Deuda Exterior es la deuda de un país con residentes en el extranjero y que se paga en moneda extranjera. Los deudores pueden optar por pedir dinero prestado para cubrir déficits temporales de ingresos o para obtener capital para invertir. Dado que la deuda externa opera a escala mundial y genera repercusiones complejas, incluso graves, para deudores y acreedores, las implicaciones políticas son importantes. Los altos niveles de deuda externa no indican necesariamente que un país tenga una mala salud económica. Incluso las naciones con altos niveles de deuda externa pueden ser consideradas “acreedoras netas” si su deuda externa es superada por sus activos externos (la cantidad que los deudores extranjeros deben a los acreedores de la nación). La capacidad de tomar prestadas grandes sumas suele ser un signo de solvencia, no de dificultades económicas. Sin embargo, una gran disparidad entre la deuda exterior de un país y sus activos exteriores se considera un signo de debilidad económica. La diferencia entre los activos exteriores de un país y sus pasivos exteriores (conocida como su posición de inversión internacional neta) puede fluctuar mucho a lo largo del tiempo. Por ejemplo, dado que la deuda exterior puede mantenerse en la moneda del deudor o del acreedor, las fluctuaciones de los tipos de cambio pueden tener efectos importantes en el importe de la deuda con los acreedores extranjeros. La deuda externa es una cuestión compleja tanto para los acreedores como para los deudores, con muchas con secuencias imprevisibles y a largo plazo. Para los acreedores, el riesgo de impago debe gestionarse con cuidado, ya que el mercado internacional de deuda externa ha sido históricamente vulnerable a la deuda con pocas probabilidades de ser reembolsada.