Las diásporas son inmigrantes que mantienen una conexión, psicológica o material, con su país de origen. Varias características comunes a las diásporas unen a sus miembros y sugieren un potencial de acción colectiva. En todo el mundo, los conflictos abundan y los países miembros de la OCDE están gastando miles de millones de dólares para la reconstrucción y el desarrollo post-conflicto. Estos conflictos producen muchos refugiados y son la causa de mucha migración. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). Pero, ¿cuáles son las consecuencias de esta migración, electiva o no, para la estabilidad y el desarrollo posconflicto? ¿Son las diásporas emprendedoras del conflicto, que buscan estimular, apoyar y sostener el conflicto en sus países de origen? ¿Son un interés competitivo adicional en la reconstrucción de sociedades devastadas por la guerra, complicando aún más la legitimidad y los compromisos políticos? ¿O están contribuyendo a la estabilidad, la paz sostenida y el desarrollo? . Este texto ha analizado cómo la soberanía es cuestionada y reflejada en la gobernanza de la política de la diáspora en un Estado en situación de posconflicto. Dicho estado está plagado de una capacidad institucional limitada y de fuga de cerebros debido a la guerra o al subdesarrollo. Esto lleva a sus elites a involucrar a la diáspora incluyéndola en las prácticas sociales extraterritoriales en lugar de a través de una gestión a gran escala. En primer lugar, la perspectiva posicional se hace muy visible, ya que no hay una diáspora próspera o bien conectada a la red a la que comprometerse, y las élites del estado de origen necesitan conseguir todo lo que puedan con un esfuerzo mínimo. Consideran la positividad de la diáspora como un recurso no tangible, que potencia a las diásporas a través del contexto. En segundo lugar, los estados en situación de posconflicto también están plagados de vínculos entre los empresarios de la diáspora y las autoridades de los estados de origen con legados de guerra. Las credenciales de un miembro de la diáspora de anteriores luchas por la independencia de Kosovo se traducen a menudo en oportunidades de autoiniciativa y de inversión financiera. Estos vínculos no son simplemente gruesos o finos como las interacciones globales, sino que tienen una sustancia específica, en este caso las lealtades en tiempos de guerra convertidas en legados de posguerra. Estos vínculos, así como la corrupción local, podrían impedir que otros miembros de la diáspora participen en los procesos de los Estados emisores. En tercer lugar, un Estado en situación de posconflicto puede no implicar necesariamente a la diáspora a través de una identidad nacional cívica. La evidencia del desarrollo del currículo educativo de Kosovo demuestra que la presión internacional para incluir principios cívicos para la participación de la diáspora puede ser definida estratégicamente pero no implementada o puede ser complementada por prácticas que cosifican una identidad etnonacional. Por último, un Estado de facto como Kosovo puede buscar sistemáticamente a las diásporas para legitimar la condición de Estado y las políticas a través de la diplomacia pública. Incluso con poca capacidad institucional, la diplomacia pública que apunta al reconocimiento del Estado podría ser fomentada con más vigor que por los Estados reconocidos internacionalmente.