En el año 507 a.C., el líder ateniense Clemente introdujo un sistema de reformas políticas que llamó demokratia, o “gobierno por el pueblo” (de demos, “el pueblo” y kratos, o “poder”). Fue la primera democracia conocida en el mundo. Este sistema estaba compuesto por tres instituciones separadas: la ekklesia, un órgano de gobierno soberano que redactaba las leyes y dictaba la política exterior; la boule, un consejo de representantes de las diez tribus atenienses y la dikasteria, los tribunales populares en los que los ciudadanos discutían los casos ante un grupo de jurados seleccionados por la lotería. Aunque esta democracia ateniense solo sobreviviría durante dos siglos, su invención por Clemente, “el padre de la democracia”, fue una de las contribuciones más duraderas de la antigua Grecia al mundo moderno. El sistema griego de democracia directa allanaría el camino a las democracias representativas de todo el mundo.
El gobierno del pueblo tuvo un importante papel en las democracias de la era precristiana. A diferencia de las democracias actuales, las democracias de las ciudades Estado de la Grecia clásica y de la República de Roma eran democracias directas. Esta entrada examina las democracias clásicas de Grecia y la República Romana. En la antigua Grecia, la democracia ayudó a crear una ciudadanía activa dedicada a los negocios públicos. Esta clase ciudadana era pequeña, y el gobierno todavía requería que los pocos gobernaran a los muchos. En la República Romana, existía un sistema de gobierno mixto en el que el Senado consistía en una aristocracia gobernante. En este sistema, existía una tensión entre la supervivencia del Estado y las libertades del individuo, existiendo el cargo de dictador para gobernar en una emergencia. Los valores de la república fueron enseñados conscientemente y permitieron que otros aprendieran y adoptaran el “estilo de vida romano”. No se conocía el gobierno representativo, innecesario debido a las pequeñas dimensiones de las ciudades Estado (que no sobrepasaban casi nunca los 10.000 habitantes). La primigenia democracia de estas primeras civilizaciones europeas no presuponía la igualdad de todos los individuos, ya que la mayor parte del pueblo, que estaba constituido por esclavos y mujeres, no tenía reconocidos derechos políticos. Atenas, la mayor de las ciudades Estado griegas regida por un sistema democrático, restringía el derecho al voto a aquellos ciudadanos que hubieran nacido en la ciudad. La democracia romana era similar a la ateniense, aunque concediese a veces la ciudadanía a quienes no eran de origen romano. El estoicismo romano, que definía a la especie humana como parte de un principio divino, y las religiones judía y cristiana, que defendían los derechos de los menos privilegiados y la igualdad de todos ante Dios, contribuyeron a desarrollar la teoría democrática moderna. Para el mundo contemporáneo ningún otro logro de la civilización griega ensombrece el desarrollo de la democracia.[rtbs name=”democracia”] La reputación de la democracia griega brilla ahora más entre los historiadores y los teóricos políticos que en cualquier otro momento de la era moderna, sin duda porque a finales del siglo XX la democracia triunfó como la única forma legítima y universal de organización política. Su aparición en la Grecia arcaica tardía (600-500 a.C.) y clásica (500-323) parece, por tanto, el arquetipo de desarrollo político moderno y de sociedades justas a escala mundial.