En Benarés, Gautama buscó a sus cinco discípulos, que todavía llevaban una vida ascética. Se cuenta que dudaron en recibirlo cuando lo vieron acercarse. Era un reincidente. Pero había en él algún poder de la personalidad que prevaleció sobre su frialdad, y les hizo escuchar sus nuevas convicciones. La discusión se prolongó durante cinco días. Cuando por fin les convenció de que estaba iluminado, le aclamaron como Buda. Ya en aquellos días existía en la India la creencia de que, a largos intervalos, la Sabiduría volvía a la tierra y se revelaba a la humanidad a través de una persona elegida conocida como Buda. Según la creencia india, ha habido muchos Budas de este tipo; el Buda Gautama es sólo el último de una serie. Pero es dudoso que él mismo aceptara ese título o reconociera esa teoría. En sus discursos nunca se llamó a sí mismo Buda. Aquí se hace referencia a los ocho elementos del Camino ario. En primer lugar, los puntos de vista correctos: Gautama colocó el severo examen de los puntos de vista e ideas, la insistencia en la verdad, como la primera investigación de sus seguidores. No había que aferrarse a supersticiones vulgares. Condenó, por ejemplo, la creencia predominante en la transmigración de las almas.