Racismo en la Política Social

Racismo en la Política Social

Este elemento es un complemento de los cursos y guías de Lawi. Ofrece hechos, comentarios y análisis sobre el “Racismo en la Política Social”. Puede interesar consultar acerca de la “Naturaleza de la Justicia Social” y de las “Políticas de Igualdad Racial“.

Visualización Jerárquica de Política Pública

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A continuación se examinará el significado.

Definición de Política Social y Pública

Véase una aproximación o concepto relativo a política pública en el diccionario. Véase también acerca de la definición de políticas en el diccionario y una aproximación o concepto relativo a política social en el diccionario

Raza, racismo y política social

La elaboración de políticas debe prestar siempre atención a la raza. Esa es la afirmación central de este capítulo. Para plantear la afirmación de forma un poco más amplia, algunos autores, acerca de esta cuestión, sugieren que, independientemente de si algún debate político concreto es ostensiblemente “racial”, los responsables políticos deben atender a las cuestiones de raza en sus debates políticos. A primera vista, podría parecer que un ensayo filosófico sobre la raza, el racismo y la política social haría bien en centrarse en un conjunto concreto de temas en los que las cuestiones de raza (véase más sus otras dimensiones, incluidas las jurídicas) parecen ser las más pertinentes para la política: cuestiones como la discriminación positiva, la elaboración de perfiles estadísticos o las reparaciones, por ejemplo. De hecho, ésta es la estrategia más común, pero la estrategia para debatir sobre raza y política que algunos autores, acerca de esta cuestión, siguen en este texto es diferente y está motivada por tres puntos de partida o presupuestos: en primer lugar, algunos autores, acerca de esta cuestión, sostienen que la reflexión filosófica y ética sobre la política social debe orientarse hacia los resultados prácticos y el impacto en el mundo real; en segundo lugar, algunos autores, acerca de esta cuestión, sostienen que, a diferencia de muchos enfoques filosóficos actuales sobre la raza y la política social, debemos prestar más atención a las dimensiones sociales de la raza; y en tercer lugar, algunos autores, acerca de esta cuestión, sostienen que la raza es omnipresente pero con frecuencia pasa desapercibida y, como resultado, debe ser una consideración relevante para los responsables políticos debidamente cautelosos. Algunos autores, acerca de esta cuestión, se explayarán sobre estos tres puntos de partida con más detalle más adelante (en la Parte 1), pero lo crucial es que conducen de nuevo a mi afirmación central de que la raza debe ser siempre una cuestión a tener en cuenta por los responsables políticos, independientemente de lo alejadas que puedan parecer las preocupaciones raciales de la política en cuestión. Algunos autores, acerca de esta cuestión, explicarán y apoyarán a continuación (en la Parte 2) esta afirmación central introduciendo un ejemplo del tipo de cuestión filosófica sobre la raza que algunos autores, acerca de esta cuestión, piensan que los filósofos y los responsables políticos harían bien en examinar. En particular, algunos autores, acerca de esta cuestión, explorarán cómo la pregunta racial general “¿qué es la raza?” es pertinente para la consideración política.

Los puntos de partida

Como algunos autores, acerca de esta cuestión, han afirmado, la afirmación central que algunos autores, acerca de esta cuestión, están haciendo en este texto es que los responsables de las políticas públicas deben prestar mucha atención a la raza, y algunos autores, acerca de esta cuestión, destacarán cómo podrían hacerlo examinando un ejemplo de pregunta que la política haría bien en atender en la Parte 2. En esta parte del capítulo, sin embargo, algunos autores, acerca de esta cuestión, introducirán algunos puntos de partida importantes que me llevan a hacer esta afirmación sobre la raza, la filosofía y la política. En concreto, algunos autores, acerca de esta cuestión, plantean aquí tres cuestiones o preguntas importantes: en primer lugar, ¿cómo deberían los filósofos estar atrayendo y reflexionando sobre cuestiones de formulación de políticas? En segundo lugar, ¿cómo deberían los filósofos atraer las políticas públicas en su intersección con las cuestiones de raza? Y, por último, ¿por qué pensar (como hacen algunos autores sobre esta cuestión) que un compromiso filosófico adecuado en la política pública debe tener la especial carga de atender al impacto de la raza y el racismo? Examinaremos cada punto por separado.

El primer punto de partida de mis preocupaciones aquí, por tanto, es cómo los filósofos deberían atraer los asuntos de la elaboración de políticas públicas. Mis propias inclinaciones filosóficas son ampliamente pragmáticas y pragmatistas, y como tales, algunos autores, sobre esta cuestión, simpatizan con la idea de que cuando la filosofía y los filósofos se atraen a la política social, deberían hacerlo atendiendo a las preocupaciones prácticas y pragmáticas de la elaboración real de políticas en lugar de preocuparse por aplicar la teoría ética a problemas en condiciones de laboratorio, por así decirlo. Más concretamente, algunos autores, acerca de esta cuestión, se inclinan más por un enfoque de la filosofía y la política pública que se encuentra en Jonathan Wolff (2011), y Jonathan Wolff y Avner De-Shalit (2007), que Wolff caracteriza como teorización “de abajo arriba”. En términos sencillos, la teorización “de abajo arriba” exige que abordemos las cuestiones de política social comprendiendo los problemas prácticos reales que dan lugar a dichas cuestiones. Esto contrasta con un enfoque “descendente”, en el que podríamos partir de una comprensión previa de la teoría ética y preguntarnos qué exige una aplicación coherente de esa teoría a nuestra formulación de políticas.

Wolff tiene varias razones para favorecer un enfoque ascendente del compromiso filosófico con la política social, pero algunos autores, acerca de esta cuestión, favorecen su enfoque por tres requisitos particulares que nos pide. En primer lugar, el enfoque ascendente exige que nos acomodemos al hecho de que los requisitos prácticos de los problemas que impulsan el debate político cambiarán a lo largo de la historia de un ámbito político. Las preocupaciones prácticas significan que a menudo estamos atraídos por cuestiones y problemas penúltimos más que por dar respuestas definitivas y finales. En términos de raza y racismo, esto significará que nuestros objetivos políticos se enmarcan y juzgan mejor en función de cuestiones locales y específicas que con objetivos finales en mente. Los australianos de la comunidad aborigen e isleña del estrecho de Torres experimentan muchos resultados sociales deficientes debido principalmente al colonialismo de colonos racista y racializado de Australia, pero las políticas que afectan a estas comunidades deben centrarse principalmente en, por ejemplo, aplicar objetivos provisionales claros para mejorar el acceso a una atención sanitaria adecuada en lugar de centrarse en objetivos a mayor escala y más nebulosos, como “erradicar el racismo”. Se trata, por supuesto, de metas y ambiciones finales importantes para la sociedad australiana, pero no son el tipo de objetivo por el que guiar o juzgar las políticas provisionales ante las espantosas disparidades en la esperanza de vida, las inaceptables tasas de mortalidad infantil o los preocupantemente elevados suicidios y problemas de salud mental entre los grupos aborígenes e isleños del Estrecho de Torres.

Lo segundo que nos exige un enfoque ascendente de la política es, como ya se ha señalado, que nos centremos en la práctica más que en la teoría. Sin embargo, algunos autores, acerca de esta cuestión, consideran que esta dimensión practicista de la teorización ascendente es especialmente importante en la deliberación filosófica sobre política y raza, y que tiene un impacto mucho más amplio que las meras apelaciones a atender primero a la práctica. En particular, algunos autores, acerca de esta cuestión, toman el requisito practicista en el sentido de que debemos atender de cerca a las experiencias raciales reales, o mejor dicho, a las experiencias de los racializados, en nuestro examen de la política. Podemos, por ejemplo, simplemente contrastar un enfoque de la política de discriminación positiva basado en la teoría, que examina lo que sugieren nuestras teorías éticas preferidas sobre el trato diferenciado, con un enfoque basado en la práctica, que examina las prácticas actuales de discriminación positiva y los resultados previstos. Pero algunos autores, acerca de esta cuestión, también consideran que un enfoque práctico significa que debemos prestar especial atención a las experiencias racializadas de aquellos a los que se supone que se aplican las políticas de acción afirmativa basadas en la raza, y a sus experiencias en el marco de la aplicación de dichas políticas.

En tercer lugar, y por último, algunos autores, acerca de esta cuestión, adoptan un enfoque ascendente para exigir que se atraiga la atención hacia los pequeños detalles de la elaboración práctica de políticas y, lo que es más importante, la familiaridad con el contexto y la historia de determinadas políticas. Algunas políticas pueden ser simplemente un reflejo o un resabio de sistemas de valores que están pasados de moda o que nunca deberían haberse aceptado en primer lugar. Pero la historia puede importar. Las políticas existentes pueden estar improvisadas para responder a circunstancias históricas anteriores, incluido el fracaso de las políticas, y ser conscientes de la historia de un ámbito político puede ayudarnos a ser sensibles a los posibles escollos de las nuevas recomendaciones.

En cuestiones de raza y política pública, este tercer elemento requiere que prestemos mucha atención a la historia racial y al contexto de la elaboración de políticas concretas. Ahora bien, en ciertos casos -por ejemplo, las prohibiciones del matrimonio interracial famosamente anuladas en el caso Loving contra Virginia de 1967 (Loving contra Virginia, 388 US 1. [1967])- el origen racial y el contexto de políticas concretas son bastante claros. Sin embargo, en muchos otros ámbitos políticos, el origen y el contexto raciales y racializados son menos evidentes de forma inmediata, y su importancia para comprender las dimensiones raciales de la política actual suele quedar oscurecida. En la Parte 2 de este capítulo, algunos autores, a propósito de esta cuestión, examinarán casos en los que la historia racial de ciertas políticas adquiere especial relevancia, pero por ahora basta con señalar que, al adoptar un enfoque ascendente de la filosofía y la política, siempre debemos tratar de comprender la historia racial de un ámbito político.

El segundo punto de partida de estas preocupaciones aquí es cómo los filósofos deberían atraer la política pública en la medida en que se cruza con cuestiones de raza. Lamentablemente, esto me lleva a una reflexión bastante negativa y cascarrabias sobre el actual compromiso filosófico con las cuestiones de política y raza. Para ser breve, un compromiso adecuado requiere una comprensión mucho más completa de la extensa naturaleza social de la raza, el racismo y las experiencias de los racializados de lo que vemos con frecuencia en el compromiso filosófico con la raza y la política. Volveremos sobre ello en el debate en varios puntos de lo que sigue a continuación, pero la preocupación es que la raza es omnipresente y está tan entrelazada con la naturaleza y el origen de las sociedades en las que vivimos que debemos atenderla reconociendo e incorporando su naturaleza social y estructural, en lugar de incluirla en nuestra teorización como un delgado y poco especificado marcador de posición para el trato diferencial basado en el color. En este sentido, las reflexiones filosóficas actuales sobre la raza y la política pública son a menudo decepcionantes. No obstante, mi esperanza es que al mostrar por qué nos preocupan los enfoques actuales que no trabajan adecuadamente con la raza, podamos empezar a ver cómo debería proceder un compromiso adecuado.

La queja aquí, por tanto, es que allí donde la interacción entre la raza y la filosofía de la política pública se encuentra confinada a temas particulares, como la acción afirmativa, la elaboración de perfiles estadísticos y las reparaciones, con frecuencia no se explora lo suficiente. Por supuesto, no hay ninguna razón por la que centrarse en temas particulares y en cuestiones raciales no pueda dar lugar a un trabajo importante, perspicaz y valioso sobre la raza. De hecho, existen reflexiones bien elaboradas y completas sobre la raza en trabajos sobre, por ejemplo, la discriminación positiva (véase Anderson 2010), o la elaboración de perfiles raciales (véase Lever 2017). El problema, sin embargo, es que cuando nos centramos en debates específicos con una dimensión racial, la raza suele aparecer como una versión filosófica bastante fantasmal y anémica de sí misma. Por poner algunos ejemplos concretos pero comunes, la raza suele aparecer en los debates políticos como una “analogía útil”, una “variable marcadora de posición” para cualquier dimensión de la desigualdad, o un “filtro en alguna bomba de intuición” u otra. Consideremos los siguientes casos ilustrativos.

En varios argumentos sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo o sobre la experimentación con animales, por ejemplo, la raza y el racismo se utilizan como analogías útiles. Es obvio, así rezan los argumentos, que no debemos insistir ni insistimos en el matrimonio entre personas del mismo sexo, y que el razonamiento ético en este caso es transferible al debate sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. Del mismo modo, según este argumento, la inmoralidad y la inadmisibilidad evidentes del racismo son útiles como argumento contra la experimentación animal y el “especismo” – el especismo y el racismo son lo suficientemente similares como para que las analogías entre ellos no puedan descartarse alegremente como errores de categoría. Independientemente de lo que podamos pensar sobre el razonamiento analógico en estos casos, y algunos autores, sobre esta cuestión, piensan que hay serios problemas, el problema es que el debate político sobre la igualdad matrimonial o la experimentación con animales que utiliza la raza de esta forma presta muy poca atención a las profundas dimensiones estructurales de la raza, y a las amplias repercusiones sociales que se derivan de la diferencia racial.

En relación con esto, la raza se utiliza a menudo como variable marcadora de posición para cualquier dimensión del trato diferenciado sin prestar toda la atención a lo que hace que la identidad racial sea distinta. El debate sobre la elaboración de perfiles estadísticos, por ejemplo, suele enmarcarse en términos de elaboración de perfiles raciales criminales (Risse y Zeckhauser 2004 o Risse 2007 son buenos ejemplos), pero no suele haber mucha sensación de que las posturas que surgen de esa reflexión filosófica aquí no hubieran servido igual de bien utilizando alguna otra dimensión de la identidad social individual, como el género, la sexualidad o la discapacidad. De hecho, este enfoque trata la elaboración de perfiles raciales como un ejemplo entre muchos otros de un problema general de la filosofía política igualitaria, ocasionado por el hecho de que tratar a las personas como iguales no siempre requiere, o nos permite, tratarlas igual.

La construcción social

Sin embargo, cuando se entiende correctamente, la raza presenta un conjunto de consideraciones diferentes y complicadas que no se dan, por ejemplo, en el caso de la sexualidad o la discapacidad, y es importante que comprendamos lo significativas que son las diferencias entre raza, género, sexualidad, etc. a la hora de examinar la raza y la política. De hecho, el propio trabajo de Lever sobre la elaboración de perfiles raciales es un buen ejemplo de cómo podemos tener en cuenta los elementos estructurales profundos de la raza cuando nos atrae la raza y la política en ámbitos específicos del debate político.

Por último, la raza se utiliza a veces como filtro en una bomba de intuición. Un ejemplo especialmente bueno de esto puede encontrarse en el debate filosófico sobre la inmigración, y especialmente en el examen de Michael Walzer sobre hasta qué punto las naciones son libres de autodeterminar la composición de su propia población. Para Walzer, las políticas racistas y raciales como la de la Australia blanca (a la que volveremos en la segunda parte) deben utilizarse simplemente como casos de prueba de lo sólidas que son realmente nuestras intuiciones sobre el derecho de la nación a autodeterminarse. Las cuestiones éticas y filosóficas que surgen de los elementos raciales de la inmigración son en realidad mucho más profundas y mucho más complejas desde el punto de vista social de lo que un tratamiento de este tipo puede captar, y una reflexión adecuada necesita examinar las dimensiones éticas de la raza y el racismo en la política de inmigración de una forma mucho más exhaustiva.

Obviamente, hay otras formas en las que la raza aparece en el trabajo filosófico sobre política, pero estas tres -como una analogía útil, una variable marcadora de posición o un filtro en alguna bomba de intuición- son bastante comunes. Ahora bien, como se ha sugerido anteriormente, la preocupación aquí es cómo los filósofos deberían comprometerse con la raza y la política, y la preocupación expresada en estos tres casos de ejemplo es que tratar la raza de estas formas tan poco exploradas conduce a un compromiso infructuoso entre la política y la raza. En particular, tal compromiso nos deja con una reflexión filosófica sobre cuestiones raciales que no logra captar el impacto y la escala de la raza en una sociedad racializada. La raza debe tratarse de una forma mucho más compleja y reflexiva. De hecho, incluso en la discusión de estos ejemplos algunos autores, a propósito de esta cuestión, mencionaron el trabajo de Elizabeth Anderson, Annabelle Lever y José Jorge Mendoza, que forma parte de un creciente cuerpo de compromiso filosófico con las cuestiones de política social que sí atrae a la raza de una forma más profunda y fructífera.

El tercer y último punto de partida de mis preocupaciones aquí es por qué deberíamos pensar que existe una obligación especial en la filosofía y la política de atraer a la raza. Y de hecho, la cuestión aquí es la afirmación bastante simple de que la raza es una presencia social compleja y ubicua, pero para grandes partes de la sociedad, casi completamente inadvertida. Es útil, piensan algunos autores, sobre esta cuestión, dividir esta preocupación en dos puntos: primero, que la sociedad contemporánea está fundada sobre y funciona a través de un conjunto de estructuras e instituciones raciales y racistas; y segundo, que nuestra sociedad está orientada hacia la normatividad de la blancura.

Para extendernos un poco, la razón por la que estos dos puntos conducen a la afirmación de que la raza está omnipresente pero pasa desapercibida es que, por un lado, las sociedades democráticas contemporáneas se fundamentan en una serie de puntos de vista filosóficos que dividen el mundo en jerarquías racializadas. Charles Mills lo describe de forma célebre en su libro “El contrato racial”, publicado en 1997, y en trabajos posteriores (20 años más tarde) señala el racismo inherente a los puntos de vista de filósofos como Hobbes, Locke, Rousseau y Kant:

“Las representaciones de Hobbes de los nativos americanos como “salvajes” aún en el (aparentemente real para ellos) estado de naturaleza; las inversiones de Locke en la Compañía Real Africana de tráfico de esclavos, su papel en la redacción de la Constitución de Carolina y su representación de los nativos americanos como apropiadores incompetentes; la limitación de Rousseau del salvajismo contemporáneo y su no condena de la esclavitud africana; y (el caso más fácil) la jerarquía racial de Kant.”

Los puntos de vista racializados de estas figuras (y de otras más, como Hume, Hegel, John Stuart Mill y Adam Smith) proporcionan muchos de los fundamentos filosóficos y justificaciones para organizar la sociedad contemporánea. Como era de esperar, estos puntos de vista racializados se encuentran incrustados por doquier en las herramientas e instituciones de nuestras sociedades.

En cuanto a la normatividad de la blancura, por otro lado, la blancura es a la vez privilegiada por la facilidad con la que puede navegar por las estructuras sociales racializadas hechas por y para la gente blanca (véase Sullivan 2006), y hecha normativa en virtud del tratamiento de la raza como algo que otros grupos en la jerarquía tienen como resultado de no ser blancos. Esto tiene el interesante efecto de hacer que la gente blanca sea en gran medida inconsciente del impacto y la presencia de la raza en general, y rara vez consciente de su propia raza. Como señala la académica negra Patricia Williams en 1997:

“Necesitas dos sillas en la mesa: una para ti y otra para tu negritud. Para los blancos, además, la negación racial tiende a engendrar una falta de sinceridad profundamente invertida, una inocencia que equivale a la negativa transgresora a saber. De nuevo, no se trata de asignar nada parecido a la culpa, simplemente de observar la forma en que conocemos la raza o no la conocemos.”

Entre la presencia preponderante de estructuras racializadas en la sociedad y la normatividad de la blancura, podemos ver la sustancia de la afirmación de que la raza es omnipresente, pero pasa desapercibida en gran parte de la sociedad. En resumen, las jerarquías raciales se utilizan para construir y mantener la sociedad en beneficio de los blancos, pero éstos se empeñan en no ver su propia raza, ni el papel que desempeña en asegurar su posición en la cima de estas jerarquías. O, tomando prestado un refrán muy manido, los peces son los últimos en descubrir el agua.

La ubicuidad y la invisibilidad simultáneas (para los beneficiarios del privilegio racial) de la raza son relevantes para mis preocupaciones aquí, sin embargo, porque, como se ha mencionado, algunos autores, acerca de esta cuestión, la toman para introducir una carga particular sobre aquellos que consideran la filosofía y la política para atender a la raza. Más concretamente, la filosofía como disciplina académica es notablemente blanca. Del mismo modo, quienes están en posición de desarrollar e influir en la elaboración de políticas son notablemente blancos. No sería sorprendente, por tanto, que en algún lugar entre la blancura de la filosofía y la blancura de la elaboración de políticas, pasara desapercibido el siempre presente impacto e influencia de la raza. Para los filósofos interesados en la política, esto significa que el riesgo de pasar por alto la raza sin percatarnos de su influencia nos da motivos para pensar que hay que tomar alguna medida especial para garantizar que la raza no pase desapercibida, sino que se le preste la debida atención en las deliberaciones políticas.

Estos tres puntos de partida para considerar la raza y la política pública pueden parecer bastante enrevesados, pero es de esperar que quede claro por qué algunos autores, a propósito de esta cuestión, les dan importancia. Teorizar desde la base significa llegar a los pequeños detalles de la política en la interfaz real entre su elaboración y las experiencias racializadas de aquellos sobre los que repercute. La forma adecuada en que los filósofos deben atraer la raza en cuestiones de política no es tratando la raza como una herramienta teórica fina y abstracta, sino atendiendo a las complejas condiciones sociales que le han dado vida y que la mantienen. Y, por último, debido a la ubicuidad de la raza y a la blancura de la filosofía y la formulación de políticas, una reflexión responsable debe garantizar que la raza no se pase por alto, pase desapercibida o simplemente se trate de boquilla. Esto, algunos autores, sobre este tema, lo consideran suficiente para dar al menos algún sentido a la afirmación de que la política debe prestar siempre atención a la raza.

Raza y política

En la subsección anterior, algunos autores, acerca de esta cuestión, dieron tres puntos de partida para mi afirmación de que el compromiso filosófico con la política social siempre debe prestar atención a la raza. En esta parte del texto, algunos autores, acerca de esta cuestión, intentarán dar un ejemplo ampliado del tipo de pregunta sobre la raza que muy bien podría desempeñar un papel de guía para quienes se dedican a la raza y la política. Mi preocupación particular se centrará en la importancia de abordar la pregunta “¿qué es la raza? Hay otras preguntas que podríamos identificar fácilmente como importantes en este sentido: “¿quién define la pertenencia racial?”, o “¿para qué utilizamos la raza?”, por ejemplo. Obviamente, todas estas son cuestiones raciales bastante generales para que los filósofos que reflexionan sobre la política se dediquen a ellas, y algunos autores, sobre esta cuestión, ciertamente no pretenden sugerir que plantear preguntas generales (no específicas de la política) sobre la raza sea la única forma de abordar la cuestión de la raza en la política. De hecho, a lo largo de la sección anterior algunos autores, acerca de esta cuestión, mencionaron trabajos de filósofos que están atrayendo cuestiones políticas bastante específicas sobre la raza en lo que me parece exactamente el espíritu correcto. Más bien, lo que algunos autores, acerca de esta cuestión, están sugiriendo aquí es que, independientemente de que no estemos tratando directamente con debates de política racial, como la acción afirmativa basada en la raza o la elaboración de perfiles raciales criminales, existen importantes cuestiones raciales generales de las que debemos ser conscientes. El ejemplo utilizado más adelante – “¿qué es la raza?”- es, en opinión de algunos autores sobre este tema, el ejemplo más claro de por qué los responsables políticos deben plantearse preguntas de más alto nivel y más generales sobre la raza.

La llamada a prestar atención

Lo que algunos autores, acerca de esta cuestión, han intentado hacer, y así se recoge en este texto es, mostrando suss propios puntos de partida, motivar la afirmación de que una buena elaboración de políticas (y el compromiso filosófico con ella) siempre debe prestar atención a la raza. El argumento es, piensan algunos autores, sobre esta cuestión, sencillo. La llamada a prestar atención a las preocupaciones prácticas y a las repercusiones sociales en la política, la llamada a prestar atención a la espesa construcción social de la raza y la llamada a reconocer que la raza es un hilo prominente pero desapercibido en nuestro tejido social parece que hacen que la afirmación de que la raza debe ser siempre una consideración para la política sea bastante natural. La ubicuidad y ocultación simultáneas de la raza significa que debemos estar especialmente atentos para buscar las huellas de la raza y el racismo en nuestra política social, independientemente de que parezcan estar ahí a primera vista. Algunos autores, acerca de esta cuestión, también consideran que tal llamamiento significa que la forma en que podría proceder el examen filosófico de la raza y la política racial es diferente a los enfoques más ortodoxos. En particular, algunos autores, acerca de esta cuestión, piensan que gran parte de la reflexión sobre la política haría bien en detenerse y plantearse el tipo de pregunta sobre la raza y la política que algunos autores, acerca de esta cuestión, plantearon aquí con la pregunta “¿qué es la raza? El compromiso con la raza a nivel de cuestiones políticas específicas me sigue pareciendo viable, importante y perseguible de la forma adecuada, pero el compromiso con la raza a este nivel más general para toda la reflexión política es crucial.

Revisor de hechos: Callaham

Políticas Sociales y Racismo

La mayoría de los textos sobre política social sólo hacen una referencia marginal, si es que hacen alguna, al racismo en el Estado del bienestar, o a las experiencias y luchas de los negros. La teoría del bienestar tampoco ha tenido en cuenta los principales trabajos teóricos sobre “raza” y clase. El pleno reconocimiento de estas cuestiones no sólo es esencial para cualquier estrategia de bienestar pro gresiva, sino que también plantea retos importantes al pensamiento de bienestar existente. En esta plataforma digital se exploran estos retos y se ofrece un marco de análisis provisional para comprender la relación histórica y contemporánea entre “raza’, racismo y Estado del bienestar.

Políticas Públicas Raciales Nacionales

Nota: En el aspecto más privado y sectorial, puede interesar un debate sobre el racismo en los medios de comunicación.

Las teorizaciones sobre el racismo (véase más sobre este tema) en el contexto occidental siempre han ido de la mano de la idea de nación. La poderosa centralidad de la nación en la forma en que se articulan los racismos occidentales se ha convertido de nuevo, por supuesto, a la luz de las recientes tendencias electorales, en una de las principales preocupaciones del debate académico. En medio de este despertar, los estudiosos de la raza y el racismo (por ejemplo, en filosofía) han insistido en la centralidad de la blancura y la patologización racializada en las formaciones del nacionalismo occidental, una centralidad que a menudo está ausente en las comprensiones más dominantes del tema. Véase acerca de historizar la nación.

Revisor de hechos: Mix

Política Pública en la Igualdad Racial

Algunas jurisdicciones adoptaron criterios formales de acción afirmativa para aumentar la diversidad racial, étnica y de género de las fuerzas policiales locales, mientras que otras eliminaron los obstáculos que de otro modo podrían disuadir a las mujeres y las minorías de aplicar.

Además, los legisladores, por ejemplo los de Estados Unidos, han requerido que la policía haga cambios en la manera en que investigan los casos de asalto doméstico y sexual que involucran a mujeres y niños, estipulando, en algunos casos, políticas de arresto obligatorias. Finalmente, a raíz de las revelaciones que la policía estaba deteniendo intencionalmente a las minorías raciales y étnicas, los legisladores requirieron que los líderes de la policía desarrollaran y aplicaran criterios alternativos para las paradas de tráfico.

A principios del siglo XX, se pensó que las disfunciones psicológicas, sociales, políticas y económicas aumentaron la probabilidad de delincuencia, mientras que en el micronivel, la genética individual, las hormonas y otros factores bioquímicos hicieron que algunos individuos estuvieran más inclinados a responden precipitadamente o violentamente. Con el tiempo, los científicos lograron convencer a los funcionarios del gobierno de que el crimen debía ser tratado como una enfermedad y que el castigo debía ser reemplazado por educación y rehabilitación. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). La adopción de este “modelo médico” convirtió prisiones o penitenciarías en “instituciones correccionales”, y los reclusos eran referidos como “pacientes” o “clientes”.

Revisor de hechos: Mix

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Recursos

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Traducción de Política Pública

Inglés: Public policy
Francés: Politique publique
Alemán: öffentliche Politik
Italiano: Politica pubblica
Portugués: Política pública
Polaco: Polityka władz publicznych

Tesauro de Política Pública

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Véase También

Beccaria, Cesare; elección y acción (actus reus); Sentencias determinadas e indeterminadas; Gubernamentalidad Castigo Leyes de tres strikes; Policía de tolerancia cero
Política de Migración, Política Social, Política Pública, Políticas Públicas,

Bibliografía

 

4 comentarios en «Racismo en la Política Social»

  1. Al redactar sobre estos temas, algunas autoras han sido conscientes de la limitada capacidad que, como persona blanca, tienen algunas autoras para interpretar las experiencias de racismo en el Estado del bienestar. El imperativo de este trabajo ha surgido de un compromiso socialista-feminista con el antirracismo y el antiimperialismo, de varios años de experiencia en dos países africanos, de la experiencia indirecta del racismo hacia mis allegados y de la demanda, por parte de los estudiantes negros, de un análisis más pertinente de la política social.

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  2. Es que algunos autores han seguido la reciente convención de entrecomillar “raza” para distinguirla de cualquier otra connotación biológica que la palabra pueda tener. Sin embargo, algunos autores reconocen que no es lo ideal y que a veces puede tomarse como un eufemismo de ‘personas negras’. Varios investigadores y autores la han utilizado aquí a falta de un sustantivo abstracto menos cargado. En atición, el racismo puede extenderse más allá de los negros, a los judíos, los chinos y los gitanos Se hacen aquí varias referencias históricas al antisemitismo, pero en su mayor parte mis referencias contemporáneas se refieren al racismo dirigido a los negros de origen afrocaribeño y asiático.

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