Seda
La seda llegó a Europa entre los siglos X y XIII, pero en China, India y Japón ya se conocía mucho antes. En parte del centro de Europa, la producción de seda se introdujo en el siglo XVI y siguió siendo una importante actividad industrial durante mucho tiempo. Sin embargo, por razones climáticas, la cría de gusanos de seda siempre fue marginal, excepto en las zonas del actual Tesino, donde desempeñó un papel importante en la economía rural entre los siglos XVII y XIX. La tejeduría de la seda, que utilizaba una materia prima cara, experimentó varias innovaciones técnicas importantes, como el telar de lanzadera múltiple para cintas, el telar Jacquard de cardas perforadas, el telar mecánico para producir medias o la calandria para jaspear el tafetán. Algo más tarde que la industria algodonera, en el siglo XIX (1855-1860) se introdujeron las máquinas mecánicas de hilar y tejer, primero hidráulicas o de vapor y luego eléctricas (hacia 1900). El siglo XX se caracterizó por la automatización e informatización de la producción (mecanización). Sin embargo, en la tejeduría y la hilatura coexistieron durante mucho tiempo el taller familiar, que utilizaba telares manuales o mecánicos tradicionales (industria textil, trabajo a domicilio), y la fábrica equipada con numerosas máquinas. En ambos casos, las condiciones de trabajo eran difíciles, sobre todo para las mujeres y los niños, ocupados en actividades repetitivas, precarias y mal remuneradas.