto de vista colectivo, estos precios elevados son perjudiciales porque los compradores sufren, pero también porque el volumen de ventas se reduce de forma ineficaz. El precio adoptado está muy por encima del coste adicional que el monopolio tendría que soportar para producir una unidad adicional del bien (este coste se denomina coste marginal de producción). Esto significa que determinadas unidades no se producen aunque encontrarían comprador a un precio superior al coste que supondrían: es el caso de las ventas adicionales que tendrían lugar a un precio situado entre el precio de monopolio y el coste marginal. Esta situación, en la que no se aprovechan determinadas oportunidades de comercio que serían mutuamente rentables, conduce a una pérdida de eficiencia económica.

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  6. El objetivo de la legislación sobre patentes es permitir a los innovadores rentabilizar su inversión en investigación explotando comercialmente sus invenciones. Las patentes les protegen contra la imitación por parte de competidores que podrían utilizar los resultados de la investigación sin incurrir en los costes de la misma. Además, la presentación de una patente va acompañada de la obligación de divulgar públicamente los detalles de la innovación, lo que permite difundir los resultados y fomenta futuras investigaciones. Las desventajas son que una patente confiere poder de mercado a su titular y que una protección demasiado amplia impide que otros investigadores propongan mejoras o variantes. Por este motivo, las patentes se conceden por un periodo limitado y la protección es limitada. Determinar los derechos y deberes del titular de la patente es, por tanto, un delicado acto de equilibrio entre la protección de los innovadores, la difusión del conocimiento en el tejido industrial y el poder de mercado conferido.

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  7. Aunque parte de este artículo se centra en las aportaciones teóricas de la economía industrial en el contexto de la empresa industrial, esta disciplina sigue siendo muy aplicada. Se caracteriza por un incesante vaivén entre el desarrollo de los conocimientos teóricos y su aplicación práctica en los mercados. La aplicación de los nuevos métodos de la economía industrial al estudio práctico de los mercados plantea obviamente una serie de problemas, cuya resolución es actualmente uno de los principales focos de trabajo de la econometría. La economía industrial también sigue estando muy cerca de la práctica a través de su influencia en la dirección de la política de competencia y la regulación de los monopolios.

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