El término “Consenso de Washington” fue utilizado por primera vez en 1992 por John Williamson, del Instituto de Economía Internacional, para describir cómo, por aquel entonces, el modelo de desarrollo que afirma que sólo hay un camino hacia la prosperidad y que éste pasa por el funcionamiento del libre mercado, obstaculizado lo menos posible por las fronteras nacionales, se había convertido en algo generalmente aceptado. La liberalización del comercio y el libre mercado ya se habían convertido en valores aceptados por los responsables políticos de los Estados Unidos (de América), pero en la época posterior a la Guerra Fría no fueron cuestionados por las instituciones internacionales, incluidas las financieras, con la consecuencia de que se esperaba que los países de América Latina, y de otros lugares, siguieran un modelo determinado si querían recibir préstamos del Fondo Monetario Internacional o del Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo. Los efectos de las medidas y políticas del consenso de Washington sobre el crecimiento han sido una cuestión controvertida desde su inicio. Los mediocres resultados de América Latina en relación con otras regiones, especialmente los países de rápido crecimiento de Asia Oriental, se ofrecen a menudo como prueba de su modesto efecto. Los datos econométricos relativos a América Latina y a las economías en transición del antiguo bloque soviético sugieren que las políticas del consenso de Washington tuvieron efectos positivos, pero sólo débiles y transitorios, sobre el crecimiento. Entre las principales explicaciones de este modesto efecto sobre el crecimiento se encuentran la insuficiente profundidad y exhaustividad de las políticas y reformas, el uso excesivo de las políticas macroeconómicas para lograr la estabilidad de los precios en lugar de promover el crecimiento, los problemas de secuencia (la liberalización de la cuenta de capital, la liberalización financiera nacional o la privatización antes de las reformas normativas necesarias para evitar la inestabilidad financiera y la manipulación del mercado), y una serie de otros problemas de aplicación, debidos especialmente a la falta de apoyo institucional para administrar las reformas comerciales, facilitar la reasignación de recursos, prevenir la corrupción y aplicar las reformas normativas. Las instituciones financieras internacionales suelen abogar por una fuerte posición de reservas internacionales y una dependencia limitada de la financiación externa como medidas de precaución para capear posibles choques externos.