Elecciones en Europa
Las elecciones son una forma pacífica de adquirir poder, en la que participan quienes están sometidos a él, o al menos algunos de ellos. En la Edad Media y en la Edad Moderna, las elecciones se celebraban a niveles muy diversos, y el electorado iba desde unos pocos individuos (elección del emperador) o miembros de un cuerpo (elección de un abad, por ejemplo) hasta el conjunto de la burguesía (en las ciudades) o el municipio (en el campo). El principio de la mayoría, vigente desde la Antigüedad, coexistió durante mucho tiempo con el ideal de la unanimidad. Hasta el final del Antiguo Régimen, las elecciones eran, junto con el sorteo, la sucesión hereditaria y el nombramiento, con los que a menudo se combinaban, una de las diversas formas de atribuir autoridad. Sólo en la democracia moderna se convirtieron en el medio fundamental y constitutivo de acceso al poder, sirviendo para designar, entre los grupos políticos competidores que lo reclaman, a los miembros de los órganos capaces de ejercerlo. El sufragio universal, secreto y directo (derecho de voto), la igualdad de votos, la regularidad de las votaciones y, cuando existe, la representación proporcional (sistemas electorales) garantizan una representación lo más fiel posible del electorado.