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Politización

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Politización

Este elemento es un complemento de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre la Politización. En inglés: Politicization. Véase también la explicación sobre Politización de la Justicia, la Politización de la Gobernanza Empresarial y la Politización de la Administración Pública.

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Politización en Filosofía del Derecho

Nota: sobre Despolitización, véase aquí.

La preocupación de que no se permita que el sistema político se sobreponga, que funcione sin control, que se eleve a sí mismo a una posición preferente frente a todas las demás racionalidades sociales, es familiar y se renueva sin cesar. La crítica de la politización se presenta predominantemente en forma de dos líneas argumentales. La primera afirma que cuando el ejercicio del poder político-constituyente queda sin control, y cuando el poder colectivo se otorga a sí mismo la politización de todos los aspectos de la vida social y la renegociación de todo lo que está fijado y arraigado en las instituciones, conduce al absolutismo y al terror. En este punto se suele recordar la experiencia jacobina o bolchevique. La segunda línea vincula la politización a la arrogancia de suponer que una sociedad política posee el conocimiento para dirigirse a sí misma, en forma de “economías dirigidas” o de “Estado regulador”; aquí la crítica llega con una modestia profesada y la humildad de una epistemología necesariamente limitada. Se trata de una línea de teorización asociada a Hayek y renovada por Luhmann que sostiene que una sociedad funcionalmente diferenciada es aquella a la que no le queda ningún “centro” desde el que puedan articularse las demandas sociales y dirigirlas a otros sistemas. En este punto se suelen ensayar los conocidos argumentos contra la planificación y las economías dirigidas. Nuestro propósito aquí es trazar, más que disipar, estas dos líneas de crítica, y sin embargo en ambos casos deben insertarse ciertas advertencias a lo largo del camino.

En cuanto a la primera línea de crítica, la tradición revolucionaria legó a la sociedad moderna la hipótesis constitutiva de que la democracia significaba la autolegislación, el ejercicio de la voluntad general, y con ello se otorgaba un mandato al sistema político para gestionar todas las temáticas y demandas de la sociedad mediante la toma de decisiones colectivas vinculantes. Aunque el aumento exponencial de la complejidad de la sociedad moderna ha hecho muy improbable tal premisa democrática, su fundamento general, por muy matizado que esté, sigue informando gran parte de la teoría normativa, incluidas las teorías de la democracia discursiva de Habermas y otros. Pero en esos casos, el ejercicio del poder político, se entienda como se entienda, está matizado, porque o bien se articula con el ejercicio de los derechos individuales (como “co-original” con la democracia en Habermas, 1995) o bien está mediado a través del ejercicio del poder constituido. Fuera de estos modos de mediación, la expresión “pura” de lo político, cuando irrumpe en la escena de la historia como revolución y como exceso democrático y su aplicación no mediada (por derechos y controles), conduce al terror. Tal es, según el argumento, el riesgo de la politización abierta y del ejercicio del poder constituyente. En la formulación estándar del miedo a lo político, si el constitucionalismo da forma jurídica a lo político es para “prohibir los abismos y las tentaciones de lo político”. La teoría liberal de la esfera pública, famosa en el caso de John Rawls, advierte contra la intrusión de las pasiones políticas en los procesos deliberativos públicos. ‘Para … [algunos] … la relación política puede ser la de amigo o enemigo … o puede ser una lucha implacable por ganar el mundo para toda la verdad. … [Pero] el afán por plasmar toda la verdad en la política es incompatible con una idea de razón pública propia de la ciudadanía democrática”. Es bien sabido que Jacques Derrida también se opuso a la “presencia” constituyente y a teorizar la democracia radical como presentación pura o inmediata, porque, argumentaba, implica inevitablemente el matiz entre democracia radical y totalitarismo.

Si este argumento “prudencial” contra la politización manifiesta se basa en el temor al ejercicio del poder constituyente al margen de las garantías institucionales del marco constitucional, una segunda objeción, más generalizada y muy proclamada, se basa en motivos epistemológicos. El argumento en contra de suponer que las complejas sociedades modernas pueden generar el tipo de conocimiento centralizado que podría permitir su “dirección” fluida y eficaz se asocia típicamente con Friedrich von Hayek y su muy influyente ataque a la socialdemocracia y al Estado del bienestar. Hayek argumentó que el intento de autolegislación colectiva a través del sistema político y la dirección política del estado regulador en la dirección de satisfacer las necesidades sociales es altamente ineficaz, filosóficamente ingenuo y políticamente peligroso. Tal politización, para Hayek, había sido rotundamente derrotada en el descrédito de las “economías dirigidas” del bloque soviético que apuntalaban las ineficiencias de la dirección política del sistema económico con el terror de Estado. Una larga línea de teóricos de la Nueva Derecha ha ensayado estos argumentos, a veces renovándolos o radicalizándolos en una dirección neoliberal, abogando por un encogimiento del sistema político y la expansión del pensamiento de mercado. En una vena profundamente hayekiana, Luhmann también arremetió contra lo que denominó “programación orientada a objetivos” en el derecho, que denotaba los usos del derecho que estaban encauzados a la consecución de objetivos políticos en contraposición a la protección de las expectativas similar a la del estado de derecho del tipo que Hayek había designado como catallaxia: el régimen jurídico de la propiedad y los derechos que componen la estructura institucional de apoyo a su “sociedad libre”. Tendremos que examinar la “mercantilización” antes de poder apreciar plenamente la novedad de este desplazamiento epistemológico. Pero, en cualquier caso, es en términos de dirección política, “ingeniería social” y auge del Estado regulador-bienestar donde la hipertrofia del sistema político ha sido criticada con mayor vehemencia en la noción de “politización”. El Estado del bienestar surgió tras la Segunda Guerra Mundial como una autodescripción omnipresente del sistema político, arrogándose la resolución de problemas sociales que, de forma crucial para sus críticos, se originaron en otros sistemas de funciones. La forma en que la política se universalizó de este modo, presentando todos los problemas sociales como problemas que podían resolverse políticamente, es para Luhmann, como lo es para Hayek, una absorción inquietante. Por un lado, como Luhmann insistiría a lo largo de su análisis del sistema político, la “reintroducción” de problemas complejos irresolubles en el sistema político como problemas políticamente resolubles permitió a los Estados del bienestar asegurarse su propia autopoiesis.

▷ En este Día de 9 Mayo (1502): El último viaje de Cristóbal Colón
Tal día como hoy de 1502, el navegante y almirante Cristóbal Colón, considerado durante mucho tiempo el “descubridor” del Nuevo Mundo, zarpó de Cádiz (España) en su cuarto y último viaje, con la esperanza de encontrar un pasaje hacia Asia. (Imagen de Wikimedia)

Pero, por supuesto, la autonomía operativa de los sistemas de funciones -lo que hemos venido describiendo como diferenciación funcional- hace problemáticos tales cruces. Eso no quiere decir que no sean productivos para el sistema político. Ni siquiera quiere decir que todas -o la mayoría- de las direcciones sean infructuosas. Es decir que si tiene éxito o no es algo que el sistema político decidirá por sí mismo, y si las soluciones tuvieron éxito o no resulta imposible decirlo. Tal es el déficit crucial de conocimientos que señala Luhmann. Y es un déficit que cartografía directamente la diferenciación funcional como condición para el desarrollo de una sociedad compleja, frente a la jerarquización, la expansión y el predominio del sistema político del Estado regulador y las reducciones necesarias que conlleva, que se hacen sentir en el registro de la diferenciación y, de la forma en que Luhmann ha puesto las cartas, también por tanto como obstáculos para la inclusión y la libertad individuales (véase sobre “el papel de los derechos humanos” en otro lugar). Para él, en condiciones de complejidad, la racionalidad necesariamente parcial del sistema político no puede ni debe ser elevada a ningún tipo de primacía, y tanto los estados socialistas como los estados reguladores del bienestar (significativamente, con respecto al papel que asumen, Luhmann no diferencia entre ambos) amenazan el tejido mismo de la sociedad con la desdiferenciación, si se inflan las pretensiones del sistema político y se considera el papel del estado como el de “modelador de la sociedad”.

Más que en el caso de las otras “asimetrías” que estamos examinando, la cuestión sobre lo que es una diferenciación adecuada, y lo que significa mantener el sistema político alejado de una intrusión excesiva, es incuestionablemente normativa y está muy politizada. Como ya se ha sugerido, la crítica de la “intrusión” fue clave para el éxito de la retórica de la Nueva Derecha (tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido en la década de 1970) con el supuesto “agotamiento” del Estado regulador-bienestar. Sea cual sea la respuesta que demos al futuro de la forma organizativa concreta, la capacidad de una sociedad para controlar políticamente la producción, la participación y la distribución sociales sigue siendo esencial y determina cómo se lee la asimetría de la politización, cuál es la medida de la “intrusión excesiva” (de la política en “la economía”) y qué significa que se restablezca el equilibrio. Y es la misma cuestión de la medida adecuada la que nos permite navegar a continuación por el final de las asimetrías, esta vez en lo que se refiere a la hipertrofia del mercado.

Revisor de hechos: Hegué

Politización: Introducción al Concepto Jurídico

De acuerdo con Eduardo Jorge Arnoletto:

Concepto utilizado por K. Deutsch para indicar que muchas cuestiones que en el pasado no incluían la política, o que no la implicaban directamente, se vieron en tiempos posteriores como problemas políticos. La política es definida como toma de decisiones por medios públicos, cuyo conjunto constituye el sector público de una sociedad. Dicho sector no dejó de crecer hasta los años 70, en que alcanzó un nivel del 40 % del PNB. Luego se inició una tendencia regresiva que a principios de los 90 parece tener un nuevo punto de inflexión o al menos de cuestionamiento.

Politización en el Parlamento

La medida en que, en el contexto neozelandés y en algún otro, la llegada de asesores (véase qué es, su concepto jurídico; y también su definición como “assessors” en derecho anglo-sajón, en inglés) ministeriales ha dado lugar a un retroceso de los principios y prácticas del parlamento británico ha sido examinada en otra parte. el propósito de este texto es diferente, pero el parlamento británico -como doctrina de los acuerdos políticos y administrativos- proporciona el punto de partida.Entre las Líneas En términos generales, la politización, tal como la utilizamos aquí, implica cierto grado de disminución en uno de los componentes que definen el modelo del parlamento británico. Ese componente, como se predijo anteriormente, es una burocracia constitucional con una administración pública no partidista y experta.

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características en 2024 o antes, y el futuro de esta cuestión):

La noción de una burocracia constitucional sugiere arreglos institucionales formales y convencionales. Una de ellas, típicamente, es la convención de que el servicio civil o público cumple con sus obligaciones constitucionales para con el gobierno del momento a través de la prestación de asesoramiento que es de tipo neutral o no partidista. Esto significa decir a los ministros lo que necesitan saber, incluso cuando las noticias son malas e incluso cuando los ministros no quieren escucharlas.

El conjunto óptimo de circunstancias -un `equilibrio del parlamento británico’, tal vez- es aquel en el que existe una medida adecuada de respuesta a las prioridades políticas del gobierno de la época, pero dentro del contexto de los acuerdos institucionales del parlamento británico (ya sean formales o convencionales) que garantizan que la capacidad de respuesta esté mediada por una prueba de interés público.

Una Conclusión

Por lo tanto, la politización puede considerarse el resultado de acuerdos institucionales formales o convencionales que comprometen la integridad del proceso político.

Como se señaló durante una investigación de la Comisión Especial de la Cámara de los Comunes del Reino Unido, las definiciones ortodoxas de politización “se remontan a Northcote y Trevelyan, cuyas recomendaciones fundamentales tenían por objeto garantizar que la función pública atrajera a personas capaces y enérgicas” (Parlamento del Reino Unido 2005, 1). La influencia de Northcote y Trevelyan no está mejor demostrada que en el hecho de que las definiciones ortodoxas de politización han tendido a centrarse en los sistemas y criterios con arreglo a los cuales se han nombrado a los funcionarios -y en particular a los altos funcionarios-. La politización se ha considerado una desviación significativa de la aplicación de criterios de mérito en los procesos de nombramiento.Entre las Líneas En este contexto, podemos definir la politización como la sustitución de criterios políticos por criterios basados en el mérito en la selección, retención, promoción, recompensas y disciplina de los miembros de la administración pública.Entre las Líneas En otras palabras, las concepciones estándar han tendido a considerar los procesos de nombramiento como el lugar principal de la politización.

El supuesto es que los procesos de nombramiento politizados se supone que fomentarán acciones politizadas por parte de los funcionarios públicos. Los nombramientos politizados socavarán la tradicional neutralidad política de los funcionarios públicos de carrera y su capacidad para dar a los ministros un asesoramiento libre y franco.

Para aquellos interesados en establecer si los asesores (véase qué es, su concepto jurídico; y también su definición como “assessors” en derecho anglo-sajón, en inglés) políticos son un riesgo para la neutralidad de la función pública, esto presenta varios desafíos.Entre las Líneas En primer lugar, las definiciones se centran normalmente en el nivel más alto de los funcionarios: el secretario permanente, el director ejecutivo o el equivalente en el país.Entre las Líneas En consecuencia, con las discutibles excepciones de algunos autores, pocos de los que discuten la politización examinan lo que sucede por debajo del nivel del jefe de departamento. Si bien este es ciertamente el caso dentro de los sistemas parlamentarios británicos, investigaciones recientes en los EE.UU. se han centrado en el impacto de la sustitución del “mérito” por prácticas de empleo “a voluntad” – particularmente a nivel estatal – y en el riesgo de politización (en gran medida en las decisiones de personal, pero con implicaciones para la calidad del asesoramiento político). Esta investigación ha buscado iluminar actitudes y comportamientos entre una gama de empleados “clasificados” y “no clasificados”, y no se limita a las relaciones entre los directores políticos y los jefes de departamento o de agencia.

Sin embargo, en los contextos de formulación de políticas, el contacto entre los asesores (véase qué es, su concepto jurídico; y también su definición como “assessors” en derecho anglo-sajón, en inglés) ministeriales y los funcionarios suele tener lugar normalmente entre los niveles segundo y tercero de la administración pública. Un enfoque en la cima misma del departamento, por lo tanto, no permite fácilmente una exploración del grado en que las interacciones de dos o tres peldaños en la escala amenazan la neutralidad de los funcionarios públicos.

En segundo lugar, a menudo se presta atención al proceso y a los criterios mediante los cuales las personas de una determinada disposición ideológica son emparejadas con los cargos burocráticos más altos, o despedidas de ellos. la inferencia es que una persona designada por un partido producirá un asesoramiento partidista (y, además, que esto es menos deseable que el asesoramiento prestado libre y francamente), pero rara vez se afirma, y mucho menos se analiza, la relación entre el nombramiento y el tenor del asesoramiento que se ofrece posteriormente. Claramente, se puede abogar por una relación causal -de fuerza indeterminada- entre un nombramiento partidista y el contenido de la política. [rtbs name=”introduccion-a-la-politica”]Sin embargo, no está claro que esta suposición sea universalmente válida (o que los propios asesores (véase qué es, su concepto jurídico; y también su definición como “assessors” en derecho anglo-sajón, en inglés) políticos sean incapaces de decir la verdad al poder). Tampoco es necesariamente cierto que el nombramiento y la destitución de los jefes de departamento sea el único -o incluso el más importante- factor determinante de la politización. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto).

Por consiguiente, es útil distinguir entre la politización de los nombramientos y la politización de las políticas. Un enfoque en este último sugiere un “objetivo” correctivo distinto de la función pública, y una manifestación estructural o determinante de politización distinta de los procesos de nombramiento de altos funcionarios (véase Peters y Pierre, 2004, 5).Entre las Líneas En igualdad de condiciones, la politización de los nombramientos de altos cargos de la administración pública puede conducir a la politización de la política. [rtbs name=”introduccion-a-la-politica”]Algunos autores sugieren, sin embargo, que la conexión es a lo sumo contingente. Un funcionario público de carrera nombrado por méritos es muy capaz de distorsionar el registro público para adaptarse al gobierno de la época, de la misma manera que un funcionario designado por motivos políticos puede comportarse como un profesional de principios, resistiendo la presión de inclinar la información para adaptarse a la línea del gobierno.

Por lo tanto, la politización de la política puede ocurrir en ausencia de la politización de los nombramientos de la administración pública; de hecho, eso es lo que infieren quienes ven en los asesores (véase qué es, su concepto jurídico; y también su definición como “assessors” en derecho anglo-sajón, en inglés) políticos una amenaza a la neutralidad política de los funcionarios permanentes.Entre las Líneas En resumen, la mayor parte de los estudios sobre la politización describe un arco en torno a los asesores (véase qué es, su concepto jurídico; y también su definición como “assessors” en derecho anglo-sajón, en inglés) ministeriales. Prácticamente toda ella se ocupa de las relaciones bilaterales entre los ministros y sus funcionarios. Parte de ella, enfatiza -o al menos contempla la posibilidad de hacerlo- las relaciones bilaterales similares entre los altos funcionarios y sus subordinados dentro de los departamentos.Si, Pero: Pero gran parte de la literatura tiene poco que decir sobre la relación trilateral entre ministros, asesores (véase qué es, su concepto jurídico; y también su definición como “assessors” en derecho anglo-sajón, en inglés) ministeriales y funcionarios públicos.Entre las Líneas En consecuencia, el tercer elemento es frecuentemente el elefante en la habitación. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Lo que algunos califican de definiciones “estrechas” de politización -las que se concentran en el nombramiento y/o la destitución de los jefes de departamento- son insuficientes. Estas definiciones no se refieren a la naturaleza, ubicación y ejercicio de las palancas institucionales a través de las cuales los asesores (véase qué es, su concepto jurídico; y también su definición como “assessors” en derecho anglo-sajón, en inglés) políticos pueden ejercer presión sobre los funcionarios públicos.

Autor: Black

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