Democracia Participativa
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Participación, Ciudadanía y Democracia
¿Por qué estamos tan desencantados con la política democrática? La participación electoral es baja, la confianza en los políticos está disminuyendo y, en consecuencia, la ciudadanía política es rechazada por ser demasiado exigente y de escaso valor real. La participación y la democracia’ vincula sistemáticamente la ciudadanía y la política democrática. ¿Estamos justificados en nuestras críticas a la democracia occidental moderna? Gran parte de esta crítica proviene de la superioridad imaginada de una democracia supuestamente “ideal”, que simplemente no existe. La revitalización de la ciudadanía depende de la revitalización y no de la disminución de la participación política. Con esto vendrá un mayor sentido de pertenencia y compromisos con los derechos como beneficios.
Revisor: Lawrence
La concepción de Democracia Participativa de Habermas
Procuraremos ahora sintetizar muy esquemáticamente los principales aspectos de su concepción de la democracia:
Un orden político legítimo requiere ser reconocido por los ciudadanos como correcto y justo
Habermas cuestiona la tesis de Weber de que todos los regímenes políticos: “procuran despertar y fomentar la creencia en su legitimidad” (Weber 1922: 170). Rechaza este concepto empírico de carácter psicosocial,
que no guarda ninguna relación a la verdad. [rtbs name=”verdad”] Propone redefinir el concepto de legitimidad, de modo que la creencia en ella posea una referencia directa a la verdad. [rtbs name=”verdad”] Dicho de otra manera, un sistema político no es legítimo solo porque en determinado momento la mayoría de la población cree que lo es, sino que dicha creencia está fundada en argumentos.
Esto requiere una actitud activa de los ciudadanos que supera la pasividad. Habermas afirma que la legitimidad se funda en consensos construidos a través de un activo diálogo y debate en el espacio público.
Asimismo, rechaza la tesis de Weber y Luhmann que reducen la legitimidad a la legalidad. Recordemos que para Weber la legitimidad legal, o racional: “descansa en la creencia en la legalidad de ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esa tradición a ejercer la autoridad (autoridad legal)” (Weber 1922: 172). Habermas rechaza la tesis de que el Estado tiene el monopolio de crear y aplicar el derecho de acuerdo con un sistema de reglas. Sostiene que los procedimientos por sí solos no pueden producir legitimación, sino que requieren a su vez, ser legitimados.
Más Información
Las instancias legislativas, escribe: “son parte de un sistema de poder que tiene que estar legitimado en total si es que la legalidad pura ha de ser considerada signo de legitimidad” (Habermas 1973: 123). La pura legalidad no puede garantizar a largo plazo (véase más en esta plataforma general) la lealtad de los ciudadanos con un sistema político democrático.
Cuestionamiento a la concepción tecnocrática de la política
Uno de los aspectos centrales de la crítica de Habermas a las concepciones políticas de Luhmann se dirige a la tesis de este autor de que la administración, es decir el gobierno y su aparato burocrático, posee competencia general en todos los problemas públicos pendientes de la sociedad, y esta capacidad se funda en el conocimiento científico. Luhmann cree que la administración puede desarrollar estas posibilidades si se independiza de la política y se fusiona con la ciencia (para un examen del concepto, véase que es la ciencia y que es una ciencia física), es decir si se convierte en una burocracia que basa sus decisiones y la legitimidad de ellasen el conocimiento científico; si se convierte en lo que se denomina una
‘tecnodemocracia’ (Duverger 1972) (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). Asimismo, Luhmann sostiene que la participación intensa y amplia sería disfuncional porque retrasaría los procesos decisorios que deben realizarse en plazos establecidos, y conllevaría
a la frustración generalizada porque los proceso de toma de decisiones implican la exclusión de posibilidades.
La tesis tecnocrática se funda en dos supuestos cuestionables: el primero es que las decisiones políticas tiene carácter técnico y, por tanto, existe en cada caso, una opción que es la más adecuada; y, segundo, que
hay una minoría de tecnócratas, los cuales poseen en forma exclusiva el conocimiento científicotécnico necesario para conocer dichas opciones.
Esta es una tesis política elitista no pluralista, puesto que supone que hay
una sola elite que está capacitada para gobernar, y la mayoría solo debe
acatar las decisiones de esa minoría.
La teoría de la acción comunicativa cuestiona la existencia de un saber científico-tecnológico que excluya la participación
Esto es una consecuencia de su teoría de la acción comunicativa,
puesto que si todo conocimiento es falible y refutable, todo conocimiento
científico es provisorio, imperfecto, perfectible y modificable; y siempre
abierto al libre examen y a la crítica. De este modo, como ya lo mostró
Popper, si se pretende substraer a una teoría científica de la refutabilidad,
formulándola de tal modo que no haya ninguna posibilidad de refutarla,
esa teoría deja de ser científica (1934). Las ciencias sociales no
pueden dar lo que no poseen: es decir, certezas indudables a partir de las
cuales se pudieran pretender tomar decisiones políticas adecuadas, las
que estuvieran libres de todo posible error. Por tanto, no hay ningún saber
científicotécnico por más especializado y matematizado que fuera, el
cual pudiera servir de base de decisiones políticas incuestionables. Por
ello, no existen argumentos racionales para excluir de la participación,
en los procesos de toma de decisiones, a todos aquellos grupos o personas
interesados en participar en el proceso de construcción social del
problema, y de elaboración de respuestas siempre falibles y, por ello,
modificables.
Más aún, Habermas relaciona el problema de la participación con
el de la legitimidad. Desde el punto de vista de la teoría de la acción comunicativa,
la legitimidad política es el resultado de procesos activos de
formación de consensos de que dicho sistema político es justo y adecuado,
y no consiste en la mera aceptación pasiva de una legalidad que ejerce
una minoría gobernante. Si la construcción de la legitimidad política
no puede ser sino el producto constante de procesos comunicativos racionales
en el espacio público, con mayor razón las principales decisiones
políticas debe ser producidas por dichos procesos participativos comunicativos.
Podría argumentarse que la participación complejizaría y haría
más lentos los procesos de tomas de decisiones, con la consiguiente pérdida
de la eficiencia, entendida como minimización de costos, maximización
de beneficios, y reducción de tiempo de los procesos. Efectiva mente, es muy probable que esto suceda, sin embargo, el criterio para medir la calidad de las decisiones políticas no puede ser el mismo que
rige la toma de decisiones a nivel microeconómico, de las empresas. Las
más importantes decisiones políticas deben ser legítimas y justifican mayores
esfuerzos y tiempo en los procesos decisorios. Ello se compensa
porque son procesos de aprendizaje colectivo y potencian las capacidades
de aportar a la construcción del bien común.
Las decisiones políticas participativas construyen consensos basados en intereses universalizables
Habermas está conciente de la creciente complejidad y diferenciación
social y cultural de las sociedades democráticas contemporáneas.
Esta significa una creciente diferenciación de las maneras de ver la sociedad,
en la existencia social y el modo de construir espontáneamente
los intereses propios (consulte más sobre estos temas en la presente plataforma digital de ciencias sociales y humanidades). A diferencia de otros autores, Habermas no hace
consistir la convivencia social en la armonización de intereses particulares
de los principales grupos de poder dentro de la sociedad. Distingue
entre dos tipos de intereses: los que son particulares y solo corresponden
a grupos específicos, y otros que aunque pueden ser particulares en su
origen, son universalizables. Es decir, Habermas no cree que el equilibrio
político y social se pueda obtener negociando entre grupos o sectores
cuyos intereses solo sean particulares.
Destaca la creatividad de los procesos políticos participativos, su
carácter de procesos de aprendizaje social. Estos permitirían explicitar,
descubrir o construir intereses universalizables que pudieran dar lugar a
consensos políticos legítimos. Por ejemplo, disminuir los costos (o costes, como se emplea mayoritariamente en España) de producción
u operación es un interés particular de una empresa o grupo de
empresas. Dicha disminución se puede conseguir depositando en los ríos
cercanos substancias excedentes de los procesos de producción. (Tal vez sea de interés más investigación sobre el concepto). El interés
de liberarse de substancias contaminantes es un interés no universalizable.
En cambio, mantener limpias y utilizables las aguas para fines
agrícolas, recreativos y otros, sería un interés universalizable sobre el
cual se pueden basar consensos sociales efectivos. Ciertamente, que no
es fácil encontrar y construir dichos intereses, pero el proceso de su construcción
en sí mismo tiene efectos muy positivos al aumentar la integración
social y cultural de dicha sociedad.
Hay otro argumento en favor de la participación política, complementario
con los anteriores. Proviene de Rousseau y ha sido reformulado por
Dhal. Dice que la elección de representantes políticos no resuelve completamente
la toma de decisiones públicas, puesto que hay visiones de la realidad,
aspiraciones e intereses sectoriales que no pueden incorporarse y, de
ese modo, enriquecer el proceso de toma de decisiones públicas, sino a través
de la participación directa de los propios grupos portadores. Por ejemplo,
no se ve cómo podríamos incorporar a nuestra legislación, y a nuestras
normas de funcionamiento social la situación de los discapacitados si ellos
no participan en el proceso de formación de las normas y toma de decisiones
en estos temas que los afectan directamente.
La tarea principal de la teoría democrática participativa consiste en justificar la participación social y política amplia, permanente e institucionalizada para realizar los valores normativos de la modernidad
Habermas se aparta de los teóricos participativos que como
Macpherson, Fromm, Rogers y Dhal, han centrado su reflexión en la
creación de interesantes modelos organizacionales de participación polí-
tica y social, los cuales, sin embargo, han tenido escasa resonancia intelectual
y política. Habermas, en cambio, ha orientado sus esfuerzos a
mostrar las potencialidades insitas en los procesos comunicativos, pues
mientras no haya consenso sobre la necesidad de realizarlos la discusión
sobre los modelos organizacionales sería prematura. Se diría que reconoce
que en la sociedades contemporáneas las tendencias elitista y directivas
son las predominantes, tanto a nivel político como social.
Una de las principales razones para abogar por la participación social
y política, amplia, permanente e institucionalizada reside para Habermas
en que ella puede hacer una contribución insustituible en la realización
de los valores normativos de la modernidad: autonomía (véase qué es, su concepto; y también su definición como “autonomy” en el contexto anglosajón, en inglés), autorrealización
y, especialmente, autogobierno. Como se dijo precedentemente,
no comparte la interpretación pesimista sobre la modernidad de los grandes
pensadores alemanes de origen nietzschiano: Weber, Adorno,
Horkheimer y Heidegger, para los cuales la modernidad está agotada,
conduce a una jaula de hierro sin salida, o nos ha llevado a la pérdida del
ser y a la subordinación a la tecnociencia.
Para Habermas la modernidad no se reduce al predominio de la racionalización,
el desencantamiento del mundo, la racionalidad instrumental
o la técnica. Posee una dimensión normativa ya señalada que no
se ha realizado sino de modo muy insuficiente. El autogobierno es uno de
sus valores fundamentales, es decir la capacidad de la sociedad de gobernarse
a sí misma.
El autogobierno no consiste en el ejercicio de la soberanía por el pueblo, sino en la realización de la voluntad popular como procedimiento
Como se recordará para la teoría clásica de la democracia, ésta consistía
en el gobierno del pueblo, entendido como demos, es decir, el conjunto
organizado de los ciudadanos. La democracia, para Jeffferson, era
el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Habermas cuestiona
la representación clásica del mismo, y escribe: “el pueblo del cual supuestamente
emana todo poder organizado, no constituye un sujeto con
voluntad y conciencia propias. Sólo se presenta en plural, en cuanto pueblo,
conjuntamente, no tiene capacidad de decidir ni de actuar.Entre las Líneas En sociedades
complejas, aun los más serios esfuerzos de autogestión se frustran
debido a las resistencias derivadas de la obstinación sistémica del mercado
y del poder administrativo” (1989: 34).
Esto no quiere decir que la participación se haya hecho imposible,
sino que se requiere hacerse procedimental. Esto es, ya no se trata de
oponer el gobierno de la minoría al del pueblo como mayoría o como
conjunto de ciudadanos, como lo hacía la teoría clásica de la democracia
desde Aristóteles, sino más bien de democratizar los procesos de toma de
decisiones públicas y de racionalización social.
Habermas está conciente de que el sistema político se mueve por
una lógica de poder, y que sus principales decisiones en un estado de derecho
deben expresarse como derecho positivo. Habermas ha dedicado
al tema del derecho y la normatividad una de sus obras más importantes y
recientes: Facticidad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrático
de derecho en términos de la teoría del discurso. Por ahora, solo señalaremos
que en su opinión “es el derecho el que le confiere forma jurídica
al poder, el que le confiere un carácter obligatorio, y a la vez, de quien deriva
la obligatoriedad de la forma jurídica. (…) Desde la perspectiva del
derecho, tanto la política como las leyes y disposiciones exigen una fundamentación
normativa”(1989: 49).
Dicho en otras palabras, la política moderna no puede reducirse a la
lógica del poder, so riesgo de una creciente crisis de legitimidad y una
pérdida de sentido y de interés especialmente para los jóvenes.Entre las Líneas En la medida
que el derecho confiere forma jurídica y obligatoriedad al poder, requiere
incorporar la dimensión normativa y ésta no puede provenir de las
elites políticas o burocráticas regidas por la lógica del poder, sino solo de
la sociedad civil.
Esto significa para Habermas una valoración a los movimientos sociales,
a los grupos que llama “autoorganizados”, los cuales convierten
en temas sociales situaciones particulares: por ejemplo, de las mujeres,
las minorías étnicas, la paz, o el medioambiente, para citar algunos ejemplos.
De este modo, ciertos intereses particulares pueden universalizarse
y por esa vía contribuir a realizar los valores normativos de la modernidad:
autogobierno, autonomía y autorrealización, los cuales están íntimamente
ligados a la libertad, la paz, la disminución de las desigualdades,
la ciudadanía amplia, el reconocimiento del pluralismo social y cultural
y la igual dignidad de todos los hombres y sus culturas.
Autor: Jorge Vergara Estevez, Venezuela
Democracia Participativa en Sociología
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Democracia participativa
A continuación se examinará el significado.
¿Cómo se define? Concepto de Democracia participativa
Véase la definición de Democracia participativa en el diccionario.
Características de Democracia participativa
[rtbs name=”vida-politica”][rtbs name=”educacion-y-comunicacion”][rtbs name=”union-europea”]Recursos
Traducción de Democracia participativa
Inglés: Participatory democracy
Francés: Démocratie participative
Alemán: Partizipative Demokratie
Italiano: Democrazia partecipativa
Portugués: Democracia participativa
Polaco: Demokracja uczestnicząca
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- Democracia en Europa
Democracia Real - Jürgen Habermas
- Participación política
- Teorías de la democracia
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