Naciones Unidas
Este texto se ocupa de las Naciones Unidas. La Organización de Naciones Unidas (ONU) se ha convertido en el marco global para la mayor parte de las actividades internacionales del planeta, sean diplomáticas, económicas o humanitarias, por lo que se ha dotado de una estructura. La Carta de la nueva organización, aprobada en San Francisco, establecía, además de la Secretaría, cinco departamentos principales. Estos eran: la Asamblea General de las Naciones, que se esperaba que con el tiempo se convirtiera en algo parecido a un Parlamento Mundial; el Consejo de Seguridad, que debía ser un Ejecutivo o Gabinete para los asuntos políticos; el Consejo Económico y Social; el Consejo de Administración Fiduciaria; y la Corte Internacional de Justicia, cuyos nombres explican sus propósitos. También había organismos especializados, como la Oficina Internacional del Trabajo, la Alimentación y la Agricultura, la Ciencia y la Educación (“UNESCO”), el Socorro y la Rehabilitación (“UNRRA”), a los que siguieron más tarde la Organización Mundial de la Salud, el Consejo Alimentario de Emergencia y otros organismos. La atención se concentró pronto en los fracasos del Consejo de Seguridad, que se escribirían a lo grande en la historia; pero el funcionamiento de estos otros organismos tuvo una enorme importancia, no sólo para mantener vivo el concepto de unidad internacional, sino para el mero hecho de salvar vidas humanas. Millones de personas han tenido ocasión de darles las gracias, lo sepan o no. El órgano central, el Consejo de Seguridad, tenía un gran defecto, el veto “incorporado”. Como en el parlamento polaco del siglo XVIII, cualquiera de los “miembros permanentes” podía prohibir una decisión tomada por la mayoría, sin necesidad de dar razones. Seis escaños impermanentes en el Consejo estaban ocupados por potencias menores, elegidas por dos años. Había cinco miembros permanentes, las “Grandes Potencias” de Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China. La lista era incluso en 1945 poco realista. De los dos gigantes, Rusia pronto empezó a vetar sistemáticamente cualquier propuesta que no fuera en beneficio de la política comunista internacional. Cuando estos vetos superaron el número de ochenta, quedó claro que el organismo central de las Naciones Unidas estaba paralizado; no tenía más que una utilidad propagandística.