La originalidad de la Teoría Monetaria Moderna no reside ni en sus prescripciones de política económica -estabilidad de precios, pleno empleo y sostenibilidad de la deuda- ni en los instrumentos de política económica que apoya para alcanzarlas, sino en la idea de que la política monetaria debe utilizarse para hacer sostenible la deuda. En este sentido, está en total contradicción con los fundamentos del Tratado de Maastricht, que ordena al banco central estabilizar los precios y a los gobiernos apoyar la actividad económica si es necesario mediante el gasto público. Defiende la deuda a toda costa con el pretexto de que el Estado no puede quebrar, pero la deuda pública sigue siendo deuda. Estos efectos son bien conocidos y cualquiera que sea su modo de financiación (impuesto o creación monetaria), la deuda es una fuente de i) desigualdad, ii) un impuesto diferido no consentido por las generaciones futuras y, por lo tanto, en contradicción con el principio de consentimiento de una democracia liberal, y iii) un efecto crowding out, porque detrás de la deuda hay un gasto que moviliza recursos escasos (mano de obra, electricidad, papel, etc.) que dejan de estar disponibles para otros usos. Si a esto añadimos el aumento de los riesgos inflacionistas y el riesgo de una crisis de la deuda soberana inducida por un aumento de los tipos de interés, la idea de que la monetización de la deuda pública podría financiar todas las necesidades no financiadas por el esfuerzo productivo no puede sino reforzar el sesgo electoral de los gobiernos hacia el déficit y el estancamiento económico que parece haberse impuesto en muchos países desarrollados, y en algunos de Europa en particular, desde finales del siglo XX. Este texto presenta las principales tesis de Stephanie Kelton y las principales críticas que se le han hecho. Sostiene que las políticas inspiradas en la Teoría Monetaria Moderna son perjudiciales para el progreso económico de los países donde se aplica. Estas políticas i) promoverían la hipertrofia gubernamental, ii) arriesgarían procesos inflacionarios incontrolados por parte de los gobiernos, y iii) conducirían a un crecimiento anémico. Se revisa aquí esta doctrina y expone una serie de críticas que se le han hecho.