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Participación Ciudadana

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Conflictos en la Historia de los Países Nórdicos

Esta narrativa histórica maestra argumenta con retrospectiva e interpreta los conflictos de la primera modernidad a la luz de un proceso teleológico con un resultado normativo: el Estado weberiano. Desde el punto de vista de este Estado moderno, el cambio y el desarrollo históricos se iniciaron y dirigieron desde arriba, mientras que la población se limitaba a reaccionar y resistir. En realidad, la población de los primeros tiempos de la modernidad ni siquiera podía imaginar el Estado weberiano ni medir su propia experiencia política en referencia a él. Pero las rebeliones eran motivo de preocupación. En la Suecia moderna temprana, el trauma de las revueltas pasadas, es decir, la Guerra de Dacke (1542-1543) y la Guerra de los Clubes (1596-1597), afectó a la retórica y las tácticas de la élite política a la hora de enfrentarse a los disturbios (potenciales) desde abajo durante todo el siglo siguiente. En contraste con el continente europeo, donde varios países vieron levantamientos a gran escala como consecuencia de la tensa situación política, el descontento del pueblo sueco y la aprensión del gobierno a la violencia masiva dieron lugar a continuas negociaciones de poder entre el gobierno y los súbditos. Los conflictos culminaron a mediados del siglo XVII, durante el breve periodo de paz exterior bajo la reina Cristina, cuando el imperio sueco se encontró al borde de la crisis política, con una guerra civil inminente debido a los disturbios en combinación con la polémica Dieta larga de 1650. En la Suecia moderna temprana, el trauma de las revueltas pasadas, es decir, la Guerra de Dacke (1542-1543) y la Guerra de los Clubes (1596-1597), afectó a la retórica y las tácticas de la élite política a la hora de enfrentarse a los disturbios (potenciales) desde abajo durante todo el siglo siguiente. Los contemporáneos al siglo XVII sintieron la omnipresencia de las revueltas y las guerras civiles. Ni la revuelta de Gustavo I contra Cristián II (conocido como el “tirano” en Suecia), ni el levantamiento de Engelbrekt o la rebelión de Carlos IX fueron considerados ilegales.