Este texto analiza los efectos de la desigualdad de ingresos a finales del siglo XIX, durante la Revolución Industrial, en la que se produjo un notable crecimiento de la manufactura y la industria. De 1865 a 1900, las élites estadounidenses presidieron “la mayor marcha de crecimiento económico de la historia de la humanidad”. El vapor, el hierro, el acero, la energía eléctrica y otras innovaciones crearon máquinas más eficientes. Los ferrocarriles transportaron mercancías por todo el país. Muchos inventores y organizadores de empresas se hicieron ricos, pero la mayoría de ellos ya lo eran desde el principio. La Revolución Industrial requería mano de obra humana para sus peligrosos trabajos de construcción. Inmigrantes irlandeses y chinos trabajaron por bajos salarios en el ferrocarril transcontinental. Miles de trabajadores se enfrentaron a lesiones o a la muerte. El fraude corporativo fue rampante, y los banqueros tomaron el control de las finanzas del ferrocarril. Empresarios como J.P. Morgan (1837-1913), John D. Rockefeller (1839-1937) y Andrew Carnegie (1835-1919) hicieron crecer sus empresas de forma despiadada. Eliminaron la competencia, combinaron precios altos con salarios bajos y utilizaron la financiación del gobierno. Los bancos crecieron en poder y surgió una gran red de directores de empresas. Ni los demócratas ni los republicanos hicieron cambios importantes en la política nacional. Presidentes como el demócrata Grover Cleveland (1837-1908) y el republicano Benjamin Harrison (1833-1901) hicieron reformas simbólicas, satisfaciendo al público sin hacer cambios estructurales duraderos. La Ley de Comercio Interestatal de Cleveland, por ejemplo, pretendía regular los ferrocarriles. Pero la regulación fue mínima. La Ley Antimonopolio Sherman de Harrison, destinada a disolver los monopolios corporativos, quedó sin sentido por las decisiones del Tribunal Supremo. El propio Tribunal Supremo estaba formado por élites económicas. Las escuelas para los niños más pequeños se parecían a las fábricas, haciendo hincapié en las normas y el orden. El patriotismo era una parte esencial del plan de estudios. Al mismo tiempo, surgía “una literatura de disidencia y protesta”. El libro Progreso y pobreza del economista Henry George abogaba por un impuesto sobre la tierra. La novela de ciencia ficción del escritor Edward Bellamy (1850-98) Looking Backward describía una sociedad socialista imaginaria. Los esfuerzos de los trabajadores también mostraron un deseo de cambio.