Este texto se ocupa de la historia de la educación y el conocimiento en los países comunistas, incluida la Unión Soviética, cuando existió. La historia de la educación en los países comunistas comienza en la década de 1920, cuando se produjo la Revolución Rusa. Cuando los comunistas llegaron al poder en las naciones comunistas, asumieron tres tareas educativas de gran importancia: enseñar a leer y escribir a muchas personas analfabetas; formar al personal necesario para llevar a cabo el trabajo de organización política, producción agrícola e industrial y reforma económica; remodelar el comportamiento, las emociones, las actitudes y la perspectiva del pueblo. Después de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los países de Europa del Este adoptaron sistemas educativos que reflejan rasgos sustanciales de la práctica soviética. Otros países comunistas que estaban menos dominados por la presencia soviética, como Cuba, Vietnam y China, también tomaron prestados muchos modelos de educación soviéticos. En comparación con los países no comunistas, la evolución de la educación en los países comunistas entre 1960 y 1981 fue relativamente pobre. Las razones de ello podrían interpretarse por las diversas limitaciones y problemas de la educación comunista, que eran la delincuencia juvenil, la falta de compromiso con los altos propósitos sociales y morales, la inflexibilidad del sistema escolar frente a los rápidos cambios de las demandas sociales y económicas, y los problemas de asignación de mano de obra. Además, el aumento de los costes de la educación permitió organizar la práctica laboral productiva sólo en partes limitadas de los países. Los comunistas chinos no estaban aislados, sin embargo, de todo el conocimiento occidental. Utilizaron la psicología e incluso la técnica publicitaria para su invento más conocido, el “lavado de cerebro”. Era un método mucho más eficaz para tratar a los disidentes que las amenazas, los castigos y las torturas de antaño. (“Golpear, golpear, golpear” había sido una de las instrucciones de Stalin.) Era un sistema de adoctrinamiento por repetición y estrés físico, en particular la negación del sueño, que, en última instancia, mediante la sugestión, el aislamiento y el agotamiento, hacía que la víctima accediera a lo que se quería. La confesión de un delito concreto era ahora sólo un objeto secundario; la necesidad primordial era convencer al sujeto de que sólo un tonto o un canalla podía pensar o actuar de otra manera que no fuera comunista. Un fallo en este proceso aparentemente triunfante fue sugerido por la rapidez con la que los extranjeros a los que se les había lavado el cerebro, al volver a un entorno occidental, volvían a sus antiguos errores.