Este texto se ocupa de la historia y el futuro, en el contexto de las políticas públicas, del riesgo y las medidas de prevención de sequías: antes, durante y después. Las soluciones para enfrentar la sequía no son fáciles. Las sequías han sido una característica constante de la vida moderna, independientemente de los diferentes sistemas de propiedad del suministro de agua, por lo que las reformas propuestas tienen razón al subrayar la importancia de hacer que las contingencias de la sequía y el aumento de la eficiencia del agua sean una parte normal de los planes futuros de los consumidores.
Sin embargo, hay un “contrato de civilización” en el centro de la cuestión del suministro de agua y la sequía, ya que el aumento del uso del agua ha sido durante mucho tiempo una característica positiva de la vida civilizada. En consecuencia, la historia de las sequías en algunos países revela un desajuste entre la disposición de los consumidores a aceptar las economías en tiempos de sequía y su falta de voluntad para reducir el consumo a largo plazo.
Existe el peligro de que las distinciones entre la sequía aguda (y temporal) y el estrés hídrico crónico (permanente y acumulativo) se vean oscurecidas por una referencia generalizada a la escasez de agua. Se necesita una mayor claridad sobre las implicaciones para los consumidores de tales países, tanto de las restricciones más frecuentes relacionadas con la sequía como del estrés hídrico permanente. Dado que las rutinas y la percepción de los derechos de los consumidores siempre han desempeñado un papel activo en la configuración del funcionamiento y la ruptura de los sistemas de suministro, es hora de revisar el “contrato civilizador” que sustenta sus expectativas a largo plazo. Del mismo modo, dado que la categoría de “despilfarro” de agua se está ampliando con el aumento de la atención a la sequía y la escasez, es importante reconocer que lo que es un “despilfarro” y lo que es un consumo “racional” han sido históricamente objeto de acaloradas controversias y conflictos. Por lo tanto, es vital para el éxito de cualquier reforma que los consumidores participen activamente en el debate sobre cómo podrían ser los sistemas de suministro y las estrategias de gestión de la demanda en el futuro. Las definiciones de sequía y escasez, uso racional, despilfarro y derecho del consumidor siempre han sido, y deben seguir siendo, fluidas y abiertas a la contestación política.