El término “verde” se utilizó por primera vez en relación con la política orientada al medio ambiente cuando se empleó para describir los movimientos de conservación y preservación que habían surgido a finales del siglo XIX en Estados Unidos. Sin embargo, el término se hizo más prominente a partir de la década de 1970, primero por su uso por parte de organizaciones ecologistas como Greenpeace, creada en 1971, pero sobre todo por la tendencia de muchos partidos ecologistas emergentes a denominarse “partidos verdes”. El término se adoptó de forma más amplia, utilizándose para referirse, entre otras cosas, a la filosofía verde, la política verde y la ideología verde (a veces llamada “ecologismo”, “ecología política” o “verdeísmo”). La ideología verde se basa en la creencia de que la naturaleza es un todo interconectado, que abarca a los seres humanos y no humanos, así como al mundo inanimado. La ideología verde se ha inspirado en otras ideologías, sobre todo en el socialismo, el anarquismo y el feminismo, reconociendo así que la relación entre el hombre y la naturaleza tiene una importante dimensión social. Cada uno de estos enfoques del medio ambiente ofrece un modelo diferente de la sociedad ecológicamente viable del futuro. Este texto identifica varios compromisos clave de la ideología verde: la reestructuración ecológica, la democratización radical, el derecho ecológico y la no violencia como principio de acción. También se examina si estos principios centrales limitan efectivamente las posibles desconfiguraciones de otros principios adyacentes. ¿Es la ideología verde una ideología “delgada” que está abierta a la cooptación por parte de rivales más desarrollados, o se sitúa en un territorio conceptual más distintivo, poniendo límites firmes a tales apropiaciones ideológicas? Además, se evalúa algunos de los desafíos que han surgido en los últimos años por parte del “ecologismo escéptico” y el “posecologismo”, cuyos defensores afirman simpatizar con los objetivos generales del movimiento ecologista.