Sociedad Capitalista

En las sociedades capitalistas, todos los aspectos de la vida y las relaciones sociales de las personas están sometidos a las exigencias del mercado, que se normalizan y se hacen parecer naturales. El prestigio y el estatus de las personas están relacionados con su capacidad productiva; la sociedad valora a las personas por lo que ganan o poseen. Aspectos básicos como dónde vivimos, cómo nos ganamos la vida, quiénes son nuestros amigos y qué acceso tenemos a la sanidad y la educación dependen de nuestra capacidad de producir riqueza y otros recursos. Es posible que la dependencia y el subdesarrollo no fueron un fracaso de la modernización económica, ni se remediarían con una mayor expansión capitalista. En la sociedad capitalista, al desarrollarse rápidamente la productividad de la sociedad de consumo, el capital de los capitalistas se acumuló a mayor velocidad en la etapa primaria del capitalismo privado como fundamento económico. Esta acumulación de capital se convirtió pronto en reproducción social.

Heterogeneidad Estructural en el Capitalismo

Cada vez hay más consenso en que el capitalismo se compone de muchas relaciones sociales más allá del trabajo asalariado, pero esta heterogeneidad se explica de maneras opuestas. Una corriente de estudiosos atribuye este estado de cosas a particularidades culturales arraigadas en diferencias ontológicas que supuestamente florecen fuera del capitalismo. La economista feminista J. K. Gibson-Graham afirmaba en 1996 y 2006 que el cuidado y la reciprocidad en las esferas doméstica y comunitaria y la prosperidad compartida en los lugares de trabajo cooperativos son algunas de las prácticas que escapan al valor y la lógica capitalistas. Los ejemplos de no capitalismo son numerosos y son el terreno de pruebas para el ethos igualitario y las nuevas relaciones económicas. Las mujeres indígenas responden a las demandas del capital cuando asumen los costes de la reproducción social con su trabajo no remunerado, pero también se resisten y eluden al capital.

Filosofía Latinoamericana

La filosofía latina/o o latinoamericana es una tradición de pensamiento que se refiere tanto a la obra de muchos filósofos latinos en Estados Unidos como a un conjunto específico de problemas filosóficos y método de cuestionamiento que se relacionan con la identidad latina/o, las fronteras, la inmigración, el género, la raza, el feminismo y la decolonialidad. La “filosofía latina” es utilizada por algunos para referirse también a la filosofía latinoamericana que se practica dentro de América Latina y Estados Unidos, mientras que otros sostienen que para mantener la especificidad la filosofía latina debería referirse sólo a un subconjunto de la filosofía latinoamericana. Este texto considera tanto los contornos generales de la filosofía latina/o como su ubicación en la historia de la filosofía latinoamericana como la especificidad de un modo de filosofía que emerge de las prácticas y experiencias de las latinas/os que escriben y piensan dentro de los Estados Unidos. El surgimiento de la filosofía latina/o en el sentido más restringido no sigue una trayectoria simple, aunque una parte importante de su legado puede situarse en relación con la historia de la filosofía latinoamericana y su surgimiento como campo de estudio dentro de los Estados Unidos iniciado por filósofos hispanos y latinos. La filosofía latina/o también está conformada por las principales contribuciones del feminismo latino, y su diversa genealogía con vínculos con las mujeres de color y los feminismos del Tercer Mundo en Estados Unidos (véase, por ejemplo, la obra fundacional Moraga y Anzaldúa 1981, citada en Feminismos Latinos). Aunque la propia filosofía latina ha surgido más recientemente en Estados Unidos, la historia de la filosofía latinoamericana que enmarca muchas de sus cuestiones y se cruza con muchos de sus problemas clave de identidad y colonización comienza tras la colonización de las Américas por parte de los españoles y portugueses. Esto no quiere decir que no hubiera filosofía en las Américas hasta que los europeos colonizaron la región, pero lo que llamamos filosofía latinoamericana es el producto de la colonización; y la condición colonial de la filosofía latinoamericana es un tema que da forma a gran parte del trabajo contemporáneo en el área. La historia de la filosofía latinoamericana puede desglosarse en los siguientes períodos: el período colonial, el período de la Independencia, el positivismo y el período contemporáneo. La llevada a cabo en tierras de Hispanoamérica, Iberoamérica, o Latinoamérica, a partir de la época de la conquista española hasta nuestros días. No quedan comprendidas con este término, por tanto, las ideas filosóficas -si las hay- de las culturas precolombinas, maya, azteca e inca, sobre todo. En la filosofía latinoamericana, así entendida, pueden distinguirse tres grandes fases. Propia de la época colonial, se caracteriza por el predominio de la filosofía escolástica y la presencia de una cierta corriente humanista, con la consecuente mezcla de ambas, provenientes de la península ibérica, que España y Portugal imponen como cultura a las colonias de sus respectivos imperios. Nace esta filosofía en los colegios de las órdenes religiosas y en las universidades que éstas regentan. Se trata de obras que se inscriben en la filosofía tomista de la escolástica. Filósofos notables de esta época son el dominico Tomás Mercado y el jesuita Antonio Rubio, autor de Commentarii in Universam Aristotelis Dialecticam, obra conocida como Lógica mexicana. Al franciscano Alfonso Briceño, obispo de Nicaragua y luego de Caracas, se le considera el filósofo de mayor importancia dentro de la corriente escotista y, por su nacimiento en Santiago de Chile, el primer filósofo propiamente dicho del continente americano. A éstos hay que añadir un grupo de filósofos humanistas novohispanos, integrado principalmente por el franciscano Juan de Zumárraga, el clérigo don Vasco de Quiroga, fundador de los “hospitales-pueblo”, el naturalista y filósofo, protomédico de Felipe II, Francisco Hernández y el dominico Juan Ramírez, quienes, influidos por ideas humanistas procedentes de Erasmo, Tomás Moro o J.L. Vives continúan la labor de la defensa de los derechos humanos de los indios, iniciada por Francisco de Vitoria y Domingo de Soto, en España, y Bartololomé de las Casas y Tomás de Mercado en México. La filosofía de tendencia suareciana se difunde ampliamente durante el s. XVIII, comienza el cambio hacia la filosofía moderna que empieza a llegar del continente europeo, como objeto más bien de crítica al principio, pero que es ya filosofía aceptada en autores como José de Aguilar, jesuita peruano, y Pedro Peralta y Barnuevo, seguidor de Copérnico, Descartes y Gassendi, así como en José Elías del Carmen Pereira, profesor de la universidad de Córdoba, y Carlos María González, ambos franciscanos seguidores de Descartes y de las nuevas ideas científicas. Tras el auge de las ideas ilustradas que comienza a mediados del siglo anterior, y en el marco de la eclosión del pensamiento liberal en lo político, el eclecticismo ideológico deriva hacia posiciones espiritualistas o más bien hacia un romanticismo ecléctico, muy en consonancia con los movimientos nacionalistas. El movimiento surge, al parecer, en Brasil coincidiendo con la llegada de Juan VI de Portugal y su corte a Río de Janeiro, que huye de la invasión de Junot en España. Este movimiento de liberación respecto de las ideas ilustradas se extiende por Argentina -donde Esteban Echeverría se apoya en las nociones de Volksgeist y de “razón histórica”-, por Bolivia -donde Joaquín Mora sigue preferentemente a Malebranche y a la escuela escocesa- y por otros países, como Perú o México. En Ecuador, Juan Montalvo, liberal profundo y revolucionario, opone a la abstracción de las ideas ilustradas y el materialismo francés principios espiritualistas e ideas románticas. “Al final del período, lograda la independencia, se impone, desde 1830 a 1910 como filosofía dominante, el positivismo filosófico como expresión del triunfo de los liberales sobre los conservadores -que imponen una educación distinta de la que se inspiraba en la escolástica tradicional- el cual, según se expresa Leopoldo Zea, es usado como “instrumento de la emancipación mental de Hispanoamérica.

En Argentina, las ideas positivistas -Comte, Spencer y Haeckel – llegan algo más tarde, llevadas también de la mano de la clase comercial e industrial. Los iniciadores son el jurista Juan Bautista Alberdi y el escritor Domingo Faustino Sarmiento, presidente de la República en 1868. La rama positivista más fiel a la primera filosofía de Comte -la de la ley de los tres estadios- se difunde ahora entre científicos, antropólogos y psicólogos de orientación spenceriana y darwinista. José Ingenieros, nacido en Palermo, hijo de padres italianos que se trasladan a vivir a Buenos Aires, es el más conocido de los positivistas de esta época. Gabino Barreda, médico, discípulo de Comte en París, autor además de la Ley de Instrucción Pública del D. F., introduce estas ideas en su país, rechazando el individualismo spenceriano e insistiendo en la solidaridad y otros aspectos sociales. La misma orientación, de fidelidad al primer Comte, y no al segundo, el de la mística de la humanidad, siguen el a veces considerado más humanista que filósofo, Justo Sierra, también en México, así como Manuel González Prada, en Perú, Eugenio María de Hostos y Bonilla, en Puerto Rico, y Belisario Quevedo, en Ecuador. El positivismo fue adoptado como filosofía en toda Latinoamérica. Se producen también diversas aportaciones a la filosofía latinoamericana por parte de filósofos exiliados españoles.

A la última fase de la tercera época se la define como una “mayoría de edad filosófica” de los países iberoamericanos .

Imaginación Sociológica

Aprender a pensar sociológicamente significa cultivar la imaginación sociológica. Estudiar sociología no puede ser solo un proceso rutinario de adquisición de conocimiento. Un sociólogo es alguien que puede liberarse de la inmediatez de las circunstancias personales. Si la Ilustración europea no inventó la idea de la imaginación, ciertamente la llevó a su máxima articulación, ampliando su alcance para incluir no sólo la literatura y las artes, junto con la filosofía y la teología, sino también la teoría política y social e incluso la ciencia. En resumen, durante el siglo XVIII se convirtió en una herramienta crucial en prácticamente todos los ámbitos de la vida intelectual. Hasta ese momento, la investigación intelectual había tendido a centrarse en la relación de la humanidad con Dios, con la naturaleza y con los demás. Sin embargo, pensadores como Thomas Hobbes (1588-1679) empezaron a mirar hacia dentro, a considerar los procesos de la percepción humana, las dimensiones psicológicas de la experiencia humana, aportando el método empírico que iba a ser cada vez más importante a lo largo del siglo XVIII. Para Hobbes, la imaginación era una facultad activa y creativa, no un mero receptor pasivo de impresiones; es el poder que da forma a nuestros pensamientos e impresiones sensoriales en una unidad, incluso en una visión coherente del mundo. Incluso John Locke (1632-1704), por mucho que deplorara la imaginación por considerarla “ilusoria”, hizo hincapié en la actividad unificadora de la mente; más tarde, David Hume (1711-1776), a pesar de su escepticismo, consideraba la imaginación como el poder que unía el pensamiento y el sentimiento. Es evidente que se estaba allanando el camino para pensadores posteriores como Coleridge, que vería la imaginación como el poder unificador de la percepción y la creatividad humanas.

Ciencias Sociales

La ciencia social moderna surgió cuando los investigadores académicos empezaron a emanciparse del pensamiento normativo, es, cuando su objetivo se convirtió en llegar al conocimiento de la sociedad humana y los seres humanos libres de juicios de valor o de prescripciones de valor. En Europa occidental en el siglo XIX, varios investigadores académicos ya no querían hacer planos de una sociedad futura sino que querían intervenir en el funcionamiento real de la sociedad para mejorar la calidad de vida de sus participantes. Este desarrollo no salió de la nada, sino que fue preparado por varios filósofos, entre los cuales los más conocidos son David Hume, Adam Smith, Adam Ferguson, Condorcet y Montesquieu. En Escocia y en Francia en el siglo anterior, estos filósofos habían hecho una escapada acertada del viejo pensamiento sobre el “derecho natural”. El nuevo pensamiento era más o menos empírico, esto es, basado en la experiencia humana, y positivista, esto es, basado en lo que fue dado por los sentidos.

Filosofía de la Ciencia Social

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Esquema de Filosofía

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Teoría Marxista de las Relaciones del Derecho con la Economía

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Elementos de las Ciencias Sociales

La multiplicidad de las disciplinas científicas sobre la sociedad está condicionada por la complicación de la vida social y por la consecuente necesidad de comprender y explicar todos los procesos de la vida social. Ciertamente, el espíritu humano se ha ocupado siempre de cuestiones relativas a la vida social, pero en tiempos el pensamiento estaba ligado a sistemas filosóficos o éticos (filosofía social, ética social), y también los problemas de la vida económica y los cometidos de la vida estatal eran abordados en partes esenciales por la ética y por el derecho natural. En el s. XIX comienza a despertar el interés científico lo social por sí mismo, y comienzan a despertarlo particularmente aquellos fenómenos sociales que son conocidos como relativamente autónomos frente a la vida estatal.

Cultura en Filosofía

Etimológicamente la voz civilización procede del latín civis, ciudadano. Este texto explora la relación simbiótica entre filosofía y cultura. Cada filosofía surge como una reacción o como una justificación para una cultura en particular y es por esta razón que la filosofía puede diferir de una cultura a otra. Sostiene que la filosofía es una parte esencial de toda cultura. La filosofía es el medio por el cual cada cultura se justifica por sus valores, creencias y cosmovisión y también sirve como catalizador para el progreso. La filosofía cuestiona y confronta críticamente las creencias, costumbres, prácticas e instituciones establecidas de una sociedad. Como pensamiento crítico reflexivo, la filosofía está ligada a una forma de vida; una forma de investigación destinada a guiar el comportamiento; una forma de pensamiento que agudiza y amplía nuestro horizonte intelectual, escudriña nuestras suposiciones y clarifica las creencias y los valores por los que vivimos. La filosofía ayuda a liberar al individuo del encarcelamiento de la ignorancia, el prejuicio, la superstición, la estrechez de miras y el despotismo de la costumbre. La cultura constituye el dato en bruto, el laboratorio desde el cual los filósofos realizan su experimentación analítica. La cultura es considerada como la filosofía de la actividad de primer orden. El texto sostiene que cualquier filosofía global genuina debe incluir tradiciones filosóficas de todas las culturas y regiones del mundo, ya que es buscando respuestas filosóficas alternativas a algunos de los problemas más espinosos a los que se enfrenta la humanidad que es más probable que encontremos soluciones más duraderas a algunos problemas globales. En este compromiso con una humanidad universal, no podemos permitirnos depender de soluciones de una sola cultura o de las culturas más influyentes.

Revistas Electrónicas de Ciencias Sociales

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Temas de Ciencias Sociales

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Aporte del Marxismo a las Ciencias Sociales

Aporte del Marxismo a las Ciencias Sociales [rtbs name=”home-ciencias-sociales”] Karl Marx y la influencia y el aporte del Marxismo a las Ciencias Sociales [rtbs name=”home-ciencias-sociales”] Examinemos el “estilo de investigación” que encarna la ciencia social marxista. Estos puntos servirán para capturar las principales contribuciones de Marx a la investigación en ciencias sociales. Los escritos de … Leer más

Filosofía de las Ciencias Sociales

Familia Filosofia Social la Familia, Institución de Derecho Natural: Consideraciones Generales

Perspectiva Marxista de la Sociedad

La Perspectiva Marxista de la Sociedad Este elemento es una profundización de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre este tema. La Perspectiva de Marx de una Nueva Sociedad Sorprendentemente, la discusión más completa del concepto de socialismo de Marx se encuentra en la famosa sección del Volumen 1 del … Leer más

Historia de la Filosofía del Derecho

Los problemas de la autoridad, la ley y el orden, la obligación y el interés propio se convirtieron primero en temas centrales de la especulación en el pensamiento de los sofistas (finales del siglo V y principios del IV a.C.). Todos los Sofistas más famosos enfatizaron la distinción entre naturaleza (physis) y convención (nomos), y pusieron las leyes en esta última categoría. Generalmente atribuían la ley a la invención humana y justificaban la obediencia a la ley solo en la medida en que promovía el propio beneficio. Las leyes son artificiales, consensuadas; la mayoría de los actos que son justos según la ley son contrarios a la naturaleza; las ventajas establecidas por la ley son cadenas sobre la naturaleza, pero las establecidas por la naturaleza son gratuitas. En la época de los sofistas, las nociones de ley, justicia, religión, costumbre y moralidad eran en gran medida indiferenciadas; sin embargo, en este mismo período se formularon por primera vez algunos de los problemas cruciales de la filosofía jurídica, y se intentó formalizar la definición de la ley. Así, Xenophon (Memorabilia I, 2) reportó que Alcibíades, quien se asoció tanto con Critias como con Sócrates, le comentó a Pericles que nadie puede realmente merecer alabanza a menos que sepa lo que es una ley. Pericles respondió que las leyes son las que son aprobadas y promulgadas por la mayoría en asamblea, en las que declaran lo que se debe y lo que no se debe hacer. Admitió que si la obediencia se obtiene por mera compulsión, es fuerza y no ley, aunque la ley fue promulgada por el poder soberano en el estado. Jenofonte también reportó una supuesta conversación entre Sócrates y el Sofista Hippias en la que ambos mantuvieron una identidad entre la ley, o lo que es legal, y la justicia, o lo que es correcto, mientras admitían que las leyes pueden ser cambiadas o anuladas (ibíd. IV, 4). Sócrates afirmó que existen “leyes no escritas”, observadas uniformemente en todos los países, que no pueden ser producto de la invención humana. Son hechos por los dioses para todos los hombres, y cuando los hombres los transgreden, la naturaleza penaliza la violación.

Sócrates y los Sofistas, como se presenta en los diálogos de Platón, no estaban de acuerdo con la naturaleza humana. Los sofistas concibieron al hombre como motivado egoístamente y antisocial, mientras que para Sócrates, como para Platón y Aristóteles, el hombre era un ser social con otros motivos, además de egoístas, que encuentra satisfacción en la vida social. Por el contrario, el Sophist Callicles, en Gorgias de Platón, sostiene que el hombre no es una excepción a la ley de la naturaleza, según la cual las leyes más fuertes; las leyes hechas por el hombre y las instituciones sociales violan la naturaleza humana. Los sofistas menos radicales, aunque no podían identificar la ley con algún rasgo de la realidad, aceptaban su utilidad práctica.