La industrialización latinoamericana hunde sus raíces en los primeros tiempos de la colonización del Nuevo Mundo. Los primeros centros fueron Brasil, por un lado, y las mesetas y cordilleras que se extienden desde México hasta las regiones andinas, por otro. En el siglo XIX, todo el ciclo de producción azucarera experimentó una radical modernización tecnológica, ligada al uso del vapor y a los avances de la física. Cuba asumió y desarrolló en gran medida la herencia de las islas azucareras francesas, pero Martinica también experimentó una fase de industrialización especializada a partir del Segundo Imperio, cubriéndose de fábricas llamadas “centrales”. Coincidiendo con estos desarrollos surgió, en las fronteras de Argentina y Uruguay, otra agroindustria, la de la carne vacuna, también dependiente de la nueva tecnología importada de Europa.