Futuro de la Resistencia Política
En los años sesenta y setenta, por primera vez, el establishment fracasó en producir la unidad nacional y el fervor patriótico en una guerra. Hubo una avalancha de cambios culturales como el país nunca había visto -en el sexo, la familia, las relaciones personales-, precisamente las situaciones más difíciles de controlar desde los centros de poder ordinarios. Y nunca antes hubo una retirada de confianza tan generalizada de tantos elementos del sistema político y económico. En todos los periodos de la historia, las personas han encontrado formas de ayudarse mutuamente -incluso en medio de una cultura de competencia y violencia-, aunque sea por breves periodos. Quizás sería necesario combinar la energía de todos los movimientos anteriores de la historia -de los insurgentes obreros, los rebeldes negros, los nativos americanos, las mujeres, los jóvenes- junto con la nueva energía de una clase media enfadada. La gente tendría que empezar a transformar sus entornos inmediatos -el lugar de trabajo, la familia, la escuela, la comunidad- mediante una serie de luchas contra la autoridad ausente, para dar el control de estos lugares a la gente que vive y trabaja en ellos. Estas luchas implicarían todas las tácticas utilizadas en diversas ocasiones en el pasado por los movimientos populares: manifestaciones, marchas, desobediencia civil; huelgas y boicots y huelgas generales; acción directa para redistribuir la riqueza, para reconstruir las instituciones, para renovar las relaciones; crear -en la música, la literatura, el teatro, todas las artes y todas las áreas de trabajo y juego en la vida cotidiana- una nueva cultura de compartir, de respeto, una nueva alegría en la colaboración de las personas para ayudarse a sí mismas y a los demás. Las élites han trabajado para poner al pueblo en contra de varias maneras. Han cobrado impuestos a la clase media para dar dinero a los pobres, han puesto a la opinión popular en contra de los delincuentes y han dado ganancias simbólicas a los grupos marginados. Pero las revueltas siguen aumentando. Debido a que la mayoría de las historias subestiman la revuelta y hacen demasiado hincapié en el espíritu de Estado, los lectores no se sienten capacitados para solucionar los problemas mediante la acción directa. Ven pocos ejemplos de otros que se rebelen sin enfrentarse a la destrucción.
Algunos autores sugieren que la próxima revuelta debería provenir de los ligeramente privilegiados y ligeramente incómodos -aquellos a los que el sistema ha recompensado con empleo, educación y/o salarios de clase media. Comparan a este grupo con los guardias en el levantamiento de la prisión de Attica.
Al igual que los guardias, los privilegiados son prescindibles. El establishment también los atacará. A medida que el futuro avanza hacia “nuevas condiciones de tecnología, economía y guerra”, la clase media será menos inmune a la violencia. El capitalismo está empezando a fracasar para todos, no sólo para las clases bajas. Los trabajadores de cuello blanco temen ahora el desempleo. En lugar de volverse contra los pobres, la clase media puede empezar a imaginar un futuro diferente.