A lo largo de los siglos XIII y XIV la experimentación con las cosas materiales iba en aumento, los conocimientos eran ganados por los hombres, pero no había un avance interrelacionado. El trabajo se realizaba de forma aislada, furtiva y poco gloriosa. Una tradición de investigación aislada llegó a Europa desde los árabes, y una cantidad considerable de investigación privada y secreta fue llevada a cabo por los alquimistas, que estaban en estrecho contacto con los vidrieros y metalúrgicos y con los herbolarios y curanderos de la época; indagaron en muchos secretos de la naturaleza, pero estaban obsesionados por las ideas “prácticas”; no buscaban el conocimiento, sino el poder; querían averiguar cómo fabricar oro a partir de materiales más baratos, cómo hacer inmortales a los hombres mediante el elixir de la vida, y otros sueños vulgares similares. De paso, en sus investigaciones aprendieron mucho sobre venenos, tintes, metalurgia y cosas por el estilo; descubrieron varias sustancias refractarias, y se abrieron camino hacia el vidrio transparente y así hacia las lentes y los instrumentos ópticos; pero como los hombres científicos nos dicen continuamente, y como los hombres “prácticos” todavía se niegan a aprender, sólo cuando se busca el conocimiento por sí mismo es cuando da ricos e inesperados regalos en abundancia a sus servidores.