Este texto se ocupa del regionalismo abierto como interdependencia entre los acuerdos especiales de carácter preferencial y las medidas de liberalización comercial en general. A nivel político, el regionalismo es tanto el sucesor del Estado-nación (Estado en el que la población tiene una identidad nacional, o identidad geográfica, compartida, basada normalmente en la misma lengua, religión, tradiciones, e historia) como una alternativa a la globalización. Desde 1945, han surgido organizaciones regionales en todas las partes del mundo. La primera fase de este proceso alcanzó su punto álgido en la década de 1960, pero el avance del regionalismo ha sido especialmente notable desde finales de la década de 1980. Esto ha dado lugar al fenómeno del llamado «nuevo» regionalismo. Mientras que las formas anteriores de regionalismo habían promovido la cooperación regional, e incluso la integración, en torno a una serie de cuestiones -seguridad, política, economía, etc.-, el «nuevo» regionalismo se ha reflejado en la creación de bloques comerciales regionales, ya sea mediante el establecimiento de otros nuevos o el fortalecimiento de los ya existentes. Algunos incluso creen que esto está creando un mundo de bloques comerciales en competencia. Pero, ¿cuáles son las principales fuerzas que impulsan la integración regional? ¿Es el regionalismo el enemigo de la globalización, o estas dos tendencias están interrelacionadas y se refuerzan mutuamente? ¿El avance del regionalismo amenaza el orden y la estabilidad mundiales? La defensa y promoción de la identidad territorial, especialmente la regional, ha sido muy criticada. Se critica a los regionalistas por hacer hincapié en una visión topográfica de la cultura y la política, en lugar de reconocer la naturaleza topológica de la posmodernidad. Desde este punto de vista, la vida contemporánea no tiene lugar en regiones delimitadas territorialmente, sino en redes que se extienden a través y más allá de las regiones, aunque es un punto de vista que tiende a pasar por alto hasta qué punto la práctica social, el discurso y el poder siguen centrándose en la creación (y la desaparición) de geografías, fronteras y escalas regionales.