Situada en el norte de Tesalia, la próspera monarquía centralizada de Macedonia estuvo regida desde el 359 a.C. por Filipo II. Muchos siglos más tarde acabó en manos del Imperio Otomano. Los acontecimientos en Macedonia ofrecen un ejemplo tanto de las fuerzas que promovían la reforma como de los graves problemas a los que se enfrentaban. Macedonia es una región situada entre Grecia, Serbia y Bulgaria, por lo que tiene un valor político y económico estratégico. Los tres Estados sucesores tenían ambiciones territoriales de apoderarse de toda la región o de parte de ella. Las Grandes Potencias prefirieron mantener Macedonia en manos otomanas, porque cualquier división de la región implicaba el fin de la Turquía europea. Macedonia era un puente terrestre entre Estambul, y Albania y Bosnia. En otras palabras, la Cuestión de Macedonia era una expresión extrema de la antigua Cuestión Oriental: “¿Qué debería suceder a un colapso otomano?” Las Grandes Potencias también dudaban de que Macedonia pudiera dividirse entre los tres Estados balcánicos sin que se produjera una crisis importante o incluso una guerra. La reforma en Macedonia resultaba atractiva para las Grandes Potencias porque podría permitirles eludir estas difíciles cuestiones. Asignar a Macedonia una nacionalidad balcánica también era complicado porque era una región de etnias mixtas. La experiencia macedonia demuestra por qué un siglo de reformas en el Imperio Otomano no logró mejorar las condiciones sociales y económicas, detener la violencia política y bloquear la expansión del nacionalismo en los Balcanes:1) A lo largo del periodo de reformas, la dirección central otomana careció de recursos o de voluntad, o de ambos, para llevar a cabo reformas significativas.2) Los dirigentes provinciales otomanos también carecían de recursos para llevar a cabo las reformas: además, sus ingresos y carreras estaban a menudo tan entrelazados con las prácticas corruptas, que les desanimaban a cambiar. 3) Entre la masa de la población musulmana, la reforma parecía favorecer con demasiada frecuencia a los cristianos de los Balcanes. Los desajustes sociales, económicos y políticos también empobrecieron a los musulmanes balcánicos, pero éstos se resistieron a las reformas como una amenaza a su situación marginalmente mejor. 4) Los cristianos balcánicos bajo dominio otomano nunca creyeron que las reformas pudieran resolver sus problemas. Los campesinos eran demasiado conscientes de los fracasos de las reformas en el pasado; los líderes políticos estaban comprometidos con las soluciones políticas por razones de ideología o ventaja personal. 5) A los estados balcánicos expansionistas les interesaba promover la violencia revolucionaria, no la reforma: un Imperio Otomano reformado sería demasiado fuerte para atacarlo. 6) Las grandes potencias, aunque defendían las reformas de boquilla, seguían anteponiendo su propia seguridad nacional y sus intereses económicos a los compromisos necesarios para que la reforma tuviera éxito. Para demasiados personajes, la reforma exigía demasiado trabajo. En consecuencia, la revolución siguió siendo la fuerza motriz de los asuntos balcánicos.