Triunvirato (Roma), aparte de ser la magistratura de la antigua Roma compuesta por tres personas conocidas como triunviros, el nombre se aplicó -y aquí interesa más desde un punto de vista histórico- a la división del gobierno de Roma entre Octavio (más tarde el emperador Augusto), Marco Antonio y Marco Emilio Lépido en el 43 a.C., tras el asesinato de César, y fue conocido como segundo triunvirato (que es el que se estudia en esta entrada), ya dotado de un carácter público sancionado por el Senado si bien extraordinario. En el 36 a.C., se excluyó a Lépido y finalmente en el 32 a.C. se disolvió el triunvirato tras el enfrentamiento entre Octavio y Marco Antonio. En la actual Bolonia, tras una conferencia de tres días, llegaron al siguiente acuerdo: se convertirían en triunviros “para la restauración del Estado” – tresviri rei publicae constituendae. El triunvirato (Consejo de los Tres – Antonio, Lépido, Octavio) sería ratificado por una ley aprobada formalmente en Roma. Cada uno de los tres poseería el imperium consular durante un período de cinco años, y el imperio se dividía entre ellos (aparte del Este, que estaba bajo el control de Bruto y Casio): Antonio recibió la Galia Cisalpina y la Galia Comata; Lépido la Galia Narbonense y España (como cónsul en el 42 permanecería en Roma gobernando sus provincias a través de legados); y Octavio África, Cerdeña y Sicilia. Las provincias de Octavio eran más potenciales que reales, con Sicilia en manos de Sexto Pompeyo y África bajo el control del procónsul pompeyano, Q. Cornificio, y en este momento se le veía claramente como el socio menor y más inexperto. Los triunviros seguían teniendo una gran escasez de dinero para pagar y licenciar a un gran número de tropas. También tenían que financiar una guerra masiva en Oriente, ya que Bruto y Casio controlaban todos los ingresos orientales. Italia estaba agotada y en bancarrota tras varios años de guerra y fuertes impuestos. Por lo tanto, como parte de su acuerdo en Bononia, los triunviros decidieron una estrategia doble: instigarían una proscripción de sus enemigos y de otros, mientras que adquirirían bienes para sus soldados mediante la requisición de 18 ciudades italianas: “ciudades famosas por su riqueza y la belleza de sus fincas y casas, que se repartirían entre ellas -fincas y casas incluidas- como si hubieran sido capturadas a un enemigo en batalla”. También se impusieron duros impuestos. Las proscripciones tenían más de un propósito, ya que a los triunviros les interesaba eliminar a los enemigos pasados y potenciales que pudieran oponerse a sus planes. Los triunviros creían que la política de clemencia de César con sus oponentes no había tenido éxito y que había que tomar medidas más estrictas contra los enemigos y disidentes, por lo que decidieron instituir una proscripción.