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Pensamiento Político

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Pensamiento Político

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Pensamiento Político en la Teoría Política

Ideología, teoría política y filosofía política

Ha sido una práctica común en los círculos profesionales y académicos actuales asignar los términos “pensamiento político” o “teoría política” a una subdisciplina de la ciencia política en la que los textos, argumentos y discursos obtienen una existencia propia y se estudian por los valores y visiones que contienen.Si, Pero: Pero en el sentido más amplio, el pensamiento político se refiere a la reflexión sobre la política en cualquier nivel de conceptualización y articulación. Lejos de ser una práctica arcana, esotérica o encajonada, es el paso previo, el acompañamiento y la consecuencia de toda actividad y proceso político. Ciertamente, no deberíamos considerar el pensamiento político como un área separada del estudio político, o como una forma enrarecida, incluso lujosa, de autocomplacencia política, como querrían algunos detractores duros y pragmáticos, sino que deberíamos reconocerlo como un aspecto normal y necesario de lo político que requiere un análisis cuidadoso tanto por lo que es como por lo que hace.

El pensamiento político en su sentido más amplio presenta actualmente al menos seis vertientes:

  • la construcción meticulosa de argumentos;
  • la prescripción normativa de normas de conducta pública;
  • la producción imaginativa de ideas;
  • la exploración genealógica de la procedencia y el cambio;
  • el desempaquetado deconstructivo de paradigmas; y
  • el análisis morfológico de conceptos y grupos conceptuales.

Esta plataforma digital se centrará principalmente en la primera y la última vertiente, pero incluirá las demás en su órbita. Los teóricos políticos pueden dedicarse a más de una de ellas, aunque es poco probable que se dediquen a todas. El énfasis en una u otra de las vertientes incide centralmente en las preguntas: ¿cómo identificamos lo que es el pensamiento político; y qué trabajo queremos que esa identificación haga por nosotros?

Durante la mayor parte de su existencia, el estudio del pensamiento político se construyó y empaquetó como una narración histórica, una historia secuenciada que examinaba las formas en que una serie de individuos destacados, como Aristóteles, Hobbes o Rousseau, aplicaban su sabiduría a las cuestiones del Estado y de la naturaleza humana.Entre las Líneas En el transcurso de ese proceso proporcionaron un campo superpuesto -si no común- de ideas, teoremas y posturas de las que se suponía que se nutriría una generación tras otra. Esos individuos, con muy pocas excepciones -Machiavelli puede haber sido uno-, eran filósofos que ofrecían concepciones de la vida buena combinadas con intrincados argumentos y razones para adoptar prescripciones racionales y morales y propuestas para aplicarlas, algunas prácticas, otras no tanto. Sólo a partir de finales del siglo XIX la producción de hipótesis sistemáticas y globales sobre la estructura y las funciones de las instituciones, los procesos y las conductas políticas adquirió una identidad propia -a través de pioneros como Max Weber, Gaetano Mosca y Roberto Michels-, aunque pronto sería desviada como sociología política.Entre las Líneas En cuanto al pensamiento más mundano que inevitablemente acompaña a cualquier relato, explicación o justificación consciente de un acto político, no fue reconocido como una categoría distinta del pensamiento político hasta el conductismo de mediados del siglo XX con sus estudios de actitudes y creencias. Además, se identificó el pensamiento político específico que emerge de los grupos o las masas, pero por regla general se desestimó peyorativamente a través de perspectivas fuertemente individualistas, o fuertemente elitistas. El interés que los estudiosos mostraron por ello se debió, por un lado, a los estudios de opinión agregados de las ciencias sociales estadounidenses y, por otro, a la atención prestada al pensamiento popular que un marxismo fiel a sus principios debería haber desarrollado mucho antes, pero que tuvo que esperar a las ideas de Antonio Gramsci (se puede examinar algunos de estos asuntos en la presente plataforma online de ciencias sociales y humanidades). Fue Gramsci (1971) quien reconoció el papel de las masas, así como de los intelectuales, en la configuración de las ideas políticas en todos los niveles de la vida social y cultural.

▷ En este Día de 6 Mayo (1882): Ley de Exclusión China
Tal día como hoy de 1882, el presidente estadounidense Chester A. Arthur firma la Ley de Exclusión China, la primera y única ley federal importante que suspende explícitamente la inmigración de una nacionalidad específica. En 1943 tuvo lugar la derogación de esta ley, que fue -como reconoce la Secretaría de Estado americana- una decisión casi totalmente motivada por las exigencias de la Segunda Guerra Mundial, ya que la propaganda japonesa hacía repetidas referencias a la exclusión de los chinos de Estados Unidos con el fin de debilitar los lazos entre Estados Unidos y China, que entonces era su aliada. (Imagen de Wikimedia)

Sin embargo, todas las variedades mencionadas son aspectos centrales del pensamiento sobre la política y sobre el Estado. Su desvinculación es importante para distinguir entre una rica panoplia de ideas políticas, sus funciones y formas, pero con frecuencia ha hecho tanto daño como bien, y ha exagerado los puntos comunes que posee el pensamiento político.Entre las Líneas En particular, el pensamiento político no es simplemente equivalente a lo que la gente dice (y escribe) que piensa sobre cuestiones políticas, o incluso a lo que les oímos (y leemos) decir. Es muy sensible a los diversos métodos que emplea para determinar qué tipos de pensamiento son políticos y qué cuestiones son competencia de los académicos que estudian el pensamiento político. Las diferencias en el pensamiento político reflejan cada vez más las divisiones y especializaciones entre sus estudiantes, y la divergencia entre algunos filósofos y algunos estudiantes de ideología es la más significativa, y la menos comprendida, entre ellas.

El pensamiento político: Contextos y deconstrucciones

Una vez adumbradas algunas de las diferencias entre la filosofía política (véase a estos efectos) y la ideología política (véase, en especial, aquí), y entre la filosofía y el estudio de la ideología en otra parte de esta plataforma digital, queda una cuestión de importancia fundamental con respecto a esta última. Varios enfoques filosóficos recientes y los análisis recientes de la ideología se han reforzado mutuamente. La hermenéutica y el estudio de la interpretación se han unido a las teorías de la “contestabilidad esencial” de los conceptos y a las afirmaciones postestructuralistas y feministas de la construcción social del significado. Wittgenstein, Gadamer y otros han alertado a muchos filósofos contemporáneos sobre los juegos de lenguaje y las aportaciones contextuales que configuran el entendimiento humano y que conspiran contra un universalismo fácil, aunque algunos entendimientos ampliamente comunes puedan seguir funcionando para coordinar las mentes humanas. La noción de Wittgenstein de los parecidos familiares ha ayudado a los estudiosos de la ideología a interpretar las agrupaciones ideológicas, como el socialismo, como una compleja red de similitudes en lugar de constituir un bloque monolítico. A partir de ahí, se percibe que las ideologías contienen componentes superpuestos y compartidos, y se considera que las fronteras entre ellas son permeables.

Pormenores

Las aportaciones hermenéuticas se han centrado en la maleabilidad de los textos y en las ilimitadas lecturas a las que están abiertos mediante su recontextualización. Así, la comprensión está permanentemente asociada a la interpretación y a la particularidad de los puntos de vista espaciales y temporales, permitiendo no obstante que persistan algunas similitudes diacrónicas y geográficas.

Los estudiosos de la ideología han aplicado a esas percepciones un examen microestructural adicional de los componentes conceptuales de esos textos, y han empleado este enfoque para proclamar los vastos recursos ideológicos potenciales inherentes a los enunciados políticos y la fluidez de las relaciones internas dentro de cada familia ideológica. Han observado que la libertad puede estar vinculada al autodesarrollo y a la participación democrática en una variante ideológica del liberalismo, pero en otra variante liberal la libertad puede estar vinculada a las transacciones económicas sin restricciones y a las grandes acumulaciones (véase su concepto jurídico) de propiedades. Han observado cómo las nuevas lecturas de términos políticos bien establecidos, como los “derechos naturales”, han cambiado junto con una comprensión transformada de lo que (si es que hay algo) es natural en la conducta social humana. Si bien esto puede permitir la aparición de lo imprevisible, la apreciación del desarrollo histórico también ha alertado a los estudiantes de ideología sobre las limitaciones diacrónicas de las ideologías, canalizando algunos cambios ideológicos en patrones estables reconocibles. La escuela de la historia conceptual ha sido influyente a la hora de identificar períodos históricos clave en los que se produce una lucha por los conceptos políticos y sociales “correctos”, y de reconstruir el significado de dichos conceptos a lo largo del tiempo. Paralelamente, John Pocock (1972) ha investigado las formas en que los lenguajes políticos han cambiado a lo largo del tiempo. Los antropólogos culturales, por su parte, han destacado la naturaleza simbólica y a menudo no verbal de las ideologías, además de retratarlas como dispositivos cartográficos que imponen campos de significado integrados a los acontecimientos políticos.

Ahora se considera que las ideologías están contenidas en las prácticas y en los símbolos culturales, así como en los textos orales y escritos, ampliando así los límites disciplinarios desde los que se pueden extrapolar las metodologías analíticas para su investigación. Por último, los filósofos postestructurales han considerado la ideología como un recurso modernista que ofrece una narrativa necesaria para preservar el orden social, a menudo considerado como una ficción o un imaginario social. Estos enfoques degradan la centralidad y la autonomía del sujeto en el corazón de la filosofía analítica, como puede verse en el tratamiento de Michel Foucault del discurso como depósito de poder. Algunos teóricos han hecho hincapié en el carácter discursivo de la ideología, y en la forma en que ésta articula una unidad social de forma hegemónica. También señalan la existencia de conceptos, “significantes vacíos”, a los que no corresponde ningún significado, ningún fenómeno social externo, condición u objeto.Entre las Líneas En este sentido, por ejemplo, el término “orden” es un concepto vacío, que se refiere a representaciones inadecuadas de la estabilidad social porque nunca puede existir un orden completo. A diferencia de la filosofía política angloamericana, aquí se hace hincapié en la imposibilidad de hacer afirmaciones de verdad, en la naturaleza ilusoria de la representación de la realidad, y mucho menos en el discernimiento de los significados esenciales, y en el potencial funcional más que ético del pensamiento sobre la política.

Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características en 2024 o antes, y el futuro de esta cuestión):

Algunos autores, en los años 80 y 90, basándose en la teoría psicoanalítica lacaniana, consideraban igualmente que la ideología es una ilusión fantasmática inconsciente que se superpone a lo “real” que no se puede comprender ni representar. Otras escuelas filosóficas, que surgen de diversas bases intelectuales, se centran en las dicotomías, los agonismos y las contradicciones que surgen de la inconmensurabilidad como algo endémico del pensamiento humano, así como de la estructura social, enfoques que han dado lugar a un resurgimiento del interés por Arendt o Carl Schmitt y que son centrales también para algunas variedades del feminismo (véase más en esta plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Estas posiciones deconstructivistas desafían el holismo y la integración evidentes en muchas instancias del pensamiento filosófico sobre la política, pero también desafían las metodologías que proponen considerar fructíferas las interrelaciones conceptuales, lingüísticas y estructurales. Uno de los resultados es la problematización del pluralismo, no porque su guiño en la dirección de la diversidad liberal entre en conflicto con la unidad armonizada del pensamiento que es el objetivo de algunos filósofos políticos, sino porque ahora exhala el aura de una destructividad inmanejable, aunque endémica: el pluralismo oculta un mundo fragmentado.

Algunos postestructuralistas abandonan la búsqueda de normas con demasiada facilidad.Si, Pero: Pero incluso entre el campo contrario de los filósofos angloamericanos se cuestiona la certeza que se supone que acompaña a las comprensiones objetivas y neutrales de los conceptos. Así, algunos autores, en los años 89, se han centrado en los significados contextuales y sociales de los bienes sociales, mientras que Ronald Dworkin ha señalado que la mayoría de los filósofos contemporáneos aceptan que las definiciones conceptuales son sustantivas y normativas. Tomando la democracia como ejemplo, Dworkin sostiene contra las definiciones esencialistas que “seguimos necesitando” una explicación de lo que hace que una característica de un acuerdo social o político sea esencial para su carácter de democracia y que otra característica sea sólo contingente, y una vez que “hayamos rechazado la idea de que la reflexión sobre el significado de ‘democracia’ proporcionará esa distinción, nada más lo hará.”

Los valores éticos no tienen un estatus independiente, sino que son derivados de lo que hace que una vida sea buena y exitosa, es decir, que promueva los intereses individuales. Estas observaciones reducen significativamente la brecha entre los filósofos y los estudiantes de ideología, aunque siguen dejando abierta la cuestión de si la idea de una vida buena es estable. Incluso teniendo en cuenta el consenso general sobre la primacía del bienestar, la letra pequeña que rellena esa categoría conceptual puede diferir notablemente de un caso a otro.

Más Información

Las ideologías divergentes pueden ofrecer nociones distintas, aunque plausiblemente legítimas, del florecimiento humano.

Ideologías Políticas

Sugerir que la filosofía política se ocupa de lo que debería ser, mientras que la ideología se ocupa de lo que es, no sólo es una simplificación excesiva, sino que es engañosa. Con demasiada frecuencia, la filosofía política no nos ofrece lo que debería ser, si “debería” implica una posibilidad realizable, porque en sus formas actuales dominantes es excesivamente utópica, una etiqueta que los filósofos se resistirían a reconocer. Es utópica en dos sentidos: en primer lugar, se dedica a realizar experimentos de pensamiento a los que no podría corresponder ninguna realidad; en segundo lugar, ofrece generalidades purificadas de las que se han eliminado quirúrgicamente los conflictos y las incoherencias (por ejemplo, Habermas y Rawls). La utilidad de la filosofía política radica en su aguda elucidación de cuestiones dentro de sus generalidades más amplias. Por ejemplo, ha arrojado una luz importante sobre los problemas de equiparación de trato y de oportunidades vitales al ofrecer criterios para las desigualdades justas y justificables.Si, Pero: Pero sería inadecuado describirlos como mejores prácticas, si éstas nunca pueden alcanzarse. Se trata más bien de modelos de lo que podría ser una buena práctica, si abstrajéramos un conjunto particular de problemas de las limitaciones contextuales, y si suavizáramos las fricciones que cualquier solución política intenta eliminar. Los filósofos políticos logran la microcoherencia manteniendo constantes la mayoría de las “externalidades”. Ese es uno de sus métodos principales, y cumple funciones vitales: permite la construcción crítica de alternativas a través de las cuales evaluar, y a menudo rechazar, la práctica actual; hace avanzar nuestras sensibilidades morales; afina las habilidades analíticas necesarias para la comprensión lúcida y la prescripción de las prácticas sociales; y fomenta el pensamiento preciso sobre las causas y consecuencias de la conducta humana.

El estudio de la ideología, por el contrario, no es -como a menudo se describe- un arte descriptivo, sino interpretativo. Responde a la pregunta: ¿qué paradigmas interpretativos rigurosos son los más útiles para avanzar en nuestra comprensión de la naturaleza y el potencial del pensamiento político? Reconstruye las prácticas de pensamiento existentes, pero desde una perspectiva necesariamente relativa; y en su modo crítico nos ofrece herramientas para apreciar no lo que debería ser, sino lo que puede ser, en el ámbito de la práctica política. Algunas ideologías son utopías, pero entonces son consciente y deliberadamente utópicas. Otras son conjuntos concretos de soluciones, algunas de las cuales son atractivas, sagaces o prudentes, y otras pueden ser chocantes y despiadadas en su conceptualización y desviarse de cualquier límite aceptado de decencia. Muchas ideologías son aproximaciones más modestas y menos precisas de lo que aspiran los filósofos políticos.

Las ideologías políticas son, en efecto, más propensas que las filosofías políticas a abstraerse de las limitaciones lógicas que de las contextuales. Su estudio nos dice menos que el estudio de las filosofías políticas cuando se trata de las complejidades que implica poner a prueba el pensamiento político hasta sus límites.Si, Pero: Pero nos dice mucho más sobre los campos de pensamiento político disponibles para una sociedad, e ilumina ese pensamiento mediante la exploración de las limitaciones y opciones que hacen de cada ideología una configuración distinta moldeada por el tiempo, el espacio y la cultura. La capacidad de las ideologías para cambiar y diversificarse también explica la necesidad de descontaminar, de imponer una solución particular -lógicamente arbitraria aunque culturalmente significativa- a la práctica política. Este reconocimiento del inevitable acto de descontaminación de lo esencialmente discutible, un acto que confiere un significado específico a un multiverso desestructurado de significados, distingue al estudioso de las ideologías del filósofo político, que realiza descontaminaciones similares pero es propenso a empaquetarlas como soluciones generales a las cuestiones en cuestión (como, con menos elegancia, hace el ideólogo).

Si los filósofos políticos sueñan con acercar el pensamiento, los estudiosos de la ideología anhelan comprender su condición fisurada. La disciplina de la teoría política requiere tanto el análisis filosófico como el ideológico, pero sus practicantes deben saber cuándo emplear uno y cuándo el otro, y qué conocimientos cruciales puede aportar cada una de estas subdisciplinas.

Datos verificados por: Thompson
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Recursos

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Véase También

Filosofía, Filosofía Política, Ideologías Políticas, Politología, Vida Política, Teoría Política, Historia de las Ideas, Historia Intelectual, Pensamiento Político

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